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Luciana Díaz: “Estamos compitiendo al mismo nivel que el resto de Hollywood y eso está buenísimo”

La coordinadora de maquillaje uruguaya que integró el staff de La sociedad de la nieve habló sobre las dificultades y satisfacciones de su trabajo

En su lugar de trabajo hay un estante que tiene distintos tipos de cabezas. Son cabezas humanas, o simulan serlo. Son de silicona, de yeso o de plástico. Hay una de un hombre con bigote y cabello oscuro, con los ojos cerrados y bastante golpeado. Con manchas, con sangre. Hay otra cabeza que es blanca, sin pelo, con labios rojos y ojos con pestañas postizas largas y tupidas. Al lado, otra que parece de hombre, también sin pelo y con una capa de piel despegada. De la cuarta cabeza solo está la silueta, por ahora. Roja, lisa, de plástico brillante. Sobre un escritorio hay una mano: con sus nudillos bien definidos y marcados, los cinco dedos, las uñas en cada dedo. Es también de silicona, aunque parece de carne y hueso. Para rematar, al rato Luciana Díaz saca de un cajón de plástico una panza de embarazada: lisa, perfecta, con su ombligo, con sus imperfecciones, con sus marcas.

Todas esas partes del cuerpo humano podrían aparecer en una película o en una serie. En un personaje o por ahí sueltas, según se precise. Son todas piezas fabricadas por Díaz en su espacio de trabajo, La Pecera Lab. Allí diseña también maquillajes, tatuajes, cicatrices, moretones y otros elementos de caracterización de personajes para cine y televisión. Hace ya más de 10 años que se dedica a eso de forma exclusiva y su trabajo la llevó a participar en producciones audiovisuales pequeñas, medianas y grandes. Su primer trabajo en el rubro fue como asistente de maquillaje de actores en la película uruguaya La Redota (2011). Desde entonces no paró.

En el último tiempo realizó la caracterización de personajes para la serie argentina Barrabrava­ y para la película La sociedad de la nieve, dirigida por el español Juan Antonio García Bayona, que cuenta la historia del accidente aéreo que ocurrió en la cordillera de los Andes en 1972. El filme, estrenado a fines de 2023, obtuvo el Goya a Maquillaje y Peluquería y está nominado al Oscar —además de en la categoría Mejor película extranjera— a Mejor maquillaje y peinado. Díaz tuvo bastante que ver con esos logros.

En entrevista con Galería, la maquilladora uruguaya habló sobre cómo fue caracterizar a más de 300 extras para la película, pero también sobre su trabajo en general. Sobre las dificultades y las satisfacciones y sobre cómo a veces el resultado de horas de preparación de personajes está mejor logrado cuanto menos se nota.

¿Cómo fueron sus inicios en el rubro maquillaje y caracterización para cine y televisión?

Tengo un recuerdo de que con 15 años le dije a mi madre que quería estudiar maquillaje. Cuando era niña mi padre tenía una productora, y se ve que eso me latía. A mi madre le pareció un poco extraño que quisiera estudiar maquillaje y trabajar en cine en Uruguay. Cuando cumplí 18 empecé a estudiar Maquillaje Integral en la UTU. En el segundo año me crucé con Estela Vallegra, una maquilladora que es una de mis madrinas en esto, y empecé a trabajar en (la película) La Redota (de 2011, dirigida por el uruguayo César Charlone) como asistente. Ese rodaje se hizo en 2008 y, desde entonces, no paré de trabajar en el rubro audiovisual.

¿Qué otros primeros trabajos recuerda?

Empecé trabajando en películas y algunas publicidades. En 2008 e incluso antes no había tanta industria audiovisual y de servicios como hay ahora, con plataformas de streaming. Ese boom en Uruguay se dio después de la pandemia. A nivel regional, en Argentina y Brasil, no se podía filmar mucho, entonces Uruguay pasó a estar en el ojo de las plataformas. Se hizo un protocolo para poder filmar con pandemia y además fue posible porque somos menos. Empezó a haber más producciones de series y ahora tenemos muchísimas. En cuanto a maquillaje, las producciones grandes tienen más posibilidades de caracterización por su presupuesto para probar pelucas, barbas, heridas, tatuajes, manchas. En películas nacionales, con dos actores hay continuidades y maquillajes mucho más sutiles. A nivel profesional y particular me desafían mucho más los proyectos grandes.

Al ser Uruguay un mercado pequeño, en el que recién pospandemia se empezaron a realizar más producciones audiovisuales, ¿existen dificultades para conseguir los materiales para maquillaje y caracterización?

Tengo la posibilidad y la suerte de siempre trabajar con muchísimos colegas de todo el mundo. Cada vez que viene un servicio que se filma en otro país y además acá, como La sociedad de la nieve o Cometierra (de Dolores Reyes­), una serie que se filmó hace un par de meses, siempre viene un jefe de área de otro país y hay uno local. Muchas veces me toca ser la de este país, entonces se genera un intercambio muy rico. Es una posibilidad enorme y que no la tiene mucha gente. Uruguay es un país donde se filman muchas cosas, por las locaciones y la posibilidad de las políticas públicas del PUA (Programa Uruguay Audiovisual del Ministerio de Industria, Energía y Minería), que permiten que sea más fácil hacer producciones audiovisuales. En esas instancias se produce también un intercambio de materiales. A su vez, en internet se puede acceder a tiendas de distintos países e investigar qué productos se pueden utilizar. En pintura las técnicas son las mismas, lo que cambian son los resultados, la finalización y la imperceptibilidad, que es lo que hace que el maquillaje sea verosímil. La terminación y el acabado del trabajo capa a capa, para que no se note que es maquillaje con la tecnología que tenemos de cámara, es lo que más nos interesa a los maquilladores.

¿Trae de afuera porque en Uruguay hay cosas que no se consiguen?

Sí, en Uruguay es casi imposible conseguir materiales. Incluso también para lo social.

¿Cómo surgió la idea de crear su propio laboratorio de trabajo, La Pecera Lab?

Surgió de la idea de tener mi lugar y a partir de muchas cosas que he logrado. También de la necesidad de, como caracterizadora uruguaya­, tener implementos que se puedan fabricar a nivel local y no necesitar traerlos de Argentina­ o de Brasil.

¿Por ejemplo?

Prótesis, una cabeza, una mano, un dedo, manchas, tatuajes. Hay momentos en los que no tenés la posibilidad de hacer a mano cada cosa y necesitás poder hacer 15 tatuajes que siempre queden iguales. En Uruguay no existía eso, entonces surgió por mi propia necesidad de tener un lugar donde construir esas prótesis, manchas, cicatrices, para poder caracterizar actores y reproducir esas cosas en muchos días de rodaje. Surgió de mi necesidad y la de una industria que cada vez crece más.

¿Cuánto hace que abrió el laboratorio?

Lo abrí en junio del año pasado, hace muy poquito.

¿Hay mucha gente trabajando en caracterización para el rubro audiovisual en Uruguay?

Somos pocos, nos conocemos entre todos. En maquillaje y pelo tenemos un grupo de WhatsApp en el que hay 50 personas, más o menos. El rubro está creciendo, con varias cosas que se están filmando al mismo tiempo, entonces se abre la cancha y puede entrar mucha más gente a trabajar. Pero en la cotidiana siempre hay uno o dos proyectos, entonces los que estamos constantemente trabajando somos seis. Eso, más que nada, en ficción. Después está el área de publicidad. Seremos 20 o 25 personas las que vivimos del maquillaje y pelo para audiovisual en Uruguay durante todo el año. Los otros, más que nada, picotean en diferentes rubros como moda, social. Hay que tener varias puertas abiertas, porque con una sola no siempre alcanza.

Cuando uno piensa en maquillaje o busca la definición de la palabra, siempre se habla de “embellecer” o “cubrir imperfecciones”. Sin embargo, existe este otro tipo, que podría considerarse como lo contrario: hacer que una persona luzca más deteriorada, golpeada, cansada. ¿Por qué le atrae más este tipo de maquillaje?

El maquillaje lo vemos como embellecer, sin duda. Pero está bueno tener la capacidad de pensar que estamos en un punto medio sin maquillaje, y poder tener la amplitud tanto hacia un lado como hacia el otro. Eso me parece reinteresante­, porque en audiovisual muchas veces lo que pasa es que, cuando se quiere “bajar” un poco, deteriorar, se embellece un poquito y se corrigen imperfecciones para poder después ir para atrás. Concebir al maquillaje como herramienta completa me parece reinteresante­. Además, lograr la verosimilitud y que no se note. Hay muchas producciones en las que no es protagonista el maquillaje porque realmente no se ve.

¿Cómo surgió la posibilidad de integrar el equipo de maquillaje de La sociedad de la nieve?

Yo trabajo hace muchos años en Cimarrón, la productora que se encargó del servicio para La sociedad de la nieve en el Cono Sur, y primero me llamaron para un callback. Después me llamó Javier Barboza (productor). Venían dos áreas separadas —a veces en Uruguay hacemos un área entera de maquillaje y pelo— y me ofrecieron integrar la de maquillaje, y dije que sí, que me alucinaba. Me puse en contacto con Ana López Puigcerver (española encargada del equipo de maquillaje de La sociedad de la nieve) y empezamos a trabajar como un mes y medio o dos antes de que ella viniera a Uruguay. Idas y vueltas, me iba mandando fotos de los actores, me mostraba cómo venía haciendo el trabajo, qué materiales usaban. Eso estuvo muy bueno porque sin haber empezado a trabajar ya nos íbamos familiarizando con las caras de los actores. Entonces, al momento de empezar a trabajar había cosas que teníamos ya digeridas.

¿Cómo fue el trabajo de investigación y búsqueda de referencias?

Fue en conjunto con Claudine Saint Hubert (estilista uruguaya), que estaba como coordinadora de pelo. Lo que estuvo bueno fue que nos sentimos parte, porque vinieron una diseñadora de maquillaje y una diseñadora de pelo de España, pero la película es sobre una historia de acá. No es lo mismo lo que pasaba en España en 1972 que lo que pasaba en Uruguay. No eran exactamente las mismas modas. Había muchas cosas en común, pero otras no. Fue entender que nos tocaba a nosotros ser responsables de eso y poder tener toda la información sobre la mesa. Empezamos, primero, por conseguir fotos. A mí me gusta siempre consultar personas, tener un diálogo: “¿y vos qué usabas? ¿Tu padre qué usaba? ¿Tu tío qué usaba?”. Preguntarles a mis padres, a padres de amigos. El largo del bigote, de las patillas. Hay elementos de maquillaje que son característicos de la época. También estaban los uniformados, los policías, los enfermeros. Tuvimos una comunicación y un Zoom con la guardia y el sargento de Chile; nos contaron las referencias, qué usaba un cabo, qué usaban otros militares, si llevaban bigote, si no, los comandantes, los pilotos. Fue superminucioso. Se hizo todo un estudio de fotografía y un estudio de consulta sobre la historia. Después se juntó toda la información recabada y se compartió con los equipos grandes.

¿Qué parte del trabajo de maquillaje y caracterización se hizo en Uruguay?

Acá teníamos que recrear todo lo que en la película no es nieve. Teníamos a los familiares y a todos los extras que hacen real la época, que te hacen creer que estás en los años 70. En el hospital, cuando estaban llegando los sobrevivientes, eran 350 extras y los empezamos a preparar muy temprano. Éramos un equipo de 10 personas en maquillaje, y algunos tampoco tenían tanto la historia, entonces armamos un grupo de WhatsApp, fuimos mandando las referencias, explicando cómo íbamos a manejarnos. Como eran tantas personas y no teníamos tanto rato les escribimos a los extras, les dijimos quiénes tenían que venir afeitados, quiénes no. Hicimos toda una coordinación previa para llegar al momento y que el trabajo fuera más simple. Armamos una estación de autoservice­ de afeitado con tres o cuatro espejos, agua calentita y espuma de afeitar. Ya en la fila, cuando iban llegando, les íbamos diciendo si tenían que pasar por ahí o no. Porque si vas afeitando a cada uno, con el tiempo que te lleva, no alcanzás a prepararlos a todos. Una vez que estaban prontos hicimos un chequeo de todos los extras junto con vestuario y los equipos que coordinaban todo eso, para ver si alguno había quedado para atrás, algún tatuaje que se veía y no se debía ver, una ceja superperfilada, más de 2023, de 2024. Elementos de la época actual que no podían existir bajo ningún concepto.

¿Surgió algún inconveniente en ese sentido?

Hicimos el chequeo y todo estaba perfecto. Fueron a set y vimos que el chofer de la ambulancia, cuando la cámara se acercaba, tenía una barba toda delineada y estaban por filmar. En set siempre estábamos nosotros con el elenco, pero yo estaba coordinando también el equipo de extras. Vimos a ese actor, lo señalamos, y una de las colegas que estaba con los extras salió corriendo con la afeitadora, le puso una capa para no ensuciar el vestuario y lo empezamos a afeitar rapidísimo ahí. Hace poco comentamos que justo ese actor tiene un plano que se ve, cuando vienen llegando los sobrevivientes. Ahí dijimos: ¡perfecto, zafamos! (ríe).

¿Tuvieron también que reproducir y continuar maquillajes que ya se habían hecho en España?

Sí, tuvimos que reproducir la llegada de los sobrevivientes. Cuando llegan los helicópteros a buscarlos en la montaña, que salen Nando­ (Parrado) y Roberto (Canessa), en la última expedición­, todo eso lo filmamos en Uruguay. Ellos tenían un equipo de cuatro españoles que habían venido, cinco con el encargado de efectos especiales, y éramos cuatro acá. Eran 16 sobrevivientes y cada uno maquillaba a dos, más o menos en 40 minutos o una hora. En general, las personas que venían de allá hacían a los mismos, siempre a los protagonistas, porque tienen más detalles. Un día nos mostraron y trabajamos con algunas capas, hicimos una prueba, y después nos probamos a nosotras mismas en la etapa de preproducción. Fuimos a la cancha, tocó hacerlo, y nos fue superbién. Las españolas quedaron muy contentas y nos decían: “Hay gente que en España hizo esto en dos meses y ustedes lo hicieron en un día, lo hicieron espectacular, increíble”. El nivel que tenemos en la industria audiovisual es muy bueno, podemos hacer maquillajes que a otra gente le cuesta muchísimo.

Desde su experiencia y su contacto con colegas de otros países, ¿nota que Uruguay está al mismo nivel que el resto del mundo?

Sí. No voy a decir que estamos mejor que el resto, pero estamos a un nivel increíble. También considero que es una industria pequeña, entonces cada técnico es muy bueno. La estructura la tenemos a nivel de equipos, cámaras, luces... Y a nivel de técnicos también, porque todo el tiempo estamos contactándonos con gente de distintos países. Eso también nos hace estar sumamente nutridos y con mucha formación. Eso es lo lindo de esta película. El 30% de lo filmado se hizo en Uruguay. Acá se filmaron 17 días y allá 120, o por ahí. Estamos nominados (al Oscar) por una película de Hollywood, por una producción en la que hubo mucha fase de equipos, pero mucho de lo que aparece en la película se hizo en Uruguay. Estamos compitiendo al mismo nivel que el resto de Hollywood y eso está buenísimo para nosotros.

Cuando se conoció la noticia de la nominación de La sociedad de la nieve al Oscar por mejor maquillaje y peinado, ¿desde el equipo español los hicieron sentir parte a los uruguayos? ¿Se compartió como un logro de internacional?

Sí, tenemos un grupo en WhatsApp donde están las españolas y las uruguayas, y ahí nos mandamos las felicitaciones. Yo tengo un diálogo con Ana bastante cercano también, porque trabajamos muy de cerca, entonces enseguida nos mandamos mensajes. Cuando se estrenó la película también me escribió a ver si la había visto. Para ellos también ese día fue una locura porque, si bien sabían que podía pasar, las repercusiones que tuvo y no caer en la realidad lo hizo un día muy movido.

¿Qué cree que representa esta nominación para Uruguay y para el rubro maquillaje y peinado?

Nos permite tener mayor visibilidad, tanto en la industria como en el país, en los espectadores. Que se conozca un poquito más del área. A mí, en particular, me alucina y me parece que es un área que no se conoce tanto, porque muchas veces es un trabajo imperceptible, y eso es lo interesante. También es un rubro en el que se puede vivir de eso o trabajar de eso. Está bueno darlo a conocer y darle más visibilidad a la industria también. En Uruguay lo que se está filmando cotidianamente no se informa, no es visible, no nos enteramos. Está bueno saber que la industria nacional es grande, que funciona, que hay un equipo técnico y de infraestructura, productoras, casas que arriendan equipos, depósitos donde se alquilan, un laboratorio de maquillaje donde se puede producir. Suceden un montón de cosas para que esta industria funcione a un nivel profesional y al nivel de una película de Hollywood. Hoy, por los Oscar, la mirada está en la industria, está en Uruguay, y está bueno que eso pase, porque no es algo que ocurra cotidianamente.