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Eduardo Bottinelli: “Soy serio donde tengo que ser serio y no lo soy donde no lo tengo que ser”
Edad: 44 • Ocupación: director de Factum y docente en la Facultad de Ciencias Sociales • Señas particulares: es fanático de los autos, le gusta manejar y hacer viajes largos por ruta en familia, es hincha de Nacional
Viene de familia política. Su abuelo fue senador y diputado del Partido Nacional y su padre, antes de ser politólogo, fue secretario de Seregni. ¿Alguna vez pensó en incursionar en la política? No, tengo bastante definida la barrera. No es algo que me llame la atención, al menos hasta ahora. Aparte, a mi abuelo no lo llegué a conocer y mi padre dejó la actividad con Seregni cuando yo tenía siete años. Sé las virtudes y problemas que trae la política, pero nunca pensé en incursionar.
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En todos estos años que ha trabajado con su padre en Factum, ¿hay algo que haya aprendido de él? Que hay cosas a las que no se renuncia nunca, como son las cuestiones éticas vinculadas al desarrollo de la profesión y las presiones. Hay que aprender de las sutilezas de las presiones y eso se aprende con la práctica y con la transmisión de experiencia que he tenido (por parte suya).
Es docente en la Facultad de Ciencias Sociales. ¿Qué le gusta de la docencia? Hay muchas cosas. Por un lado, la interacción con las nuevas generaciones, conocer sus intereses. Lo otro es el desafío permanente: estás transmitiendo tu experiencia, pero al mismo tiempo debés actualizarte permanentemente. Eso de alguna manera te enriquece a vos y al grupo.
Su padre es de Dolores ¿Tiene familia allá? ¿Va seguido? No, él tiene familiares y algunos amigos, pero no tenemos raigambre allá. El campo que tenía con la familia se vendió hace muchísimos años. No me acuerdo cuándo fue la última vez que fui, pero fue hace varios años. Yo no nací allá, nací en Buenos Aires, y mis hermanos en Montevideo.
¿Nació cuando su padre estuvo exiliado allá? Claro.
¿Con cuántos años vino a Uruguay? Tenía un año. Tengo la nacionalidad argentina, uruguaya e italiana.
Si no viviera en Uruguay, ¿dónde viviría? Creo que en algún país europeo. Italia podría ser, España también. Culturalmente y como formas de organización de la sociedad me siento más cercano. Pero nunca me lo había puesto a pensar, porque en realidad tengo mucho sentimiento de vivir acá. A su vez, tampoco he tenido que pensar en eso por temas laborales o familiares. El doctorado lo hice acá, la maestría también.
De niño le gustaban mucho los autos y coleccionaba revistas. ¿Mantiene ese hobby? No, no colecciono más revistas. También tenía una colección grande de autitos, que se perdió en alguna mudanza. Tenía pasión por los autos. Pero con el paso del tiempo, las colecciones quedaron de lado. Hoy ese interés lo mantengo en lo que tiene que ver con el mercado de autos, me gusta estar al tanto de qué autos se venden, de dónde vienen, las marcas, los precios, cómo son.
¿Qué auto tiene hoy? Una Chevrolet Equinox del 2018.
¿Qué auto le gustaría tener? Tenemos una cuestión familiar de hacer mucha ruta y tengo tres hijas, entonces tiene que ser grande y llevar las valijas. Lo pienso mucho en función de la situación actual, no pienso en ningún auto de lujo. A ver, sí, uno siempre piensa en una Ferrari, pero algo del estilo de lo que tengo es con lo que me siento cómodo.
¿Cómo conoció a su esposa? La conocí en primero de liceo. Fuimos compañeros casi de banco. Nos conocemos hace 30 o 31 años.
¿Qué fue lo que lo enamoró de ella? Fue ir conociéndonos y congeniar durante mucho tiempo. Compartimos los primeros cuatro años de secundaria, después ya no porque elegimos distintas orientaciones. Nos ennoviamos a los 18. Fue una química que se fue generando con el paso del tiempo. Pasamos muchas etapas de distinto tipo, tamaño y color. Es una vida juntos.
Tiene tres hijas. ¿Qué actividad les gusta hacer como familia? Nos gusta hacer viajes de ruta, lejos. Ir a Brasil, a las Cataratas, Bariloche, Buenos Aires. Todo ruta. Eso a ellas les gusta. Es una actividad que tenemos muy integrada en la familia. La otra vez hicimos todo el norte de Argentina, bajamos hasta Mendoza. Metimos 6.000 kilómetros en dos semanas y pico. A ellas les va quedando el recuerdo.
Le debe de gustar manejar, entonces. Sí, también. Es un momento para despejar la cabeza de otras cosas.
¿Ya tienen el próximo destino? Hay varios. Teníamos un viaje previsto a Europa, que lo cambiamos por Canadá y Estados Unidos, donde tenemos unos amigos, y justo cayó la pandemia. Tenemos la idea de ir a alguna playa de Brasil, en algún momento. También nos quedan pendientes algunos destinos de Argentina. En Santiago de Chile tenemos amigos y otra amiga que vive en España. No hay uno ya planificado, pero seguramente en Semana de Turismo hagamos algo.
Lo definen como una persona seria e introvertida. ¿Qué lo hace reír? Sí, soy bastante introvertido. Soy serio donde tengo que ser serio y no lo soy donde no lo tengo que ser. De hecho, en realidad, cuando estoy en confianza soy demasiado…
¿Jocoso? Sí, pero un poco pesado. Sobre todo, soy de meter chistes cortos en una conversación. Pero sé que tengo que pasar una barrera para entrar en confianza. Me ha pasado con gente en la oficina, que me dicen: “Yo pensé que no había forma de hacerte reír”. Y en realidad, nada que ver.