Además de ser una obra que habla de cosas muy humanas, resulta muy exigente hasta en lo físico.
Bueno, ¡la sorpresa nuestra fue darnos cuenta de que a esta edad la podemos hacer! (ww).
¿Hay algún retoque en esta “segunda vuelta”?
No, solo la compactamos. Había algunas cosas que tenían que ver más con la inseguridad de Mauricio, extendía escenas, remarcaba cosas con bocadillos. Y al analizarla nos dimos cuenta de que había cosas que no hacían falta. Y así queda mejor, le da otro ritmo a la pieza.
Si bien Mauricio cimentó buena parte de su fama actoral con ella, como el Pájaro, también fue muy bueno lo de Vando Villamil. ¿Ese antecedente fue una carga sobre sus hombros?
No, al contrario. Yo lo veía como una oportunidad. Cuando empezás una obra, cuando te encargás de un personaje, le ponés cosas tuyas, tus cuestiones.
¿Y cómo es su Lopecito?
Es un personaje que bailaba tangos, en un momento dado le fue bien, tenía su pareja, que también era su pareja de baile, y bueno… no pudo sostener el éxito, por decirlo así. Se separó, se desbarrancó, terminó bastante chupandín, y ahora se gana la vida haciendo repartos en bicicleta, siente que el mundo está en contra de él, que la vida le hizo una mala pasada. Hasta que se encuentra con el Pájaro, que tiene un sueño casi ingenuo, casi inútil, que es batir el récord de permanencia en bicicleta, sin saber bien para qué lo quiere. Y esto a Lopecito le da un impulso, una nueva idea; descubre que uno puede subirse al sueño del otro y convertirlo en propio, y que puede trabajar en ese sueño. Y al convertir ese sueño en uno propio, le da otro significado a su vida.
“Dar la vida sin esperar nada a cambio”, como se dice que es la esencia de esta obra.
Claro. Y Lopecito se convence de que dar todo a cambio de nada puede ser muy bueno para la vida. Y eso se refleja en lo que recibimos de la gente que nos espera a la salida: las devoluciones tienen que ver con la emoción, la esperanza, el finalmente emprender lo postergado. Esto ha sido así desde que se estrenó en febrero del año pasado en el teatro de Mauricio, el Chacarerean Teatre, en Palermo.
¿Cómo le llegó la posibilidad de ser parte de esta segunda vuelta?
Mauricio estaba haciendo El equilibrista cuando sintió que el mensaje de esta obra era interesante y valía la pena hacerla de nuevo. Él vino a verme a una obra, De hombres y ratones, que dirigía con Lisandro Fiks y trabajaba con mi hijo, Juan, que tenía uno de los roles principales. Era una versión que la situamos en La Pampa en la década de 1960. Nos iba muy bien, yo gané en Mar del Plata la Estrella de Plata al Mejor actor de reparto… Dayub ganaba el de Oro (risas). ¡Festejamos juntos! Esto fue en el año 2020, antes de la pandemia. Volviendo al contacto de Mauricio, con quien soy amigo desde hace muchos años, me llamó en 2021. “Tengo ganas de hacer El amateur de nuevo y con el mismo director, el Indio Romero”. Dije que sí de arranque. Es que me gusta mucho la actitud frente al trabajo que tiene Mauricio. Una propuesta suya no es una ingenuidad ni una casualidad. Una propuesta suya es algo masticado, que vale la pena. Le dije que sí y empezamos a trabajar un año antes del estreno, tres veces por semana con pausas por las giras que él tenía. Fuimos trabajando tranquilos, no de prisa pero sí sin pausa. Cuando nos quisimos dar cuenta ya la obra estaba armada.
Tienen tres fechas en El Galpón, ¿es parte de una gira regional?
En realidad, la gira la estamos haciendo y armando en el momento porque Mauricio también está de gira con El equilibrista y el 2 de mayo empecé las grabaciones de la nueva ficción de Polka, Buenos chicos, de la que soy uno de los directores. El 29 (de abril) tuvimos una función en Avellaneda, en el Teatro Roma.
¿Cómo ha sido su experiencia en Uruguay?
Profesionalmente, es la primera vez que vengo. Sí he venido a vacacionar, a turistear, sobre todo a La Paloma y La Pedrera, que me gustan mucho. Conozco Colonia porque para los de Buenos Aires es una escapada romántica de fin de semana. En dos oportunidades estuve en Punta del Este, reconozco que es lindo pero me gustaron los lugares más tranquilos: Atlántida, Valizas, Punta del Diablo.
¿Lo han reconocido acá?
No, no (risas).
Habló de Buenos chicos, usted también es director, también ha estado atrás de series televisivas exitosas como Mi cuñado, Chiquititas, LaLola, Ciega a citas, ¿es muy difícil cambiar el chip de un rol a otro?
No, porque el oficio te lo permite. Cuando actúo me pongo en manos del director; si no, no hay manera. Confío y escucho. Cuando soy director tengo que armar la escena. No es problema. Y lo otro, de teatro a televisión, depende de los proyectos… hay algunos más trabajosos y otros más fluidos. Como en la vida.
¿Resulta muy absorbente la televisión? Lo cierto es que usted estuvo 25 años sin actuar en teatro.
Sí, lo es. Grabás de ocho a 18 horas, o de nueve a 19, más alguna escapada que tenés que hacer para ver edición y música. Teatro y luego televisión es algo que se puede hacer. Pero empezar teatro cuando ya hacés televisión, solo podrías ensayar de noche. Y si dirigís en televisión resulta que sos un embudo, todos van a vos: música, maquillaje. Tenés que tener claro lo que vas a contar.
Más allá de los premios o el rating, ¿a qué serie de TV le tiene más cariño?
Yo la pasé muy bien haciendo LaLola (2007, con Carla Peterson y Luciano Castro), la pasamos muy bien. Era un despiole porque estábamos enajenados, con bastante libertad creativa (risas). También Ciega a Citas (2009), con Muriel Santa Ana, Georgina Barbarossa, Boy Olmi, que es hermano de mi primera mujer. Cuando hice Mi cuñado (1994) en Telefé la pasé muy bien, lo mismo Naranja y media (1997), seguramente se me escapa alguno…
En Verano del 98, que acá en Uruguay se conoció como Verano eterno, hizo debutar a su hijo Juan.
Sí, antes de que se fuera a España, en 2001. Mis hijos vivieron 11 años en Madrid. Yo tengo tres hijos de dos matrimonios. Los dos varones los tuve con la primera, artista plástica, y la nena con una odontóloga. Ahora estoy separado. Pero en el segundo duré 20 años; el primero… menos. Están todos en el mundo artístico. Pero cuando mi hijo entró a Verano…, yo cambié de programa. No lo llegué a dirigir, lo veía desde el otro estudio.
Pero sí volvió al teatro con su hijo, mucho después, en 2019.
Sí. Él se desarrolló como actor en España. Juan es un actor que realmente me gusta, le tiene cariño y respeto a esto. Le gusta comprometerse con el laburo. Ya es un actor formado.
¿Puede ser objetivo?
Sí. Yo a De hombres y ratones la iba a dirigir al principio, pero luego llamé a Lisandro a codirigir para poder actuar. Con Juan hemos tenido nuestras discusiones filosóficas respecto a la actuación. Equivocado o no, tiene posturas interesantes.
Me habló de su hijo, ahora hábleme de su padre, Federico.
Bueno… era una persona con sus luces y sombras como todos. Él era muy dedicado a su trabajo. Amaba mucho lo que hacía. Y ese amor de alguna manera nos lo ha transmitido. Y como toda persona de su generación, que se hicieron solos, tenía ciertas dificultades en relacionarse… Pero no era conmigo, era con todos. Me refiero a esa generación porque Lautaro Murúa era igual. Creo que fueron bisagra entre una época y otra y sufrieron las consecuencias de hacerse solos.
Él era reconocido como un gran actor, ¿profesionalmente tomó algo de él?
Sí, sobre todo la predisposición al trabajo, de no quedarse con lo primero que aparece, de rascar e investigar más allá. Que siempre hay una respuesta más interesante si se desafía. Eso marcó una vara. Te das cuenta cuando vas a trabajar, que encontrás matices más ricos que la primera impresión.
¿Usted es actor por él?
No, soy actor porque… qué se yo. Yo de chico quería ser guardaparque, guardafauna, me encantaba la naturaleza, la vida al aire libre. De hecho, hice mucho camping y desde hace 25 años hago escalada deportiva. Voy a Bariloche, Balcarce, Córdoba y Mendoza. En España, donde es muy popular, mis hijos lo hacían en un momento también. Y un día a los 12 años, una austríaca, Hedy Crilla, una de las primeras personas que trajo el Método Stanislavski en Argentina, armó un elenco para una obra infantil, yo fui y me enganché. Enseguida se armó un grupo para adolescentes, era el año 1972, yo tenía 13, comencé a estudiar y me encontré un mundo fascinante.
¿Y su hijo es actor por usted?
Sí, bueno, supongo que es actor por él. El tío es actor, la madre es artista, mi hijo mayor, Antonio, es bailarín clásico y está en el elenco estable del Colón, mi hija más chica, Josefina, estudia diseño de imagen y sonido, y es estandapera, es actriz. El arte está ahí. Es algo natural en la familia.
¿Cuándo sintió que se convirtió en Gustavo Luppi y dejaba de ser el hijo de Federico Luppi?
No lo sé… Supongo que tiene que ver con cómo uno toma las cosas en la vida. Hay momentos en que algunas cosas te preocupan y en algún momento dejan de preocuparte, porque has conseguido la suficiente madurez para ver que esas cuestiones son problemas de otro y no tuyas.
El amateur, segunda vuelta. Director: Luis Romero. Dramaturgia: Mauricio Dayub. Elenco: Mauricio Dayub y Gustavo Luppi. Viernes 26 y sábado 27 a las 21 h, domingo 28 a las 19 h, en Sala Campodónico de Teatro El Galpón. Entradas de 1.250 a 2.000 pesos.