El periplo de Suiza continuó en Buenos Aires y en Uruguay, en donde cursó parte de su educación para más tarde volver a Suiza, cuando sus padres se divorciaron. Alrededor de los 15 años regresó a Uruguay, donde, sin proponérselo, encontró su vocación: la informática. En Montevideo comenzó sus estudios de programación, que luego continuó por el mundo convirtiéndola en su profesión. Mientras tanto, comenzó con sus tareas como miembro de una familia real europea. Su padre, el archiduque Leopoldo Francisco de Hungría y Bohemia, abdicó en su favor al casarse en segundas nupcias. De esta manera, Sigismund pasó a convertirse en SAIR (su alteza imperial y real) el gran duque de Toscana de la Casa de Habsburgo-Lorena. El aristócrata también tiene el título de archiduque de Austria, príncipe de Hungría y de Bohemia. Sin embargo, estos privilegios nobiliarios no lo alejaron de su profesión, y de la robótica pasó a trabajar en la seguridad informática de las empresas.
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Adrián Echeverriaga
La familia Habsburgo guarda una relación histórica con la Soberana Orden de Malta, de la que Sigismund es caballero, y sus dos hijos varones fueron recientemente ordenados por el gran maestro. De esta manera, los jóvenes comenzarán a involucrarse en la Orden de la Iglesia Católica, que se dedica a ayudar a personas necesitadas a través de proyectos médicos, sociales y humanitarios. Esta situación le permitirá delegar en sus hijos algunas de sus responsabilidades en Europa mientras se dedica a la diplomacia y a ayudar a la comunidad uruguaya.
Su abuela Marie-Thérèse de la Poëze d’Harambure siempre estuvo involucrada a las tareas de beneficencia en Uruguay, ¿de ahí surge su interés en ayudar a otros?, ¿esa es en parte su función como nuevo embajador de la Orden de Malta?
Todas las familias europeas siempre estamos involucradas en la parte social, y mi abuela también lo estaba. Organizaba fiestas para recaudar fondos para obras de caridad y juntaba ropa para los más necesitados.
Históricamente, la familia Habsburgo y la Orden de Malta estuvieron relacionadas. La Orden de Malta empezó como una orden militar y después se volvió hospitalaria con el fin de ayudar en las guerras y proteger el Mediterráneo de las invasiones. Con el tiempo se hizo muy fuerte porque es una orden neutra, no tiene como jefe a alguien como un Estado o un rey. Y lo bueno es que siempre nos apoyamos, eso viene desde las invasiones de musulmanes, árabes y otomanos en el Mediterráneo. Nos protegimos con la Orden de Malta y la Orden de San Estéfano, que es mi orden también. Y lo lindo es que siempre los Habsburgo protegimos la Orden de Malta, que tiene carácter cristiano y caritativo. Y esa parte se da en casi todas las familias en Europa.
Para ingresar a la Orden de Malta, ¿lo tiene que presentar un miembro?
Por supuesto. Pero a mí no me pasó porque soy de una familia exreinante, entonces soy caballero directamente. La Orden de Malta está en muchos países y en cada uno hay una Asociación de la Orden de Malta, cuyo objeto es la caridad cristiana conforme a las tradiciones de la Soberana Orden de Malta, por eso es importante que el embajador conozca cuáles son las necesidades locales. En Alemania, por ejemplo, la Orden de Malta es muy fuerte en toda la parte hospitalaria, en ayudar a la gente incapacitada y también tiene gente entrenada para actuar en una catástrofe. En Austria y en Italia también, en Suiza un poco menos. Y en Uruguay, siendo tan pocos, también tenemos esta asociación, que da asistencia espiritual y física a enfermos, heridos e indigentes, ayuda a hospitales y asilos.
En febrero de este año me llamó mi prima la marquesa Eleonora Pelagallo, hija del primo hermano de mi padre, para ver si conocía a alguien que pudiera ser el nuevo embajador en Uruguay. Buscaban a alguien que tuviera los medios y un link fuerte con Uruguay. Y después de un mes dándole vueltas al asunto le dije: 'Esa persona soy yo”. En febrero de este año me llamó mi prima la marquesa Eleonora Pelagallo, hija del primo hermano de mi padre, para ver si conocía a alguien que pudiera ser el nuevo embajador en Uruguay. Buscaban a alguien que tuviera los medios y un link fuerte con Uruguay. Y después de un mes dándole vueltas al asunto le dije: 'Esa persona soy yo”.
¿Y cómo fue que terminó siendo embajador de la Orden Soberana de Malta?
En febrero de este año me llamó mi prima la marquesa Eleonora Pelagallo, hija del primo hermano de mi padre, para ver si conocía a alguien que pudiera ser el nuevo embajador en Uruguay. Buscaban a alguien que tuviera los medios y un link fuerte con Uruguay. Y después de un mes dándole vueltas al asunto le dije: “Esa persona soy yo”. Y así se fueron dando las cosas, sin fricción. En tres meses reorganicé toda mi vida en Suiza, vendí mi casa, les alquilé un apartamento a mis hijos y me fui después de 14 años para venir a instalarme a Uruguay.
¿No extraña Europa?
Dejar Europa después de 40 años fue un gran paso en mi vida, pero voy a estar acá nueve meses y después iré a Europa, porque son importantes los contactos presenciales en Italia con el jefe de la Orden de Malta y mis compañeros en el exterior. Estoy contento porque la Orden de Malta va con mi persona.
Porque comparte los valores de solidaridad de la Orden de Malta…
Van conmigo al cien por ciento. De cualquier manera, con mi familia de la parte Toscana siempre ayudamos, pero lo hacemos sin publicidad. A mí me gusta siempre saber qué está pasando en mi comunidad y ahora, por ejemplo, estoy viendo algunos proyectos que tienen que ver con ayudar a un grupo de jóvenes a través de las expresiones artísticas.
¿Qué proyectos piensa realizar?
La Orden de Malta ya tiene algunos proyectos encaminados, como el Hogar Schiaffino en Montevideo, que brinda hogar a personas mayores. Después tenemos otros proyectos en Maldonado, en Salto, Rosario, etc. En la pandemia se logró una donación de camas articuladas, pero siempre hay que estar con las orejas abiertas para saber en dónde se necesita ayuda, y la Orden de Malta es muy fuerte para eso. Y con mis contactos europeos pienso que será bastante más fácil; tengo el network y me encanta ayudar. Mi meta es expandirnos más al interior de Uruguay, no quedarnos solamente en Montevideo. Trataré de funcionar como una especie de articulador con la asociación para facilitar la ayuda.
Creo que lo único que tengo que desarrollar más es mi parte social. Soy social pero hasta ahí. Soy más de hacer, me gusta planear y ejecutar. Creo que lo único que tengo que desarrollar más es mi parte social. Soy social pero hasta ahí. Soy más de hacer, me gusta planear y ejecutar.
Usted es muy seguro…
Creo que lo único que tengo que desarrollar más es mi parte social. Soy social pero hasta ahí. Soy más de hacer, me gusta planear y ejecutar. Soy informático, entonces toda esa parte creativa me encanta. Lo social lo hice toda mi vida pero en su justa medida. Prefiero hacer, y pienso que ahora que soy embajador no me irá mal.
Su vida cambió mucho, de informático a embajador, ¿en dónde estudió?
Sí, mi vida cambió mucho en los últimos años. Estaba trabajando en informática, después me encargué de los negocios de la familia y paralelamente entré a representar al Gran Ducado de Toscana, una casa exreinante de Toscana. La familia Habsburgo tiene dos ramas, la de Austria-Hungría y la de Toscana, que son dos casas reinantes independientes. Yo soy jefe de esa rama. La familia Habsburgo es grande: después de los Medici llegaron los Habsburgo hasta 1860. Desde los 23 años soy jefe de la rama Toscana de la Casa de Habsburgo-Lorena.
¿El título lo heredó?
Fue algo totalmente inesperado que sucedió cuando mi padre tuvo que abdicar a mi favor al casarse por segunda vez.Es como la posición del papa, puede abdicar pero es muy difícil.
Era muy joven. ¿Qué estaba haciendo en ese momento?
Estaba con mis estudios de hardware and software engineering, que es mi gran pasión. Empecé a estudiar informática en Uruguay a los 15 años. Mi padre era ingeniero mecánico y le encantaba hacer motores en el taller que tenía en casa; planeaba, dibujaba todo a mano y de noche hacíamos los planos juntos con tinta. Todo eso siempre me apasionó.
Mi familia tenía muchas tierras que Napoleón expropió, entonces tuvimos que empezar a invertir en otras cosas, en la industria de la madera, del carbón, en hospitales y ahora en energía sustentables. Mi familia tenía muchas tierras que Napoleón expropió, entonces tuvimos que empezar a invertir en otras cosas, en la industria de la madera, del carbón, en hospitales y ahora en energía sustentables.
¿Y qué pasó después?, ¿se fue de Uruguay?
Lo que pasó fue que mis padres se divorciaron y yo me fui con mi padre, volví a Suiza. Cuando tenía 15, mi madre (Laetitia d’Arenberg) me presentó a su amigo Cacho Méndez, que era director general de Honeywell Bull, la más grande compañía de informática. Él me invitó a ir a la empresa, que estaba al lado del Crandon, y para mí a los 15 años fue como estar en el paraíso de las máquinas. Y ahí fue cuando empecé a estudiar programación. En esa época también hice muchos amigos, me acuerdo de que hacíamos el programa para un rally que auspiciaba Honeywell Bull y yo sacaba todos los resultados con un amigo. Esa es parte de mi historia. Después me especialicé en robótica y luego en cybersecurity hacking; testeábamos la probabilidad de ser hackeados por alguien de fuera o dentro de una empresa, y vimos que lo más habitual era que fuera alguien de adentro. Fue muy interesante ayudar a empresas que estaban muy expuestas. Pero al mismo tiempo era el jefe de la familia Toscana, tenía que ir a los consejos de administración de mi familia. Los D’Arenberg son una familia muy importante en Alemania y en Bélgica. Mi familia tenía muchas tierras que Napoleón expropió, entonces tuvimos que empezar a invertir en otras cosas, en la industria de la madera, del carbón, en hospitales y ahora en energía sustentables. Entre todo eso me casé y terminé viviendo en Escocia con mi ahora exmujer y mis tres hijos. Después me fui a vivir a Suiza.
Todo siempre termina en Suiza, ¿por qué?
Digamos que es como el middle point donde muchas familias iban para veranear y tenían sus oficinas por el tema financiero fuerte de Suiza. Además, la hermana de mi abuelo, la duquesa Lidia d’Arenberg, era muy social, y como no tenía hijos reunía a todas las familias reinantes y exreinantes para que se conocieran en Suiza. Algunos iban de Austria, otros de Alemania y ahí es donde mi padre y mi madre se conocieron. Mi padre vivía en Austria y mi madre vivía entre Uruguay y no sé dónde, por ahí, en Suiza. Se conocieron, se casaron y entre idas y vueltas yo nací en Suiza. Después vinimos a Uruguay y ahí empezó mi relación con Uruguay. Viajamos no sé cuántas semanas en barco, fue muy lindo. Después fuimos a vivir a Buenos Aires, donde mi padre tenía la compañía de motores; fui al Deutsche Schule en Buenos Aires y en Montevideo. Volví a Suiza a los 11 años, regresé a los 15, fui al British y al Crandon. Me acuerdo de que no hablaba ni una palabra de español, era muy difícil comunicarme pero tenía una profesora particular y además estudiaba en Honeybell Bull hasta la medianoche, pero me divirtió mucho.
¿En su casa en qué idioma hablaban?
Francés, alemán y español. Español, muy poco, me lo había olvidado totalmente porque mi lengua fuerte era alemán. Mi madre hablaba en francés y mi abuela también, se rehusaba a hablar español. Mis amigos decían que estábamos locos porque empezábamos una oración en un idioma y la terminábamos en otro. Hasta los empleados y mis amigos tenían que hablar francés. Recuerdo a mi abuela sentada en este mismo sillón que tiene los posabrazos quemados porque ella fumaba. Cuando hablaba español era para morirse de la risa. Las erres no le salían.
Mi madre hablaba en francés y mi abuela también, se rehusaba a hablar español. Mis amigos decían que estábamos locos porque empezábamos una oración en un idioma y la terminábamos en otro. Mi madre hablaba en francés y mi abuela también, se rehusaba a hablar español. Mis amigos decían que estábamos locos porque empezábamos una oración en un idioma y la terminábamos en otro.
¿Cómo recuerda a su abuela?
Era un amor, una persona muy íntegra, con una vida increíblemente variada y muy abierta a la sociedad. En la vida no le fue tan bien porque perdió dos maridos, al final, tres. Después de que se casó con el duque Erik d’Arenberg, vinieron para acá porque Europa estaba en un cambio por las guerras. Mi abuelo había pasado las dos guerras entre Alemania y Bélgica. Lo que hacían era vivir seis meses acá y seis meses en Europa.
¿Cómo era la rutina de esta casa?
Yo no duermo mucho, así que sabía todo lo que pasaba en esta casa. Mi abuelo tenía la oficina en la torre y, si bien no invirtió mucho en Uruguay, tenía un banco y llevaba las cuentas de compañías alemanas y canadienses de acá. Él tenía un doctorado y hablaba nueve idiomas. Como un reloj suizo, bajaba de la torre todos los días a las 10 de la mañana, yo iba a darle un beso a mi abuela, me iba a pescar y a las 11 y media bajaba mi abuela toda pronta, bien vestida, porque en esa época no se usaba nada de jeans o chancletas.
Me acuerdo de que la casa nunca estaba sola, siempre había gente. Mi abuela hacía sus cosas de caridad con las amigas y tomaban el té a las cuatro. A las seis se volvía a cambiar y bajaba a las siete, jugaba al ajedrez, luego cenábamos. A las 10 y media mi abuelo se acostaba y mi abuela seguía hasta la medianoche entretenida con su champagne y sus amigas. Siempre estaba involucrada en los temas de la comunidad, sabía todo lo que pasaba; estaba con sus amigas de Francia, de Bélgica, también locales. Jugaba al golf, le gustaba pescar y tenía un jardín fantástico con rosas. Me acuerdo también de que tres veces por semana se organizaban las fiestas de bridge. Ellas hablaban todo el tiempo pero nosotros los niños no podíamos intervenir, salvo que nos preguntaran algo.
¿Qué tipo de gente venía a las fiestas?
Todo tipo de gente, artistas y políticos… Y después estaba también la gente más del jet set, con las fiestas que hacían mi tío y mi madre. Rodrigo tenía muchas conexiones con París y traía gente, modelos de alta cultura, actores, les mostraba el Uruguay y venían acá todo el tiempo. Todos pasaban por la villa. Era muy interesante porque se hablaba de todo: unos hablaban en alemán, otros en francés… Si no eras políglota, no comprendías nada y no podías participar.
¿Era muy cercano a su tío Rodrigo d’Arenberg?
Sí, pero más cercano a mi abuela, porque mi abuela sabía que yo iba a ser jefe de familia. Siempre tuvimos una buena comunicación y, aunque ella era de las abuelas de antes, me escuchaba y siempre me alentaba. Era muy maternal, aunque no lo demostrara.
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Adrián Echeverriaga
Ahora que vive en Uruguay, ¿cómo hará con las obligaciones europeas?
Trabajo mucho y voy cuatro veces por año a representar a mi familia. Además, mi hijo mayor ahora me puede representar, o mi hija de 21 o el más chico de 20. Ahora empiezo a delegar.
Su hijo mayor, Leopold Amadeo, ya es caballero de la Orden de Malta y tuvo que sustituirlo una vez, ¿qué pasó?
Sí, cuando tuve un accidente grave de auto y me costaba ir físicamente, pero todo fue perfecto. Él lo toma muy seriamente, eso es lo importante. Entonces, mis hijos empiezan a hacer cosas de caridad. En febrero me tocará abrir la fiesta a la que van todas las órdenes, todos vestidos con white tie, también va gente del gobierno y los que ayudan. Y mis hijos van a ser parte, ahí conocerán a muchos otros jóvenes y se involucrarán en la Orden de Malta. Si quieren ser parte, pueden, si no, no los forzamos.
Usted es fanático de la fotografía, ¿ese interés surgió en sus viajes?
No sé. Siempre me gustó pintar, me gustó el arte, me gusta expresarme, y la informática me dio una base. Además, cuando hacés una foto ahora la podés cambiar a lo que quieras. A mí no me gusta cambiarla, ni siquiera usar Photoshop; me encanta la foto pura. Pero le puedes dar retoques, que es fantástico. Con las herramientas de hoy es fascinante lo que se puede hacer con nada. Lo que antes te tomaba horas, ahora lo tenés todo en tu celular. Esa parte te da también, para mí, una especie de concentración, algo lindo. Es una forma de expresarse fantástica.
La mayoría de sus fotos son paisajes…
Paisajes o cosas lindas. Me encantaría tirarme a ser fotógrafo de portrait de gente interesante. Cuando estoy en un bar y veo un tipo con características interesantes digo: “Wow, tengo que sacar la foto”; les pregunto si puedo sacarle una foto y muchas veces me miran raro, pero por suerte tengo una tarjetita que dice “Otto Lorena, fotógrafo”. Ahí se relajan un poco.
La fotografía es linda porque entras en un mundo imaginario de luces, de colores, de shapes, que no sé lo que es, pero hay que saber mirar.
He visitado muchos países en el mundo, pero hay pocos países como Uruguay, que tiene un balance entre paisajes, playas, naturaleza, está poco polucionado y por ahora hay poca gente. He visitado muchos países en el mundo, pero hay pocos países como Uruguay, que tiene un balance entre paisajes, playas, naturaleza, está poco polucionado y por ahora hay poca gente.
En Punta del Este sacará hermosos atardeceres, ¿cuál es su preferido?
He visitado muchos países en el mundo, pero hay pocos países como Uruguay, que tiene un balance entre paisajes, playas, naturaleza, está poco polucionado y por ahora hay poca gente. Pero tenés esa libertad de sentarte y mirar la bajada de sol. Mi preferida es la de la parada 7, me voy a I’Marangatú con la isla en la bajada del sol. Y cuanto más nubes, más dramático es el sol. Te da un despliegue de colores increíble. Saco fotos y además me encanta salir con mi perra o voy con la moto.
¿Le gusta la velocidad?
No es velocidad, es libertad. No soy de andar veloz. El accidente que conté fue en un auto de carrera que tuvo un problema técnico. Me di a 320 kilómetros por hora en una curva.
¿Estaba probando un auto de carrera?
Estaba probando una Ferrari en Barcelona y no anduvo el freno en una curva. Fue grave, pero todo bien, sigo caminando. El problema es que no podés manejar al máximo una Ferrari de calle en un circuito porque no está hecho para eso y los frenos se sobrecalientan. Me pasa también con mis motos; aunque tenga las mejores motos, no están diseñadas para darles al máximo. A mí me gustan todo tipo de deportes: juego al golf, al tenis, me gusta cazar, no es por matar sino por estar con la naturaleza y ahí de nuevo sale la fotografía. Cuando te despertás y sale el sol con todas esas nubes, decís “¿cómo no puedo inmortalizar eso?”. Es un sentimiento que no hay cámara que te pueda sacar.
Estamos justamente trabajando en un proyecto, en el balneario Buenos Aires, junto a la organización Zonta Atlántico del Sur. El balneario está pasando por un problema de drogas, entonces estamos tratando de darles a los jóvenes un curso de expresión usando video. Cada nene tiene hoy en día una cámara en su teléfono, entonces vendrá una gente de Buenos Aires para darles un curso. Lo vamos a llamar de Buenos Aires a Buenos Aires; queremos que los chiquilines puedan usar ese tiempo libre en algo bueno como hacer un filme, un cortometraje. Yo seré su padrino artístico. Esta es una de las actividades en las que estamos trabajando. n
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Soberana Orden de Malta
La Soberana Orden de Malta surge como orden religiosa de la Iglesia católica en el año 1113 en Tierra Santa. Es neutra, imparcial y apolítica. Como sujeto de derecho internacional mantiene relaciones bilaterales con más de 100 Estados y con la Unión Europea y participa como una misión permanente de observación ante Naciones Unidas. Actualmente, la Orden de Malta está presente en 120 países con proyectos médicos, sociales y humanitarios. Su misión principal es ayudar a personas víctimas de conflictos armados y desastres naturales, ofreciendo asistencia médica, atendiendo a los refugiados y distribuyendo medicamentos y material básico de supervivencia.
Sus pilares fundamentales (la defensa de la fe católica y la protección de los más desvalidos) se trabajan en dos ámbitos. En el plano político la tarea se realiza a través de la embajada, que está representada por el príncipe gran maestre. A través de la Asociación de la Orden de Malta se organizan y llevan a cabo los trabajos asistenciales en cada sede. Los caballeros y las damas de la Orden de Malta son quienes conducen específicamente los trabajos sociales de protección a los más débiles, los enfermos y los pobres.
Desde su inicio la actividad de la asociación consistió en el apoyo a las acciones de las autoridades sanitarias del país, pero también apoya a cuatro hogares para personas en situación de calle, adultos mayores, madres con niños.
A su vez, la asociación implementa un servicio de comida caliente para personas en situación de calle y participa en jornadas de limpieza de playas, entre otras tareas. El grupo de voluntarios brinda su tiempo para el cumplimiento de estas acciones en Montevideo, en Rosario (Colonia) y en Salto.