Keane pisó por primera vez un escenario uruguayo y dejó claro que a veces lo bueno se hace esperar.
En su primer show en Uruguay, caracterizado por las interacciones constantes con el público, la banda encabezada por Tom Chaplin demostró que los altibajos del pasado dieron paso a una presencia más poderosa que nunca en el escenario, y que la espera finalmente valió la pena
Keane pisó por primera vez un escenario uruguayo y dejó claro que a veces lo bueno se hace esperar.
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáPasaron 20 años del día en que tres jóvenes amigos de la infancia, provenientes de un poblado de Inglaterra llamado Battle, se subieron al escenario de Glastonbury (el mayor festival del Reino Unido) con un acelere propio de novatos —adrenalina que han dicho que jamás volvieron a sentir—, incrédulos ante la masa de 20.000 personas que en cuestión de pocos meses era capaz de cantar con fervor todas sus canciones.
En esos 20 años Keane llegó a la cima con su primer disco, Hopes and Fears; consolidó su éxito internacional con el segundo, Under the Iron Sea, y experimentó las complejidades de una fama con la que en su momento no supo lidiar: las adicciones de su vocalista, Tom Chaplin, y las presiones del éxito sentidas en el resto de la banda (el compositor y pianista Tim Rice-Oxley, el baterista Richard Hughes y desde 2011 también el bajista Jesse Quin) derivaron en una etapa de altibajos que los llevó a tomarse un receso de seis años.
Pero el trabajo fino ya estaba hecho, y es el que les permite dos décadas después hacer giras mundiales con entradas agotadas y llegar a nuevos destinos, como Uruguay.
En la noche del martes 12 de noviembre en el Antel Arena, aquella banda que en los 2000 manifestaba su adrenalina y ansiedad en los shows a través de movimientos enérgicos, con la característica inclinación de Chaplin sobre el micrófono acompañada de gestos dramáticos y un tono melancólico, parecía ser otra y a la vez la misma de siempre. Aquel estilo reservado y enérgico de sus inicios dio paso a una presencia escénica más confiada y fuerte tanto del vocalista como de Rice-Oxley (siempre bailando y sacudiendo su cabeza sobre el piano), de Richard Hughes al fondo en la batería y del bajista, que por momentos también hacía de guitarrista. Una presencia extraordinariamente conectada con el público y, en consecuencia, más poderosa que la de 20 años atrás.
Con el mismo telón de fondo que usaron en sus primeras giras (que parece evocar la catedral de San Pablo de Londres y un paisaje de la ciudad), Keane pisó el escenario del Antel Arena (muy simple, sin pantallas gigantes) y despertó las pasiones contenidas durante todo este tiempo de un público de 7.000 personas muy heterogéneo: muchos veinteañeros, treintañeros y cuarentones a quienes Keane les llegó en la infancia, adolescencia o temprana adultez por medio de MTV y la radio; adolescentes que conocieron sus canciones por TikTok; o sesentones que, si no llegaron por cuenta propia, se vieron contagiados por el gusto musical de sus hijos.
En el campo pero también en las plateas, toda esa heterogeneidad acompañó con la calidez que solo un público sudamericano puede ofrecer —con palmas o movimientos de linterna del celular cuando no se sabía la letra y con cantos desaforados cuando se la sabía completa—, aunque muy incentivada, al mismo tiempo, por las constantes interacciones de Chaplin.
Tras tocar el primer tema, "Can’t Stop Now" —del celebrado disco aniversario, Hopes and Fears— Chaplin empezó con un torpe saludo en español. “¡Hola Montevideo!, ¿cómo estás? ¡Cómo están! ¿no?”, y durante todo el show su intercambio fue más bien como un diálogo.
Por ejemplo, al terminar de tocar "Bend and Break", el tercer tema, Chaplin se detuvo en un joven que gritaba de forma salvaje. “¿Estás bien?”, le preguntó, a lo que el varón le respondió que tan solo estaba feliz. “Ojalá pudiera llegar a esa felicidad”, bromeó Chaplin antes de sugerirle que reservara su energía, que aquel era solo el comienzo.
El vocalista confesó que de Uruguay sabía poco y nada. Lo buscó en Wikipedia: “Son un país muy exitoso”. Contó que pasaron dos noches en Uruguay antes del show, que pudieron recorrer algunos lugares —sin especificar cuáles— y que comieron mucha carne. De paso, se disculpó en nombre de la banda -dirigiéndose al joven desacatado- por haber tardado 20 años en venir.
Pero Tom Chaplin también reconoció —y fue a la vez un consuelo— que la experiencia trajo consigo un mayor disfrute de momentos como este. Hace 20 años eran “muy naive”, confesó, lo que les impedía apreciar la magnitud de sus logros. Hoy agradecen y valoran más que nunca el impacto que la banda ha tenido y sigue teniendo en la gente, así como el hecho de seguir descubriendo público de nuevos lugares, como Montevideo.
Capítulo aparte merece la voz de Chaplin. Si bien el mérito de las composiciones es fruto de la creatividad visionaria del pianista Rice-Oxley —como también dijo el frontman sobre el escenario— y gran parte del éxito se debe a que sus melodías alcanzan una gran potencia con el piano como instrumento principal y prácticamente sin recurrir a la guitarra, Keane no sería Keane sin el impresionante rango vocal de Chaplin, quien además canta cada vez mejor. Y él también parece saberlo. Uno de los momentos de mayor complicidad y exaltación —y que denota, de nuevo, el dominio de Chaplin en el escenario— se generó cuando, al estilo Freddy Mercury, el vocalista invitó al público a seguirlo en la entonación de una parte de "You Are Young", en la que demuestra cómo sin aparente esfuerzo es capaz de alcanzar un registro increíblemente alto, manteniendo a la vez la naturalidad que caracteriza a su voz, que es emocional y poderosa y al mismo tiempo resulta fresca, jamás pesada.
El setlist de 24 canciones en total recorrió todo el disco aniversario, intercalado con hits de sus siguientes cuatro discos. Como era de esperar, los puntos más altos fueron los dos mayores éxitos de la banda, "Somewhere Only We Know" y "Everybody's Changing", aunque sus otros hits no se quedaron atrás: "Crystal Ball", "Bend and Break", "This is the Last Time", "Is it Any Wonder" y la melancólica y potente última canción de la noche, "Bedshaped" lograron que las 7.000 personas cantaran al unísono, y que Tom Chaplin prometiera un pronto regreso.