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Seis de cada 10 adolescentes siguen consejos tóxicos de imagen corporal vistos en redes sociales

El dato surge de un estudio realizado por Id Retail para Dove, en el que se consultó a 400 niñas y adolescentes de entre 10 y 17 años y a 400 madres y padres

Mujeres jóvenes que dan consejos sobre cómo bajar varios kilos en muy poco tiempo. Otras que recomiendan el “bótox preventivo” para evitar arrugas y líneas de envejecimiento en la piel. Tratamientos anticelulitis. Cómo disimular un rollo de acá, otro de allá, la papada, las ojeras. Photoshop, filtros, más Photoshop, más filtros. Cientos, miles, quizás millones de influencers en el mundo que prometen, mediante distintos métodos, alcanzar algo que no existe: la perfección.

Como marca de productos de cuidado personal, Dove, de la multinacional Unilever, se propuso concientizar e informar sobre los riesgos del consumo de contenidos de “belleza idealizada” en las redes sociales. En el marco de su Proyecto para la Autoestima, realizó una campaña a la que llamó Desintoxicá tus redes, y reveló el daño que generan los consejos tóxicos de belleza que las niñas y adolescentes normalizan, y el impacto que esto tiene en su autoestima y confianza corporal.

En conjunto con Id Retail —compañía especializada en investigación de mercado—, la marca realizó una encuesta presencial a 400 niñas y adolescentes de entre 10 y 17 años, residentes en Montevideo. Al mismo tiempo, consultó a 400 madres y padres de chicas de esas edades.

Vida de influencer. Las redes sociales son una fuente de consumo de contenidos muy usada por personas de todas las franjas etarias. En el caso de las adolescentes, 31% navega, en promedio, más de tres horas por día a través de esas plataformas. Las chicas de 13 a 17 años son las que pasan más tiempo en redes: 36% más que las que tienen entre 10 y 12. La red social más usada es YouTube, elegida por 99,5% de las encuestadas. En segundo lugar se encuentra TikTok (94,6%) y, en el tercero, Instagram (84,5%).

Del total, 77% sigue a influencers en sus redes. ¿Pero cómo definen ese anglicismo tan popular? Del estudio de Id Retail para Dove se desprende que, para la mayoría de las niñas y adolescentes, un influencer es una persona famosa y que además crea contenido. En términos generales, este contenido puede ser para influenciar a seguidores, para exponer aspectos de la vida personal (en algunos casos “vida perfecta”), y también para publicitar marcas y estilos.

Son varios los motivos por los que las niñas y adolescentes siguen cuentas de influencers, pero los más repetidos son tres: 70% aseguró que le divierte el contenido, 67% que la hacen reír y 47% que aprende cosas nuevas.

La mitad de las encuestadas reconocen que esas cuentas que siguen usan filtros y aplicaciones de edición. Casi otra mitad admite que las influencers parecen tener una vida perfecta, 21% menciona que hablan sobre perder peso o dietas en general, 33% que se concentran en mostrar el cuerpo perfecto y 14% que hablan sobre el talle de ropa o el cuerpo ideal.

Las palabras que usan para referirse al contenido de estos perfiles de redes sociales son, en su gran mayoría, positivas. Sin embargo, se genera una contradicción con los términos usados para referirse a las consecuencias del consumo de esos contenidos. Para el 40%, el contenido de vida perfecta, el relacionado con perder peso y tener un cuerpo “ideal”, y el que trata sobre cambiar partes del cuerpo con cirugías o procedimientos estéticos, es falso. En la misma línea, 39% lo considera irreal, 38% dañino, 31% manipulador y 28% tóxico.

Si bien las niñas y adolescentes reconocen varios de los peligros de seguir a influencers que publican contenido de “belleza idealizada”, solo una de cada cinco dejó de seguir alguna cuenta en redes sociales porque la hicieron sentir mal sobre su aspecto.

Belleza ideal. En la encuesta, se les consultó a las participantes cómo describirían la belleza en la actualidad. Fueron varias (27%) las que se refirieron a una belleza física, con frases como: “ser flaca” o “ser linda y prolija”. También aparecieron afirmaciones sobre hegemonía e imposición, en 29% de los casos: ser bella es tener “cara simétrica, sin granos, dientes perfectos, no tetas grandes, mucha cola pero no grasa” o “ser blanca, flaca, simétrica”.

Solo 13% de las niñas y adolescentes afirmaron que la belleza está en el interior de cada una, y mencionaron conceptos como el de “tener buen corazón” o “tener valores”. La autoaceptación también se hizo presente en 24% de los casos: “ser bella es amarse a una misma” y “la belleza es algo que todos tenemos” fueron algunas frases usadas.

El contenido de belleza idealizada está ahí, al alcance de la mano. Con un clic o un desliz del dedo, un sinfín de mensajes perjudiciales entran por los ojos y recorren todo el cuerpo, hasta asentarse en el cerebro. Impactan en los pensamientos y en las emociones. Después de ver estos contenidos, 70% de las niñas y adolescentes encuestadas pensaron en tomar algún tipo de acción: desde editar fotos con filtros y aplicaciones, hacer más ejercicio, comer menos e imitar los looks de las influencers que siguen, hasta realizarse cirugías estéticas y procedimientos cosméticos.

De ese 70% que lo pensó, 62% lo hizo. “Dejé de comer, solo ceno”, dijo una de las encuestadas. Otra aseguró que dejó de desayunar, y otra que solo consume 200 calorías por día. Algunas se anotaron a un gimnasio y otras comenzaron a entrenar todos los días. Aparecieron también las rutinas de piel, el maquillaje diario, las fotos con filtro y el Photoshop. El porcentaje de las que llegaron a realizarse algún procedimiento cosmético fue bajo: 3%.

Después de o durante la acción para modificar su rostro, su cuerpo o su apariencia general en las redes sociales, llegan los sentimientos, las percepciones. “Me sentí bien en el proceso, aunque no noté muchos cambios en los ejercicios para cambiar mi cuerpo. Pero sí en mi cara. En mis looks diarios a veces copio los estilos, pero con un toque mío”, contó una de ellas. “Al hacer ejercicio, como no estaba acostumbrada, me cansaba demasiado. Y al no comer mucho o lo que mi cuerpo precisaba me sentía bastante mal. Lloré mucho”, dijo otra. Frustraciones, angustias y algunos síntomas físicos también aparecieron entre las respuestas.

El rol de los padres. La psicóloga Carla Lorenzo, que trabaja en conjunto con Dove, realizó algunas reflexiones finales durante la presentación del estudio de Id Retail para la marca. Según su experiencia, existen casos de niñas de nueve y 10 años que ingresan a centros de cuidados intensivos de distintos hospitales por trastornos de la alimentación. En esos casos, el proceso comienza con un intento de salvar sus vidas, para después diseñar un tratamiento acorde para su salud mental, emocional y física. “Esto es empezar desde un lugar alarmista, sí, pero es lo que sucede. Y ahí hay una posible puerta de entrada, con las redes sociales”, dijo.

Cuando los contenidos de belleza idealizada impactan en los cerebros de las niñas y adolescentes, tardan en presentar manifestaciones físicas. El proceso es, primero, interno: recorre pensamientos, emociones. Recién cuando ese contenido llega a modificar un comportamiento, es cuando la mayoría de las madres y los padres se dan cuenta.

En la encuesta realizada por Id Retail, 22% de las chicas afirmó que no habla con sus padres sobre nada de lo que hace en las redes sociales, y 18% aseguró no hablar sobre lo que ve en esos espacios virtuales. Dentro del porcentaje que sí comparte algún tipo de información con sus padres sobre lo que hace o ve en las redes (78%), hay distintas proporciones: 31% hablan sobre absolutamente todo lo que ven y hacen, 28% habla solo sobre la mitad de su actividad, y 19% habla sobre la cuarta parte.

Poco más de la mitad de los padres y madres encuestados siguen a sus hijas en redes sociales, pero solo 23% de las niñas y adolescentes declaran que sus padres saben todo lo que hacen en esos espacios. Quienes reconocen que sus padres saben todo lo que ven en las redes representan 21%. Algunos adultos (14%) limitan el tiempo que sus hijas pasan en las redes sociales y otros pocos (12%) tienen influencia respecto a qué cuentas siguen, según las propias niñas y adolescentes.

Según Lorenzo, las mujeres de entre 10 y 17 años todavía no tienen formada, ni fisiológicamente ni psicológicamente, su personalidad. Entonces, recurren a las redes sociales y a los modelos de belleza que allí se representan para definir quiénes ser, a quiénes parecerse. “Este modelo de apariencia y de felicidad maravilloso es parte de una sociedad que, en el otro polo, lo que más genera es sufrimiento, altos índices de suicidio”, advirtió la psicóloga.

Con esto, aclaró, no quiso decir que a todas las niñas y adolescentes les vayan a pasar cosas graves ni extremas. La clave está en las características que adquiera esa pequeña mujer y la contención que tenga en su familia, en su entorno.

De las jóvenes encuestadas, 49% declaró que sus padres les hablan sobre cómo usar las redes sociales de forma segura, 46% que les hablan sobre lo que es real y lo que es falso en esas cuentas, 14% intenta indagar en cómo se sienten ellas en las redes sociales, 12% las orienta en la detección de anuncios publicitarios y 11% conversa con ellas sobre los influencers a los que siguen.

Muchas veces, los padres expresan total incomprensión sobre la forma de pensar de sus hijas adolescentes. Además, en varios casos son adultos que provienen de un mundo distinto: el mundo offline. Es un proceso lento, y muchas veces trabajoso, aprender sobre las nuevas plataformas.

Despertar. Las redes sociales incentivan a todos, y en particular a las niñas y adolescentes, a mostrar una apariencia irreal. Fotos, selfies con retoques, posadas, maquilladas, son, para la psicóloga, el reflejo de “una sociedad que está mostrando que” las personas se sienten “cada vez más solas”.

Lorenzo resaltó la importancia de las cifras presentadas por el estudio para que los adultos tomen conciencia y responsabilidad. “Sabemos que estos aparatos son tentadores para dejarlos. ¿Quién no le ha dado a un niño un aparato para que se entretenga un buen rato?”, dijo. Agregó que muchas veces los padres y madres aprovechan mientras sus hijos están navegando en redes sociales para trabajar, para ponerse a cocinar, a limpiar. Y a veces no son conscientes de los riesgos de esa navegación por las redes.

“Cuando vemos esto, es despertar. Despertemos a una realidad que nos parece inocente, porque el niño está en su cuarto, ¿qué va a pasar? Pero está enfrentándose a un mundo infinito, llenito de toxicidad”, reflexionó Lorenzo.

Pero la preocupación existe: 70% de los padres y madres encuestados reconocieron que la baja autoestima de sus hijos podría ser consecuencia del consumo de contenido de belleza idealizada. El desarrollo de problemas de imagen corporal en sus hijas preocupa al 59% de los adultos, 58% teme que desarrollen trastornos alimentarios, 52% ansiedad, 46% problemas de salud mental, 39% aislamiento social y 22% una autoconversación insana.

Para acercarse a un hijo en su etapa de niñez o adolescencia, es clave “bajarse del juicio”, según la psicóloga. Evitar expresiones como “¡otra vez con esto!”, acompañadas de malas caras. Tampoco se pretende un control absoluto sobre todo lo que ven y todo lo que hacen. El excesivo control levanta una barrera entre los hijos y sus padres. La brecha generacional existe, pero no es recomendable, desde la psicología, que los adultos se aferren a un recuerdo de su infancia en el que “todo fue mejor”.

Por el contrario, lo primordial es la empatía, y que las madres y los padres no olviden que seguramente alguna vez se vistieron o se cortaron el pelo como un actor de cine o una modelo de revista. El problema es, según la experta, que los ejemplos a seguir son ahora más nocivos y agresivos, “y la base está en la familia”, asegura.

Otros responsables. Según Lorenzo, los padres y madres son indiscutidos referentes para las chicas de entre 10 y 17 años. Pero no toda la responsabilidad recae sobre ellos, y las niñas y adolescentes lo reconocen.

De cada cinco encuestadas, una de ellas dijo querer convertirse en influencer de las redes sociales cuando sea mayor. La misma proporción es la que confía más en los influencers que en sus padres y amigos. Sin embargo, al 52% le gustaría que mostraran su belleza natural en las redes y el 46% es consciente de que esas personas no deberían animar a hacer dietas ni ejercicios extremos.

Otra gran parte de las chicas consultadas (28%) considera que los influencers tienen un papel que desempeñar en la lucha contra el contenido de belleza idealizado, y 15% sabe que no puede estar a la altura de los estándares de belleza que proyectan esas personas.

Id Retail concluyó que no hay suficiente conciencia en las niñas y adolescentes sobre lo que pueden hacer desde su lugar al enfrentarse a estos contenidos de belleza idealizada, y por tanto existe una necesidad de generar conversaciones sobre estos temas.

La exigencia hacia los profesores y maestros por parte de las niñas y adolescentes es mayor que hacia sus padres y madres. A ocho de cada 10 encuestadas les gustaría que en la escuela y el liceo les enseñaran a sentirse bien con su cuerpo.

Por último, las marcas tienen mucho que hacer para poner temas de autoestima y “belleza real” sobre la mesa. Id Retail recomienda que la mayor cantidad de cuerpos, capacidades, razas, etnias y géneros estén representados.