El liceo es uno de los programas que gestiona la Fundación Retoño y forma parte del Centro Espigas, que además incluye un CAIF, un club de niños (en convenio con INAU), un centro juvenil y el pre-liceo Simiente. Ubicado sobre Avenida de las Instrucciones (ya convertida en Ruta 6), a cuatro quilómetros del límite con Canelones, ya desde la ruta, en medio del paisaje de Montevideo rural, el edificio llama la atención por su arquitectura moderna, de ladrillo y vidrio, con detalles en rojo y amarillo. Una entrada peatonal y una para autos, y un pequeño estacionamiento anteceden al edifico. El diseño arquitectónico, la prolijidad y el esmero en las terminaciones, las palmeras del patio y un tablero gigante de ajedrez a un lado dan señales de que se está en la puerta de un lugar con una visión de futuro.
Desde este año, los adolescentes de Puntas de Manga y zonas aledañas tienen un liceo de Enseñanza Media Básica (de 1º a 3º) de tiempo completo, gratuito, laico y de gestión privada. Por dentro el edificio es moderno, iluminado y funcional, con accesibilidad universal (incluyendo a personas no videntes), ascensor para dos pisos, biblioteca, tres laboratorios de ciencias, nueve aulas, canchas de fútbol y básquetbol, gimnasio y comedor. A su director, Ernesto Egaña Percivale, se le cumplió el sueño de cualquier director de poder proyectar el edificio en el cual llevar adelante su misión. El matrimonio de arquitectos Gerardo Braga y Laura Oneto proyectaron el edificio en base a un croquis que hizo Egaña pensando en las necesidades de este liceo y en cómo se imaginaba el edificio. La biblioteca tenía que ser el corazón del liceo, y el edificio debía ser un lugar agradable, ventilado e iluminado, con pasillos anchos para una buena circulación, “que los chiquilines lo quieran, que los invite a quedarse, que se apropien de él”, pensó Egaña.
EDUCACIÓN DE ÚLTIMA GENERACIÓN. Suena el timbre de uno de los recreos, las puertas de los tres salones que hoy están ocupados se abren automáticamente y el bullicio se apodera de los pasillos. Pero todavía queda mucho espacio para ocupar. Este es el primer año de funcionamiento del Liceo Espigas, que empezó con tres grupos de 1er año y 76 alumnos en total, considerados los fundadores. Con su forma de H, el edificio se divide en un ala norte y un ala sur, con cuatro salones en cada ala de la planta alta, y uno más en planta baja, junto a los tres laboratorios de ciencias. Los chicos salen de clase para ir al gimnasio a jugar al ping pong, o la cancha de fútbol. También tienen la cancha de básquetbol al lado, con gradas donadas por un cardiólogo suizo, y mesas de ping pong exteriores hechas de cemento. Se generaron muchos espacios de encuentro en el exterior, con bancos y la previsión de una futura sombra (se plantaron palmeras e Ibirapitás) previendo que cuando el liceo tenga su alumnado completo de 1º a 3º alcanzará a 225 estudiantes.
“¿Cuándo vamos a jugar al ping pong?”, desafía un alumno al director. “Sí, de tarde te juego”, respondió. “Si querés perder rápido…”, arenga el chico que se sabe buen jugador. Otro de los talentos conocidos de este director es el ajedrez. Eso explica el gran tablero en el piso de la entrada del liceo. Juega desde niño porque le enseñó su padre, y le apasiona.
Mientras, en el salón, la profesora del Historia Lucía Cruz acomoda sus cosas luego de la clase. En el pizarrón quedaron proyectadas las imágenes de la película “La odisea del hombre”, un recurso para hablar sobre prehistoria. Pero no se trata de un pizarrón o un proyector cualquiera. Es una pizarra inteligente conectada a la computadora del profesor, que se convierte en una pantalla táctil. “Tenemos un programa que le da captura al video, y trabajás sobre la imagen; podés recortarla, inclusive cuando trabajás con mapas podemos seleccionar solo una parte”, contó Cruz. Trabajar con tanta tecnología “para los adultos es un aprendizaje, para los chicos es más rápido. Ellos nos enseñan. Los acerca al aprendizaje de forma sin igual”, agrega. “Pasar al pizarrón ya no es motivo de vergüenza, ahora se pelean por hacerlo”, agrega el director. Este maravilloso aparato también tiene función de pizarrón en el que el profesor escribe con el dedo y todo queda guardado en un archivo, que después podrá mandar por mail a los alumnos.
“Apostamos a una enseñanza de calidad, a formarlos en todas las áreas, descubrir el potencial de los alumnos y motivarlos para que les guste estudiar y que vean el estudio como posibilidad de movilidad social, y de ser personas felices e insertarse en la sociedad correctamente”, señala Egaña, originalmente profesor de Física, egresado del IPA, y maestro técnico en mecánica general por el INET.
Suena otra vez el timbre. “¿A dónde van, Eduardo?”, pregunta el director a un alumno. “Al laboratorio de Ciencias Físicas”, contesta el chico. Egaña se dirige a todos los alumnos por su nombre de pila. Los laboratorios de Física, Química y Biología se equiparon con la última generación de instrumentos.
En el laboratorio de Química, por ejemplo, hay un ducha de emergencia que lanza mucha agua en pocos segundos para evitar quemaduras tanto en el cuerpo como en la vista en caso de un accidente; este artefacto es obligatorio en los bachilleratos internacionales. “Nosotros pensamos con una cabeza que dice que tenemos que diseñar un liceo para 50 años”, sentenció el director. Por su lado, en la sala de música se pueden encontrar varios de los instrumentos que integran una banda, pues la institución también le da mucha importancia a este arte.
DÍA COMPLETO. El liceo recibe a sus alumnos a las 7.45 hs. Antes de empezar desayunan, a las 12.05 almuerzan en el comedor y a las 16 meriendan. Los tres servicios se preparan en una amplia cocina y se distribuyen con el sistema de autoservicio, con bandejas; los grupos bajan en orden rotativo, pues los últimos en comer limpian las mesas.La cocina está abierta al comedor, pero esa amplia ventana que los comunica se cierra con unos paneles de madera cuando el comedor se convierte en sala de reuniones o de actos.
A las 16 termina la última materia del día, y después de la merienda, hasta las 17 horas hay talleres optativos: educación física, música y biblioteca (abierta hasta las 18, que también es ludoteca) donde pueden ir a estudiar, buscar material en Internet o jugar ajedrez. Muchos de los chicos no tienen condiciones para estudiar en su casa, o no tienen quién los apoye, por lo que muchos se quedan hasta las cinco. Para abarcar el horario completo, las horas de clase son de 45 minutos, y se agregó una hora más (en modalidad de taller) a las materias que ofrecen dificultades como Idioma Español (y en la hora extra se profundiza en la lecto-escritura), Matemáticas (aplicada a la vida cotidiana), Inglés (con énfasis en las ciencias), Educación Física, y dos horas más de Informática donde se da Robótica.
Para paliar las carencias de los chicos cuando empiezan el liceo, las autoridades crearon un pre-liceo denominado Simiente. En 2015 los responsables del liceo recorrieron las escuelas de la zona y explicaron que iba a abrir un liceo de estas características pero que antes debían anotarse en Simiente, y que el ingreso era por sorteo. Se anotaron 200 alumnos, y los chicos que salieron sorteados hicieron sexto año en las escuelas públicas de la zona de tiempo parcial y luego iban al preliceo. Ahí trabajaron con una maestra referente y distintos docentes en seis áreas. “Este año extendimos Simiente a quinto de escuela para que tengan dos años de preparación”, contó Egaña.
ALUMNOS Y FAMILIA. Esta carga horaria en chicos que no están habituados a la exigencia académica y en un entorno familiar que muchas veces no deja lugar para la educación y el crecimiento personal, puede pensarse como un gran beneficio por un lado, pero un desafío por el otro. A poco tiempo de empezar las clases, un par de alumnos dijeron que querían dejar el liceo porque era cansador estar todo el día; sin embargo, se quedaban a los talleres optativos de la tarde porque les gustaba el deporte o el ajedrez. “Descubrimos que uno de ellos tiene mucho talento en el dibujo, entonces lo encauzamos por ahí”, contó el director.
Pero además hay que trabajar con los padres. “Tenemos que convencer a muchos padres de que el estudio es importante. Hay un número muy importante de alumnos cuyos padres hicieron solo Primaria y no valorizan el estudio.
El alumnado es muy heterogéneo. “Tenemos casos muy extremos, situaciones de vida muy duras, maltrato, abuso, padres privados de libertad, adictos. Esa información la manejamos el equipo técnico y yo. Alguna información ni siquiera los profesores la manejan. Esos alumnos son los que dan más problemas de convivencia en el día a día. Y en algunos casos de rendimiento académico también, aunque en otros casos no. Tenemos un alumno que tiene una realidad imponente pero un potencial muy bueno”, contó el director.
La base fundamental del trabajo que hacen en este liceo que logra que los chicos se dejen ayudar es que generan un importante vínculo afectivo. “El chiquilín que me dijo de jugar al ping pong es muy difícil. No le va muy bien en las materias pero juega muy bien al ping pong, y cuando puedo le digo para jugar y así generar un vínculo para que te vean de otra forma. En el fútbol soy espantoso, y entonces hago de juez. Muchos de los que juegan son los más fatales, y ahí vas educando: 'Fulanito, el vocabulario', 'Mengano, respeto', 'conductas antideportivas no'. Vas trabajando lo valores, en el recreo, en la cancha”, cuenta, y asegura que le hacen caso. “Al tener ese vínculo afectivo, cuando ellos ven que vos realmente los querés, y que les hablás bien, acatan”.
“Es fundamental la presencia nuestra en los recreos, ofrecerles alternativas, consejos. Cuando se empaca un alumno hay que ver cuál es el motivo. En estos primeros tres meses del año tuvimos problemas de convivencia. Es tan grande la ausencia de hábitos, de escuchar, del respeto, algo que traíamos incorporado de nuestras familias pero que ellos no, que nuestra tarea es complicada”, dijo este experimentado director de liceo, que anteriormente fundó y dirigió el liceo privado Artigas, en Brazo Oriental.
Cada grupo tiene una hora por semana para trabajar con la adscripta y hablar temas del grupo, aspectos a mejorar y reforzar los valores, “con un vínculo cercano, no desde la imposición sino de la reflexión”, aclara Egaña. Por otro lado, después de la primera reunión de profesores se decidió que los que tienen más de tres bajas hablen personalmente con el director para ver cómo mejorar las calificaciones y la conducta. “Es un espacio donde se sienten escuchados”, afirmó.
FUNDACIÓN RETOÑO
El financiamiento para la construcción y el equipamiento del liceo, así como de los costos operativos corre por cuenta de la Fundación Retoño, con contribuciones provenientes de donantes estadounidenses a través de la ONG ReachingU. La fundadora y directora de la Fundación Retoño es Nina Von Maltzahn, que viene de Alemania unos meses al año y cuya misión en Uruguay es impulsar el desarrollo de un ciclo completo en la educación de niños y adolescentes insertos en un entorno de alta vulnerabilidad socio-económica.