Foto: Reinaldo Altamirano
¿Qué es Miedo?
Agösto Latino (A. L.): Esta semilla nació de mí en pandemia, que hice una introspección enorme. Recién hoy, cuatro años después, vuelvo a actuar. Vi cómo el miedo se comió el mundo. La gente, justificadamente, hizo todo lo que le dijeron que tenía que hacer, y los que no lo hicieron fueron duramente señalados. Me di cuenta de que el miedo es una herramienta de control y tuve ganas de explorar eso.
Gabriela Nenan Pelenur (N. P.): Y estamos hablando de muchos miedos: psicológicos, hacia el otro, del cuerpo propio, miedo a la exposición versus a no ser visibilizado, a quedar escrachado, a situaciones de las que no se sabe cómo salir, miedo de querer cambiar y no poder, al tedio, a repetirse. Los problemas de adicción, la manipulación psicológica, la victimización como técnica de manipulación, catástrofes climatológicas, el miedo al encierro. El show habla de todo eso desde un lugar sarcástico, dramático, pero con un humor absurdo.
¿Cuál es el límite que cruza el miedo para pasar de ser un mecanismo de defensa natural a una herramienta de control?
A. L.: El miedo te salva, sin dudas. El espectáculo no es algo panfletario de querer decir o hacerte pensar; nada más exploramos el miedo.
N. P.: Es un electrocardiograma. Tiene un ritmo vertiginoso, así es el miedo y Miedo. Y ese límite (entre cumplir una función de autopreservación o volverse una herramienta de control) aparece en todos los bloques, siempre está presente. Ese ciclo de miedo-manipulación-reconciliación es todo.
A. L.: Y no esperamos que toda la platea piense lo mismo. Siento que a veces se le exige eso, que todos sobre tal tema digan tal cosa y que de esto nadie se ría, de esto otro sí.
Foto: Reinaldo Altamirano
¿Van a terapia? Si es así, ¿cómo los ha ayudado a la hora de expresar todas estas cuestiones en el escenario?
A. L.: Yo no. Voy cuando necesito una ayuda puntual, cuando necesito una mano y sobre todo un técnico, como cuando se te rompe la tele. Me han pasado cosas duras en la vida. Perdí un hermano, tuve que procesar cortar con un vínculo tóxico que me llevó a irme de la ciudad, pero no creo demasiado. Y si bien respeto, porque yo soy un respetuoso de la vida y puedo entender que es un espacio donde te desembuchás, consumo más terapias alternativas como la bioneuroemoción, y también tengo un grupo de amigos, que es pequeño, pero es una gran red de contención.
N. P.: Yo sí, 100%, desde que nací. Reorgullosa la mina, pero bueno, soy proterapia. Y también he hecho terapias alternativas, ayahuasca, pero siempre fui a psicólogos y psiquiatras desde que era muy chica. Me gusta trabajarme, entenderme, lo necesito para procesar un montón de cosas. Pasé por unas etapas donde el teatro y los personajes se me confundían un poco con mi cotidiano, como actriz de método, rarísimo, pero la terapia me ayudó a distanciarme.
A. L.: Yo me ocupo de no tener nada que ver con el personaje que estoy representando en lo diario. Nenan te hace personajes en la vida.
N. P.: Hago voces, qué le voy a hacer. De repente me tenés (finge una voz) hablando con una voz que no es mía, pero lo tengo tan normalizado que no me doy cuenta. Es así. Tengo muchas voces y vamos a convivir todos en armonía.
Hace un año que están trabajando en Miedo. ¿Cómo fue el proceso de coescritura?
A. L.: Primero yo escribía en un documento de Word y se lo mandaba, y después quedamos en escribir todo en Drive, cosa de que pudiésemos intervenir los dos.
N. P.: Y yo se lo destrozaba. Habíamos quedado en que siempre era un borrador y él fue muy generoso; “sentite libre de poner y sacar” me dijo, y yo se los nenanizaba. Nos peleábamos y nos reconciliábamos, así hasta ayer, pero quedó bárbaro. No me gustaba al principio, era muy explícito y yo el humor lo hago desde otro lugar. Ocho páginas de sexo tenía.
A. L.: Me censuraron. Yo dejo que el otro hable y se exprese, pero sé qué escuchar y qué no, y soy muy contundente a la hora de decir que sí o que no. Hasta me pongo medio despiadado. Pero nosotros siempre supimos dialogar y con respeto nos dijimos lo que creímos, y fue un viaje. Un tire y afloje permanente, por eso demoramos un año (risas), que para mí eso es un montón, acostumbrado a escribir, ensayar y estrenar en un plazo de dos meses. Nenan es una actriz única, pero no ha sido fácil trabajar con ella porque es difícil juntar a dos intensos de manera artística. Es un choque de mundos.
N. P.: Yo soy de procesos más largos. Cada vez que escribo un espectáculo estoy en fase laboratorio hasta dos años, cada personaje me lleva investigación, estudio. A mí, caminar y escuchar música me lleva a lugares, escenarios y personajes increíbles que después bajo a tierra en casa. Con Miedo hacemos tres personajes cada uno, dos son nuevos, tocó componerlos de cero y hasta el día de hoy los sigo buscando en sus actitudes, rasgos y voz. Me está llevando un laburo fast forward impresionante, además es la primera vez que actúo de varón.
Parece bastante preciso hablar de choque de mundos.
A. L.: Sí, porque la idea inicial fue mía, eso me da otra fluidez, pero Nenan fue invitada a este mundo y puso todo del de ella.
N. P.: Agösto también es un actor que compone personajes como yo, entonces nuestras criaturas están interactuando en esto que él dice que es el choque de dos mundos. Yo siempre he escrito mis guiones encerrada en mi propio mundo. Recién en 2023, que empecé a estudiar la Tecnicatura en Dramaturgia, confronté por primera vez los textos de otro y estoy abrumada. Escribir con otro te hace conocer cosas tuyas buenas pero también malas, te hace crecer, te volvés cuasi una pareja.
¿En qué cosas coincidieron y cuáles podrían haber sido causal de divorcio?
N. P.: El sentido del humor que manejamos es nada idéntico, pero tenemos personajes que se tocan en algún punto. Yo digo que hago reír desde otro lugar porque tengo un humor más psicológico, desde la neurosis del ser humano, más rebuscado.
A. L.: Lo mío es usar elementos más hirientes con un barniz pop, cosa de que te entre, porque estoy todo el tiempo queriendo decir y señalar cosas, abrir la cancha a que todos nos riamos de eso de lo que no sabemos reírnos.
N. P.: Yo he tocado tema de consumo de drogas, violencia intragénero, temas muy fuertes que traigo a un lugar común donde todos nos podemos reír, con angustia y nervios, pero finalmente reír de una realidad que vista de afuera parece tan absurda; los personajes son tan extravagantes, sus voces tan raras y todo es tan ridículo que te entra el dolor pero te reís.
A. L.: Lo importante es que coincidimos en eso, en que la risa habilita un montón de cosas, es una invitación a pensar, a repensarte.
Con este preámbulo, el show no puede ser políticamente correcto.
A. L.: Y no. Miedo habla incluso del miedo a hacer humor por el miedo a las represalias de esta sociedad contemporánea. No estoy muy en línea con los discursos de corrección política. A mí siempre me gritaron “gordo puto”. Lo sufrí, lo padecí, y me tuve que hacer fuerte. No es que lo agradezca, pero eso me hizo a mí, hasta que llegó el momento en el que me pude reír al respecto.
N. P.: ¿Yo entro como disidencia si digo que soy judía? (Risas). A ver, hay una tolerancia que está buena y cosas con las que está bien tener cuidado. Vos mirás los programas de televisión de la década de los años 90, 2000, y hoy en día estarían censuradísimos. Pero acá hablamos del extremo, que no pueda hacer un chiste sobre algo porque me cancelan.
A. L.: Yo me pregunto: si vos nacés con esa pielcita y te crían en esa cosita así que es todo cuidado, donde nunca te dijeron nada, ¿qué pasa contigo? ¿Qué sos? ¿Un feto amorfo y blando toda tu vida? Yo creo en las leyes naturales y la naturaleza puede ser despiadada a veces, pero es lo que nos rige, todos somos parte de eso. Si no, ¿cómo cicatrizás? ¿Cómo endurecés tus blandeces? Hoy el extremo que hay de corrección política tiene un doble filo. Está bueno ser educados en que nos importe el otro, pero también está bueno poder seguir siendo libre expresándote, con respeto, y que no te censuren.
¿Qué aprendieron uno del otro?
A. L.: Yo aprendí a trabajar la paciencia.
N. P.: Coincido. La paciencia con el proceso, conmigo, con él. Porque había momentos en los que nos queríamos matar, pero había que respirar. Agos me invitó a salir de mi zona de confort, porque yo estaba tan acostumbrada a trabajar sola que esto de trabajar con otro como partener me costó mucho. Me di cuenta de que me duele confiar, entregarme a un proyecto que no nació de mí. Me tuve que descontracturar, al principio él me decía “Nenoide”, porque estaba como medio robot. Y es que soy muy mental, pero también puedo ser salvaje e impulsiva, entonces con esa mezcla quedo bizca.
A. L.: A mí me encanta trabajar con gente especial, distinta. No solo trabajar, me encantan en general esas personas. Lo quiero terminar de asumir, me gusta la gente distinta.
N. P.: Como vos.
A. L.: Sí, no sé, yo me pongo fuerte con las cosas artísticas pero por lo demás soy muy fácil de convivir. Muy easy going.
N. P.: ¿Sabés por qué? Porque juega el ego, que aparece y ahí entramos los dos en esta riña de gallos que también es miedo en cierta forma.
¿Se podría decir que tardaron en juntarse ustedes dos, dos representantes del humor uruguayo?
A. L.: Tenemos un chat iniciado en Facebook que no le contesté nunca de hace mil años. A las cuatro y media de la mañana me pasó un mensaje, tampoco era para contestar.
N. P.: A mí siempre me decían: “¡Tenés que hacer algo con Agösto, que hace de Alzira, tienen que juntar sus personajes!”. Tienen que juntarse, tienen que juntarse. Me quedaba eso en la cabeza.
A. L.: Nos conocimos haciendo gimnasia en la pandemia. Ahí posteamos videitos y las redes explotaron. Recibí la primera llamada de un teatro para hacer un show con ella, pero yo estaba con toda esa cosa de tomarme una pausa, aunque la targeteé (la fichó). Después fui a verla a un show y dije: “Wow, vos serías la uno de la escena gay de Nueva York”.
N. P.: ¡¿Por qué de la escena gay?!
A. L.: Y bueno, porque te veo así.
Foto: Reinaldo Altamirano
¿A qué se debe la elección del vestuario?
A. L.: A mí siempre me gustó tratar de inventar algo, intentar, porque inventar es una palabra medio pretenciosa. Las fotos de promoción de la obra son con el vestuario del primer número. Quería contrastar lo ridículo del bloque con mucho glamour, que sale de la nada y termina siendo medio patético y bizarro. Buscamos a Marcelo Roggia para que diseñe eso y fue buenísimo porque empezamos a mandarle referencia tras referencia hasta que nos paró el carro: “¡¿No te das cuenta de que la referencia mata todo, que impide armar algo distinto?!”.
N. P.: Es como la imagen del nuevo rico, con mil joyas colgadas y es una terrajada. Como forrado en guita pero mal utilizado, de mal gusto. Es parte del humor.
A. L.: La elección del teatro tampoco fue casual. El Stella dialoga muy bien con la obra, con esa estética del 1800, medio circense, medio decadentón pero elegante. Un decadentón disimulado, como el show.
¿Por qué “se autopercibe de terror”?
A. L.: Eso fue como un subtítulo que buscamos para direccionar el tono y que la gente entienda que es un espectáculo de humor. Son esas palabras que se ponen de moda. Yo fui una disidencia toda la vida, no es nuevo, lo que pasa es que ahora hay un montón de discursos que algunos están buenos y otros particularmente a mí me dan gracia.
N. P.: Si nos va mal lo cambiamos: un show de terror que se autopercibe de humor.
¿Más que actores, se sienten artistas?
A. L.: Yo ni pienso qué soy. No me gusta mucho la sobreintelectualización de nada. Más allá de la función de turno lo importante es qué hago con mi vida, esa es la obra de arte del artista, y yo siempre trato de que me guste mi vida. De ahí sale todo lo demás. Y he descubierto cosas, algunas cuestiones un poco evasivas de mí en eso de cambiarme todo el tiempo de ciudad, de país…
N. P.: ¿Lo viste en terapia eso? Lo de la intelectualización de las cosas es una discusión que tuvimos al principio, recuerdo.
A. L.: ¡No! ¡Lo vi yo! Ahí fue que decidí quedarme y llegó todo esto. Y sí, porque ella es más intelectual que yo.
N. P.: Intelectual no, más neurótica. Yo no lo podría desvincular. Me siento actriz, pero sé que esto de hablar con estas voces relocas puede ser una forma de arte. También sé que nunca me sentí humorista. Yo sé que hago humor, pero no soy comediante. Soy una actriz que sin querer dar gracia tiene algo ahí que le sale natural.
¿Y no se vuelve un lugar de confort el humor? ¿Cómo evitan caer en lugares comunes?
A. L.: Es cierto que uno siempre quiere generar algo original, pero siento que en el cliché hay verdad, entonces no me peleo con eso. Me peleé, pero después lo maduré y hoy lo entiendo.
Miedo, con Nenan Pelenur y Agösto Latino, con dirección de Sebastián Silvera Perdomo. Jueves 8 y viernes 9 de febrero a las 21:30 h, en el Teatro Stella D’ Italia. Entradas a 600 pesos por RedTickets.