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Los desafíos que el mercado de granos plantea para el 2025 son disímiles. Algunos más consabidos, otros —en cambio— más impredecibles, pero resulta claro que la volatilidad pareciera ser una variable que será protagonista en el año que estamos por comenzar. Quizá, hablar de variaciones de precios puede resultar un poco “aterrador” en un primer momento, pero a los actuales niveles de valores también puede ser una buena oportunidad.
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Naturalmente que luego de venir de una cosecha prácticamente récord en Estados Unidos, y con un clima en Sudamérica que hasta el momento no ha mostrado mayores sobresaltos, los fundamentals de la oferta parecen inclinar la balanza del lado bajista, sobre todo en el mercado de la soja, que podría experimentar niveles de stocks nunca antes vistos, en la medida que la cosecha en nuestra región continúe por la senda antes comentada.
Aunque todavía falta, y si bien el productor más importante de la región define el componente de los rindes de la oleaginosa en diciembre, enero resulta el mes clave para el resto de los países en el Cono Sur.
Sin embargo, como versa el título de la presente columna, la victoria de Donald Trump en las elecciones estadounidenses de noviembre es uno de esos factores imponderables. Cierto es que el magnate neoyorquino va por su segundo mandato y hay circunstancias que no serán una sorpresa, pero Trump va a asumir el próximo 20 de enero con un mundo muy diferente al que le tocó lidiar en su primera gestión.
Pandemia de por medio, la situación geopolítica es cosa seria. Con conflictos bélicos entre Rusia y Ucrania, situaciones no menos complejas en Medio Oriente y problemas económicos por doquier en diferentes regiones del globo, la administración de la “cosa” pública no puede permitir errores. Sobre todo, teniendo en cuenta que la pelea de fondo todavía sigue siendo una puja por el liderazgo mundial entre Estados Unidos y China.
Al respecto, el flamante presidente electo en el país del norte ya empezó —antes de asumir— con su derrotero por los medios y redes sociales, explicando lo que va a ocurrir con sus políticas económicas, comerciales y sociales. Entre las muchas definiciones de Trump, una de las más importantes fue advertir a los países miembros que conforman los Brics (Brasil, Rusia, China, India y Sudáfrica) que desistan sobre la idea de crear una moneda común para realizar transacciones internacionales. Y que, en caso de continuar con esta especulación, podría imponer aranceles del 100% a los productos que Estados Unidos importa de esos países. Hasta aquí nada diferente a lo que nos tiene acostumbrados Trump. El problema podría suscitarse si los miembros de los Brics tomaran una determinación semejante.
Por otro lado, la parte altruista viene dada por la firme convicción del presidente electo de “pacificar al mundo”. Quizá Trump, a sus casi 80 años, necesita quedar en los anales de la historia como un presidente que logró frenar los conflictos bélicos actualmente reinantes en el mundo.
Precios bajos. Claramente, y dentro del contexto antes mencionado, las cotizaciones de los principales granos en el mercado de Chicago (léase soja, maíz y trigo) se ubican en los segundos niveles más bajos de la historia.
Por supuesto que esta aseveración se entiende en la medida que la observación se realice en términos reales. Los precios nominales muestran que los aproximadamente US$ 350 por tonelada con los que actualmente cotiza la soja disponible en Chicago serían todavía, y comparados históricamente, valores por encima del promedio. Pero si se deflaciona la serie histórica esos US$ 350 en realidad se ubicarían en el orden de los US$ 140 por tonelada. Las cotizaciones solo fueron inferiores a estos niveles a principios de los 2000 y similares a los de fines de 2006 y principios de 2007.
Este puede ser un buen argumento alcista, pero no de corto plazo. Habrá que esperar, en todo caso, a la campaña 2025-2026 para ver qué resultado puede tener la baja de rentabilidad en la agricultura a escala global, para intentar prever posibles recortes de área.
Pero en este sentido no todos los países poseen las mismas condiciones. Los farmers en Estados Unidos, por ejemplo, tienen diferentes mecanismos de ayuda, a saber: Loan Rate, Prevent Planting, entre otros.
Brasil tiene la posibilidad de mejorar su competitividad por la vía de la devaluación. De hecho, actualmente el real brasileño se ubica en 6,20 por dólar, evidenciando una devaluación cercana al 30% interanual.
Países como Uruguay o Paraguay no poseen mecanismos de ayuda como los de Estados Unidos, pero tampoco impuestos distorsivos como Argentina. Los derechos de exportación son un mecanismo recaudatorio que frena cualquier posibilidad de mejorar la competitividad.
Así las cosas, nos espera un año 2025 con enormes desafíos, complejo pero dinámico. Y es en ese dinamismo que surgen las oportunidades. Trabajar correctamente sobre el presupuesto financiero será una de las claves, pero no la única.
Otra de las claves será estar atentos a las posibilidades comerciales, aprovechando los cambios en la volatilidad de los precios. Pero, sin dudas, la más importante será que continúe lloviendo, de forma de terminar de anclar los kilos en el campo. Naturalmente, la producción es la condición sine qua non para después poder mejorar el resto de las variables.
La competitividad en la originación de granos a nivel mundial puede generar momentos interesantes una vez atravesado el período de máxima oferta. Más adelante vendrán otras aduanas, como las siembras en el hemisferio norte y el tiempo crítico de los cultivos. Ahí, las producciones deberán convalidar nuevamente grandes cosechas para poder abastecer a la demanda. Pero eso ya forma parte de otra historia.
Como solía decir Matthew Arnold: “Solo aquellos que nada esperan del azar son dueños de su destino”. Tomemos este consejo para seguir adelante. ¡Felicidades!
* El autor es socio director de Nóvitas, consultora argentina especializada en el mercado internacional de granos.