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Un día con Carolina Cosse: del silencio del hogar al ajetreado trote de la campaña

A la candidata a vicepresidenta del Frente Amplio, Carolina Cosse, también la define el tiempo a solas, la precisión de un cyborg y el trato con los militantes

Redactora de Galería

Al vertiginoso ritmo de la campaña electoral, la vida de Carolina Cosse hoy funciona como un counter de comida rápida en hora pico. Quizá la analogía no sea la más indicada porque ella seguramente prefiera una opción más saludable, pero la candidata a vicepresidenta por el Frente Amplio siempre tiene algo en marcha que despacha a la velocidad de lo que suena un timbre de cocina.

Parecería que vive de paso, un poco en todos lados; del mindfulness al club, del club a cumplir con las reuniones de militantes en apoyo a su fórmula liderada por Yamandú Orsi, de eso a un acto político en un comité de La Teja, y de ahí a apoyar la cabeza en la almohada para empezar de vuelta. Se considera una afortunada si un fin de semana encuentra un momento que pueda “proteger” de la campaña.

El plato que sirve es ella misma, sale caliente —aunque con un elegante retraso de 30 minutos—, hace lo que tiene que hacer y desaparece antes de que se enfríe. Así en loop se desarrolla una jornada cualquiera de la exintendenta en medio de una apretada agenda con prioridad en la fisioterapia, para terminar de curarse su esguince de rodilla. Pero la lesión no le ha servido como excusa.

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Una vez más, Cosse abre las puertas de su casa a Galería, lista para actuar su rutina de todos los días. El lugar estaba como está siempre cuando se levanta, a oscuras y en completo silencio. A las siete de la mañana empieza su día —sobre todo cuando tiene que “encarar temprano” “por culpa de ustedes” (la prensa)— y lo primero que hace es dejar entrar el sol; levanta todas las persianas, a pesar de que para llegar a la del escritorio tiene que subir (con dificultad) un par de escalones. Dice que el diseño arquitectónico más tradicional de las casas en Uruguay­ no puede eludir las escaleras.

En ese pequeño escritorio es donde pasa más tiempo. Ordena sus papeles, lee, escribe y se sienta en el piano. En alguna época aprendió a tocar, pero hace mucho no lo hace, no por un tema de tiempo, sino por una “cuestión de actitud”. Uno supondría que con esto Cosse se refiere al hábito de convertirlo en parte de su rutina, pues nadie se la imagina apoyándose en las teclas del piano, mordiéndose el labio y echando la cabeza hacia atrás, al estilo Fito Páez.

Le gusta estar con las ventanas abiertas. Que la casa se ventile, corra el aire, ver cómo está el clima y que se escuche el barrio. Disfruta de escuchar cantar a los pájaros, que, además, sabe reconocer por su canto.

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Lo que viene después es clave: calentar el agua para el mate. La de Carolina Cosse ahora es una slow morning routine; sus dos hijos ya se encargaron por mucho tiempo de hacer sus mañanas muy ruidosas. Hoy lo que más valora es el silencio, aunque ellos, sus padres y sus amigas están por toda la casa a pesar de que vive sola: retratos, dibujos, las plantas o el gato que su hija le deja para cuidar, y los remanentes de un domingo de parrilla —que ella misma se encarga de prender— que la coronan como anfitriona.

“Yo soy de procesos graduales, me voy incorporando a las cosas poco a poco, a lo que tengo que hacer, a lo que tengo que organizar”, dice.

Su fórmula para empezar el día es aprontar el mate (tiene unos cuántos repartidos por la casa), conectarse con el jardín y preparar el bolso para ir al club a nadar. La mañana y el desayuno es el único momento, dice, de total privacidad. “Es un momento sin medios electrónicos”; no escucha radio, no tiene cable y hasta que no termina su ritual de la mañana no cambia el modo no molestar de su celular. Durante ese rato solamente la pueden llamar sus hijos.

Se informa con Twitter (ahora X), y si bien entra a algunos portales, también internacionales, tampoco es demasiado sistemática para enterarse de las noticias. No mira el informativo­, no se “obsesiona”. Su primer contacto del día con Orsi es un mensaje para coordinar en qué momento van a verse: “Es mucho mejor hablar de todo en persona”, afirma.

Cuando desayuna se toma un té no muy caliente y lo acompaña con algo dulce, un roll de canela o alfajorcitos sin azúcar, y si tiene mucha hambre se prepara un omelette. No cocina mucho más que eso en general, además de hacer ensaladas.

Mientras se calienta el agua para el mate o espera que se enfríe el té, se encarga de mantener las plantas. Si bien tiene instalado por ella misma un sistema de riego automático, le interesa cuidar de ese microclima que creó en su jardín, donde a veces saca una silla al sol, se sienta y nada más piensa.

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Aunque lo arma en el cuarto, Cosse trajo el bolso del club para prepararlo en el living porque prohibió el ingreso a su habitación: “Al cuarto no van a entrar”, decreta. Debe ser la segunda cosa que todavía mantiene descontaminada de la prensa. La primera es su rutina de natación que sigue desde 2003. La candidata a vice nada 2.000 metros en 45 minutos todos los días que puede, lleva una gorra fucsia y unos “superlentes”. “Son un regalo que me hice”, excusa la compra de ese pedazo de tecnología que incorpora en las pasadas de piscina y la convierten en una especie de cyborg acuático. Se llaman smart swim googles, los trajo de Chile, cuestan unos 300 dólares, y traen un software que convierte el propio lente en una pantalla que marca los metros recorridos y un compás, mide el pulso, señala la dirección y ayuda a mantener la postura correcta. Los compró para usar en nado en aguas abiertas, actividad en la que todavía no pudo incursionar pero piensa hacerlo­. Cosse se delcara muy perfeccionista y algo controladora, y este elemento es la prueba inconsciente de ese, su lado más monitoreador.

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Cosse es muy práctica. Cuando le duele la cabeza, cosa que rara vez le sucede, no le gusta sufrir y se toma un analgésico sin pensarlo dos veces.

Recién después de toda esa rutina vuelve el teléfono a su modo habitual y las notificaciones comienzan a invadir la pantalla.

Carolina Cosse y la Educación con Orsi

La candidata se baja del auto y se acerca atravesando la explanada de la Facultad de Ingeniería: “Salí renovada”, suelta rapidito, en referencia a su rato en la piscina. Cuenta que por el esguince estuvo dos semanas sin ir a nadar, fueron 15 días en los que casi enloquece.

En la facultad va a encontrarse con un grupo de profesores, estudiantes y exestudiantes, algunos que fueron compañeros y hasta docentes suyos, que se nuclearon en apoyo a la fórmula con Orsi. La idea es tomarse una foto todos juntos, pero la catarata de saludos hace que el encuentro se demore un poco.

La convocatoria fue espontánea. Formó parte de la ola de diferentes grupos de personas que se manifestaron en las redes a favor de la fórmula con el eslogan “[inserte su colectivo] con Orsi”. Esta situación rápidamente se convirtió en un meme de la red X con ejemplos irónicos como: “Los que son de Capricornio, pero no mucho, con Orsi”.

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Volver a la facultad remueve muchas emociones en Cosse, que recuerda sus días de militancia en el comité Ibiray y las barriadas: “Es mi casa”, dice. Cuenta que el salón de actos donde antes tenía clase, con sus “butacas cangüecas”, ahora es “un lujo”, pero que la biblioteca siempre fue hermosa. “Nos sentábamos a estudiar pero en realidad nos charlábamos todo, era un lugar social”.

Se acerca una joven militante. Cosse le pregunta si es estudiante y ella responde que no, pero que vive en la esquina. Cuando señala su casa, toda una familia se asoma desde el balcón sacudiendo una bandera y saludando entusiasmada a la candidata, que suelta una exclamación de sorpresa llena de alegría y devuelve el saludo. Se toma la foto y sigue con las cordialidades hacia las personas que la esperan.

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Todavía se refieren a ella como intendenta. Cosse dice que no le molesta, y cita confiada una frase de una película de Tom Cruise: “Once­ a major, always a major” (“Una vez alcalde, siempre un alcalde”; Jack Reacher: sin regreso).

Asegura que no le agota pasar el día entero con la gente (a la tarde tiene otro encuentro con otro colectivo, esta vez de la Universidad Técnica del Uruguay, UTU), pero que la espera hasta el domingo 24 se le está haciendo un poco larga. “Tengo muchas ganas de poner manos a la obra”, y por fin, tener tiempo para pensar si en esta Navidad tocarán frutillas con chantilly, algo que le encanta.

El encuentro con los militantes de la UTU es (apenas) un poco más tenso. La cita es en la plaza Cagancha, donde diferentes referentes frenteamplistas de la educación técnica reparten la papeleta con la fórmula. Pero, en la esquina contigua, se está armando un acto por el candidato a la presidencia de la coalición, Álvaro­ Delgado, en el que hablará Martín Lema. La montonera para la selfie con Cosse se ve cada tanto separada por un grupo de militantes multicolores que buscan pasar a la otra esquina y, portando sus banderas, atraviesan los carteles que abogan por un gobierno honesto.

Algunas personas que entre la montonera de gente y la confusión de partidos identifican a Cosse se acercan. La mayoría es para saludarla y hacerle algún comentario positivo, pero también hay de los otros: “¡Andá a pasear en esa porquería que pusiste!”, le gritan en referencia a la bicisenda de 18 de Julio. La exintendenta responde con una sonrisa apretando los labios, pero no se distrae de hacer sociales.

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Al mismo ritmo, la semana vuelve a comenzar para Cosse un lunes bien particular, después del debate televisivo entre los que encabezan la fórmula, Delgado y Orsi, que para ella fue un intercambio “potente” en el que “Yamandú bajó a la realidad“ y “convocó a la unión”. Está contenta de hablar de eso.

Se reúne en el local de La Huella de Seregni en un evento que, subiéndose al tren de los memes, se llama El deporte con Orsi, pero sin la presencia de Orsi. Se sienta a la mesa con referentes de ese mundo a repasar las partes de las bases programáticas del partido que hacen referencia al deporte. Bien arreglada para la ocasión, es recibida por una avalancha de periodistas que son su prioridad antes de empezar a hablar. Frente a ellos muestra su faceta más política, la que todos conocen; la más lejana a la de la gorra fucsia y los asados.

Entre compromisos múltiples y malabares con los horarios, muchas emociones y escasos pero importantes momentos de intimidad e introspección, Carolina Cosse no da nada por concluido y sigue trabajando su perfil político de cara al balotaje este 24 de noviembre, brazada tras brazada.