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Violeta Urtizberea, actriz argentina: "Creo que ya es hora de poder contar mis propias historias"

La actriz presentó su obra Quiero decir te amo en el marco del Fidae, y habló con Galería sobre su historia de amor, su maternidad y su vocación de actriz

Coordinadora de Sociales

La arquitectura de los años 20 del hotel Esplendor Cervantes Montevideo resguarda el espíritu de Carlos Gardel, Jorge­ Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Atahualpa­ Yupanqui y Julio Cortázar, y de tantos actores que pisaron las tablas en el antiguo teatro Cervantes, ahora convertido en un magnífico salón. La conversación con Violeta Urtizberea­ transcurrió allí mismo, frente a las almas de esos referentes del arte. La actriz argentina estuvo en la ciudad para presentar dos funciones en Sala Verdi de la obra Quiero decir te amo, dirigida por Mariano Tenconi Blanco, que integra la grilla del Festival Internacional de Artes Escénicas (Fidae).

Criada en una familia de artistas, Violeta comenzó trabajando en 1995 con su padre, el músico y actor Mex Urtizberea, en el programa Magazine­ For Fai, que se emitió en el canal infantil Cablin. Desde ese recordado personaje de Katy, su carrera en la televisión, el teatro y las series no ha parado. La pasión por la actuación la lleva en los genes. Su madre, Gabriela Pereyra­, también incursionó en las tablas y hasta recibió influencias de su padrastro, Fernán Mirás.

A sus 39 años, tiene en su haber una sucesión de éxitos de televisión: Gasoleros (1998/99), Locas­ de amor (2004), Lalola (2007), Enséñame a vivir (2009), Graduados (2012), Viudas e hijos del rock and roll (20214/15), Educando a Nina (2016), Las Estrellas (2017) o Cien días para enamorarse (2018), solo por nombrar algunos títulos. En cine también se la vio en varias producciones: Una novia errante (2007), Un novio para mi mujer (2008), Las insoladas (2014), Legítima defensa (2022), y el año pasado trabajó con la uruguaya Natalia Oreiro en la comedia Casi muerta (2023).

Varias veces premiada con un Martín Fierro, Violeta confiesa que para elegir las obras teatrales es más selectiva que con la televisión. Desde el año 2000, cuando actuó en Cenicienta, la historia continúa, ha representado diferentes papeles en Ocho mujeres, Las lágrimas, Terapia­ amorosa, Una casa llena de agua y Quiero decir te amo.

Pero su vida no es solo trabajo. Hace 10 años, formó una familia con el músico Juan Ingaramo­, con quien tienen a Lila, de cuatro años. Se emociona y contiene las lágrimas al nombrar a la niña­, que le pidió que no la llamara mientras estuviera en Montevideo porque si la veía en una videollamada, la extrañaría más.

El amor, la maternidad, los mandatos sociales, la popularidad de Graduados, la mordida de un mono y sus ganas de experimentar con un proyecto propio fueron algunos de los temas de esta charla previa al estreno de Quiero decir te amo en el Fidae.

Quiero decir te amo es una comedia tierna, romántica, pero a su vez invita a reflexionar.

Sí, es una obra preciosa. Actoralmente es muy desafiante porque tenemos que estar ahí actuando con el corazón en la mano. Es muy emocional y muy demandante también porque son monólogos de cada una de nosotras, hasta que en un momento los personajes tienen escenas juntas, pero es más tirando al final. Y entonces los monólogos son todo un desafío, estás ahí sola en el escenario. Aparte, en esta obra actúo mirando al público, que eso también a mí en lo particular me daba un poco de miedo, miedo a que me distraiga al ver caras y esas cosas. Y entonces los monólogos son todo un desafío, estás ahí sola en el escenario. Aparte, en esta obra actúo mirando al público, que eso también a mí en lo particular me daba un poco de miedo, miedo a que me distraiga al ver caras y esas cosas.

Aunque ya había hecho otro monólogo, Una casa llena de agua, de Tamara Tenenbaum, pero ahí soy una niñera, entonces le hablo mucho a la bebé, que es imaginaria, no miro tanto al público y eso me resguarda un poco. En este caso, la obra está toda proyectada para estar frente al público. Entonces, bueno, sí, me daba un poco de miedo, de nervios.

¿A pesar de tantos años de carrera, le sigue dando los mismos nervios salir al escenario?

No sé si son los mismos nervios, son distintos. O sea, en este caso, ahora que vamos a hacer la obra acá en Montevideo, que es un teatro distinto, me da muchos nervios.

La Sala Verdi es hermosa…

Sí, y aparte es perfecta para la obra porque es una sala romántica y la obra es superrococó­, desde la escenografía, que tiene todo rosa, con una cortina con brillos. La obra tiene algo así de melodrama y acompaña la escenografía y el vestuario. Y la sala va perfecta, cuando la vi pensé: ¡no puede ser más hermosa! Es un bomboncito.

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¿Y Violeta es romántica?

Yo soy muy romántica, sí, sí.

¿Se enamoró muchas veces?

Sí, la verdad que sí. O sea, me llega a escuchar Juan y me mata. Bueno, me enamoré muchas veces pero Juan es el gran amor de mi vida. Hace casi 10 años que estamos juntos. Ya eso también tiene que ver, el tiempo. Porque hay enamoramientos que duran quizás una semana, ¿viste? Y que, por supuesto, uno podría decir que eso no es amor, pero yo siento que sí tiene que ver con un estado de enamoramiento que quizás es construido por uno mismo. Por supuesto, no tiene que ver tanto con el otro, pero el estado yo lo viví con gente con la que tuve poco tiempo, eso de estar con las mariposas en la panza, que te agarre taquicardia, todos los estados físicos que te genera el enamoramiento es algo que yo me lo reconocí muchas veces en mi vida. Y a mi hija le digo “te amo” todo el tiempo. Le digo: “¿Sabes qué?”, y ella me contesta: “Sí, ya sé, te amo”. Sí, lo digo bastante.

A su pareja (Juan Ingaramo) se lo presentó un amigo, ¿cuándo lo conoció, pensó que sería el amor de su vida?

No, no, no. Fue así: hace 10 años hice una obra justo con Mariano Tenconi Blanco, que se llamaba Las lágrimas, y él vino a ver una función. De algún modo está todo relacionado. O sea, así se enamoró de mí, viéndome actuar en una obra de Mariano. En ese momento, yo había invitado a un amigo a ver la obra y mi amigo lo invitó a él para que lo acompañe. Después de la obra fuimos a cenar y bueno, me pareció muy lindo, pero en ese momento no pasó nada. Después pasaron unos meses, él me invitó a salir y ahí empezó.

¿Y qué la atrajo de él?

Y primero me gustó físicamente, para ser honesta. Primero me entró por los ojos. A veces no, a veces me ha pasado que es desde otro lado. En este caso me impactó su belleza. Y después me fue gustando de a poco, lo fui conociendo y me fue enamorando su personalidad. Él es superromántico también, es muy dulce, muy generoso con sus palabras hacia mí. Siempre me está diciendo cosas lindas todos los días, es alguien que me levanta la autoestima. Tiene mucho sentido del humor y también tenemos mucha complicidad en todo, pero también en lo artístico. Me acuerdo de que a las tres semanas de conocerlo, me mandó una canción que había hecho para mí y yo tenía miedo de escucharla porque pensaba: ¿y si es horrible lo que hace? Porque ¿cómo le digo si no me gusta?, sería una superdesilusión. Pero por suerte me encantó y me encanta su música, lo admiro, y eso es muy importante para mí, que me dedico a la actuación. Y después, por supuesto, hay un montón de cosas malas, porque no vamos a vender algo que no es: discutimos, la cotidianidad, las compras, la casa, las rutinas, buscar a Lila, llevarla, traerla, cada uno con sus actividades.

¿Es difícil compatibilizar las agendas de dos artistas?

Es un caos porque nuestras agendas cambian todo el tiempo, todos los días son distintos. Él ahora está grabando una serie como actor todos los días. Esta semana tenía todas las jornadas nocturnas, o sea, lo pasan a buscar a las cinco de la mañana y vuelve a mi casa a las cinco de la tarde. Y yo me fui, era la peor semana para que pase eso. Y entre mi mamá, la señora que trabaja en casa y mi tía, armamos un croquis y así nos vamos organizando. Pero es intenso porque todos los días hay que organizar quién busca a Lila, quién la lleva, todas esas cosas generan discusiones y malos humores.

¿Le escribió una carta de amor a Juan?

Sí, un par de cartas, sobre todo al principio, él también me escribió cartas y a veces nos dejamos notitas.

¿Eso alimenta la relación?

Sí, alimenta. Es una ofrenda que uno le da al otro porque la carta sin dudas es un regalo, porque uno se tiene que tomar un tiempo para elegir las palabras. Y también es una declaración de amor porque se hace preguntas sobre qué siente sobre esa persona y entonces después se organiza y se trata de escribir lo mejor posible. Merece un tiempo, una dedicación que quizás un mensaje de voz o un chat no lo tienen. Entonces, sí, está bueno a veces sentarse y escribirle al otro. Ponerse introspectivo y ver qué siente, cómo transmitirle el sentimiento al otro, que también es difícil. Y ver cómo a través de las palabras se pueda reflejar lo mejor posible lo que sentís por el otro.

Me enamoré muchas veces pero Juan es el gran amor de mi vida. Hace casi 10 años que estamos juntos. Ya eso también tiene que ver, el tiempo. Porque hay enamoramientos que duran quizás una semana, ¿viste? Y que, por supuesto, uno podría decir que eso no es amor, pero yo siento que sí tiene que ver con un estado de enamoramiento que quizás es construido por uno mismo. Me enamoré muchas veces pero Juan es el gran amor de mi vida. Hace casi 10 años que estamos juntos. Ya eso también tiene que ver, el tiempo. Porque hay enamoramientos que duran quizás una semana, ¿viste? Y que, por supuesto, uno podría decir que eso no es amor, pero yo siento que sí tiene que ver con un estado de enamoramiento que quizás es construido por uno mismo.

Está haciendo teatro en Buenos Aires y acaba de filmar una serie para Netflix. ¿Cómo selecciona sus trabajos?

Primero pienso en los horarios, sobre todo ahora que tengo a Lila, porque en Buenos Aires el teatro comercial es de miércoles a domingo, son cinco noches que no voy a estar en mi casa. En general, suelo hacer más proyectos independientes que comerciales. Entonces en el teatro soy bastante selectiva, primero por esta carga de días y también porque en el teatro hay algo que uno está poniendo el cuerpo en vivo con la gente ahí, que está recibiendo lo que vos estás contando y diciendo, que implica para mí mucha exposición y que si no estoy contando una historia que a mí me conmueva, no me hace sentir bien. Y en la tele quizás eso no me pasa. Puedo hacer un programa que me parece, no sé, intrascendente, y al estar filmado y no tener el público ahí y hacerlo una sola vez, porque hacés la escena y la repetís tres veces como mucho....

Las historias en teatro tienen que ser removedoras…

Tiene que tener una potencia que me dé ganas de contarla tantas veces con el público en vivo ahí recibiendo lo que yo estoy diciendo. El teatro me parece un ritual muy poderoso, en el que me cuesta mucho no estar enamorada del proyecto para poder defenderlo y querer hacerlo todos los días. En la tele es distinto y en este caso en Envidiosa (la serie de Netflix que se estrena el 18 de setiembre) el proyecto era precioso, lo protagoniza Griselda Siciliani y en el elenco tengo muchos amigos, por lo que filmarlo fue muy divertido, nos reíamos muchísimo, no parábamos de charlar. Hacemos de un grupo de amigas con Griselda, Marina Belatti, Bárbara Lombardo y Pilar Gamboa, y estábamos todo el día hablando sin parar, teníamos un feeling que yo creo que se va a notar en la pantalla. Hicimos dos temporadas juntas y no sé si no vamos a grabar la tercera porque están muy contentos con los resultados, parece que quedó buenísima.

¿Y televisión tradicional?

No hay nada, no existe más televisión en Argentina­. O sea, las novelas, extrañamos las novelas.

En estos momentos hay novelas turcas, brasileñas y uno se engancha cuando son buenas historias, ¿cree que la popularidad viene de la televisión?

Absolutamente. Ahora hace mucho que no hay telenovelas al aire, pero cuando trabajo en una es tremendo lo que me pasa en la calle, me reconocen en todos lados. Termino la novela y cambia radicalmente, que en un punto es un alivio también, porque si uno vive así también es un poco fastidioso. Pero en el momento es precioso porque el público te dice cosas lindas y porque se genera un feeling con el personaje. Pero ahora no sé qué va a pasar con la televisión, la verdad no entiendo bien. Me preguntaron varias veces si creía que las novelas iban a volver pero la verdad es que no lo sé, no lo entiendo.

Está bueno a veces sentarse y escribirle al otro. Ponerse introspectivo y ver qué siente, cómo transmitirle el sentimiento al otro, que también es difícil. Y ver cómo a través de las palabras se pueda reflejar lo mejor posible lo que sentís por el otro. Está bueno a veces sentarse y escribirle al otro. Ponerse introspectivo y ver qué siente, cómo transmitirle el sentimiento al otro, que también es difícil. Y ver cómo a través de las palabras se pueda reflejar lo mejor posible lo que sentís por el otro.

En Graduados trabajó con su padre, Mex Urtizberea, ¿cómo es actuar con familiares?

Nosotros trabajamos varias veces juntos. Cuando yo era chiquita, empecé en Magazine For Fai con mi padre y después hice un par de cosas más con él, pero a los 19 años le dije que no quería trabajar más con él porque me pasaba en las notas que todos los títulos eran “la hija de Mex”. Es lógico, por supuesto, porque era la manera que me podían reconocer. Pero yo también quería hacer mi propio camino y tomé la decisión de dejar de trabajar con mi papá. Incluso no quise nunca más dar una nota con él. Y no hicimos nada juntos hasta que en Graduados, Sebastián Ortega me llamó para participar y después llamó a mi papá. Y cuando mi papá me lo comunicó casi infarté, pero él me explicó que quería hacerlo y Sebastián nos dijo que nuestros personajes casi ni se iban a cruzar porque eran dos historias totalmente distintas. Y así fue. Después nos pasó lo mismo en Viudas e hijas del rock and roll, que también era una producción de Sebastián, y recién hace un par de años acepté hacer algo con mi papá, que fue un programa llamado Futuralia, que conducíamos juntos en Canal 7. Y este año también hicimos una publicidad para una casa de perfumes para el Día del Padre. Pero creo que ya está, siento que está todo bien, mi papá tiene su historia y yo la mía. Y también creo que ser madre me hizo dejar de ser un poco hija. Ahora ya está, puedo trabajar con mi papá y no sentir que estoy abajo del ala. Pero creo que ya está, siento que está todo bien, mi papá tiene su historia y yo la mía. Y también creo que ser madre me hizo dejar de ser un poco hija. Ahora ya está, puedo trabajar con mi papá y no sentir que estoy abajo del ala.

Después, en televisión hizo varios papeles desafiantes, ¿cuál recuerda?

Sí, la verdad es que me tocó hacer un montón de papeles relindos. Capaz que el más desafiante podría ser el de Enséñame a vivir. Ahí hacía de una chica de la selva que había sido criada por un mono; imaginate lo difícil que fue.

¿Le gustan los animales?

Más o menos. Encima tuve que actuar con un gorila de verdad. Lo tuve que ir a conocer a Junín y generar un vínculo. Hoy en día lo pienso y no sé si me animaría pero en ese momento era más chica, más inconsciente. Igual tuve momentos en que me daba taquicardia porque el gorila era impresionante. Después me traían a la civilización, digamos, y me educaba Pablo Rago, que era mi galán. Y como yo era fanática de los animales, en la novela había millones de animales. Una vez tuve que hacer una escena con un monito chiquitito que también era un mono actor pero en un momento me mordió la cara. Fue horrible. Por suerte era chiquitito pero me asusté, fuimos al hospital y me tuvieron que dar la antitetánica. Al volver a filmar la escena lo hicieron de costado para que no se me viera la herida. Después actué en Las Estrellas y siento que ese fue el personaje más importante que hice.

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Ahí hacía de Flor Estrella, la hermana que tenía síndrome de Tourette. ¿Cómo fue la preparación?

Tanto el director como la guionista y yo tuvimos reuniones con psicólogos cognitivos para estar más o menos los tres en la misma sintonía. Los expertos nos contaron cómo eran las características, después miré muchos videos en internet y, además, yo me había cruzado muchas veces con gente que lo tenía, porque soy muy observadora. La novela era una comedia entonces de algún modo el tema estaba tratado en tono de comedia, pero nunca se burlaba del síndrome, sino de las cosas que sucedían a partir de lo que a mí me pasaba, como lo que eso generaba en los otros, la reacción del otro, la sorpresa. Mi personaje tenía coprolalia, que es el uso involuntario de los insultos, que no lo tienen todos con síndrome de Tourette. Y entonces lo de los insultos de algún modo siempre resulta gracioso porque es inesperado. Y yo decía las cosas que no podías decir, entonces para mí era como muy poético también.

¿Cree que la televisión, en cualquier formato, además de entretener tiene que tener un rol educativo o visibilizar la problemática actual?

En este caso se visibilizó. Me han contado de gente que no sabía que tenía síndrome de Tourette­ y se dio cuenta a partir de que veía el personaje y cosas así. O sea, en ese sentido estuvo bárbaro. Y también mi personaje tenía una relación gay con el personaje de Julieta Nair Calvo. Y eso también fue muy revolucionario en el momento, porque por primera vez se contaba una historia de amor entre dos chicas a las nueve de la noche, en un programa para toda la familia, que siempre eran temas más para los unitarios de las 10 de la noche. Y eso también estuvo buenísimo. Nos ha pasado a Julieta y a mí, que chicas nos han escrito cartas en las que nos contaban que esa historia las ayudó. Una nos contó que su mamá no quería saber de nada con el asunto y después de ver la tele le pudo presentar a la novia. La ficción tiene eso, que uno empatiza con los personajes y entonces de algún modo te permite también abrir un poco la cabeza.

Ese tipo de personajes también tiene implícita una enorme responsabilidad…

Y sí, pero bueno, también es sorprendente. Es fantástico. Y cuando te toca hacer la mala o la diabólica, la gente te detesta, pero está bien porque lo más importante en nuestro trabajo es causar emociones. Es reconfortante saber que generaste una pasión al que te está viendo. Positivo o negativo.

¿Qué le gustaría hacer en el futuro próximo?

Quizás hacer algún proyecto que escriba yo. Ese desafío me gustaría tenerlo. Creo que ya es hora de poder contar mis propias historias.

Cómo la influenció en su infancia la pareja de su madre Fernán Mirás?

Fue muy importante en mi vida, por suerte. Siempre digo que las madrastras y los padrastros pueden ser bisagras en la vida de los niños, y a veces están tomados desde un lugar negativo.

En los cuentos tienen un lugar nefasto.

E incluso también a ellos les puede llegar a dar fiaca tener que hacerse cargo del hijo de su pareja. Si uno entiende que está la posibilidad de cambiarle también un poco la vida a ese niño, me parece que puede ser una experiencia espectacular. Yo tuve experiencias muy reveladoras, tanto de parte de las parejas de mi papá como de mi mamá, que me mostraron algo nuevo y que fueron esenciales para mi desarrollo. En el caso de Fernán, que también es pintor —hizo la escuela de Bellas Artes—, recuerdo que pasábamos horas pintando y además filmábamos películas donde yo hacía todos los personajes. Fue un padrastro muy particular porque por más que sea actor, es alguien muy lúdico en la vida, muy gracioso, y que tenía ganas de jugar conmigo, que eso no se da siempre; me dedicaba mucho tiempo. Tuvimos una conexión particular y nos seguimos viendo después de que mi mamá se separó porque ya teníamos un vínculo.

Me han contado de gente que no sabía que tenía síndrome de Tourette­ y se dio cuenta a partir de que veía el personaje y cosas así. O sea, en ese sentido estuvo bárbaro. Y también mi personaje tenía una relación gay con el personaje de Julieta Nair Calvo. Y eso también fue muy revolucionario en el momento, porque por primera vez se contaba una historia de amor entre dos chicas a las nueve de la noche Me han contado de gente que no sabía que tenía síndrome de Tourette­ y se dio cuenta a partir de que veía el personaje y cosas así. O sea, en ese sentido estuvo bárbaro. Y también mi personaje tenía una relación gay con el personaje de Julieta Nair Calvo. Y eso también fue muy revolucionario en el momento, porque por primera vez se contaba una historia de amor entre dos chicas a las nueve de la noche

¿Siempre quiso ser madre?

Creo que sí, pero seguro que por mandato. No me lo pregunté mucho, pero quería vivir la experiencia de ser madre, no me lo quería perder­. No soy una fanática de los niños. No es que veía un bebé y me tiraba encima ni nada de eso, pero sí sentía que me iba a quedar pendiente si no lo hacía. Y seguro que tiene que ver, por supuesto, con la sociedad en la que vivimos y lo que se espera de una mujer. No pude romper con eso. Hoy, por supuesto, estoy feliz de haber tomado la decisión porque existe Lila y mi vida no la puedo imaginar sin ella. Pero pienso que la generación de Lila quizás pueda tomar una decisión más real que la nuestra, que está totalmente marcada por los mandatos.

¿Y por qué la llamaron Lila, las dos flores, las dos colores?

Violeta, Lila. Y bueno, por eso. En realidad, Juan está obsesionado con que el nombre sea de cuatro letras. Él se llama Juan, su hermana se llama Inés. Y fue como seguir con ese ritual. Entonces teníamos que pensar nombres de cuatro letras y nunca nos poníamos de acuerdo. Y apareció Lila y fue perfecto porque nos encanta. Tenía cuatro letras y a mí me parecía lindo que las dos tuviéramos un nombre de un color. Después la gente en Twitter se indignó y con Juan decimos que si tenemos otra nena le vamos a poner Rosa y ya directamente nos mandarán a la hoguera.

¿Cómo se dio que congeló sus óvulos?

Lo hice a los 33 años, fue antes de tener a Lila, cuando en un chequeo me dio que tenía pocos óvulos. En ese momento no quería ser madre y cuando hablamos del tema con Juan lo pensábamos para más adelante. Yo no quería estar pidiéndole que fuera en ese momento, no quería que fuera una presión. Entonces resolví congelarlos, de organizada, digamos. Y después quedé embarazada al toque, al mes de cuando nos dejamos de cuidar. No usé los óvulos, están ahí congelados. No sé qué voy a hacer con eso.

¿Esta es su familia soñada?

Yo no tengo un modelo de familia tradicional, pero mi familia siempre fue muy armoniosa. Mis papás se llevan muy bien y para mí eso fue una gran enseñanza, no poner a los niños de rehenes, no hablarle mal a tu hijo del padre. Mis papás fueron supercuidadosos, entonces para mí, los padres separados no me parece un fracaso. Me parece un fracaso tener una mala relación estando en pareja o estando separado.

¿Cuál es su momento a solas?

Me encanta cuando tomo un cafecito o almuerzo sola. Cuando Lila se va al jardín leo mucho. Ahora que estoy acá en el hotel, estoy aprovechando un montón, me tiro en la cama y leo los libros que dejé por la mitad. Ha sido un placer estar en este hotel en Montevideo.

Agradecemos al hotel Esplendor by Wyndham Cervantes Montevideo por su colaboración en esta producción.