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Pocas veces me han comentado tanto algo que dije por ahí como cuando se emitió una entrevista con Anabella Jünger para su programa del canal de Nuevo Siglo. Creo que semejante respuesta se centró en la parte en que conté que la madre de un compañero de mi hijo mayor me había dicho: “y sí, uno vive para ellos”, y yo me descubrí pensando: “pah, yo no”.
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Muchas mujeres, quizás con edades de pasados los 40, y también algunos hombres elogiaron la entrevista, aunque pocos se refirieron a ese comentario, pero yo sabía que era por eso, porque tampoco había hablado de nada demasiado brillante (si es que alguna vez lo hice, bah). Me llamó la atención que quienes sí aludieron a ese pasaje lo dijeron en voz baja, con tono de complicidad.
Así que, para quien lo necesite, y que no tiene por qué haber visto ese programa, lo repito, y hasta quizás resulte útil como aporte personal al día de la madre: yo no vivo para mis hijos. Y agrego: estoy harta de los y las (acá vale la pena el “todos y todas”) terroristas de la teta, de los grupos de WhatsApp de madres del colegio, de madres y padres del club, de madres militantes de la maternidad ecológica y, en fin, de madres cuyo único propósito es ser madres (lo cual es muy respetable), pero pretenden que todas nos midamos con la vara de su opción. Y, sobre todo, estoy harta de quienes juzgan y culpan todo el tiempo a las madres por cualquier mal de este mundo que haga o sufra cualquier persona menor edad, en especial si es pobre o sospechosa de llevar una vida no ortodoxa.
No vivo para mis hijos, pero los amo y elegimos tener a ambos en el momento en que quisimos mi marido y yo. Hace más de 15 años que no duermo más de tres noches seguidas de corrido, salvo que esté de viaje (nunca por más de cuatro noches, si no voy o vamos con ellos); y hace más de 15 años que me pasa lo mismo que a cualquier madre que trabaja fuera de su casa, y en mi caso, reconociendo un montón de privilegios de la clase media (media de la de antes).
Tampoco creo que deba justificar que no vivo para ellos, pero los amo y me desvivo y toda la perorata. Pero no llego a tan crack como para no sentir culpa ni necesidad de explicarme. Ojalá. Debe ser una deformación: mi hijo mayor tiene un desorden neuropsicólogico que me ha obligado durante toda su etapa escolar a andar pidiendo perdón a las otras madres y agradeciendo a los colegios por seguir teniéndolo a pesar de sus problemas de conducta (pegaba por impulso; después supimos que, muy lejos de hacer bullying, lee mal la realidad y así respondía al sentirse agredido. El problema se fue resolviendo luego de casi una década de unas terapias con las cuales habríamos comprado dos casas, pero nos permitieron sacar la mejor versión de un adolescente que construye robots y hace películas de animación en 3D). Fueron años de leer miradas que decían: “no sabés ponerle límites”, “qué mal educado este niño”, “esta se debe pasar de fiesta en fiesta por la revista y andá a saber quién le cría a los hijos”, y muchos etcéteras.
Es por eso que, como regalo del Día de la Madre me gustaría decirles a aquellas que sufren las culpas en silencio por tener deseos de salir corriendo de su casa a ver una película, las que admiran en secreto a las que se van de viaje con amigas (con el marido o por trabajo está mejor visto), las que no hacen la torta de cumpleaños porque no les da la gana cocinar o no les interesa, las que se sienten la peor de todas porque el bebé no se alimenta solo de la teta, que no son las únicas, ni están haciendo ningún desastre que lleve a esos niños a hacer ningún desastre de sus vidas.
Hoy parece que como ya ni al más recalcitrante de los conservadores se le permite mostrarse como represor del género, la cosa está viniendo por el lado de la maternidad, porque unas cuantas compraron aquello de que si no les das solo teta, te salen torcidos; si no socializás con las demás madres del colegio, si no lleva solo comida casera a las meriendas compartidas y si no lo vas a mirar jugar al fútbol en una cancha que está en otro departamento un domingo a las 8 de la mañana, sos la peor de todas.
Se puede tener una vida, aunque seas madre: una vida amorosa con tu marido o con quien quieras, una vida profesional, una vida universitaria y también una vida social. Parece mentira que tengamos que enunciar esto en 2017. Y ya no porque las madres dejen de hacerlo, sino porque tienen miedo de mostrarlo, y mucho más de decirlo, incluso por el temor de que otros, y sobre todo de que otras las juzguen.
Quizás no podamos cambiar a los y las otras (por ahora), pero al menos intentemos no vivir temiendo su mirada.
Así me gustaría celebrar con otras pares el Día de la Madre.
Lo demás es festejo, almuerzos de cosas ricas (sin lavar los platos), lindos regalitos y domingo de descanso… de descanso para todas, las que están de acuerdo con el alegato y por supuesto, también las que no.