¿Por qué Atomic Lab entrega prótesis gratis?Si te cobro una prótesis, te tengo que cobrar diez dólares. Me sale cinco hacerla. No es una suma significativa. Podés ofrecerme diez dólares, los voy a usar para hacer otras prótesis. La idea es cambiar el paradigma. Podés tenerla en ocho horas, pesa 1/8 que una prótesis tradicional, que está quieta, como la de un maniquí. Estas prótesis tienen movilidad. Y la posta es que cuando hacés un programa que está online, que no precisa mantenimiento porque me lo provee Microsoft, mi único trabajo es diseñarlo, de verdad que no necesito eso. Es como dice René, el de Calle 13, que el arte, el genio, por así decirlo, es más para compartirlo que para quedárselo. Enviarle una prótesis a una persona puede derivar en que esa persona haga un diseño que me resulta asombroso, lo agrego a mi plataforma y vamos sumando mejoras. Es como un arbolito, yo planté la semilla.
¿Qué ocurre si se rompe una prótesis?Hay dos opciones. Se puede pedir el repuesto a Atomic Lab. El repuesto de cuatro dedos cuesta 20 dólares, que nos permite hacer cuatro prótesis más. Esa es una. Si no podés pagarla, igual intentamos proveerla.
En las prótesis para niños, como las de Iron Man, también hay algo lúdico. ¿Cómo surgió esa idea?Es mucho más sencillo que un chico se ponga una prótesis con la mano de Iron Man o con los colores de la selección argentina que una mano rosadita, que se parece a una mano humana pero que se nota que no lo es. Ese tipo de mano rosada genera el efecto del “Valle inexplicable”, un efecto que ni siquiera es prejuicio, pero que es un rechazo. En cambio, con una prótesis de Iron Man tanto el chico como los demás lo perciben diferente. Además, si quiere puede sacarle un dedo y ponerle un garfio para agarrar una taza, un dispositivo para jugar a las cartas y hasta ladrillos de Lego; o sea, va a armar su propia mano. Más adelante podría diseñarla y armarla él mismo, con sus medidas, sus colores.
La intención es crear 1.000 prótesis gratuitas para diciembre. ¿Cómo van?Hemos entregado unas 150. Hay unas 300 más para hacer.
La idea es llegar al millón.Sí. Vamos primero de a mil. De mil a cuatro mil y luego pasaremos a 16.000. De ahí, a 64.000 y así. Pero no las vamos a hacer solo nosotros. Para eso están los embajadores.
Puertas y percepciones. Aprendió inglés de forma autodidacta, hoy da charlas y se reúne con ejecutivos de la industria informática en ese idioma. A los tres años armaba las sorpresas de los huevos Kinder. Quizás fue por eso que, de niño, se entusiasmó con desarmar artefactos de todo tipo. Calentaba un cuchillo y desarmaba todo lo posible. “Me interesaba ver qué tenían las cosas adentro, chusmear, y después ver qué cornos hacer, si pegarlas con cinta para rearmarlas o hacer otra cosa. Casi nunca armaba nada”.
Sobre sus maestros, Tubaro se encontró con dos o tres que fueron clave. Depende del alumno la capacidad de encontrar a sus maestros. Es relativamente fácil hallarlos en referentes históricos o en grandes figuras. Sin embargo, a veces un maestro puede aparecer camuflado en actos y actitudes que por lo general no se asocian con personas de las que reciben enseñanzas. El maestro señala o abre la puerta. Está en el alumno entrar.
Estaba en cuarto de escuela cuando en clase de plástica la profesora propuso dibujar aviones. Había que hacerlos sobre un cartón. Al ver su dibujo, la profesora dijo: “No, está mal, no tiene profundidad”. Él respondió que su avión era así porque era aerodinámico. “‘No, no es así, no funciona así’, me dijo ella. “Era como decir que no le diera bola a mi creatividad”.
Tal vez sin saberlo, al intentar cerrar una puerta, la profesora abrió otra. Al poco tiempo el alumno Tubaro apareció en clase con un dispositivo hecho con dos palitos de helado enchufado a un batería y un pequeño motor. Un miniventilador personal para ahuyentar el calor de aquellos días. La profesora le pidió que lo apagara, que se pusiera a hacer las tareas de clase. “Tenemos profesores que te dan el típico manual, por así decirlo, para educarte de forma que encajes en un sistema. Yo, si bien me sacaba buenas notas, no me adhería mucho a eso. Me sentía un pibe más, normal. Ahora me doy cuenta de que era el raro, el freaky ñoño que trabajaba en inventos y esas cosas extrañas, fumando esos humos de los químicos. Y me trataban en función de esa forma de verme. En ese momento no me importaba, ni me importa mucho, lo que los demás piensan de mí, pero creo que pasaba lo mismo con un chico que jugaba con una Barbie o con una nena a la que le gusta jugar a los autitos”.
A los 16 años se atrevió a dar una conferencia sobre inventos en TEDx Río de la Plata frente a unas 1.200 personas. “Me llevó seis meses prepararla y no dije muchas de las cosas que había preparado, improvisé mucho. Después de eso armé una impresora 3D. Había ido a un campamento de ciencia en Estados Unidos, vi cómo eran, cómo se construían y me di cuenta de que de ese modo podía hacer mis proyectos con materiales más atractivos y menos fáciles de romper. Al armarla también me di cuenta de que cualquiera podía hacerlo. Mostré la máquina en charlas, contando cómo la había hecho y cómo funcionaba. Era muy económica y fácil de construir. A una de esas charlas llevé unos cuadraditos impresos en 3D. Ahí, un flaco se paró y me dijo: ‘Pibe, lo que hiciste es una genialidad o una terrible mierda’. Así nomás. En definitiva, lo que pasaba era que el flaco no lo podía creer”. Otra puerta se abría. “Me di cuenta de que era una idea muy buena. Cuando le picás el gusanito de la incomodad a alguien con algo, es porque ese algo no había sido visto antes”.
Tras aquella charla, Tubaro se asoció con un amigo para crear impresoras 3D económicas. “Fue ahí cuando se contactó la mamá de Felipe para decirme que precisaba una prótesis. Pasé dos años trabajando en eso, fue un proceso largo, hasta que logré imprimir una prótesis móvil”. La madre de Felipe, de 10 años, le envió un video en el que se lo veía moviendo el muñón, diciendo que le dolía el músculo porque, obviamente, volvía a hacer fuerza con esa parte del cuerpo.Así como aquel hombre que se levantó en la charla para decirle que lo que había hecho era una genialidad o una “terrible mierda”, otras voces han saltado ante la aparición del invento. Tubaro confiesa que recibió “amenazas, cartas, mails, denuncias” de empresas o empresarios. “Pero no pueden hacer nada porque en el equipo tenemos ingenieros y ortopedistas. Además, no las vendemos”, dice.
Ahí, la clave. El invento del argentino fue premiado con 60.000 dólares por History Channel. Y es lo que le permite, al menos, crear las primeras prótesis gratuitas. Se trata de un productor que sigue el modelo de negocio freemium, es decir: ofrece servicios y productos básicos de forma gratuita, luego cobra por los repuestos, lo cual le permite seguir financiándose.
En la web de Atomic Lab, la empresa que creó para desarrollar sus inventos, figuran frases de algunos referentes. Allí están Steve Jobs, Mark Zuckerberg y maestro Yoda, de Star Wars (“Hazlo, o no lo hagas, pero no lo intentes”). “Me divierto con lo que hago, con el proceso, y sé que cuando uno se divierte y hace lo que le gusta, contagia esa emoción y esas ganas”.
Así sucedió. Necesitó tiempo, pero sucedió. Hoy, desde Atomic Lab lleva entregadas más de 150 prótesis. “Me da mucha curiosidad saber hasta qué punto podés exigirle a la tecnología para que cumpla tu meta. En mi caso, la meta era darle movimiento de mano a alguien, la de Feli, y llevó tiempo, horas sin dormir, mucho, mucho estudio”. Ahora la meta es entregar un millón de manos. Afortunadamente, no está solo. La prótesis creada para Feli en Atomic Lab trabaja junto con otras personas y, además, cuenta con el apoyo de los llamados “embajadores atómicos”, voluntarios de distintas partes del mundo que, desde sus casas, imprimen prótesis, compuestas de 14 piezas. Los interesados en ser “embajadores atómicos” pueden escribir a [email protected].
El trabajo de impresión demanda unas ocho horas. Hacer las prótesis tiene un costo de cinco dólares. Y se entregan gratis. Una mano protésica sin movilidad cuesta unos 3.000 dólares. “Es sencilla, fácil de usar. La persona mueve el muñón hacia arriba o hacia abajo, como un títere”.
¿Cómo vienen progresando los otros proyectos de Atomic, como el traductor de texto plano a Braille?Estamos trabajando en pruebas. El foco ahora son las prótesis. También queremos fabricar impresoras 3D de cartón, muy baratas. Pero ahora, la prioridad son las manos.
¿Cómo imagina el futuro?No puedo imaginar el futuro. Pienso más en el día a día. ¿En qué pensaba yo cuando desarmaba planchas, cuando agarraba las sorpresas del Kinder? En algún momento los puntos de lo que estoy haciendo ahora se van a conectar con lo que voy a hacer más adelante. Si no empezaba a trabajar en impresión 3D, si no ganaba la plata de History Channel que me permite financiar el proyecto y me permitió ampliar mi círculo, que es lo que me llevó a trabajar en el traductor de texto a Braille y tantas cosas más. Creo que la inteligencia articulada va a permitir hacer un montón, pero me gusta mirar el día a día y ver qué puedo hacer. Creo que en Atomic aportamos granitos de arena, y así es como podría ver el futuro, aportando granitos.
¿Qué va a ocurrir cuando se termine el aporte del premio de History Channel?El proyecto es freemium. Las prótesis duran unos seis meses. Si sos un chico tal vez te duran cuatro o cinco meses. Ahí es necesario cambiarlas, ahí sí hay que comprarlas. Pero si no puede pagar el repuesto, vamos a intentar entregarla igual, porque con lo que se paga por dedos, por otros repuestos, 15 o 20 dólares, se financian otras prótesis.
Felipe ahora puede andar en bici. Puede pescar. Es, como dice Tubaro, Iron Feli. Una fotografía del niño con su mano de Iron Man lo demuestra. Ahora hace lo que muchos niños pueden hacer. “Eso es posible cuando invertimos en los jóvenes”, había dicho Obama aquella tarde en Buenos Aires.Tras la charla en Kibón, varias personas se acercarona a Tubaro para ofrecer su apoyo en Uruguay como embajadores. Uruguay era precisamente el país que faltaba.