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    Un libro sobre la conducta del periodista Víctor Hugo Morales en la dictadura abrió debate respecto a su práctica profesional

    “Desde que ingresé al periodismo escrito ‘disfruto’ al comprobar que lo dicho no lo cambia nadie”. La frase la escribió Víctor Hugo Morales en una nota que publicó en el diario “Mundocolor”, editado por “El País”, en 1977.

    Esa misma frase es la que abre el libro “Relato Oculto, las desmemorias de Víctor Hugo Morales”, de los periodistas Leonardo Haberkorn y Luciano Álvarez, en el que recogen testimonios de un estrecho relacionamiento del relator de fútbol y periodista con militares de alto rango del Batallón Florida durante varios años de la dictadura militar uruguaya (1973-1984).

    Según sus autores, el libro “no pretende ser una biografía no autorizada” sino una investigación “sobre la vida profesional y pública de Víctor Hugo Morales: sus escritos, sus dichos y sus acciones como periodista”.

    Haberkorn y Álvarez revelan en su libro que Morales, que en varias notas y columnas construyó una imagen de periodista opositor al régimen de facto y perseguido por ello, era un asiduo concurrente al Batallón Florida durante “la época más dura” de la dictadura (1975 a 1977).

    El establecimiento militar ha sido identificado como uno de los principales lugares de reclusión y tortura durante la dictadura. Para 1975 todavía quedaban integrantes del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros presos en esa unidad, según consignan los periodistas.

    En ese batallón, según militares consultados que revistaban allí en esos años, Morales jugaba al fútbol casi todos los sábados, también a la pelota vasca, asistía a reuniones, asados, “comilonas y copetines” y tenía estrechos vínculos con todos los oficiales.

    El lazo entre el periodista y los militares era tal que, según las fuentes, llamaba por teléfono cada vez que alguno de sus hermanos terminaba detenido “por un problema policial menor” para pedir a sus amigos militares interceder para que fuera liberado.

    “Mandábamos la camioneta, íbamos a la comisaría, nos hacíamos responsables, lo llevábamos y lo acostábamos en nuestros cuartos, en nuestra cama (…) y al otro día le dábamos de comer. Así de amigos éramos”, relata uno de los entrevistados.

    La investigación señala que después de un partido en Caracas en el que finalizó su transmisión, diciendo: “Buenas noches, país de dolor”, Morales llamó a sus conocidos en el Florida para que lo fueran a buscar al aeropuerto “temeroso” de posibles represalias.

    Pero Morales ha dicho públicamente que esa frase fue una de las “jugaditas” que hacía “frente al micrófono” y que por ese dicho lo llevaron a un cuartel donde lo tuvieron horas “para pedirle explicaciones”.

    Según los autores, Morales también participó de la despedida al mayor Juan Carlos Grosso, el segundo al mando del Batallón en esa época, en la que hizo un encendido discurso sobre su amistad con los militares.

    “Cuando un amigo se va queda un espacio vacío. Mayor Grosso: no lo podrá llenar la presencia de otro amigo. Me gustaría poder dedicarle, como los artistas, canciones o poemas (...) que no sabe hacer cosas artísticas. Igualmente quiero dirigir unas palabras para quien, en muchas oportunidades, yo sé que es algo que les tiene que haber pasado a muchos de los presentes, cuando he tenido algún problema o alguna dificultad —humana, profesional, familiar— ha estado a través del teléfono o de su propia presencia personal para decirme qué necesitás, qué te hace falta, en qué te puedo ayudar. Esa es simplemente una de las tantas facetas del mayor Grosso (...) le entrego un gran abrazo, todo el cariño de todos nosotros, le digo que le vaya muy bien, y que la vuelta será todavía más linda, porque en este año, todo lo que lo vamos a recordar nos permitirá ir acumulando ese cariño que se ha sabido ganar hasta este día. ¡Suerte, mayor Gross­o!”. Ese discurso quedó registrado en casetes que guarda Grosso en su hogar.

    Empero el libro rescata una extensa entrevista concedida por Morales a la revista “Libre” en 1984, en la que sostuvo: “Yo le podría jurar por lo que más quiero en el mundo que yo no sabía el número de teléfono de ningún militar, jamás tuve agendado a ningún militar”.

    “A ese régimen no le mostré la más mínima sonrisa”, señaló Morales en una entrevista, también citada por el libro, que concedió al diario “La Nación” en 1999.

    “Víctor Che”.

    Las declaraciones tuvieron amplia repercusión en Argentina, donde Morales está radicado desde 1981. En ese país el periodista alcanzó notoriedad por su trabajo periodístico primero y en los últimos años por ser uno de los defensores más acérrimos de los gobiernos de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández.

    Su militancia prokirchnerismo lo ha llevado a enfrentarse con muchos periodistas y medios críticos con la gestión de los Kirchner.

    En estos días tiene un fuerte encontronazo con el periodista argentino Jorge Lanata, fundador de “Página 12” y que ahora tiene un programa de televisión en Canal 13. La televisora es parte del “Grupo Clarín”, que mantiene un duro enfrentamiento con la presidenta Fernández.

    El choque fue consecuencia del informe especial que Lanata presentó en su programa “Periodismo Para Todos” el domingo 29, con un adelanto del libro de Haberkorn y Álvarez, incluyendo la grabación de Morales en la despedida de Grosso.

    En dicho informe, los autores del libro sostienen que les “chocó” cómo Morales “de un tiempo a esta parte se ha situado como ejemplo de periodista” y “como una especie de fiscal” del periodismo, y que eso los motivó a “hacer una investigación” para demostrar que su biografía personal “está construida por él mismo” y que su historia personal es diferente en muchos aspectos a su relato.

    Lanata dijo que en la dictadura “hubo mucha gente que colaboró activamente, hubo gente que miró para otro lado, pero el problema no es tanto ese, sino el de la gente que se inventa un pasado de Che Guevara que no tuvo. (…) Acá Batallón Florida no quiere decir nada, ¿pero te lo imaginas a Víctor Hugo jugando un picadito en la ESMA (Escuela de Suboficiales de Mecánica de la Armada) todos los fines de semana? Bueno, eso te acabamos de mostrar, a Víctor Hugo, hoy Ernesto Guevara Lynch, jugando un picadito en la ESMA”.

    La respuesta.

    Morales, en tanto, no escatimó críticas contra Lanata. En su programa de radio Continental del lunes 30 acusó al grupo Clarín de hacer “una operación” en su contra y a Lanata le dijo: “Estás dando la vida, Jorge (...) no te es fácil, Jorge. Andás con aparatos. Me parece bien que la última parte de tu vida se la des a Magnetto (director del Grupo Clarín)”.

    Ayer miércoles, Morales se disculpó públicamente por estas declaraciones sobre Lanata.

    Sobre el libro, dijo que se trata de una “operación” de varios medios. “Como soy un personaje público, no pueden matarme, entonces intentan matar mi credibilidad”, añadió.

    Con respecto a Haberkorn y Álvarez, dijo que fueron “contratados desde Buenos Aires” y que el libro está basado en el testimonio de “unos pocos militares añosos y supuestamente creíbles”, según consignaron varios portales oficialistas argentinos.

    Morales también contestó en su página web al cuestionario que le enviara la revista “Noticias”, en el marco de una nota sobre el libro que salió publicada en la última edición.

    “No recuerdo qué habré dicho ese día en esa despedida, como cuando ocurre que le dicen a uno dígase unas palabras, usted que sabe (…) tratándose de la despedida de un amigo de todos los que estaban allí y de un conocido de uno, uno es muy fácil, muy liviano con la palabra amigo, le pone amigo a quien nunca fue a su casa, con quien nunca compartió un almuerzo, con quien nunca tuvo nada, encuentros circunstanciales”, comentó sobre la despedida a Grosso.

    “Estuve dos veces con veinte compañeros. En la primera nos peleamos, nos fuimos mal por las patadas de un partido, y en la segunda hubo cordial relación y un almuerzo. Nunca más estuve allí. Los nombres que da son pocos”, agregó sobre sus visitas al Florida y ante la mención de más de media docena de militares que declararon su asidua concurrencia al cuartel.

    Conspicuo amigo.

    Durante la despedida del mayor Grosso, a Víctor Hugo Morales se lo presentó como un “conspicuo amigo” de todo el Batallón y “muy especialmente” de Grosso.

    Grosso dijo a los autores del libro que Morales los visitaba “casi todos los sábados” y que eso se mantuvo “durante dos o tres años”.

    El entonces comandante del Batallón, Yamandú Sequeira, también confirmó su asidua presencia. “Después de los partidos, Víctor Hugo y los demás que venían con él eran invitados al casino de oficiales a tomar un refresco, y más de una vez hablé con él allí”, dijo y agregó que “se fue haciendo muy amigo” y que durante sus transmisiones radiales “enviaba saludos a nuestros oficiales”, algo que confirmaron otros militares.

    Como ellos, otros oficiales consultados por los periodistas reconocieron la concurrencia de Morales al cuartel, adonde además asistía a jugar al pool, a comer asados, participar en veladas de tango y jugar a la paleta. Entabló, según los declarantes, una estrecha amistad con el hoy presidente del Centro Militar, coronel (r) Guillerno Cedrés, con el cual iban “a la boite Bonanza”. Cedrés declinó hacer comentarios, salvo confirmar que Morales jugaba al fútbol en el Batallón.

    El ex comandante en jefe del Ejercito, Jorge Rosales, integraba el grupo de jóvenes oficiales que en esa época estaba destinado en el Florida.

    “Nunca más tuve ningún contacto con él. Todos estos recuerdos duelen muchísimo, porque uno se entregó a una relación de verdadera amistad, que ahora parece que de su parte no era tal. Lo que me rebela es que haya hecho un uso tan torcido. Cuando uno recuerda toda aquella época y la compara con lo que Víctor Hugo dice hoy, uno siente dentro que algo se rebela. Él nos usó”, dijo Rosales.

    Además de los militares, varios civiles que asistían a esos eventos confirmaron la versión de que el periodista era “uno de la casa” en el Florida. El campeón mundial de paleta Néstor Iroldi, el cantante de tango Aníbal Oberlin, testificaron en el libro que veían “siempre en el cuartel” a Morales, adonde ellos también asistían.