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    Pongámoslo así - Editorial

    Esta es una historia muy chiquita, como tantas que hubo en el país del Como el Uruguay no hay. Esta es bien moderna, bien siglo XXI, pero igual de chiquita, llena de sacrificios e impregnada de una ternura enorme, que debe ser la que emana de la propia persona que la encarna y, seguramente, de mi propia mirada hacia él, no sé si por madre de varones adolescentes, por un espejo propio a esa edad, cuando también intentaba abrirme camino en el sueño de trabajar de lo que me apasionaba, o porque, como a todos, el talento, cuando es peleado bien de abajo, nos conmueve más.

    Nunca intercambiamos una sola palabra, pero es alguien a quien quiero.

    Lo conozco por cuentos de otros, por verlo hacer cosas, por su bellísimo trabajo, por la forma en que veo a otros quererlo. Y lo quise para siempre el miércoles 27 de abril, cuando encorvadito y muerto de vergüenza, y sin que estuviera en ningún libreto, le alcanzó al escenario un humildísimo ramito de tres rosas a su colega, la ganadora de Lúmina, el certamen de diseñadores de indumentaria que organiza Punta Carretas Shopping.

    Tiene 21 años y cose. Imagínense: un varón que cose: no diseña, aunque también, y por eso llegó a nuestros ojos y oídos, pero lo mejor que tiene es que cose él, con sus manos. Cose desde que vivía en Tacuarembó con su madre y le hacía los vestidos para las fiestas de 15 a sus amigas. Se llama Gustavo García, como Tavo García lo conocen en el mundo de la moda, adonde llegó públicamente hace dos años, cuando ganó el mismo certamen. Fue el primer varón elegido, pero después también fue finalista en el Shoe Talent, la competencia de diseño de zapatos que organiza Stadium para su marca Miss Carol y al que se presentan estudiantes destacados de las ya media docena de escuelas universitarias de diseño.

    Él estudia Vestimenta en la UTU, una carrera que siempre tuvo prestigio por la buena formación de sus profesionales, y cuyo músculo sostenido se intuye si se tiene en cuenta el devaluado apoyo real a esta institución estatal, a pesar de las lindas y graciosas declaraciones del presidente anterior del país.

    Tavo es, por tanto, un producto de la educación pública, del tesón de una mamá enfermera de las de turnos interminables, de una cultura del trabajo, de una educación en el agradecimiento y la humildad y, sobre todo, del triunfo del talento.

    Aun así, y aun siendo estudiante de una carrera pública, tuvo que dejar sus estudios en cierto período de su vida porque vivir en Montevideo era demasiado lujo para una familia que lo necesitaba allá.

    Como en las películas, al ganar Lúmina con el premio viajó a Londres y allí alguien con buen ojo lo invitó a Berlín, y desde aquí quienes se han conmovido con su historia y con su talento lo han conectado con gente de allá para que lo vieran hacer.

    Hoy tiene el lujo, para él, de seguir yendo a la UTU y de seguir cosiendo para amigas y ahora algunos clientes.

    Acuérdense de él. Contrariamente a la impresión de mucha gente, hay jóvenes hoy que pelean su futuro con compromiso y con la esperanza que les da su propia fe. Tavo es uno, y aunque estas líneas no las escribí antes por puro pudor ante la vergüenza que le va a dar a él leerlas, aquel ramito de tres rosas me convenció de que valían la pena.