• Nombre: Gustavo Genta • Edad: 51 • Ocupación: Artista plástico • Señas Particulares: Algunos amigos le dicen gusano por lo alto y flaco, no cree en la inspiración, tiene una perra rescatada que se llama Fernet
• Nombre: Gustavo Genta • Edad: 51 • Ocupación: Artista plástico • Señas Particulares: Algunos amigos le dicen gusano por lo alto y flaco, no cree en la inspiración, tiene una perra rescatada que se llama Fernet
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáTiene dos hijas y su pareja otros cuatro. ¿Le gustan los niños? Descubrí que me gustaban después de que los empecé a tener, pero hasta que tuve hijos no tenía ningún interés.
¿Se involucran en tu trabajo? Están acostumbradas, vivimos dentro de un taller. Y saben que cuando quieran un iPhone van a tener que trabajar. Es un taller con un depósito grande y la parte de arriba es nuestra casa. Necesitaba vivir en un lugar que me permitiera trabajar porque las nenas son chicas y no puedo irme. Es en Ciudad Vieja, estamos a una cuadra y media del mar.
¿Qué lo inspira? No creo mucho en la inspiración, creo en la observación, en la acumulación de conocimientos y en la curiosidad. Una cualidad que tenemos los artistas es la de ser curiosos, ver cosas que otras personas no ven. Tenemos una manera diferente de observar. Pero no creo ni en la inspiración ni en el talento; lo mío es más perseverancia que talento. La perseverancia es clave porque el mercado artístico en Uruguay es muy cruel.
¿Hay que ser rico para coleccionar arte? Eso es un mito. Uno puede comprar cosas de 200 dólares que están buenísimas, no todo son miles de dólares. Uno de los cuadros más lindos que tengo lo pagué a 350 pesos en la feria de Tristán Narvaja. El hombre me dijo 350 y yo en el momento pensé ¿pesos o dólares? Las dos opciones eran baratas. Para uno es caro 350 pesos, para otro es caro 350 dólares. Hay gente que tiene mucho dinero para la que no es caro ni 3.500, ni 35.000. Yo busco proponer algo diferente y después que lo compre quien pueda.
¿Es importante vender? Le doy mucha importancia a la venta porque es lo que nos sostiene. El dinero es lo que permite que las ideas se realicen, que los proyectos se lleven a cabo y que todos los que participamos en eso cobremos, porque si no el arte termina siendo una cosa para gente a la que le sobra el dinero y no necesita vivir de esto.
¿Trabajó en algo que no estuviera vinculado al arte? No, mientras estudiaba en el Centro de Diseño empecé a decorar casas. Empecé pintando, agarraba un cuarto de niños y lo transformaba en una página de un libro, por ejemplo. Me di cuenta de que lo que hacía les gustaba a las personas. Tenía 20 años y recién fue cerca de los 30 que me di cuenta de que podía transformar ese gusto mío en un trabajo. No tengo ningún artista en la familia, para mí ser artista era como plantearse ser astronauta.
¿Qué le quedó de los años en que vivió en Suiza? Estuve del 2003 al 2006 y después de eso estuve en Barcelona un tiempo, pero nunca me adapté. Fue cuando empecé a trabajar con galerías. La experiencia estuvo buena, me casé en Suiza. Hay ciertas cosas de ellos que me gustan mucho, como la puntualidad, y un montón de cosas que no me gustan, son muy intolerantes.
¿Le gusta el deporte? Me gusta andar en bicicleta, y en un momento corría bastante. Pero no me gustan los deportes grupales. El tema es que si me preguntan qué quiero hacer, la respuesta es que quiero trabajar; no hay muchas cosas que me resulten más divertidas que mi trabajo.
¿Le cuesta cortar con el trabajo? Sí, no le digo que no a nada. Igual tolero muy bien el estrés.
¿Ser su propio jefe es conveniente? Sí, pero también pasa que a todos les parece que yo no tengo nada que hacer. Me ha pasado toda la vida.
¿Nunca tuvo jefe? Dos años en Suiza. Estaba en la casa de una mujer que tenía mucho dinero y mucha inquietud por crear cosas, y el que las llevaba a cabo era yo. A ella se le ocurrían las ideas y le parecían facilísimas. A mí me gustaba, me parecía increíble tener un sueldo. Pero igual no lo toleré.
¿Cómo ve el arte en Uruguay? Me va mucho mejor que en Suiza. Obviamente el trabajo no es el mismo y yo no soy el mismo. Sucede que cuando el rico es rico acá, es mucho más rico que en Suiza. Acá los ricos se despegan y la mayoría de los clientes que tengo son gente que tiene mucho dinero. Argentinos, norteamericanos, brasileros. Los judíos en Uruguay son los únicos que compran arte, es algo que consumen. Creo que el 90% de mis clientes tanto uruguayos como extranjeros son judíos.
¿Tiene un lugar que sea su lugar? Estoy trabajando bastante con un hotel que se llama Big Bang, en Sauce de Portezuelo. Ahí está el domo Genta, que es un domo transparente que se encuentra muy cerquita del mar. El año pasado hice una instalación que quedó divina, iluminé el bosque; y he hecho un montón de trabajos. Es un lugar en el que la paso muy bien. También me gusta el Cabo Polonio, desde los 18 años que voy y no dejé nunca de ir.
¿Cómo tomó su familia su camino artístico? Cuando empezás a trabajar y te empieza a ir relativamente bien te acepta todo el mundo.
¿Se volvería a ir a vivir al exterior? Estoy trabajando mucho el concepto de joyería para edificios y casas. En este momento empiezo con un representante en Nueva York y voy a trabajar en proyectos para vestir edificios con desarrolladores inmobiliarios. Y me gustaría viajar, pero mi vida va a ser acá, y cuando tenga 60 años me voy a retirar para algún campo a ciento y algo de kilómetros de Montevideo y espero seguir trabajando más tranquilo.