No tiene edad para manejar. Matilde Itzcovich, que cumple 16 años el 23 de agosto, no podría dar una vuelta en auto en La Asunción, su barrio, ni por ninguna calle de Ciudad de la Costa. Sin embargo, en un Fórmula 2 alcanzó los 230 kilómetros por hora. Y será la primera uruguaya en participar en el Mundial de Karting.
“Mi sueño es representar a Uruguay en un campeonato importante”, dice a Galería en el comedor del motorhome familiar de dos pisos y once camas que es casi una continuación de su casa. En sí, lo hará en breve: en octubre participará en el Campeonato Mundial de Karting Copa ROK que se correrá en Italia, con más de 400 participantes de 35 países, y contra —en su inmensa mayoría— hombres de hasta 30 años. Pero está pensando también a mediano y largo plazo: “Imaginate probar un Fórmula 1, ¡sería una locura! O correr en Fórmula 2”. Competir oficialmente en esa última categoría, el año que viene y en Argentina, es su plan para 2025. “¿Qué me gusta? Todo. Es la velocidad, la adrenalina, el ambiente, manejar, conocer nuevas pistas. No sé, no hay mejor sensación que esa”.
Matilde nació en una familia tuerca. Corrieron su abuelo, su tío y su padre, Mauricio Itzcovich. Pero este había largado los fierros cuando ella era chica. Tanto, que cuando hablaron del tema en una reunión familiar ella se sorprendió. “¿Cómo que vos corriste, papá?”. El bichito, si se quiere, volvió cuando Mauricio decidió participar en rally con su hija Julieta (una de las dos hermanas mayores de Matilde) como copilota. Y su pasión la trasladó a su hermano más chico, Manuel.
Primeras pistas en el karting
Hay que entender algo: la inmensa mayoría de los que correrán en octubre en el Mundial de Karting comenzaron en esto a los seis o siete años de edad. Más allá de la historia familiar, Matilde no empezó a correr hasta 2022, a los 13 años. Pero hay algo que se llama genética y no hay con qué darle: en un cumpleaños al que asistió en un Indoor Karting, le sacó más de una vuelta al resto de sus amigos. El dueño del lugar, que ha visto de a miles de corredores amateurs, le dijo a los padres, Mauricio y Bettina Madera, que la llevaran a “algún lugar”. Ese lugar resultó ser la escuela de karting que Raúl Bruschi tiene en San José. A la segunda clase ya le sacaba una vuelta de ventaja a todos los demás. A fines de ese año corrió en una carrera “de invitados” en El Pinar (donde conoció a su novio, Máximo Castro, otra promesa del automovilismo uruguayo) y en la última fecha del torneo de F4 Jr., donde en su debut terminó séptima entre 30. Al año siguiente, ya disputando el campeonato de esa categoría, arrancó obteniendo la pole position y ganando las dos carreras de la fecha.
Enseguida pasó a la categoría senior, rodando contra otros corredores que la doblaban en edad. Ha corrido en Uruguay, Argentina y en Italia. “Allá me fue bien la vez que corrí. ¿Qué es “irme bien”? Y… los europeos son muy competitivos, rezá que no te saquen una vuelta de arranque, igual te tiran el auto arriba”. Las pistas allá, además, tienen un grip (adhesión al asfalto) muy distinto. “Si las de acá son jabonosas, allá directamente es como correr sobre chicle”, ejemplifica.
Es un ambiente competitivo y machista. Matilde casi siempre ha sido la única mujer en correr en las fechas que ha disputado en Uruguay y Argentina. “Como que los varones sienten que les está prohibido que yo les gané. Y les gano”, sonríe. “En una carrera en Argentina terminé octava entre 35. Yo escuché que un padre le decía a uno (de los competidores): ‘sos un fracasado, cómo te va a ganar una mujer’. Y mi padre estaba al lado”. Mauricio Itzcovich no sabía si reírse o tomar del cuello a su colega.
Sus padres, bromea, también son sus principales sponsors. Por supuesto que de los otros también tiene, en la remera y en su memoria, sin repetir y sin soplar: Ancap, Antel, Secretaría Nacional del Deporte (Senate), Centinela Seguridad, Infinity HRX… Sin ellos no sería posible este mundial con la escudería Magic Racing Team, ir a la F2 en Argentina después, donde entrena con el equipo Warner, ni poder continuar con el liceo.
Y el liceo —y el machismo relacionado al manejo— es otro tema. “En el mundo del karting ya me tienen respeto. Pero en el liceo… Cualquier varón te dice que te gana manejando, no entienden mucho eso de que una mujer corra. Yo les digo: ‘Vení mañana, te llevo al circuito, te doy el mismo auto y media pista de ventaja’”. Y no, hasta ahora ninguno se animó. Por suerte para él.
Por fuera de la carrera
Ella, que cursa cuarto de liceo, dice que es buena estudiante. “Lo llevo como puedo… pero lo puedo llevar”. Su madre Bettina es muy agradecida a la Scuola Italiana, adonde asiste la pilota, por “todo el plan que elaboraron para que pueda seguir estudiando”. La Senade le emitió un permiso especial por el que solo tiene que asistir de forma presencial al 25% de los cursos. Matilde igual tiene algo que decir: “Algunos profesores la tienen conmigo, me piden ‘señales de vida’”. Pone cara de adolescente incredulidad. “¿Tenemos una relación para que me pidan eso? Me mandan trabajos y los cumplo, punto”.
Es que entre carrera y carrera puede pasar semanas lejos de su casa. A principios de agosto pudo ir por primera vez en el año dos viernes seguidos al liceo. “Mis compañeros no lo podían creer”. Se cruzaron los planetas y pudo asistir a una salida didáctica a Piriápolis.
“A veces pienso qué pasaría si tuviera una vida más normal, pero veo mis fotos en el karting y se me va”, cuenta. El tema no son solo las clases. Solo pudo ir a un cumpleaños de 15: el suyo. “Estar en esto todo el tiempo me aleja de algunas personas. Ahora estoy queriendo recuperar amistades que tenía antes, pero amiga-amiga tengo una. Yo no estoy nunca y es difícil. A las juntadas difícilmente me inviten. A veces llego a casa, hago los deberes y me quedo libre, pero lo normal es que del liceo me vaya al gimnasio, porque el entrenamiento es reexigente, y sino tengo más nada que hacer me voy a lo de mi novio. A veces tengo un rato libre y me pongo a mirar (en YouTube) largadas de K2 (una modalidad de karting). Eso no es compatible con la mayoría… A bailar nunca fui. Fui una vez a una matiné cuando tenía 12 y no me gustó”.
Le gusta el rock. Es más: toca la guitarra. Tiene una Stratocaster y lo primero que aprendió a tocar fue Do I Wanna Know, de los Arctic Monkeys. Como si tuviera una nostalgia prestada, adora Guns ‘n’ Roses, Nirvana, Queen, The Beatles “y los de Californication” (Red Hot Chilli Peppers). “Sobre todos los guitarristas me gusta Slash. Vino acá y no lo pude ir a ver, me quería matar…”. Jura y perjura que sabe tocar los solos de Hotel California (The Eagles), Killer Queen (Queen) y “el segundo solo” de Master of Puppets (Metallica). Si sigue así, ya tiene una segunda profesión en la que podría tener futuro. Sigue en redes la cuenta del Old Grey Guitarist, un británico sesentón llamado John Wines que tiene más pinta de oficinista que de otra cosa y que verdaderamente la rompe tocando las seis cuerdas. “Lo miro para sacar los solos, es un crack el viejo”.
El tiempo que no le sobra lo ha utilizado en eventos de SOS Fauna Marina y en dar charlas motivacionales en escuelas y liceos a través de la Fundación Ronald McDonald. Tiene facilidad para los idiomas: habla inglés, portugués, italiano, japonés (sí, un día le cayó a la madre con que había conseguido un profesor “por Internet, todos los miércoles”) y alto valyrio (sí, el idioma ficticio de Game Of Thrones). En las últimas semanas se le dio por el alemán.
Pero ante todo y sobre todo, es una pilota de carreras.
Matilde Itzcovich_MAU.JPG
Mauricio Rodríguez
Sueños al volante
Su sueño máximo, dice, es correr en la F1 Academy. Como publicó Galería en marzo, esta es una categoría exclusiva para mujeres creada por la Fórmula 1 a fines de 2022 para promover la llegada de pilotas a la principal categoría. La idea es hacer más fácil la transición desde las categorías de karting, donde las mujeres ya llevan mucho tiempo compitiendo de buena forma.
Por transitiva, claro, su sueño es la Fórmula 1, donde solo han corrido cinco mujeres en una historia iniciada en 1950.
“Supuestamente, en dos mil no-se-cuánto la F1 Academy va a ser absorbida por la F1. Yo creo que no le han dado la oportunidad mucho a las mujeres. Pero tampoco siento que haya habido una mujer que haya dicho ‘yo quiero ir a la F1, quiero estar ahí y voy a poner toda mi vida por atrás de ese sueño’, como sí han dicho varios hombres”, dice con las certezas de alguien que tiene 15 años y la vida por delante.
- ¿Y vos sos esa mujer?
- ¡Claro que sí!
Sentada en un kart, llegó a 130 kilómetros por hora. En su corta experiencia se ha dado algún “palo” que otro. “En una recta, un loco (sic) hizo un trompo y yo no pude zafar”. Se la han llevado en ambulancia luego de un golpe; ella siempre ha querido volver.
- Este es un deporte de riesgo. Vas a muy alta velocidad. ¿No te da miedo a morir en una pista?
- Para tener miedo a morir, no nazcas.