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    Estrellas fugaces

    A Talvi lo mataron los profesionales de la vieja política, según transmitió en su momento; en los casos de Guido Manini Ríos de Cabildo Abierto y de Juan Sartori del Partido Nacional, las otras dos estrellas fugaces más recientes, fueron los votos

    Director Periodístico de Búsqueda

    Ya pasaron 10 días desde el domingo 27 de octubre. Se contaron todos los votos, se distribuyeron las bancas de senadores y diputados y se oficializaron las dos fórmulas presidenciales que competirán en la segunda vuelta electoral: Yamandú Orsi y Carolina Cosse de un lado y Álvaro Delgado y Valeria Ripoll del otro. Están los sectores más votados, los que quedaron solo a unos pocos sufragios de lograr sus objetivos y los que fracasaron de una forma estrepitosa. Hubo confirmaciones, sorpresas, pronósticos errados y acertados, idas y venidas con la mayoría parlamentaria, y reacomodos. Hablaron unos y los otros, ganadores y perdedores.

    Por eso llegó la hora de dar vuelta al menos esa página del libro y detenerse en otra que se puede leer mejor a la distancia: la de las estrellas fugaces. Porque esta elección nacional de 2024, además de todo lo que trajo y también lo que se llevó, fue la de la confirmación de que en la política uruguaya lo tradicional y orgánico le gana a lo disruptivo y sorpresivo y que, comicios tras comicios, aparecen figuras que hablan de lo nuevo y sacuden a la opinión pública, pero que, en la mayoría de los casos, no duran más de uno o dos períodos.

    Para que quede más claro este concepto hay que irse hasta el año 2019, el de la campaña electoral anterior a la actual. En ese momento, aparecieron en la actividad política tres figuras que prometían un nuevo tiempo y que pusieron nerviosos a muchos de sus rivales e ilusionaron a sus seguidores. Hoy, cinco años después, los tres se desplomaron del cielo como estrellas fugaces.

    El primero es el colorado Ernesto Talvi. Fueron muchas las expectativas alrededor de Talvi. Es larga la lista de ex y nuevos dirigentes que se acercaron a la política gracias a él. También de votantes que estaban desencantados y que volvieron a creer. Movilizó algo que parecía dormido en la sociedad uruguaya. Habló de hacer las cosas de una forma distinta, de profesionalizar la política, de abandonar las viejas prácticas, de eliminar algunas tradiciones muy arraigadas y de apostar por el profesionalismo y el pragmatismo.

    Con ese discurso, primero logró ganar la elección interna colorada frente al expresidente Julio María Sanguinetti y luego posicionarse como el principal socio del mandatario Luis Lacalle Pou en la nueva coalición de gobierno. En poco menos de un año, ocupó un lugar central en la política local, pero duró muy poco. Fue elegido por Lacalle Pou como canciller y no llegó a mantenerse ni un año en ese cargo. No se sintió cómodo en ningún momento. Por lo bajo decía a alguno de sus allegados que los métodos utilizados por quienes ostentan el poder público no iban con él, que no quería formar parte de ese mundo que veía como mezquino.

    A Talvi lo mataron los profesionales de la vieja política, según transmitió en su momento. En los casos de Guido Manini Ríos de Cabildo Abierto y de Juan Sartori del Partido Nacional, las otras dos estrellas fugaces más recientes, fueron los votos.

    Manini también surgió con fuerza en aquel 2019 de varios nacimientos. En poco más de seis meses se consolidó como el líder de Cabildo Abierto, el nuevo partido que creó con unos pocos dirigentes y que en las elecciones nacionales de ese año obtuvo una votación superior al 11%, lo que se tradujo en tres senadores y 11 diputados, algo inédito en la historia política uruguaya. Así fue que se transformó en otro de los socios fundamentales de la coalición, con dos ministros en el gabinete, varios jerarcas en el Estado y un peso muy importante en todas las votaciones en el Parlamento.

    Pues todo aquello construido en tan poco tiempo, que prometía permanecer y que incluso muchos analistas veían con posibilidades de crecer, se derrumbó el domingo 27 de octubre. Cabildo Abierto obtuvo el 2,48% de los votos y logró solo dos bancas en la Cámara de Representantes. De un día para el otro, Manini quedó fuera y también la mayoría de las figuras de su partido.

    Algo similar ocurrió con Sartori, aunque a mucho menor escala. Porque Sartori se fue apagando de a poco en los últimos cinco años. Pero cuando llegó a la política, a fines de 2018, y luego, cuando en 2019 se supo que sería precandidato presidencial en la interna del Partido Nacional, fueron muchos los que temieron que su avance fuera incontrolable. Es más, hasta algunos lo veían como posible ganador por más que apenas lo conocían y que recién se estaba mostrando en público. La combinación de outsider, joven y empresario exitoso con una campaña con un alto presupuesto generaron expectativas elevadas en muchos analistas y políticos.

    No ganó la interna partidaria, pero sí quedó segundo, con una votación muy importante. Después, en las elecciones nacionales, fue electo senador y logró sumar, además, dos diputados. Todo un hito para alguien que recién empezaba. Sin embargo, toda su construcción terminó siendo de arena y se fue derrumbando ante el primer oleaje de realidad política. El último domingo de octubre no fue electo ni senador ni diputado ni nada. Ni siquiera pudo dar fuerza a su propia lista y terminó haciendo una alianza con el Herrerismo, que es la única que puede llegar a darle un nuevo pasaje frugal por el Parlamento.

    Y no son las únicas fugacidades de la política uruguaya. Para mencionar solo una de las anteriores, está el caso de Edgardo Novick y su Partido de la Gente. Novick también llegó al ruedo público con la idea de instalar una nueva forma de hacer política, por fuera de los partidos y los métodos tradicionales. Por más que ya tenía experiencia como asesor, en especial del Partido Colorado y de Jorge Batlle, creó un nuevo partido para ofrecer un menú distinto. Al principio tuvo un respaldo electoral importante, pero luego se derrumbó. Y no le gustó nada lo que vio desde adentro. Por eso optó por dar un paso al costado y hoy está muy alejado de los escenarios.

    Actualmente, hay otros con ese discurso de la “nueva política” o de la resistencia a la “casta”. En cada una de las elecciones aparecen uno, dos, tres o cuatro. Y casi todos terminan trasformándose en estrellas fugaces. El propio sistema, a la larga o a la corta, los expulsa. Todo termina confluyendo en políticos con décadas de militancia y desempeño de cargos públicos, que son los que siempre definen las elecciones. Ocurrió hasta con José Mujica, que muchos vieron como un distinto, aunque la realidad muestra que terminó siendo presidente luego de ser diputado, senador y ministro, y de liderar por décadas uno de los principales sectores del Frente Amplio. Más carrera política que esa, difícil.

    Así que siempre hay algunos, los nuevos, los que cambian el libreto, los que sorprenden, pero finalmente siempre terminan ganando los mismos, los que tienen una larga carrera política sobre sus espaldas. Así es Uruguay, un país tradicional para elegir a sus presidentes. A las pruebas me remito.