Minutti, Guzzini y Pérez conversaron con Galería sobre su experiencia en esta película, los éxitos que ya cosechó sin haberse estrenado aún en salas uruguayas y las expectativas que tienen sobre lo que sucederá después de este jueves 25 de setiembre, día de su estreno.
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"De las cosas que más me gustaron de este personaje era la posibilidad de vivir como adulto en un lugar que ya no existe", dice Néstor Guzzini.
La película tuvo un proceso de gestación de más de 10 años, ¿cómo se sostuvo la convicción de que esta historia había que contarla?
Gerardo Minutti: Es superdifícil sostenerlo porque, es verdad, desde el primer germen de la película hasta efectivamente filmarla pasaron 10 años. Eso en la vida de alguien es un montón, y tenés que tener y mantener las ganas de seguir hablando de eso. En mi caso, lo mantuve, me gusta, me sigue gustando con el resultado final la película que tenemos, de lo que habla y lo que quiere provocar.
Gerardo, ha dicho que Perros habla de cómo nos medimos en relación con el entorno. ¿Hubo alguna vivencia personal que disparara esta idea?
G.M.: Específica, no. Hay una vida mía, familiar, muy cercana a ese tipo de barrio. Me crie en unas casas iguales, con un muro lindero en el fondo, esa es la base. Y está mi entendimiento de ese espectro social, de cómo funciona ese tipo de dinámica cotidiana. Pero después, todo lo que la película cuenta como eje narrativo de la historia es propio de la ficción.
Además de los personajes encarnados por actores, hay una decisión, consciente o inconsciente, de transformar al barrio casi que en un personaje más. ¿Cómo se trabajó para darle esa densidad narrativa y visual?
G.M.: Se trabajó un montón ahí. A mí me preocupaba mucho la construcción de ese barrio, que es denso, turbio por momentos. Es un verano que no es el de la playa, el que te pega el sol en la cara, es otro verano, en el que te quedás acá en Montevideo, en el barrio.
María Elena Pérez: El de la siesta, la chicharra.
G.M.: El verano posfiestas. Si bien la película no lo dice explícitamente, diría que empieza un 2 o un 3 de enero. Yo pasé varios veranos así en Montevideo y queda como una resaca en el barrio, entonces había que construir eso. Hay un mundo ahí, desde los gurises que tiran fuegos artificiales, los grafitis del barrio, los personajes. Se trabajó mucho con la dirección de arte para que las casas estuvieran empastadas con el barrio, aunque fueran lugares diferentes, porque sentí que ahí había una capa más de la historia. Estaba la historia en particular, el eje central, este conflicto entre las dos familias, pero ese eje central tenía una capa más abajo, que era donde habitaban esos personajes y qué les pasaba a ellos con relación al barrio donde estaban viviendo.
Néstor Guzzini: A mí me parece que, además, el barrio, sin duda, es un personaje en sí mismo. Y está esa cuestión de la casi obligada convivencia por cómo están estructuradas las casas. Pero, a su vez, el momento en el que se eligió contar la historia, ese momento de comienzo del verano, a mí me tocó vivirlo en Buceo, que es un barrio que podría ser perfectamente este, donde no había una hegemonía de nivel económico, sino que en la misma cuadra tenías diferentes realidades, pero todas dentro de un matiz. No era que todos los días vivías en esa cuadra pensando en eso, pero yo también tenía la suerte de que mis abuelos tenían una casa de veraneo fuera de Montevideo, entonces tenía la posibilidad de irme. Había muchos del barrio que no se iban, y eso, si bien no había ningún reproche explícito, cuando vos te ibas en esas condiciones siempre había una cosa entre los que se quedaban, como cierta cuestión de abandono. Y, de hecho, el pedir favores, el “te dejo la llave en tal lado por si pasa algo”, dentro de la buena onda, también implicaba esa cosa de distintas categorías. Unos eran los que se iban para afuera y otros los que cuidaban y avisaban si pasaba algo. Y siempre me pasaba que cuando volvía, con cuentos, con un color de bronceado diferente al de los que se quedan en Montevideo, por unos días me costaba volver a incorporarme del todo, porque había cosas de las que no me había enterado. Había ciertos reclamos hacia eso. Acá era interesante explorar, sobre todo de los Saldaña, a quienes les tocaba quedarse en el barrio, si ese resentimiento los habilitaba a hacer determinadas acciones. Porque uno se puede preguntar ¿por qué esta gente hace estas cosas en la película? Y creo que una de las cosas en las que se basa la justificación es: “porque yo me quedé acá y vos te fuiste. Y encima tengo una tarea... Por qué no tomarme alguna atribución”.
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Néstor Guzzini y María Elena Pérez son los Saldaña, quienes le cuidan la casa a sus vecinos, los Pernas.
¿Qué simbolizan los perros en la película? Porque, sobre el final, uno concluye que no son simples mascotas para sus dueños.
G.M.: Ahí también hay una carga en el nombre de la película: quiénes son los que tienen el comportamiento más animal, quiénes son más perros. Creo que claramente hay un simbolismo ahí que está flotando.
M.E. P.: Ya de entrada se marca esto de que ellos se llevan de vacaciones a la perra de raza y dejan al Ficha con nosotros (los Saldaña). Hay algo también que, de alguna manera, replica el relacionamiento entre estas dos familias. Y después cómo estos personajes, que al principio parecen tan humanos, empiezan a dejar ver sus miserias en la manera de resolver los conflictos, que uno se pregunta si daba para tanto. Es como una demencia, llegan a unos límites en los que uno dice “¡no da!”. Hay impulsos muy primitivos, muy animales también.
G.M.: Hay una parte central de la película que tiene que ver con un conflicto que se genera con un perro, y tiene que ver también con el valor que le damos a la mascota como integrante de una familia. No es solamente “te arruiné una planta”. Hay un valor afectivo ahí, que lo sienten las dos familias. Y, en particular, es algo que el personaje de Jorge, que interpreta Néstor, siente mucho. A él lo atraviesa y lo conflictúa mucho. Lo que sucede con el perro no es algo que para él pase desapercibido, y ahí hay otra capa de humanización de un personaje que, si bien de momentos puede correrse de un límite, no es una mala persona.
¿Qué los atrajo a ustedes, actores, del guion de Gerardo Minutti y de los personajes que les tocaba interpretar?
M.E. P.: Primero hicimos un teaser, que se llamaba Hogar, que fue muy entretenido de filmar y muy interesante. En 10 minutos se planteaba el conflicto y era como una puerta de entrada para enamorarnos del proyecto. Tato (Minutti) fue superclaro desde el principio sobre lo que quería que sucediera con los personajes de Perros, y su mirada fue siempre muy asertiva. A mí, como actriz, tener un director que piensa sobre las actuaciones, trabaja sobre la actuación y tiene el foco puesto ahí, sobre todo en cine, me genera una gran seguridad. Me da mucho gusto que eso pase. Para una que viene del teatro, el cine a veces puede ser muy cruel. Me deja en un lugar que es como una partecita de una gran maquinaria en la que a veces me siento un poco abandonada. Acá hubo todo un proceso de ensayo, de conversar mucho sobre los personajes. Me parece que eso fue muy rico. Obvio que también me enamoró la historia, esto de la comedia dramática, los compañeros; el reparto es precioso.
Néstor, ha hecho personajes más cómicos, otros más dramáticos, ¿dónde ubicaría al personaje que le tocó interpretar en esta película y cuáles fueron los principales desafíos que significó para usted?
N.G.: Lo primero que te encanta de un guion es que haya una linda historia, bien construida, donde todos los personajes están bien cuidados, en el sentido de que les dan una línea en el paso del tiempo de la historia que tiene diferentes cuestiones para jugar y que los personajes están bien protegidos. De las cosas que más me gustaron de este personaje era la posibilidad de vivir como adulto en un lugar que ya no existe. Ese barrio, para mí, desapareció. No es que haya desaparecido en general, pero desde pasada mi adolescencia empecé a vivir en apartamentos, perdí contacto con ese tipo de barrios. Nunca viví como adulto en un barrio así, me tocó solo como niño. No soy ese adulto, no soy mi personaje, soy bastante diferente en el sentido de que yo no cruzaría para la otra casa ni cerca.
María Elena, ganó la Biznaga de Plata en el Festival de Cine de Málaga por esta película, ¿qué significó para usted?
M.E. P.: Una sorpresa enorme. Obviamente, feliz. Siempre con la esperanza de que esto genere otras fuentes de trabajo, porque, si no, ¿para qué el premio? Eso es lo primero que me surge, que el premio me traiga más trabajo, eso es lo que más quiero. Pero es un reconocimiento a muchos años de trabajo, eso es lo que siento. No solo me toca a mí este premio, eso es real y no de Perogrullo, pero este personaje es lo que es porque tenía a Néstor enfrente, al resto del elenco, a Tato. Hay mucha cosa que se juega en la actuación. No es mérito solo de uno.
Gerardo, después de este debut, ¿siente que Perros le marca una línea autoral que le gustaría seguir explorando?
G.M.: No sé, honestamente. Hacer cine es tan difícil a veces, y los procesos son tan largos. Mi deseo es seguir contando historias en el cine, eso seguro, y estoy trabajando para eso. Pero es difícil establecerlo desde un lugar de solidez, porque la realidad es que cada película es un mundo. Cada película es un universo y a la vista está que hay directores uruguayos que hacen una primera, una segunda, una tercera película, y que cada una es un proceso casi nuevo. Ojalá eso cambie y los procesos se acorten a todo nivel, tanto para los que queremos hacer una segunda película como para los que quieren hacer una primera, que es fundamental. Los procesos, hoy en día, son muy trabajosos y largos como para que uno pueda proyectarse.
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El reparto también lo integran Roberto Suárez y el argentino Marcelo Subiotto.
¿Qué expectativas tienen con respecto al estreno de la película?
N.G.: A mí, es una película que me gustaría ver, si no la hubiese visto. Tengo la expectativa de que mucha gente tenga esa misma sensación. Podría decir, y me parece que es adecuado, que es una historia con la que vas a empatizar y que no es condescendiente con los personajes. A mí no me gusta ver historias que tratan de endulzar a sus protagonistas. Si aparece la comedia en esta historia, está vista desde afuera, eso es interesante. No está forzada, y eso me parece que es superreal, porque hay que vivir nada más en un barrio o en cualquier lugar para darte cuenta de que la comedia está ahí sin que nadie la provoque. La expectativa es que a la gente le guste y que la vaya a ver.
M.E. P.: Creo que es una película muy cercana. Siento que los personajes son entrañables. Te vas diciendo “a mí me podría pasar”. Se genera ese tipo de cuestionamientos. Es muy disfrutable. Tiene un humor que no es de carcajada pero está siempre latente, porque decís “no puedo creer que a este tipo le pase lo que le pasa”.
G.M.: Estoy muy orgulloso de la película que hemos logrado. Una vez un editor me dijo: “El cine también es todo lo que pasa fuera de la pantalla”. A mí toda la vida me gustó tanto ir al cine como tomarme una cerveza después para hablar de qué había pasado con esa película, con esos personajes y que vos me dijeras “para mí, pasó esto” y yo te dijera “no, para mí, pasó esto otro”. Eso es el cine, y ojalá la película logre esa charla, que uno salga del cine sin todo resuelto. A mí no me atrae mucho ir a ver un cine extremadamente resolutivo. Y creo que la película corre por otro carril, uno que invita al espectador a que termine de construir la historia.
¿Les preocupa que el público se vea demasiado reflejado en los personajes y las situaciones, al punto de que pueda quizás llegar a incomodarse?
G.M.: No, no, que se incomoden al 1.000%.
¿Quiere que se incomoden?
G.M.: Claro, claro. El cine es para que se mueva algo. Hay una búsqueda en la película en la que, de alguna manera, por un lado, estás medio cómodo, te reís, y de repente, sin darte mucha cuenta, estás un poco incómodo. La van a pasar bien, tranqui, avisemos eso. Pero, si están un poco incómodos, me parece que también está bueno.
Perros fue seleccionada para representar a Uruguay en la categoría Mejor película iberoamericana en los Premios Goya 2026, ¿qué significa para ustedes llevar el filme a una instancia tan visible y competitiva?
G. M.: Estamos muy agradecidos, porque es un reconocimiento de los colegas, que son los que eligen, en primera instancia, a la película representante del país a los Goya. Dimos ese primer paso y estamos superagradecidos de que nos hayan elegido. Ahora tenemos la segunda instancia, que es a ver si finalmente queda entre las cinco candidatas finales a Mejor película iberoamericana, pero ya obviamente que es un reconocimiento superimportante y que va en la línea de lo que pasó en Málaga y lo que puede llegar a pasar después con otras instancias internacionales. Todo eso tiene que ver con darle vida a la película, ese es el objetivo. Hoy estamos atravesando un momento particular en cuanto a la exhibición, a cuáles son los lugares donde vemos cine y cómo sostenemos también a nuestras películas en esos lugares. Creo que todas esas instancias de reconocimiento son un valor para que la película tenga mayor fortaleza a la hora de defenderse y de encontrar mejores ventanas de exhibición. Eso es lo que queremos, porque, en definitiva, hacemos cine para que la gente lo vea. Después pensamos dónde. Seguro que el cine es el mejor lugar para ir a verla, pero también pensemos en todas las ventanas posibles de todos los lugares posibles para que la película se vea. Creo que esas instancias internacionales son ayuditas para que eso suceda.