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    No somos menos que nadie

    Fortunato y el acto de cambio de mando del Prof. Orsi

    La jornada había sido dura para Fortunato, por más que fuera el primero de marzo, día de la transmisión del mando. Varias reuniones por Zoom con clientes del exterior, a los que les importaba un pito si el presidente era Lacalle Pou o el Prof. Orsi, le habían hecho perder la transmisión directa del acto.

    De todas maneras, uno de sus hijos lo había tranquilizado, informándole que de noche pasarían por la tele la grabación del acto, por lo cual, terminada la cena y con su copita de vino a medio consumir (y un cansancio considerable), Fortunato se había sentado en su mullido sillón del living para ver el replay del acontecimiento del día, que no era otro que el acto de transmisión del mando, que comenzaba con la presencia y el discurso del nuevo presidente ante la Asamblea General, en el Palacio Legislativo.

    La tele empezó la transmisión señalando la trascendencia patriótica e institucional del acto, mostrando a los protagonistas que lucían sus mejores galas, así como las barras repletas de personalidades, entre las que se mezclaban los familiares, los dirigentes políticos más destacados, los embajadores de varios países amigos y los parroquianos del almacén y bar El Porvenir, de Salinas, especialmente invitados a presenciar la glorificación del vecino del barrio, a quien el pueblo le había confiado la primera magistratura.

    El presidente entrante tenía en sus manos un grueso legajo de hojas manuscritas, que contendrían —cabe suponer— el texto de su discurso. Mientras las ordenaba, a Fortunato se le iban cerrando los ojos del cansancio que cargaba, agravado por los malditos Zoom que fatigan tanto la vista.

    Tras la introducción protocolar, en la que nombró —como es de estilo— a todos los asistentes notorios, presidentes y embajadores de países amigos, jerarcas de todo tipo y grado, familiares y amigos, a Fortunato ya se le habían caído varias veces los párpados y luchaba por tenerlos lo más abiertos posible.

    Tras haber escuchado los democráticos propósitos que alentaban su futura tarea, el respeto por las leyes, la defensa de los derechos humanos, la libertad de expresión y todo lo que se dice en estos casos, Fortunato creyó oír algo distinto, presumiendo que —si lo que veía y oía era cierto— era que se estaba quedando dormido.

    —Y además, -proseguía el nuevo primer mandatario— hemos escuchado hace unos días el discurso de toma de posesión del presidente Donald Trump, de cuyas interesantes iniciativas hemos extraído algunas ideas que también nosotros pondremos en práctica. Empecemos —prosiguió el Prof. Orsi— con la audaz idea del presidente norteamericano de reconquistar el Canal de Panamá, y además incorporar a Groenlandia como parte del territorio de los Estados Unidos. Pues bien, como nosotros no somos menos que nadie —agregó—, como ustedes saben, las Islas Falkland, que nuestros hermanos argentinos llaman “Malvinas”, fueron históricamente administradas directamente desde el Uruguay, tras haber sido descubiertas por el navegante francés Bougainville, que había partido del puerto francés de Saint Malo —por eso les llamó “Malouines”, de donde derivó “Malvinas—. Nosotros las manejamos para los franceses desde Montevideo, pero ahora pasaremos de la administración a la acción, e incorporaremos a esos islotes bajo el nombre de “Nuevas Islas Canarias”, para diferenciarlas de las que pertenecen a España. Estas nuevas islas serán incorporadas a partir de hoy al territorio oriental, y el dirigente frenteamplista de Canelones Braulio Elconquis Tador —que, como buen canario, tiene experiencia en estas tierras fértiles y es un gran chacarero de la zona de Las Piedras—, será el nuevo gobernador de las islas. Las españolas se llaman así, Canarias, por los canes que había en el archipiélago, pero las “Nuevas Canarias” llevarán su nombre en honor al departamento de Canelones, de cuya pujanza y tesón se inspirarán, para darnos la extensión territorial que procuraremos en nuestro gobierno.

    Fortunato no podía creer lo que estaba escuchando, porque ya no veía ni una imagen, debido a que el sueño lo había liquidado. Pero algo sonaba todavía en sus oídos.

    —Y llamaremos al tramo del Océano Atlántico que va desde el Uruguay hasta las Nuevas Canarias el “Mar Oriental Artiguista y Reconquistador”, que es el nombre que le corresponde a esta nueva extensión de nuestro mar territorial, con todas las riquezas pesqueras que nos ofrece. Y una vez que estemos instalados en las Nuevas Canarias, desde allí saldrán expediciones de nuestros buques de guerra rumbo al continente helado que, como todos saben, oculta en sus entrañas yacimientos de petróleo, litio, y otros recursos muy valiosos. El Uruguay conquistará la Antártida, con pingüinos y todo, y le llamaremos a esta nueva tierra incorporada al territorio nacional “La Salinas del Sur”, en homenaje a la sal marina que sazona las aguas que la rodean y el hielo que las compone, sino también en reconocimiento a la tierra de la que vengo, la que me vio nacer y criarme, y a la que le dejaré la conquista territorial para que la aprovechen las futuras generaciones.

    Orsi no paraba de copiarle las ideas a Trump, y eso lo tenía preocupado a Fortunato, que en el hilito de claridad que le quedaba antes de dormirse del todo, reflexionaba sobre lo paradojal de lo que estaba escuchando, o creía escuchar.

    Pero Orsi no había terminado.

    —Y decretaremos para todos los inmigrantes que no dejan de llegar a nuestro territorio, cubanos, venezolanos, bolivianos, argentinos, ucranianos, la canelonidad obligatoria. ¿De qué se trata esta innovación revolucionaria? —se preguntó el nuevo presidente, contestándose a sí mismo de inmediato—. De que todos los nuevos inmigrantes se registren obligatoriamente como ciudadanos de Canelones, debiendo pagar anualmente un impuesto a la nueva nacionalidad departamental, que se calculará en base a los ingresos que registren en sus declaraciones ante la DGI. El que gana poco, pagará poco, y el que gane mucho, pagará mucho. Y con esto —enfatizó— cumpliremos con la promesa pre-electoral de que no subiríamos ningún impuesto a los uruguayos, porque este nuevo impuesto, que me lo sugirió Oddone, se les aplicará a los inmigrantes.