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El panorama de las mujeres en el campo sigue siendo difícil. Antes se daba por el machismo loco, y aunque ahora ha mejorado, tengo que destacar la fortaleza de las mujeres rurales. Son duras, independientes, no tienen miedo a nada, se remangan la camisa, agachan el lomo y trabajan en lo que sea. Además, crían a sus hijos, cuidan su matrimonio, cocinan, lavan, planchan, se informan y quieren superarse.
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Como empresaria, cuando estaba en el campo, mi vida familiar fue muy difícil. No les podía exigir a mis hijos que estuvieran en el campo de Florida porque no había nada y yo no podía estar en la ciudad porque los boniatos hay que cuidarlos. Mis hijos se quedaban con la institutriz en Montevideo y me visitaban los fines de semana. Mi hijo menor, Guntram, y sus hijos son uruguayos, pero en el campo no podían estudiar.
Recuerdo que cuando empecé con el establecimiento Los Fresnos fue terrible. La tierra siempre fue mi pasión. Leí sobre el tema, me informé con mis primos sobre las mejores razas y me asesoré en Argentina. Me pasó de todo, tuve trabas de los hombres, que supuestamente sabían más, y hasta me vendieron animales cuando yo no estaba. Para superar esa etapa me instalé en el campo y por más de cuatro años no viajé a Europa. El campo hay que llevarlo en el corazón y en el alma. Me levantaba y acostaba con la gente, no teníamos agua ni luz, soportamos sequías e inundaciones. Y sumado a eso, por ser mujer y “gringa”, todo me costaba el doble. Siempre fui muy innovadora y a su vez defensora del bienestar animal, de las tierras y del agua. Sin campo no hay comida, no hay vida. Al principio no entendían. Me tuve que hacer respetar generando su confianza porque la viveza criolla es terrible. No respetaban las ideas de una mujer joven, pero después las cosas mejoraron. Incluso, cumplí mi sueño de hacer genética, vital para mejorar la producción.
Hoy, tener campo es una piedra machaza en el zapato. Tuve la suerte de comenzar en otros gobiernos en que las cosas eran más fáciles, sin tanta burocracia ni tantas trabas. Si ahora tuviera 30 años no apostaría al campo, en Uruguay no. No se puede trabajar con un empleado mirando el reloj. Cuando un animal está por parir y se tranca el ternero, hay que ayudarlo. Entonces, ¿qué hago? Le tengo que pagar el doble porque la pérdida de un animal es mucha plata.
Lamentablemente, el futuro del campo no es alentador, pero rescato el trabajo de las mujeres en todos sus puestos. Las mujeres son más sensibles, organizadas, emprendedoras y tienen visión.
¡Hay tanto para hacer en Uruguay! ¡Quieran su tierra! Miren su historia, la tierra siempre salvó la petisa, por favor, no le demos la espalda a la tierra.