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    Uruguay puede entrar en otro “miniciclo” de alto crecimiento

    La economía uruguaya viene expandiéndose sin interrupción desde 2003, aunque hasta hace poco el “fantasma” del estancamiento estuvo sobrevolando. Ahora Uruguay podría haber entrando en un “miniciclo” de cuatro o cinco años de crecimiento relativamente vigoroso, sostiene Gonzalo Zunino, socio y analista del Centro de Investigaciones Económicas (Cinve). Si eso se confirma en la realidad, afirma, el problema fiscal y las dudas sobre la sostenibilidad de la deuda quedarán disipados.

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    Desde el Cinve, estiman que en 2018 la inflación probablemente se ubicará por sobre los niveles esperados por el gobierno. De hecho, para Zunino —profesor de macroeconomía en la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración— “nadie cree” en el rango de 3%-7% establecido como meta por las autoridades económicas.

    En la entrevista con Búsqueda que se sintetiza a continuación, también habló sobre el “atraso cambiario” —que para él no existe—, los avances y tareas pendientes en materia de educación e infraestructura, así como del “error” que supone “bloquear” una mayor apertura comercial por razones ideológicas.

    —El déficit fiscal anual ha estado en 2017 en torno a 3,5% del PBI. ¿Ve allí un problema grave? ¿Se resuelve bajándolo a 2,5% hacia 2019, como pretende el gobierno?

    —El tema fiscal es de los que están más en el borde de ser una preocupación. Digo en el borde porque, visto estrictamente desde la perspectiva de la sostenibilidad fiscal, si Uruguay retoma un crecimiento económico de entre 3% y 4%, la situación actual no implica un grave deterioro del ratio deuda/Producto, que es lo que miran las calificadoras y los inversores. Es decir, parte del problema se soluciona recuperando crecimiento.

    En estos últimos dos años, en los que la economía creció muy poco, el déficit fiscal fue un problema. Con las tasas de crecimiento previstas para 2017 y 2018, el déficit baja de 3,5% a 3%, ya se pasaría a una situación tranquila, y el ratio podría estar bajando un poquito. De esa forma la sostenibilidad se estaría recuperando.

    —Los datos del PBI del tercer trimestre mostraron cierta desaceleración ¿Qué tan consolidado está el crecimiento?

    —Nosotros no hicimos revisiones de nuestras proyecciones y seguimos estimando un crecimiento cercano a 3,5% para este año.

    Para 2018 nuestra proyección es del orden de 4%, aunque hay un efecto de reactivación de la refinería de más de medio punto que lo exagera. Sacándole ese ruido, un crecimiento tendencial de 3% es bueno y razonable desde el punto de vista histórico, y permite, con una corrección fiscal relativamente mínima, que el tema del déficit deje de ser un problema grave.

    De concretarse la inversión de UPM en su segunda planta, eso ayudaría a ser optimista respecto a un escenario de 2017, 2018 y dos o tres años más creciendo arriba de 3%. Sería sacarse el fantasma de estos dos años de relativo estancamiento y tener un horizonte de cinco años de crecimiento por encima del promedio histórico.

    —La inversión en capital fijo, sin embargo, viene cayendo. ¿Es una señal en el sentido contrario?

    —Ese componente es el que genera un manto de incertidumbre respecto a si se está entrando en un ciclo de cinco o seis años realmente buenos.

    Ahí hay temas de rentabilidad y de incertidumbre; si se despejan, la inversión mejorará en 2018.

    —¿Hay problemas de competitividad que inciden en esas decisiones?

    —No hablaría de problemas de competitividad, sino que hay sectores que tienen rentabilidad más baja que en años anteriores y deben estar esperando para tomar decisiones de inversión.

    Es cierto que Uruguay está un poco caro en dólares y se discute si hay o no atraso cambiario. Es difícil pensar que sí lo hay en una economía que tiene superávit de cuenta corriente; las exportaciones están creciendo más que las importaciones. Eso no es compatible con una situación de atraso cambiario.

    Es posible que el hecho de estar un poco caro en dólares esté siendo amortiguado porque los vecinos están más caros que Uruguay. Eso plantea el riesgo de que cuando ellos hagan una corrección cambiaria, el país se vea obligado a hacerlo también. Pero hoy Uruguay tiene la capacidad de hacer un ajuste de su tipo de cambio de 40% o 50% en el año sin que se caiga el mundo, porque los agentes están calzados en su posición de monedas y no se rompen las cadenas de pago como ocurrió en el pasado.

    Todos tenemos la sensación de que estamos caros, pero en los números no se ve.

    —¿Por qué la economía crece y no lo está haciendo el nivel de empleo?

    El 2018 va a ser clave para determinar si se está realmente en un escenario de crecimiento sin empleo, ya sea por razones de automatización o de crecimiento sesgado por sectores. O si es simplemente que como recién la economía se viene dinamizando, las empresas tienen cierto margen para producir sin necesidad de contratar o invertir más, y hay un cierto rezago en cómo reacciona el nivel de empleo.

    —¿Considera válido el argumento que señalan algunos empresarios y analistas, en cuanto a que lo que incide es la rigidez del mercado laboral y los altos costos?

    —Si las empresas saben que tienen muchísima flexibilidad, apenas empieza a repuntar la actividad económica, contratan personal. Y apenas empieza a caer, despiden. Mientras más rígido es el mercado, más se demoran las decisiones de contratar o despedir.

    De nuevo: habrá que ver si en 2018 se consolida un escenario de crecimiento y, con rigidez y todo, las empresas empiezan a contratar más.

    —¿La inflación está consolidada dentro del rango establecido como meta por el gobierno?

    —No necesariamente. Veo una inflación consolidada en niveles moderados y tolerables. Habría que hacer un esfuerzo para que el rango ganara más credibilidad: los agentes piensan que la inflación va a estar más estable, pero no necesariamente dentro del rango. Es posible que hacia el próximo año se vaya a 7% y vuelva a fluctuar por afuera del rango; de hecho las tarifas se ajustaron más sobre el techo que sobre el centro del rango.

    —¿Qué habría que haber hecho para darle más credibilidad al rango?

    —Quizás haber ajustado las tarifas medio punto menos; en vez de 6,5% ajustar 6%. Es decir, dar señales de que el rango es el límite en el que se quiere que las variables nominales fluctúen. La señal hoy es persistentemente hacia el techo del rango: en torno a 7% y no del 5%. En el fondo, que esté en 5% o 7% no tiene consecuencias relevantes de largo plazo, pero es bueno que haya un rango que a los agentes les permita identificar que la inflación va a fluctuar poco y dentro de un esquema.

    Incluso, las previsiones en la Rendición de Cuentas no dan un comportamiento de la inflación dentro del rango. O sea, nadie cree en el rango, cuando sería bueno que jugara un rol para alinear las expectativas. La institucionalidad del rango no está muy valorada.

    —¿Subir menos las tarifas no se contradice con el problema fiscal?

    —Medio puntito no sé qué tan grave sería para el tema fiscal. El aporte no es tan distinto, y con poca plata se podría dar un mensaje de solidez para el rango. Pero el gobierno está priorizando lo fiscal, y obviamente es importante que la gente crea que se va a recuperar la sostenibilidad.

    —Muchos señalan los problemas en la educación y las carencias en materia de infraestructura como cuellos de botella para el país. ¿Lo ve así?

    —En energía se ha hecho mucho y dejó de ser un cuello de botella. En rutas, puertos y trenes no hubo grandes avances, aunque no hay un riesgo de limitación al crecimiento en los próximos años. Si realmente se dieran las condiciones favorables, Uruguay podría tener un miniciclo de cuatro o cinco años de buen crecimiento sin que la infraestructura lo limite; a más largo plazo hay que pensar que debería haber avances mayores.

    En educación, mucho más que por el crecimiento, habría que hacer mejoras por una razón de equidad e igualdad de oportunidades y acceso a buenos puestos de trabajo.

    Uruguay debe aumentar mucho la cobertura de Secundaria —que es bajísima— y mejorar los resultados. Pero no hay que pensar que solo con eso se resuelven los problemas: mejores niveles educativos elevan la productividad, aunque la evidencia muestra que hay países que lograron que la gente vaya más años al liceo sin que ello se transforme en un incremento importante de las habilidades cognitivas. No va a alcanzar solo con que la gente en vez de ir hasta cuarto llegue a sexto.

    —¿La inserción externa del país es una restricción al crecimiento?

    —Casi toda la evidencia indica que cuanto mayor es la apertura, más oportunidades se generan y más dinámicas e innovadoras son las empresas. Estas cosas están probadas también en Uruguay, que hace décadas inició un proceso de relativa mayor apertura y eso coincidió con etapas de alto crecimiento económico.

    Después hay una cuestión de ingeniería política de la apertura: lograr abrirse sin que los socios principales pongan otras trabas u obstáculos.

    Dentro del gobierno, la discusión podría parecer más ideológica, aunque algunas veces el debate ha sido no enojar a los socios grandes. Filosóficamente, es un error bloquear la apertura si no perjudica.

    Economía
    2018-01-11T00:00:00