Tercera entrega de una serie de notas que homenajean a quienes tuvieron un único gran éxito en distintas expresiones culturales
Tercera entrega de una serie de notas que homenajean a quienes tuvieron un único gran éxito en distintas expresiones culturales
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáSon caras, voces y también sensaciones difíciles de olvidar. Algunos actores aparecen para estrujar los corazones, emocionar, provocar lágrimas de risa, una extrema empatía o hasta un terror que eriza la piel, y después desaparecen. Unos dejan su estela, mientras que a otros directamente se les pierde el rastro.
One hit wonder es un término que, asemejado con la expresión flor de un día, se utiliza para aquellos artistas que llegan a la cima una sola vez por un único trabajo, sin importar lo mucho que se esfuercen por volver a acariciar el éxito. Algunos ni lo intentan; prefieren quedarse con la gloria que navegar en la posibilidad de sumar algún fracaso.
Esta es la tercera entrega de una serie de notas de Galería en homenaje a las estrellas efímeras. Comenzó con el mundo de la música -por ser ahí donde nació la expresión- y siguió con los deportistas de un solo podio. Ahora es el turno de las estrellas fugaces del cine.
El demonio en el rostro de una mujer. Es su cara. A quien haya visto El exorcista seguramente le resulte muy difícil, por no decir imposible, ver el rostro de Linda Blair y separarlo del de Regan, esa niña que de a poco va siendo poseída por el demonio hasta el punto en que solo verla horroriza; su cutis se llena de heridas abiertas y sus ojos, de iris blanco, dejan de ser suyos al igual que su risa y su voz.
No importa el tiempo que haya pasado. Ver a la actriz que interpretó a Regan a los 25, 30, 50 años, aunque sea sonriente en una película sobre patinaje y otros papeles que nada tienen que ver con aquella cinta terrorífica de los años 70, siempre eriza. Como si inconscientemente se esperara el abrupto cambio de la voz suave y dulce hacia la grave y rasposa.
El exorcista se estrenó en 1973 y fue un éxito rotundo. Ninguna otra película había provocado tantos desmayos, ataques de nervios y un miedo que obligó a muchos a salir disparados de la sala de cine. Pero así como marcó generaciones y lo sigue haciendo hasta hoy, el paso del tiempo también mantuvo intacto el estigma sobre la protagonista, quien no pudo volver a saborear el éxito, pese a numerosos intentos.
Algunos hablan de una maldición. Linda Blair, estadounidense nacida en 1959, compitió con otras 600 niñas -entre ellas Laura Dern y Melanie Griffith- por el papel con el plan de financiar sus estudios de veterinaria. La película terminó siendo una de las más destacadas en la historia del terror cinematográfico, le valió un Globo de Oro a la mejor actriz de reparto y una nominación a la misma categoría de los Oscar. Otras consecuencias, sin embargo, tuvieron más peso. "Ya no podía ir al supermercado, ni a una tienda, ni a ningún lado. La gente me veía y se moría de miedo", contó en una entrevista. Blair sufrió depresión, adicciones, le costó por el resto de su carrera volver a ser considerada para otros roles protagónicos. Hace 10 años, con 52, dijo a El País de Madrid que "con el diablo no se juega", como si tuviera conciencia de la maldición que acarreó por haberse puesto en su piel con solo 14 años.
La joven promesa incumplida. Una nominación en los Premios Oscar suele ser el más claro indicio de que un actor va por buen camino. En 2009, Gabourey Sidibe tenía 25 años y un futuro muy prometedor. ¿Qué mejor que ser nominada a los mayores premios del cine mundial por un debut? El de la película Precious fue su primer papel en una pantalla.
En la cinta coproducida por Oprah Winfrey, la actriz llegó al corazón de todos al interpretar a una adolescente negra, obesa y casi analfabeta que es víctima de diversos tipos de abuso. Pero después de aquella actuación desgarradora y estelar, las puertas para Sidibe apenas se han vuelto a abrir. La industria terminó encasillándola en papeles dramáticos y obesos, y apareció en varias que fueron vapuleadas por la crítica, a excepción de Espía por error (protagonizada por Sacha Baron Cohen) en 2016. Pese a que la película tuvo éxito, la actriz no ocupó más que el papel de una empleada de hotel con la que el protagonista tuvo sexo por error. Sidibe dice ser consciente de su talento y reconoce haber trabajado duro sin obtener nuevos reconocimientos. "Ya me han dicho muchas veces que tuve suerte. Lo he oído. Pero en realidad soy una persona extremadamente desgraciada, muy desgraciada y de muchas maneras", llegó a declarar. "Las puertas de Hollywood no se abrieron ante mí como sí lo hicieron, por ejemplo, para Anna Kendrick, quien también fue nominada por primera vez ese año, y que pasó a protagonizar películas y series de televisión", manifestó.
Una obra maestra. Encarnar a Mozart fue una obra maestra, y la única que tuvo. Tom Hulce tenía 30 años cuando compitió por el papel protagónico de la película Amadeus (1984) con otras figuras como Mark Hamill (el Luke Skywalker de Star Wars), Mel Gibson, David Bowie y Mikhail Baryshnikov, entre otros. Al final su director, Milos Forman eligió al joven y desconocido Hulce, y no se equivocó. La cinta multipremiada en los Oscar, los Bafta y los Globos de Oro fue categorizada como película de culto y su protagonista fue nominado al Oscar como mejor actor. El director le había pedido a Hulce que no se midiera y que llevara su personaje hasta todos los extremos posibles. Y el actor siguió la orden al pie de la letra. Tan en serio se tomó su rol, que tal vez por eso sea otro de esos actores a los que cuesta separar de aquel personaje, del joven excéntrico de risa exagerada y un tanto irritante.
Su carrera no continuó en picada como sucedió con otros one hit wonders del mundo del cine, pero lo cierto es que Hulce no volvió a brillar tanto como lo hizo en Amadeus. De ahí en adelante, sus papeles fueron bastante más discretos. Apareció en la comedia Apartamento para tres en 1986, en el thriller erótico Slam Dance y en la comedia familiar Dulce hogar. Apasionado por el teatro, el actor que hoy tiene 67 años dejó la actuación para dedicarse a la producción teatral.
Estrella fugaz. A algunos actores les cuesta décadas llegar a obtener un Oscar. Fue el caso de Leonardo DiCaprio, quien tras una enorme cantidad de papeles protagónicos destacados con varias nominaciones, un día finalmente obtuvo la anhelada estatuilla.
La de Jean Dujardin, en cambio, era una cara completamente desconocida cuando consiguió el máximo premio. Un día apareció en una cinta en blanco y negro y, sin pronunciar una sola palabra, en solo una hora y 54 minutos de un filme mudo logró tapar la boca de todos con su actuación magistral. Y aparecieron las nominaciones para The Artist y su protagonista. Dujardin entonces tenía 39 años y no había estado ni cerca de compartir una nominación a los premios más reconocidos de la industria del cine junto con grandes estrellas como Brad Pitt y George Clooney. Finalmente, les ganó. Dujardin obtuvo el premio a mejor actor en los Oscar, en los Globos de Oro, los Bafta, los SAG y también en el festival de Cannes en el año 2012. Recién ahí el mundo entero escuchó su voz. Muchos incluso se percataron durante sus discursos de que era francés.
Este actor puede hablar con propiedad sobre aquel tipo de estrellato, uno de "interminables alfombras rojas", más recepciones que días en el año, comida -mucha comida- y gente que le decía qué corbata ponerse. Fueron pocos meses. Tal vez un año. En 2013 apareció para entregarle el Oscar a Jennifer Lawrence por su actuación. Como si se hubiera bajado intencionalmente de un pedestal, luego de aquella exuberante actuación en la cinta de cine mudo apenas se lo volvió a ver en la pantalla grande. En 2016 apareció en un rol secundario en El lobo de wall street y del resto de las películas en las que articipó solo unas pocas tuvieron alcance mundial. Él dice que todo fue premeditado. Al parecer, el de las estrellas de Hollywood no es su mundo. "Tengo un gran recuerdo y en eso se ha quedado, porque no he hecho que la maquinaria siguiera funcionando en los Estados Unidos. Me iba muy bien antes de The Artist y por eso sigo la misma lógica que antes del Oscar", expresó en una entrevista en 2016 con el diario El Mundo de España. Explica también que aquello tiene que ver con que intenta encontrar un equilibrio que sería imposible lograr siendo estrella de Hollywood. "Si salgo de Francia no me conoce nadie. He viajado tanto con esta cosa del Oscar que ahora me cuesta salir. Mi vida real, mi vida de hombre es tan importante que no quiero perdérmela. Tengo ganas de vivir, y vivir significa estar con los míos", aseguró en la misma entrevista.
Una rubia inolvidable. ¿Alguien volvió a ver a Bo Derek? El caso de esta exmodelo estadounidense devenida en actriz es excepcional. Pocos deben ser los mayores de 40 que no la recuerdan ni saben su nombre. Sin embargo, nadie le siguió el rastro. En 1979, con 23 años, Derek fue elevada a la categoría de sex symbol y a la vez nominada a un Globo de Oro por su actuación en 10: la mujer perfecta, protagonizada también por Dudley Moore y Julie Andrews.
El reconocimiento que la llevó a estar nominada fue bastante singular. Su aparición en la película es corta y hay que hacer un esfuerzo por trasladarse a aquella década para percibir el impacto que habrá provocado en los espectadores la sorpresa ante el desnudo de la joven de rostro angelical y figura armónica que se lanza al cuarentón en crisis y enloquecido por ella. Después de esta película, su mejor trabajo en un éxito de taquilla, la actriz no hizo más que bajar escalones e incluso llegó a ser premiada por actuaciones fallidas: obtuvo premios Golden Raspberry (los anti-Oscar) por Tarzán, el hombre mono y Los fantasmas no pueden hacerlo.
Hoy, lejos de la actuación, Bo Derek vive en un rancho en el valle de Santa Ynez en California junto a su hermana y el esposo de ella, y desde 2002 está en pareja con el actor John Corbett, conocido por el papel de Aidan en Sex and the city.