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    Entrevista: Miguel Ángel Dobrich

    ¿Te sentís periodista? Hoy me definiría como un periodista cultural de viejo. Creo que he comprendido desde lo negativo que al final soy eso. Aunque me define mucho más mi vida personal. 

    En febrero vas a abrir una plataforma de periodismo tecnológico que se llama Amenaza Roboto. ¿Qué te gusta de esta área? Bueno, todo. Cuando empecé a trabajar como periodista cultural me pregunté cuáles son los agentes que definen los productos que terminamos leyendo, escuchando o viendo. Esos agentes eran personas o empresas. Hoy en día son algoritmos. Tu ocio, tu vida social, la burocracia, es todo indisociable de estos datos exponenciales que ha dado la tecnología. Es decir, la tecnología digital atraviesa absolutamente todos los campos de la vida. Cómo no me pueden interesar las posibilidades que hay con relación a eso y que nos da a nosotros, los profesionales de la comunicación (aunque ese concepto me parece un chiste). Entonces me dije que podía aprovechar los caminos recorridos, como una especie de spin off, para crear Amenaza Roboto. El eslogan del proyecto es Periodismo exponencial.

    Al nombrar tu eslogan te sonreíste. ¿Por qué? Me genera alegría infantil. Periodismo exponencial es jugar con una utopía, la tecnología salta de un modo exponencial y el periodismo debería —es una imposibilidad— acompañar esos saltos e intentar explicar qué está pasando.

    ¿Qué medios leés? No leo ningún diario local. Durante muchos años lo que hice fue comprarme la Revista Ñ, la ADN, La Nación; pago la suscripción al The New York Times y no es por snob, es porque me ofrecen una cantidad de contenidos fascinantes. Me interesa lo extra. No tendría problema en pagar por un diario uruguayo si me dieran más de lo poco que dan.

    ¿Por qué muchas veces te mostrás descontento con Montevideo? Mi proyecto de trabajo se llama MVD NO (podcast de entrevistas) y se puede explicar desde varios lugares. Creo que nuestra identidad es inseparable de lo negativo. “¿Argentino? No, uruguayo”. Siempre está esa cuestión que precede al ser uruguayo de definirse por la negativa. Con Montevideo me parece que hay como un culto desde varias manifestaciones culturales de la nostalgia, de lo gris, de la depresión, de la tristeza.

    ¿Pero tiene cosas buenas? Claro que sí. Es un lugar repleto de oportunidades, saturado de talentos, que da muchísimas chances, como la posibilidad de dialogar con un ganador de Cannes, hablar con grandes referentes del saber, la cultura o el deporte en sentido amplio. MVD NO es burlarse de eso, intentar pensarnos de modo más abierto. Es jugando, pero no creo que sea el lugar más agobiante. ¿Me caliento con Montevideo? Por supuesto. 

    ¿Qué es lo que te molesta de Montevideo? ¿Me estás jodiendo? ¿Qué es lo que me calienta? Funcionan cien mil cosas mal. Es un lugar en el que a diario pareciera que carecemos de sentido común. Donde continuamente se le falta respeto al prójimo. (Parezco una vieja ahora...). Lo que quiero decir es que es un lugar donde las veredas están hechas para descaderar ancianos. Hay cosas que han ido mejorando, pero tiene una cantidad de cosas mal que son indisociables del espacio público, de la burocracia. Sin embargo, tiene una cantidad de desafíos que si uno escapa al discurso circular de la oscuridad son todas atendibles y corregibles.

    ¿Alguna vez te quedás quieto? No.

    ¿Y cuando hacés cosas que no te gustan? No hago cosas que no me gustan. Es una decisión que tomé.

    ¿Nunca te llegan ofertas de trabajo que no te gustan? Muchas veces. Parecería que fuera soberbia. Tengo 37 años, comencé a trabajar en los medios a los 19. He tenido ofertas, pero ya experimenté trabajar en cosas que no me interesan y soy consciente del daño que me generan.

    Con confort y arbitrariedad es otro de tus eslóganes. ¿Cómo surgió? Es un valor. Abrazar el confort y la arbitrariedad es básicamente aceptar que no sos un idealista. 

    ¿Qué es ser un idealista? Una persona que se jacta de creer en el confort y la arbitrariedad... no cree en nada. Le pedís a la vida tan poco. Es un hermoso valor. El confort es importante para cualquier escucha. A diferencia del uruguayo medio, asumo el paso del tiempo y no creo que a los 37 años sea un pibe. Soy un adulto y lo llevo joya. La arbitrariedad es tener la libertad de decir lo que quiera y de dialogar con quien quiero. 

    ¿A qué edad asumiste que eras agnóstico? Me di cuenta de que era agnóstico antes de los 16. Cuando me cambié al Jesús María —que insisto, se llama Jesús-María— no había chances de evitar la catequesis. Entonces me enfrenté con el Antiguo Testamento, el Nuevo, y mis preguntas desde el sentido común provocaban que me echaran seguido de clases.

    ¿Tenés tres hijos? Una niña de seis años y mellizos, varón y nena, de cuatro. Martina, Iván y Emma.

    ¿Les pusiste nombres internacionales? Mi pareja es suiza, su madre es alemana, y tenemos familia que está desparramada por el mundo, buscamos que los nombres de nuestros hijos fueran fácilmente pronunciables más allá del lugar en el que el día de mañana moren. Fue una decisión práctica.