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Junto con los relanzamientos de Star Wars y Star Trek, la resurrección de la saga de El planeta de los simios ha sido de lo mejor que ha sucedido dentro de la agitada ola de producciones de alto presupuesto y en modo trilogía, con precuelas y remakes y secuelas y reboots y derivados, surgidas en las últimas décadas. Acompañada de los avances tecnológicos en materia de animación digital que han permitido dotar de alma y vida a chimpancés, orangutanes y gorilas más humanos que los humanos, con cada nueva entrega la saga ha crecido en dramatismo, épica e intensidad. Se ha visto evolucionar a los personajes a través de una historia fascinante, un drama de ciencia ficción que también es un filme bélico en plan El gran escape y El puente sobre el río Kwai, una épica aventura de acción estilo Corazón valiente, un western oscuro como Los imperdonables, una tragedia shakesperiana en la línea de Julio César y Rey Lear, una fábula de evidentes resonancias bíblicas.
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Las tres películas de esta nueva saga relatan los hechos acontecidos en un tiempo anterior al que transcurre en el clásico de culto protagonizado por Charlton Heston en 1968. El largometraje, dirigido por Franklin Schaffner, se basaba en La planète des singes, novela de 1963 escrita por Pierre Boulle, ingeniero, agente del servicio secreto francés y excombatiente de la Francia Libre durante la II Guerra Mundial. Boulle fue prisionero de guerra en Hanoi, experiencia que explotó como materia para la ficción en otro de sus libros, El puente sobre el río Kwai. Boulle comenzaba a escribir a partir del final de la historia, luego iba a hacia atrás, recurso que le resultó muy útil para generar emocionantes giros y vueltas de tuerca. En La planète des singes hay más de un viraje inesperado; ninguno es el que aparece en el filme de 1968, título que presenta varios cambios respecto al argumento inicial, aunque no por eso traiciona su esencia.
El argumento primigenio es tan sencillo como aterrador. La historia transcurre en un planeta donde el orden evolutivo tal como se lo conoce en la Tierra presenta un violento trastoque: los simios dominan el mundo y tienen esclavizados a los humanos, reducidos y explotados en beneficio de los nuevos amos. Boulle plantea circunstancias extremas para ilustrar una realidad que no por obvia deja de ser primordial, consistente y concreta como un templo: en el tenso y eterno conflicto entre el bien y el mal, aquello que es bueno para unos es al mismo tiempo infernalmente malo para otros. La noción de humanidad, la voracidad del tiempo, la cultura como agente de liberación y también como prisión, la evolución y la involución de las especies, la permeabilidad de los límites entre civilización y barbarie, los mecanismos irónicos con los que el destino se encarga de dar algunas lecciones componen el tejido conectivo de la historia que se hizo película en la década de 1960 y que derivó en cuatro continuaciones —cada una peor respecto a la que la precedía—, una serie de televisión y una ficción animada, además de cómics y libros. Tras la fallida versión de Tim Burton de 2001, el retorno a la distopía simiesca se produjo siguiendo el método de trabajo del padre de la criatura, Boulle: yendo hacia atrás, hacia el origen.
Ape-calypse Now.
El planeta de los simios: (R)evolución —el título en español más grasa de los últimos 50 años— es la primera entrega de la nueva trilogía que, siguiendo la línea cronológica de los acontecimientos narrados en el filme protagonizado por Heston, es una precuela dividida en tres partes. (R)evolución narraba el brote de un virus que originó una nueva generación de monos dotados de una inteligencia avanzada, lo que dio inicio a la caída de la especie humana. El filme, estupendamente dirigido por Rupert Wyatt, fue una de las grandes sorpresas de 2011. El planeta de los simios: confrontación mostró lo ocurrido años después del brote, con el feroz enfrentamiento entre humanos y monos y entre los propios monos. Hubo cambio de mando, y fue Matt Reeves quien estuvo a cargo de la dirección. Reeves debutó con Cloverfield, película de horror y acción que por medio de la narrativa del found footage que hizo célebre a El proyecto Blair Witch, proponía una vuelta de tuerca ingeniosa —y de corto vuelo— al pavor y el terror radioactivo que la cultura japonesa sintetizó en el engendro reptiliano, gigantesco y destructor más famoso de la historia, Godzilla. A pesar de las buenas intenciones, Cloverfield es poco más que un salpicado de escenas visualmente espectaculares en medio de una narración soberanamente pobre protagonizada por personajes insípidos y rápidamente desechables. Curiosamente —o no—, una de las escenas más impactantes de aquella cinta involucra a uno de los monumentos más representativos de Nueva York, que también tiene una presencia clave en la primera entrega de la original de El planeta de los simios. Luego filmó Déjame entrar, remake de Criatura de la noche, obra maestra del sueco Tomas Alfredson, un lóbrego drama de vampiros que no le salió nada mal. Luego de Confrontación, Reeves se encargó de escribir y dirigir el cierre de la trilogía.
Aunque el título sugiere el estallido del combate, el director construye su película desde las emociones. Densa, apocalíptica, con momentos de dolorosa violencia, La guerra comienza con una emocionante secuencia en la que un ejército humano emprende un ataque a la fortaleza escondida donde César (interpretado por Andy Serkis, el número uno de la actuación por medio de la captura de movimiento) lidera una pacífica comunidad de simios. La dirección de fotografía de Michael Seresin ofrece escenas gloriosas (en un paisaje nevado, en una costa desolada, en una selva espesa, en una edificación abandonada). El refinamiento técnico avanza varios casilleros a través de primeros planos en los que la expresividad de los monos, cuya comunicación se da a través del uso de un inglés precario y lengua de señas, se vuelve inquietante y conmovedora. César, el chimpancé genéticamente modificado presente en todas las películas, es un personaje enorme, que aquí descubre una arista amenazadora de sí mismo. El papel del villano le corresponde a un homo sapiens, con Woody Harrelson como un coronel Kurtz desquiciado (un personaje un poco esquemático). Karin Konoval vuelve como Maurice, el orangután fiel, mientras que Toby Kebbell reaparece brevemente como el vengativo Koba. No todo es maravilloso, claro: Bad Monkey, el chimpancé interpretado por Steve Zahn, no funciona del todo en su papel de bufón adorable.
La película dialoga visualmente con la original de 1968: lo que sucede en el campo de concentración donde los simios son sometidos a trabajos forzados es el reverso de lo que se veía en la antigua versión. También muestra otros indicios de lo que posteriormente derivará en la caída de los humanos, mientras emergen en la trama personajes como Nova (Amiah Miller) o Cornelius, que formarán parte sustancial de una nueva trilogía. Película de capas y lecturas —sobre la libertad, la traición, la xenofobia, el enfrentamiento entre hermanos—, El planeta de los simios: la guerra es una recomendable experiencia visual, una película oscura, violenta y emocionante sobre las complejidades que hace humanos a los humanos.
El planeta de los simios: la guerra (War for the Planet of the Apes). EE. UU., 2017. Dirección: Matt Reeves. Guion: Mark Bomback y M. Reeves. Con Woody Harrelson, Andy Serkis, Steve Zahn, Karin Konoval. Duración: 140 minutos.