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    Con cien millones de usuarios diarios, diez mil millones de views por día y un valor de mercado de 16 mil millones de dólares, Snapchat —la aplicación que permite compartir videos, fotos y textos que desaparecerán al ser vistos o luego de 24 horas de su publicación— es el último furor tech

    Hay ejemplos para todos los gustos. Uno: Mauricio Macri mostrando los entretelones de la llegada de Barack Obama a Argentina. Dos: Burberry transmitiendo en vivo el backstage de su campaña primavera-verano 2016 fotografiada por Mario Testino. Tres: Serena Williams comiendo el arroz con salmón que figuraba en el Dog Menu del hotel de Roma. Cuatro: Kendall Jenner dentro de la limousina que la llevaba a una de las exhibiciones en el Festival de Cannes.

    Y así se podría seguir hasta el hartazgo. Por estas horas hay millones de ejemplos relevantes e irrelevantes de lo que gobiernos del mundo, organizaciones no gubernamentales; marcas de moda, grifas de lujo, de deportes, de alimentos, de bebidas alcohólicas; medios de comunicación, un amplio abanico de celebridades y muchos, muchos, muchos seres anónimos deciden exhibir a través de la cámara de su teléfono inteligente.

    La explicación: Snapchat. Una vez más un nombre en inglés. Una vez más una app. Una vez más el exhibicionismo; la vida privada ahora tan poco privada; la necesidad de mostrar lo cotidiano, lo poco trascendente, lo que —al fin de cuentas— todos queremos ver. Eso es ahora.

    Antes, en 2011, Snapchat era una aplicación muy lejos del mainstream. Su principal objetivo era que todo lo que habíamos escrito, fotografiado, filmado y enviado a alguien desapareciera. Desaparecer en los tiempos de Internet —donde todo se encuentra, todo queda, todo se descubre— es (o era en ese entonces) un valor en sí mismo. Y Snapchat fue furor, al principio en las generaciones más jóvenes. Los adolescentes —que crecieron con el concepto de sexting y que tantos líos habían tenido porque, muchas veces, las imágenes se viralizaban o se compartían— se sintieron seguros. De esta manera podían mandar fotos, videos y chats, todo lo subido de tono que quisieran, con la certeza de que después de vistos se iban a borrar del dispositivo del o los destinatarios.

    La seguridad duró poco. En octubre de 2014, 200.000 videos y fotos enviados a través de Snapchat fueron hackeados y se subieron a la web. La dirección de Snapchat se defendió alegando lo siguiente: “Podemos confirmar que nuestros servidores nunca fueron violados y no somos la fuente de esa filtración. Los usuarios se vieron afectados por utilizar terceras aplicaciones para enviar y recibir Snaps, una práctica que prohibimos explícitamente en nuestros términos de uso, precisamente porque compromete a nuestros usuarios”. La conclusión (por si todavía existían dudas): nadie está a salvo. De hecho, la posibilidad de hacerle captura de pantalla a las historias —con el fin de guardar una copia— hace que la desaparición corra muchos riesgos. Por eso Snapchat tiene un sistema que avisa a sus usuarios cuando alguien hizo una captura de pantalla de su post. El alerta sirve solo para que el dueño de la cuenta esté al tanto, pero no prohíbe hacerlo. Lo único que puede hacer Snapchat es recomendar a los usuarios no enviar mensajes que no querrían que fueran compartidos y guardados por otras personas.

    Pero más allá de la filtración y de los resquemores por los screenshots, Snapchat goza de muy buena salud: 100 millones de usuarios diarios (Twitter, por ejemplo, tiene más de 300 millones de usuarios por mes), según cifras de principios de este año. A eso se le podría agregar la módica cantidad de diez mil millones de views por día. Pero si bien estos números, en el universo multimillonario de las apps, no parecen demasiado llamativos, sí lo es la impactante rapidez de su crecimiento.

    La clave de esta app son los snaps (estos videos y fotos a los que se les puede agregar textos, emoticones, filtros, máscaras, lentes, garabatos todo con cierta clave entre naif e infantil) que duran uno, tres o hasta diez segundos, según la elección del usuario. El tiempo que el mensajero considere necesario para que se vea o se sugiera algo. La historia se puede borrar en el instante en que se ve o 24 horas después de su publicación. Snapchat es, sí, un servicio de mensajería instantánea como Whatsapp. Pero es mucho más que eso. Sus usuarios pueden enviarse snaps directos o colgarlos para que todos sus seguidores (o los seleccionados para la ocasión) los puedan visualizar durante las siguientes horas.

    Snapchat era, inicialmente, algo para hombres y mujeres anónimos. Pero su crecimiento exponencial hizo que se sumaran celebridades. Y con el aterrizaje de los reyes de las redes sociales (Justin Bieber, Selena Gomez, Gigi Hadid, las hermanas Jenner, el clan Kardashian) la llegada de las marcas fue inminente. Hoy, Snapchat es un híbrido (como son la mayoría de las redes exitosas). Es un servicio de mensajería privada y también pública; es un soporte de comunicación novedosa para las firmas más audaces del mercado e incluso para líderes mundiales que saben que es la mejor manera de llegarles a los adolescentes; y es, también, un canal donde medios de comunicación como CNN, Vice, National Geographic, por mencionar algunos, presentan sus contenidos multimedia. Si durante décadas y décadas lograr permanecer, ser eternos era un valor en sí mismo, en 2016 se podría decir que lo que se valora es el estar aunque sea por diez segundos y luego esfumarse. Lo efímero nos gobierna hace rato y Snapchat está revolucionando (¿qué más novedades nos depararán los años siguientes?) nuestra forma de comunicarnos y de acceder a la información.

    Un dato del poder de Snapchat entre los jóvenes: el doble de los estadounidenses de 18 a 24 años que vieron el primer debate del Partido Republicano (en el segundo semestre de 2015) en televisión lo hicieron a través de la aplicación, pues algunos canales de noticias lo usaron como medio de transmisión. Los medios norteamericanos se preguntan todavía si la próxima elección presidencial será la de Snapchat, como la pasada fue la elección de Twitter.

    Más allá de eso, “The New York Times”, en un artículo publicado el 29 de abril de este año, explicó su relevancia en la siguiente línea: “No es demasiado temprano para decir que Snapchat es un símbolo muy apropiado de 2016 y uno muy poderoso”.

    Los cerebros. Empezó como suelen comenzar estas cosas: en una universidad de Estados Unidos. Evan Spiegel, Bobby Murphy y Reggie Brown estudiaban en Stanford. El prototipo fue, claro, un proyecto para una materia. Spiegel y Murphy, los dos cerebros detrás de la creación, decidieron seguir adelante y en julio de 2011 la aplicación estaba disponible para ser bajada con el nombre Picaboo. Dos meses más tarde se convirtió en Snapchat. En 2014 Brown se retiró de la sociedad.

    Spiegel, CEO de Snapchat, cumple 26 años el 4 de junio. Él es, sin duda, el personaje más conocido de la firma. A fines de 2015 “Forbes” lo situó en el puesto número 12 de los empresarios menores de 40 más ricos de Estados Unidos. Este año, su fortuna valuada en 2,1 mil millones de dólares lo colocó en el puesto 854 de las personas más ricas del mundo que publicó “Forbes”.

    Spiegel —considerado como uno de los bombones de la industria tech estadounidense— está lejos de ser un geek antisocial como su par Mark Zuckerberg. Hijo de dos prestigiosos abogados, nació en Los Ángeles en un contexto muy acomodado. Es el hermano mayor de la familia y tiene dos hermanas mujeres. Supo ser, sí, un amante de las computadoras, pero además era muy bueno en los deportes de nieve, tuvo una gran fama fiestera en sus años universitarios, donde estudió diseño de producto, y tiene licencia para volar helicópteros.

    Cuando tuvieron que decidir dónde instalar la empresa, Spiegel eligió Venice —uno de los barrios costeros de Los Ángeles—, y salir de Silicon Valley. Según un artículo de “LA Weekly”, el CEO dijo que prefería LA porque es un lugar donde se puede conocer gente que no está obsesionada con la tecnología. En 2013 Spiegel rechazó la oferta de Zuckerberg (el creador de Facebook) de vender Snapchat por tres mil millones de dólares.

    Hoy su empresa tiene un valor estimado de mercado de 16.000 millones de dólares.

    A Spiegel se lo puede ver manejando una Ferrari por las calles de Los Ángeles o de la mano de su novia, la modelo Miranda Kerr (ex mujer de Orlando Bloom y madre de Flynn), en acontecimientos como una cena de Estado en la Casa Blanca. Contrario a lo que se podría imaginar, el CEO de Snapchat es celoso de su vida privada y tiene muy poca actividad en las redes. De hecho en Instagram tiene una única imagen en su historia: el icónico fantasmita que es la imagen de Snapchat. El alma. Ya nadie puede dudarlo. Vivimos online. Algunos más, otros menos, pero lo hacemos. Y todo está ahí: nuestra felicidad, tristeza, diversión, tedio, estupidez, inseguridad. El minuto a minuto de nuestra vida dispuesto para que lo pueda ver el mundo entero o nuestros seguidores, tanto da. Este es el estado de las cosas y todo indica que así va a continuar. La frase “offline es el nuevo lujo” suena tan hermosa como irreal.

    ¿Cuántos usuarios de Internet, menores de 40, hay hoy que se puedan ir de vacaciones durante 15 días sin subir una única foto?

    En 2014 Spiegel lo dijo en una conferencia con tanta contundencia como sencillez: “Simplemente vivimos y comunicamos al mismo tiempo”. Ya no es solo cuestión de textos. Ahora una imagen o un video generan una conversación. También en 2014, el CEO de Snapchat le dijo a la página web “Record” lo siguiente: “Se trata de construir algo con sentimientos”. Los millennials adoptaron está filosofía al instante. Según los datos de la empresa especializada en temas tecnológicos ComScore, casi 65% de los jóvenes de entre 18 a 24 en Estados Unidos usan la aplicación. En la franja etaria que va de los 18 a los 34 está segunda en el tiempo que se les dedica a las aplicaciones por mes después de Facebook.

    El fenómeno no solo es propiedad de Estados Unidos. Según Pablo Buela, especialista en temas de redes sociales, en Uruguay los adolescentes son grandes usuarios de Snapchat. “El año pasado di una charla a alumnos de 5º y 6º de liceo de un colegio privado de Montevideo. Pregunté cuántos usaban Facebook. Levantó la mano 90% de la clase. Pregunté cuántos usaban Twitter, 70% de la clase. Pregunté cuántos usaba Snapchat y levantó la mano 100% de la clase. Está sumamente masificado en el target teen”, contó Buela.

    Snapchat, más allá de su esencia efímera, tiene otras ventajas frente a sus pares o a las aplicaciones similares. Es muy poco exigente a la hora de pedir datos de sus usuarios. Alcanza con el nombre y poco más, a diferencia de Facebook, que es sumamente invasivo a la hora de solicitar cada vez más información. Tampoco admite comentarios, lo que hace que quienes usan Snapchat se sientan libres de publicar lo que quieran sin temer una catarata de respuestas agresivas.

    En entrevista con “La Nación”, Julián Gallo, consultor de estrategia digital y redes sociales de Presidencia de Argentina, explicó que Snapchat es un medio amistoso y que “está creando una narrativa que no tiene antecedentes”. “En las historias de Snapchat, formadas por fragmentos de videos o fotos unidos de manera rudimentaria en un orden cronológico, aparece una sustancia indefinida que no detecto en otros medios. Se trata de una textura hiperreal que aporta la sensación particular de participar en una historia. Las imágenes simples de los teléfonos celulares, la actuación sin edición de los protagonistas frente a la cámara, la visión directa de los hechos (los videos de las historias no se pueden 'subir' desde otros dispositivos, ni siquiera pueden estar pregrabadas) crean un efecto que nos emplaza en un lugar al que no asistimos. Es muy parecido a tener recuerdos vívidos de acontecimientos que no experimentamos”, afirmó Gallo.

    Si hay algo que parece evidente por estos tiempos es que todos queremos participar en acontecimientos o existencias de los que no fuimos ni somos parte: el Festival de Cannes, la vida de revista de Mauricio Macri y Juliana Awada o de Barack y Michelle Obama, el backstage de las campañas publicitarias de las marcas de moda que anhelamos, y hasta la cotidianidad del hogar de los tan poco valorados Kim Kardashian y Kanye West. Aunque más no sea por unos segundos que no podremos volver a ver nunca más.

    El poder también tiene sus snaps

    De los cien millones de usuarios activos a diario, poco más de una docena de cuentas pertenecen a líderes mundiales y los organismos internacionales. Según el estudio “World Leaders on Snapchat”, realizado por Burson-Marsteller y publicado en abril, estos son algunos de los pioneros:

    • El Consejo Europeo.

    • El gobierno francés.

    • François Hollande, presidente de Francia.

    • Mauricio Macri, presidente argentino.

    • Michael Higgins, presidente de Irlanda.

    • El departamento de Estado de Estados Unidos.

    • La Casa Blanca.

    • La Oficina de Asuntos Extranjeros del Reino Unido.

    • Naciones Unidas.

    • Unicef.

    • El Foro Económico Mundial.

    • El Parlamento Europeo.

    • La Agencia Espacial Europea.