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    SANA, primer fármaco uruguayo con resultados en humanos, expone el potencial y las carencias de la ciencia local

    “Uruguay podría posicionarse como un hub en el que se instalen grandes compañías farmacéuticas”, dice Carlos Batthyány, director del Institut Pasteur y fundador de Eolo Pharma

    El primer fármaco desarrollado íntegramente en Uruguay para tratar la obesidad y la diabetes tipo 2 completó con éxito su fase inicial en humanos. El compuesto, denominado SANA, fue creado por la startup Eolo Pharma, surgida en 2016 a partir de un grupo de investigadores del Institut Pasteur de Montevideo y la Universidad de la República (Udelar), y ya demostró ser seguro, bien tolerado y eficaz en reducir el índice de masa corporal y los niveles de glucosa en sangre. El hito, publicado el 16 de junio en la revista Nature Metabolism, es visto como un punto de inflexión en la historia científica del país, pero también abre preguntas sobre el ecosistema que rodea a este tipo de desarrollos en Uruguay.

    La historia de SANA implicó más de una década de investigación básica. “Trabajamos muchos años en arterioesclerosis, pero era un campo médico satisfecho. Fue entonces que nos movimos a diabetes tipo 2 y obesidad, donde, a pesar de los esfuerzos médicos, en los últimos 20 años no había habido avances significativos”, explicó Carlos Batthyány, director del Institut Pasteur y fundador de Eolo Pharma.

    Eolo Pharma, la primera empresa de biotecnología en Sudamérica en llevar una pequeña molécula desde su diseño y síntesis hasta su testeo clínico, propone una vía distinta para devolverle a la insulina su rol en el organismo, al permitir la disminución de los niveles de glucosa en sangre e inducir la pérdida de peso: SANA no actúa como supresor del apetito, sino que activa la termogénesis, un proceso que “confunde” al organismo, lo lleva a quemar calorías almacenadas en forma de grasa y las transforma en calor. “Prende esa ruta metabólica a pesar de que no estemos en una situación de frío. Así el paciente está permanentemente transformando grasa en calor”, explicó Batthyány.

    Eolo Pharma nació con el objetivo explícito de llevar un desarrollo científico al mercado, algo todavía excepcional en el país. Mientras realizaba su tesis, la hoy CEO de Eolo Pharma, Pia Garat, encontró una oportunidad para presentarse en Argentina a una incubadora de startups, donde el equipo fue seleccionado para fundar la empresa. “Eso nos permitió ver que, además de poder hacer ciencia, desde Sudamérica se podía tratar de llegar a hacer ensayos clínicos. Y ya con Eolo andando, nos permitió valorizar el conocimiento a través de la creación de empresas de base científico-tecnológica”, dijo Batthyány.

    Los desafíos de un proyecto pionero

    Para Garat, la dificultad no solo era científica sino también estructural. Por un lado, estaba el desafío de acercar la investigación a la industria y por otro el hecho de que “no había empresas con características similares y que todo el ecosistema estaba muy en pañales”.

    “Eran muy pocas las empresas en biotech y estábamos proponiendo sacar un fármaco al laboratorio y llevarlo a la clínica. Era muy difícil porque no había ejemplos en la región”, comentó. Además, el acceso a capital era muy limitado. “Para poder estar en estudios clínicos en humanos ya llevamos una inversión cercana a los casi US$ 7 millones”, indicó Garat. Si bien aclaró que la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII) aportó fondos no reembolsables, el capital privado fue clave: “El primer año fue el más difícil, que fue cuando recibimos una inversión de US$ 500.000” de parte de CITES (un fondo de capital de riesgo), lo que le significó al equipo CEO instalarse en Sunchales (Argentina) por dos años para recibir asesoramiento.

    “En el desarrollo de fármacos, si no tenés una inversión muy fuerte y sostenida, es muy difícil, porque el ensayo clínico y las pruebas en animales son muy costosas. Y tuvimos que contratar muchos expertos internacionales, porque ese talento en Uruguay no se encontraba”, explicó Garat.

    La propiedad intelectual fue otra barrera importante. “La primera vez que quisimos hacer una patente internacional, ni el instituto ni la universidad tenían fondos para patentamiento”, recordó Batthyány. El respaldo posterior de ANII, sin embargo, permitió corregir ese vacío. “Si no, había que regalar el conocimiento”, sentenció.

    Virginia López, investigadora del Institut Pasteur, docente de Facultad de Química e integrante de Eolo Pharma, afirmó que hoy ese no es un proceso difícil, pero sí es fundamental ante la posibilidad de que un trabajo pueda valorizarse.

    En los primeros pasos de Eolo, ni la Udelar ni el Institut Pasteur contaban con regulaciones para permitir que investigadores en régimen de dedicación total participaran en emprendimientos con fines comerciales. “Nos reunimos tanto con Mariela Torre (exdecana de Facultad de Química) como con Luis Barbeito (entonces director del instituto) y les dijimos: ‘Si nos dejan avanzar, prometemos encontrar todas las soluciones posibles’”, contó Batthyány. Las instituciones confiaron en ello. “Eso terminó cambiando dos cosas: el estatuto del personal docente de la universidad para que los docentes puedan formar parte de startups de base científico-tecnológicas a pesar de estar en régimen de dedicación total, y el Tocaf (conjunto de normas que regula las compras públicas), porque con la legislación vigente no se podía licenciar una patente a favor del investigador”, explicó.

    La experiencia empujó reformas institucionales que hoy permiten que ese camino se repita, aunque el ecosistema sigue sin estar consolidado. “Lo que está pasando es que los investigadores se están animando y el ecosistema se está armando. Coincide además con la propuesta del gobierno: el ecosistema de ciencia, tecnología e innovación apoya para que las cosas empiecen a tomar valor en el amplio sentido de la palabra, no únicamente económico”, señaló Batthyány.

    “El poder salir del laboratorio es algo que también nosotros, los investigadores, nos lo tenemos que creer”, agregó.

    López afirmó que el hecho de que el equipo haya logrado alcanzar fases clínicas con un fármaco que nació y se desarrolló en Uruguay “puede mover un poco el sistema y despertar algunos dinosaurios”, y lograr quizás que la farmacéutica uruguaya se dedique no solo al desarrollo de formulaciones, sino también al desarrollo de fármacos. “Necesitamos decisiones a nivel país. Sería deseable que las fases clínicas se pudieran también hacer en Uruguay. Es fundamental que el Ministerio de Salud Pública tome cartas en el asunto”, opinó.

    Terminada la fase 1 —de tolerancia y seguridad—, la fase 2 del ensayo —que implica comprobar la eficacia del fármaco— se hará en Chile. “Todavía en Uruguay no podemos hacer estudios de fase 2”, dijo Garat. Batthyány agregó: “No hay infraestructura para hacerlo, faltan un montón de cosas. Pero si eventualmente llegamos a un fase 3, que por naturaleza son multicéntricos e internacionales, ahí sí sería muy lindo tener un centro en Uruguay”.

    La estrategia de internacionalización también está sobre la mesa. “Hemos pensado en varias oportunidades instalar Eolo en Estados Unidos o en Europa, capaz que más la parte administrativa”, dijo Garat. Sin embargo, aclaró que “Sudamérica tiene investigadores altamente calificados y no es necesario salir a buscarlos en otras partes”.

    Para Batthyány, Uruguay debe pensar su lugar en el ecosistema global desde su escala. “El país no debería aspirar a tener una megacompañía productora de medicamentos, sería un error porque estamos a años luz. Pero sí podría aspirar a tener muchas startups generando mucho conocimiento y valorización de ese conocimiento. Además, como somos un país con mucha credibilidad, que está lejos de los conflictos mundiales y que tiene recursos humanos calificados, podría aspirar a posicionarse como un hub y que se instalen en Uruguay las grandes compañías farmacéuticas. Ahí sí hay toda una industria por desarrollar”, dijo.

    Ciencia y mercado

    El caso de SANA vuelve a poner sobre la mesa el debate sobre la orientación de la política científica. ¿Debe la ciencia responder al mercado? Batthyány opinó que “la idea cada vez más fuerte es poner a la ciencia como motor de un desarrollo sostenible del país” y recordó que “los países más desarrollados son los que más invierten en ciencia, tecnología e innovación”. Aclaró que eso “no quiere decir minimizarla a las necesidades del mercado”.

    Ese rol exige una transformación dentro del sistema y también implica un nuevo rol para los investigadores. “No es obligatorio, no todos tenemos que hacer ciencia para hacer dinero. Pero si tenemos la oportunidad de generar un retorno a la sociedad, no debemos limitarnos ese derecho ni ese deber”, explicó el director del Institut Pasteur. Según dijo, ese es uno de los “pilares” para que la ciencia pueda jugar el rol que se le quiere dar, además de que el gobierno de turno y el Estado “organicen el ecosistema de forma que a la ciencia le sea fácil jugar ese papel”.

    Consultados acerca de cuándo llegará SANA al mercado, Garat dijo que además de contar con el equipo fundador, es necesario sumar “un talento calificado, nuevo, preparado para las etapas que se vienen”.

    “Nos encantaría que hubiera en Uruguay o en Latinoamérica investigadores que ya hayan trabajado en el desarrollo de fármacos para obesidad en fase 2 y 3, o que tengan experiencia con agencias regulatorias, pero no los hay. Tenés que salir a buscar afuera”, explicó. Por otro lado, la inversión es fundamental para costear los estudios, por lo cual si bien quieren que el fármaco llegue al paciente que lo necesita, “para eso hay que asociarse con las empresas grandes que tienen todo mucho más aceitado”.