Juega al rugby desde niño. ¿Pensó alguna vez en dedicarse profesionalmente?
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáNunca me imaginé viviendo del rugby, pero estuve durante un año en la selección mayor, y también en la selección juvenil a los 17, 18 años. Es como vivir del fútbol, son muy pocos los que pueden hacerlo. De todas maneras, es muy importante, los martes y jueves de noche son sagrados porque tengo práctica, y si falto no puedo jugar el sábado. No me importa si es el cumpleaños de mi mujer o mi madre. Además, veo más cercano el momento de abandonar, por las lesiones y porque estadísticamente después de los 35 años son muy pocos los que pueden seguir jugando.
Ahora sumó a su esposa (Sol Fernández) a su club, el Old Christian.
Mi mujer empezó a jugar al fútbol femenino. El otro día le vi el carnet del Christian en la billetera y me emocioné. Desearía que jugara rugby, ella y mis hermanas, pero esa pelea ya la di por perdida hace unos años. El año pasado me tocó ser técnico de fútbol en un torneo que jugaban Sol y mis dos hermanas, y yo no sé de fútbol. Ni siquiera lo miro casi en la tele. Si tengo tiempo de mirar deporte miro rugby.
En la televisión mira rugby. ¿Qué más?
Series. Ahora que estuve en España, con mi mujer empezamos a ver “Isabel la católica”, te muestra toda la historia de las conquistas de España y por eso me enganché. También soy fanático de “The Walking Dead” y “Vikingos”.
Tiene tres hermanos, dos mujeres y un varón. ¿Son muy cercanos?
Nos juntamos por lo menos una vez por semana. Los domingos jugamos al Catan que nos tiene enganchadísimos. Es un juego de mesa alemán que tendrá 20 años pero que recién ahora llegó acá y se consigue en Chile. Dicen que de tres que aprenden a jugarlo dos se fanatizan; es una mezcla entre el War, el Monopoly y Age of Empires (que es un juego de computadoras). El Catan también está online, así que a veces nos conectamos todos al mismo tiempo y jugamos ahí. Es esa mezcla entre juegos de familia y terminamos todos peleados, porque somos muy competitivos.
También le gusta jugar al poker y hasta ganó un torneo de Chivas Regal que lo llevó a Montecarlo hace unos años, ¿lo sigue haciendo?
Estudiaba, le dedicaba mucho tiempo. Cuando gané el torneo dejé de jugar, porque me di cuenta de que había que dedicarle mucho tiempo, estudiar. Además como es de apuestas la gente no lo entiende bien. Algún día voy a volver, pero no en los próximos 15 o 20 años. Cuando vaya a jugar el torneo mundial a Las Vegas, ahí dedicaré dos, tres, cuatro meses a prepararme y estudiar.
Le gusta comer y viajar, y lo hace varias veces al año por estudio (cursa un máster en negocios a distancia en el exterior) y por trabajo. ¿Adónde volvería por una noche a comer?
Me gusta probar cosas nuevas, comidas raras, es la mejor forma de viajar, la historia de la comida y la bebida es lo que más me divierte. Volvería a España, nunca había ido hasta enero de este año (2016). Me enamoró. Cada pueblito tiene su comida especial. Hay un restaurante en Madrid que se llama Casa Ananías, al que solo van españoles, los mozos son veteranos y no hay música. Te dan una carta pero siempre tienen especialidades frescas. Ahí probé pamplinas, que son una especie de tréboles que crecen en el borde de los arroyos de agua muy pura, y se consiguen en invierno. También tiene los callos a la madrileña que son una delicia, me encanta la buseca, el guiso de mondongos, los guisos.
Se dedica al vino, pero ahora incursiona en la competencia, elaborando la cerveza artesanal Bizarra. ¿Le gusta más tomar cerveza que vino?
Tengo semanas que me fanatizo con la cerveza. Estoy dos, tres semanas probando cervezas, y de repente hago como un corte y vuelvo al vino. No todo el tiempo tenés las cervezas que te gustaría tomar, y el vino es mucho más amplio, lo llevo más en mi cultura.
Es ingeniero en alimentos. ¿En qué lo aplica?
Con mi padre (Fernando) somos los dos ingenieros, yo de alimentos y él químico, somos muy de los números, medimos todo, hacemos ensayos, y resolvemos problemas. En la bodega, por ejemplo, tenemos un laboratorio completísimo, analizamos todo. Fuimos la primera bodega de América Latina en certificar ISO 9000. Que no influye tanto en el producto pero sí en mantener la calidad. Por otro lado, confieso que la carrera fue más difícil de lo que me imaginé, pero al final me fue muy bien. Ahí conocí a mi mujer, que arrancó la carrera conmigo pero después se cambió a Odontología. Y un grupo de amigos enorme. Disfruté mucho por momentos, pero el esfuerzo fue enorme.
Se dice que los bodegueros en Uruguay solo toman sus vinos.
Mi abuelo y mi padre se mueren si me ven que salgo y pido un vino de otra bodega, porque tienen la creencia de que el dueño del restaurante puede pensar que no pedís tu vino porque considerás que está malo. Pero si vas a Francia todos los enólogos y dueños de bodegas se prueban sus vinos. Me gustan mucho los vinos franceses, también los californianos. Salgo del país con una caja de 12 botellas especial para despachar, la llevo con vinos para una degustación o para intercambiar botellas con otros bodegueros, y vuelve llena. Ahora fui a Jerez y me traje un montón, porque acá no se consigue.