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Travesía por el Río Santa Lucía en packraft, una forma de rafting pero portátil

En verano, por los humedales del Río Santa Lucía se puede hacer un recorrido en botes inflables portátiles que permite redescubrir uno de los ecosistemas más fascinantes de Uruguay

Redactora de Galería

A menos de media hora en auto del Centro de Montevideo, todavía inserto en el área metropolitana, se encuentra un agradable respiro, donde el paisaje de antenas y edificios cambia al de monte ribereño, islotes y playas. Los humedales del Río Santa Lucía, donde se conecta este cauce con el Río de la Plata, ocupan más de 80.000 hectáreas y abarcan Canelones, San José y Montevideo.

Este ecosistema, que forma parte del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP), cumple la función de esponja y filtro de la lluvia con la que se recargan los acuíferos, regula y controla los efectos de las crecidas y es reservorio de agua dulce, además del hogar de carpinchos, nutrias, zorros, mano peladas, garzas y martín pescadores —casi la mitad de las especies de pájaros del Uruguay utilizan los humedales como hábitat—, así como también de aves migratorias.

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Humedales del Río Santa Lucía con el puente de la Barra al fondo

Humedales del Río Santa Lucía con el puente de la Barra al fondo

Aunque algunas actividades están permitidas, como el senderismo, las cabalgatas y los paseos en bote, canoa o kayak (vehículos sin motor), el esfuerzo de conservación está puesto en que sean siempre reguladas y supervisadas, es decir, llevadas a cabo por algún operador calificado tras previas conversaciones con los gobiernos departamentales y el servicio de guardaparques.

Uno de ellos es Ignacio Lateulade, un coordinador de experiencias outdoor e instructor de trekking que investigó e incursionó en una nueva forma de hacer kayaking y creó Nómade. Es un servicio de travesías acuáticas que incluye actividades guiadas, muchas veces personalizadas o para empresas. Para ponerlo en práctica necesitó más de un año de pruebas y diálogo con Gonzalo Nión, el guardaparque del Parque Nacional Humedales de Santa Lucía.

Pero, mientras allá la aventura huele a nieve y coníferas, por acá más bien huele a petricor y protector solar.

Packrafting en el Río Santa Lucía

Rafting o balsismo es el nombre que lleva el descenso de ríos como actividad deportiva y recreativa. El prefijo pack hace alusión a que a eso —a la balsa y por ende, con ella, a la experiencia completa— uno lo puede empaquetar para llevar consigo.

A los que lo practican se los llama piragüistas. Lateulade se convirtió en uno cuando encontró en el packraft una herramienta que le permitía, durante sus recorridos de trekking, incursionar en lugares remotos y ampliar sus oportunidades de exploración por el agua. Practicar packrafting “es juntar la tierra con el agua”, dice; “todo es uno, vos podés armar tu bote sobre la orilla y es tu extensión para que continúes el camino”.

Los conoció en Argentina de la mano de la firma DostepRaft, se trajo algunos botes, los probó, encabezó algunos grupos de travesías y hoy es el representante de la marca en Uruguay.

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Ignacio Lateulade

Ignacio Lateulade

Para transportarlos, no pesan mucho ni ocupan mucho espacio (dependiendo del modelo, pueden pesar entre dos y cinco kilos), e inflarlos tampoco toma demasiado tiempo. No se necesitan carros de arrastre ni parrillas para el auto, ya que pueden ir, sencillamente, colgando en la espalda, enrollados en una mochila.

A pesar de su carácter liviano e inflable, los packraft son muy seguros, capaces de soportar corrientes, golpes contra rocas y ramas con gran estabilidad y confort. Después del tambaleo inicial, se logra el equilibrio y la comodidad dura todo el viaje. El ancho del propio gomón sostiene y amortigua la espalda y las piernas pueden ir colgando a los lados o estiradas. Sin embargo, llevarlas arrolladas y bien apoyadas da una sensación de mayor estabilidad cuando la balsa se resiste al movimiento del remo —un poco más que el kayak común— y se hace difícil evitar que vaya “coleteando” para un lado y para el otro (como no tiene quilla, como el kayak tradicional, no se “alínea”). La única contra que Lateulade encontró a la hora de organizar esta actividad es que comprar un par de packrafts (que pueden llegar a costar alrededor de 2.000 dólares) también significaba invertir en remos, chalecos, mochila e infladores; lo que, hablando de inflar, infló bastante el valor de su primera inversión. Además, en caso de roturas, tiene que mandar a reparar a Argentina.

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La cercanía con Montevideo convierten los humedales de Santa Lucía en un punto ideal para hacer turismo por el día. Lateulade primero coordinó grupos de la tercera edad en paseos de reconocimiento de flora y fauna por senderos o alguna propuesta con bodegas para todo el año. Pero para el verano la visita necesitaba una vuelta de tuerca, y algo más acuático, entonces trajo estas balsas y amplió su público.

“Esto (el packraft) no tiene motor, no usa combustible y es lo más versátil que hay. Te permite explorar todo, meterte, porque el Santa Lucía tiene muchos ramales”, describe.

Para que el turismo interno escuche la voz del guardaparque

A pesar de la intrépida y adecuada propuesta de Lateulade, sumado a lo divertido que es andar en uno de estos kayaks inflables, todavía hace falta mucho para que en la zona se desarrollen actividades como esta sin inconvenientes, porque hay cosas que, por más turismo responsable que se instale, no parecen cambiar, según Gonzalo Nión.

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Gonzalo Nión, guardaparques en el Río Santa Lucía, e Ignacio Lateulade, coordinador de experiencias outdoor

Gonzalo Nión, guardaparques en el Río Santa Lucía, e Ignacio Lateulade, coordinador de experiencias outdoor

“Hacemos los caminos (para investigación), ponemos cámaras trampa (para observar a los animales), revisamos esas cámaras”, cuenta. “Hay una concepción equivocada de que si el hombre mete mano los bichos se van. Si vos abrís un camino, ellos también lo van a utilizar, por un tema de ahorro de energía, presas y depredadores”. Sin embargo, para que los animales se apropien de esos caminos, el humano debe intervenir lo menos posible, se tiene que apartar, porque muchas veces sucede que tanto senderistas como operadores turísticos sin autorización ni coordinación con el guardaparque hacen un mal uso de esos senderos y molestan a la fauna que está en estudio a través de las cámaras, siempre y cuando no las roben.

En esa área hay establecidas personas y familias enteras que viven a base de oficios tradicionales, como los areneros o los artesanos junqueros, y el guardaparque es muy cercano a esa gente local. Conoce de pesca y pescadores, sabe que es plena temporada de corvina negra (que entra al Santa Lucía desde el mar para completar su ciclo reproductivo, por lo que no debería pescársela entre noviembre y fines de enero), que los visitantes se enloquecen por atraparla y que la carnada que mejor funciona es el cangrejo, que está ahí, en la orilla; hay bastantes, aunque antes eran más.

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Cuando Gonzalo ve a alguien atrapando a estos crustáceos —que además son la comida favorita de otros animales como el mano pelada (sobre el barro se pueden ver sus huellitas cazándolos)— intenta acercarse, detenerlo y explicarle el mal que está haciendo y por qué, recomendándole (al menos) atrapar solo a los machos, puesto que las hembras posiblemente estén cargadas con huevos. A veces el guardaparque lamenta no tener mayores potestades que simplemente llamar a la policía y quedarse esperando que el robo de cangrejos resulte un caso relevante como para responder al llamado. Pues él no puede tomar acción de ningún tipo, más que convencer a las personas de que dejen de hacer lo que están haciendo.

El ciclo de la corvina negra, la pesca de cangrejos y las huellas del mano pelada tienen todos que ver con una travesía de packrafting por el Santa Lucía. La finalidad de Lateulade con estos recorridos es que además de la diversión sean interpretativos del entorno, y atravesar la barrera entre tierra y agua casi que con el propio cuerpo es una manera literal y a la vez simbólica de adentrarse en el ecosistema, sus características y los peligros que enfrenta.

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La travesía por los humedales del Santa Lucía no solo invita a remar por un paisaje tan disfrutable como peculiar, sino también a reflexionar sobre el delicado equilibrio que permite que este ecosistema exista. Las actividades de turismo responsable en la zona son la oportunidad para conectar con la naturaleza, asumiendo la responsabilidad que trae consigo ser un visitante. Elegir cómo explorar y convivir con estos entornos hoy es también una forma de pensar en clave de futuro.