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    Asencio: Esquina de bocados y buena onda

    En una casa residencial en la esquina de Arocena y Mones Roses, en Carrasco, se instaló Asencio Bar, un espacio gastronómico de tapeo, tragos, cervezas y vino

    En una antigua terminal de buses en Savannah (Georgia) hoy funciona The Grey, un restaurante de estilo retro americano donde conviven un elegante menú degustación con un tapeo de bar. Salvando las distancias en la sofisticación del servicio y el menú que allí ofrecen, por un segundo, el estilo Art Decó de Asencio, en Montevideo, hizo la magia de trasladar a la mesa de dos de galería a ese espacio.

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    Juan Francisco Deal, Santiago Doldán y José Luis Bado bromearon durante años con tener un restaurante juntos. Una tarde, Deal y Doldán estaban sentados en el cordón de la vereda de Provaca y vieron que estaba disponible la esquina de Arocena y Mones Roses. “Era una casa de familia tapada por arbustos”, contó Bado a galería. Con este espacio en mente, se juntaron en Chivipizza, que es de Deal y era el lugar de trabajo de Bado, y terminaron de convencerse. Así nació Asencio, el bar de tapas de tres amigos que no superan los 30 años, con aire Art Decó y cocina de moda. 

    Ni bien el trío entró en la casa, se tiraron paredes, montaron una barra de esquina a esquina —posible solo tras reforzar la estructura con una viga transversal—, recuperaron parte del parquet original, dejaron el monolítico en la entrada, y fueron sorteando la apertura del espacio con juegos de baldosas. La obra estuvo a cargo de Sergio Gallo y el estilo del diseño de interiores lo imprimió Fabiana González (madre de Bado). 

    Foto: Sabrina Srur

    Desde que abrió, hace cuarto meses, en Asencio los comensales recrean su vista en grandes espejos biselados, luminarias retro y banquetas forradas en cuero marrón claro, entre otros detalles. “Participamos mucho del diseño. Elegimos las baldosas que revisten la barra y cómo sería la mesada. Peleamos hasta el cansancio para que la viga de encima fuera roja. Si fuera por mi madre, sería todo negro”, contó Bado. Esa irreverencia que da la juventud es la que refresca la propuesta con un servicio atento pero relajado —a veces un poco demasiado— y una propuesta gastronómica que se juega con tragos de autoría personal como el Perico (gin, jugo de manzana, soda, menta y pepino), un menú de tapeo poco ortodoxo y una cuidada selección de cervezas artesanales con destacados como Mala Fama (también de Deal), Boar, Rocco y Malaky. La mesa de dos de galería, por su parte, eligió un vino para su cena: pinot noir rosé de Garzón, helado. 

    Sin espacio disponible en el jardín delantero, los comensales se sentaron adentro, con vista a la cocina abierta. “Queríamos que la cocina estuviera integrada, que hubiera un vínculo entre los fuegos y el salón”, dijo Bado. Con la mira puesta en la gente que entra y sale en una noche ajetreada, que decrece en promedio etario conforme va pasando el tiempo, se eligieron cuatro tapas que llegaron todas juntas. La primera en probarse fue un bife ancho con huevo de codorniz a la plancha, puré de papa cremoso y salsa criolla; solo le faltaba un pancito para mojar los jugos. Más allá de la ingeniosa versión pequeña de este clásico del recetario uruguayo, las que se robaron la escena fueron las croquetas de carrillera braseada con sofrito de tomate, apenas picante; y el cebiche con jugo de cítricos, gajos de mandarina, cilantro y chips de boniato, picante, sabroso. Además de estos platos, se pidió el queso brie envuelto en masa filo con mermelada de frutas de estación y tostada, que podría pasar con gloria directamente a los postres, por su grado de dulzor alto pero agradable aun para los menos golosos. 

    Para terminar, de los tres postres disponibles, uno de chocolate, un crumble de peras y una crème brûlée, se eligió el último, y no defraudó. Bado después explicó que para el puntapié inicial de la cocina se apoyaron en Juan Luis Caubarrère, reconocido cocinero por su restaurante El Gran Pez, en El Pinar. Con él y después, sobre la marcha, buscaron “uruguayizar al tapeo español”, en busca de incorporar sabores afines al paladar local. De esta manera, se ofrecen con éxito unas mollejas crocantes con vinagreta de mostaza Dijon; un tartar de salmón con palta, cebolla colorada, soja, jengibre y ciboulette; y chipirones sobre papa confitada y cebollas caramelizadas. Para los más fieles al recetario ibérico hay huevos rotos con pimientos del piquillo, cebollas caramelizadas y jamón crudo; pan tumaca con ajo asado, tomate rayado, jamón crudo y aceite de oliva; y pimientos del piquillo, pero rellenos de atún rojo curado, cebolla colorada y mayonesa de wasabi, en un giro osado. 

    Con varias tapas pendientes para una próxima visita, incluidos los pimientos del piquillo, la mesa de galería sintió que por poco más de una hora se unió a un viaje retro americano, similar al que una vez vivió en The Grey.

     

    Arocena esquina Mones Roses, 097 407229.

    Precio promedio por persona: 800 pesos.

    Abierto de martes a domingo de 18 h a 2 h de la madrugada. 

    Por las cuatro tapas, el postre y el vino, galería pagó 1.960 pesos.