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Isabel Allende en Uruguay: el dolor “siempre bajo la piel”, la “hipnosis” de Trump y su terror a los curas
En el marco de la inauguración de la Feria del Libro, la escritora chilena dio una charla en el Teatro Solís 14 años después de su última visita
La senadora y periodista Blanca Rodríguez con Isabel Allende en el Teatro Solís.
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Mauricio Rodríguez
De Penguin Random House: director editorial Julián Ubiría, gerente de Logística Diego González, director general Rodrigo Arias, gerenta de Finanzas Mariana Canedo y gerente comercial Diego Licandro.
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Pilar Hoffman, Lucía Saborido y Lucía Velázquez.
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Silvia Noguez y Silvia Cutraro.
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Melissa Monteiro y Beatriz Caruso.
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Magela y Manuela Melgar.
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Yanela Duarte y Oscar Suárez.
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Luis Martínez y embajador de Chile Patricio Morales.
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Lil Nader y María Inés Obaldía.
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Andrea Mendoza de Risso, presidente y gerente de la Cámara del Libro Álvaro Risso y Melina Regalini.
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Cecilia Olivera, Luciana González, María Julia Muñoz y Florencia Caballero.
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Sylvia Murninkas y Florencia Machi.
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Laura Bermúdez e Iliana Yacosa.
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Mauricio Rodríguez
Director de la Comedia Nacional José Miguel Onaindia y Jenny Galván.
El viento primaveral soplaba en la explanada del Teatro Solís, mientras cientos de personas hacían fila desde temprano para asistir a la charla de la escritora chilena Isabel Allende, que inauguró la edición 47 de la Feria Internacional del Libro de Montevideo.
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Hacía 14 años que la autora de habla hispana más vendida y traducida del mundo no visitaba Uruguay. La última vez lo hizo para presentar el libro El diario de Maya. En esta oportunidad, dio a conocer el título Mi nombre es Emilia del Valle.
En una charla de poco más de una hora llevada adelante por la periodista y actual senadora Blanca Rodríguez, la escritora de 83 años, ovacionada de pie por un teatro colmado, dio cátedra de frescura y humor.
Uruguay, dice, le recuerda a su “Chile querido”, aquel con el que mantiene un lazo emocional “increíble”, a pesar de haber nacido en Perú y de estar radicada desde 1987 en California, Estados Unidos.
Isabel Allende
La escritora Isabel Allende se presentó en Uruguay después de 14 años.
Mauricio Rodríguez
Casada con el estadounidense Roger Cukras desde 2019, Allende bromeó al decir que no abandona California porque su marido es “un gringo que no habla español”, y que es muy difícil de trasladar porque “es un anciano”. De Cukras, contó que lo conoció primero por mensajes y luego personalmente en Nueva York. En su primer encuentro constató que se trataba “de un hombre bien” y lo invitó a California, lo que suponía para el abogado neoyorquino un viaje largo y cansador. Quien tiempo después se convertiría en su tercer marido conservaba en su casa hasta los medicamentos y el maquillaje de su difunta esposa, contó la escritora. “Era como un mausoleo” al que le daban ganas de “prender fuego”. Con el tiempo, el hombre se deshizo de todas sus pertenencias —menos de su ropa “fuera de moda” y de una colección de vasos que “ni siquiera eran nuevos”— y se mudó con ella a una casa de un dormitorio. Al poco tiempo, empezó la pandemia de Covid-19 y debieron quedarse solos en un ambiente bastante chico por dos años. Sus anteriores matrimonios, contó, duraron “no más de 20 años”, tiempo “suficiente” para cualquier mujer.
La escritora fue muy crítica con el mandato del republicano Donald Trump. Aseguró que en pocos meses en Estados Unidos se desmantelaron las instituciones que controlaban al gobierno y afirmó que los demócratas están “hipnotizados”. Además, opinó que la población no conoce, como sí lo hacen los latinoamericanos, el autoritarismo y la defensa de la democracia. “Es una situación muy dura y la gente está espantada”, subrayó. También dijo que hay más armas que personas, que hay quienes tienen arsenales guardados y que todo esto tiene como consecuencia “un clima de violencia latente”.
Sobre la Iglesia, Allende sostiene que “todas las religiones son hijas del patriarcado”, por lo que su relación con la espiritualidad pasa por otro lado. No obstante, reconoce que la fe ayuda a lidiar con el temor a la muerte y crea comunidad. Entre risas, afirmó que les tiene terror a los curas.
Su vida, sus libros
Gran parte de la conversación giró en torno a la escritura y a la relación entre sus obras y su vida. Hija de una madre que se casó muy joven “con el hombre equivocado”, Allende fue rechazada por su padre biológico con apenas 3 años de edad. Conoció su nombre a los 6 años, y no había fotos del hombre en su casa.
Cuando se desempeñaba como periodista, la llamaron para reconocer el cuerpo de un hombre que había muerto de un ataque al corazón en la calle y que llevaba su apellido. Si bien se impresionó al ver una persona fallecida, no sintió nada al enterarse de que se trataba de su padre biológico. Tuvo como padrastro a Ramón Huidobro Domínguez, a quien llamaba tío Ramón, un diplomático de carrera e intelectual al que quiso mucho.
Otras figuras importantes fueron sus abuelos maternos. Agustín Llona Cuevas fue quien le inculcó la disciplina y la honradez, mientras que su abuela, Isabel Barros Moreira, fue el nexo entre la vida terrenal y la espiritual. En ella está basado el personaje de Clara de La casa de los espíritus. Los días jueves estaban destinados a recibir a los seres del más allá, y cuenta la leyenda familiar que la mujer lograba mover con un dedo una pesada mesa que Isabel aún conserva, aunque asegura que jamás la vio moverse.
Con relación a las adaptaciones de sus obras, dijo que le gustó la película estrenada en 1993 protagonizada por Jeremy Irons, Meryl Streep, Glenn Close, Winona Ryder y Antonio Banderas. Sostuvo que, para que fuera taquillera, en ese entonces era necesario que estuviera protagonizada por actores conocidos. La casa de los espíritus fue filmada en Europa y en la adaptación se saltó una generación de personajes de la historia original. De todas formas, Allende destacó la presencia de un jovencísimo Banderas, lo que provocó la risa de los espectadores. Actualmente se está filmando una miniserie basada en el mismo texto, con actores y locaciones chilenas.
Sobre su última novela, Mi nombre es Emilia del Valle, editada por Penguin Random House —responsables, entre otros, de la visita de la autora—, comentó que le interesó el paralelismo entre la guerra civil de 1891 y el golpe de Estado de 1973. En ambos casos, tanto José Manuel Balmaceda como Salvador Allende decidieron terminar con sus vidas antes que entregar la nación a los golpistas.
Este libro narra las aventuras de Emilia del Valle, una periodista que viaja a Chile y escribe con seudónimo masculino. La escritora negó que el personaje de Emilia fuera autorreferencial, aunque admitió que utilizó algunas de sus vivencias para el personaje. Sobre el resto de su obra, apuntó que si bien les dedica mucho tiempo, los libros adquieren vida propia al ser editados.
Como escritora, su vida debe ser azarosa, dice Allende. No escribe personajes con sentido común; le interesan las existencias trágicas. Su propia vida no está exenta de infortunios: su hija Paula murió en 1992, lo que la impulsó a escribir un libro que lleva su nombre y es una de sus obras más preciadas, junto con La casa de los espíritus. Además, los tres hijos de su segundo marido (Willie Gordon) fallecieron a causa del consumo problemático de drogas. Pasaron 33 años e Isabel Allende aún recibe mensajes de personas que perdieron a sus hijos. Lo que la escritora les dice es que se trata de un dolor que “queda debajo de la piel para siempre”, pero que se aprende a vivir con él.
El teatro lleno volvió a ovacionar a la afamada escritora, que se retiró del escenario con la misma sonrisa con la que inició su charla.