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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáJuan Feldman habla en español y en inglés al mismo tiempo. Dice “you know”, pero no tanto como una muletilla, sino mirando al interlocutor como esperando reafirmación. Tiene 44 años y vive hace más de 20 en Los Ángeles. En Venice —donde según las películas la gente bronceada va a patinar en roller— él estableció su hogar. Se fue siguiendo esos impulsos que se hacen oír tan fuerte que, una vez que llegan, ya no se puede pensar en otra cosa. Sus trabajos como asistente de dirección y productor de cine y comerciales y la puesta en escena de algunas obras teatrales fueron empedrando un camino cuyo destino era el obligado en Hollywood.Los carteles del cine donde tiene lugar la entrevista con Feldman anuncian el estreno de su primera película como director: “Pura vida”, y él está radiante de poder estrenarla en su país, a pesar de ya haberla estrenado en Nueva York y Los Ángeles.El guion se basa en una historia que él mismo quería contar: la solitaria Jane (Marcia Gay Harden) pierde su trabajo cuando la biblioteca en la que trabaja cierra sus puertas, y decide viajar a Costa Rica para “generar lindos recuerdos” antes de autoprovocarse la muerte. Pero el colorido país caribeño pone patas arriba sus planes cuando Juan (Óscar Jaenada), un guía con bastante de gigoló pero de buen corazón, se le acerca ofreciéndole sus servicios con segundas intenciones. Lo que sigue es el ir y venir de esos dos mundos que parecen incompatibles pero, como dos piezas de Lego, empiezan a encajar.
El viaje del héroe. Feldman llegó a Estados Unidos en 1995 dispuesto a trabajar de cualquier cosa. Fue mozo, pintó casas, despintó casas —“que es mucho más difícil que pintarlas”—, conoció a una estadounidense y se casó para conseguir la Green Card. Después se enamoraron, “como pasa en las películas”, y tuvieron un bebé, el primero del director. Los años pasaron, pero sus visitas anuales a Uruguay no cesaron. En una de ellas, hace siete años, tuvo a su segundo hijo con una amiga. “Ahora que cumple ocho lo voy a poder ver más seguido porque a esa edad los niños ya pueden viajar solos en avión”, cuenta Feldman, que prevé seguir viviendo en Estados Unidos, convencido de que “Uruguay es el mejor país para vivir cuando se es niño, o cuando se es viejo”.En cierto punto consideró que era tiempo de hacer su primera experiencia como director de un largometraje. “Es necesario tener una carta de presentación”, asegura. Por eso se lanzó a la aventura, y estuvo dispuesto a volcar en ella cada dólar generado en todos sus años viviendo en la gloriosa tierra de los sueños.Él la dirigió y la produjo, en el sentido más abarcativo del término. Fue inversor y solucionador de problemas en el set. “De repente le estaba dando una indicación a Marcia y venían, me decían ‘Juan, falta plata para esto”. Entonces, él se excusaba y, con disimulo, sacaba la billetera. Eso, dice, no lo hace nunca más.Aunque se lo ve divertido al hablar de algunos de los contratiempos que sobrevinieron antes, durante y después del rodaje, todavía se perciben vestigios de horror en el relato de aquellas peripecias. En esta, su primera experiencia, aprendió algunas cosas de la peor manera. Todo hay que dejarlo por escrito de antemano, los arreglos de palabra no tienen ningún tipo de peso en Hollywood. Ese tipo de acuerdos que estableció más a la usanza uruguaya terminaron aumentando el cachet de algunos técnicos que se habían comprometido a trabajar por menos, y, en consecuencia, hicieron que el presupuesto total consumiera todos los ahorros del director.
Zona de confort. Feldman sabía que quería hacer su primera película en un lugar que conociera muy bien. Podría haber sido Los Angeles o Montevideo, pero fue Costa Rica, un lugar en el que también había pasado mucho tiempo por motivos de trabajo. “Alquilamos un hotel y ahí filmamos y nos hospedamos”, cuenta.En el escenario agreste de Portasol, una comunidad sostenible en Costa Rica, florece esta historia de amor. Entre “casado con pollo” con cerveza, el plato típico que el guía turístico le hace probar a la bibliotecaria, e “Historia de dos ciudades” (de Charles Dickens). La mejor historia de amor según Jane, también termina cautivando a Juan, y así empieza a tejerse este vínculo que implica una transformación para ambos.En los últimos días de rodaje, el director les dijo a todos los técnicos que invitaran a sus familias: “estar filmando y ver que tu hijo está jugando en la playa te pone feliz”, y que el equipo estuviera feliz parecía importante en una película como “Pura vida”.Feldman, acostumbrado a recibir el feedback instantáneo del público en el teatro, se vio gratamente sorprendido al leer algunos comentarios de los espectadores en la página de Facebook de la película. Allí supo que un hombre había viajado de Philadelphia a Nueva York solo para ver la película, que una mujer volvería a verla para llevar a su madre, y que otra la consideraba la mejor película que había visto en mucho tiempo. Él responde a algunos comentarios con un efusivo agradecimiento, seguido de un “pura vida”, y su firma.
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