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Unos 45 millones de plantines de dos especies principales de eucaliptus —grandis y dunnii— son la producción anual que UPM vuelca para desarrollar su patrimonio forestal y que luego de unos 10 años estará exportando en forma de celulosa a los mercados asiáticos y de Europa, principalmente.
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Pero los pequeños árboles que gestiona en sus tres viveros —dos en Paysandú y el nuevo inaugurado en febrero en Sarandí del Yí como parte del proyecto de crecimiento de sus operaciones en Paso de los Toros— son el resultado de al menos otros 15 años de investigación y mejoramiento genético.
El proceso de selección de las plantas que mejor se adapten al suelo y el ambiente de Uruguay es lo que le permitió en los últimos 25 años que la productividad de celulosa por hectárea aumentara en torno a 80%. Una hectárea forestada produce unos 250 o 300 metros cúbicos de madera, unas siete toneladas de celulosa.
La celulosa producida por UPM en Uruguay tiene un mix de eucaliptus, que básicamente se compone de 60% de grandis y 40% de dunnii. Se plantan en otoño y en primavera.
En el flamante vivero de Sarandí del Yí, en Durazno, la tarea se centra en multiplicar a través de “estacas” de plantas madre aquellos ejemplares que serán “clones”. Estos tendrán el rendimiento y las propiedades de celulosa que requieren los clientes de UPM, explicó a Búsqueda Federico Rey, gerente de Viveros.
“Todos los años el programa de mejoramiento genético nos ofrece dos clones nuevos, con los que se empieza a sustituir las plantas del vivero para seguir la mejora continua”, agregó.
Además, realizan el “cruzamiento controlado” de ambas especies, con lo que obtienen plantas “híbridas”, que comenzaron a plantarse en parcelas de test para evaluar su comportamiento, apuntó.
La inversión en el nuevo vivero fue de US$ 25 millones. Ocupa a 120 personas de la zona, en su mayoría mujeres.
En los invernaderos donde crecen las plantas madre (unas 850.000 entre las dos especies) cada empleada produce entre 3.000 y 4.000 estacas al día. Es una tarea manual que se realiza sobre plantas tipo bonsái con manos ligeras y una tijera.
En distintas estaciones e invernaderos mecanizados con calefacción, cintas que acercan y llevan bandejas con plantines, sistemas de riego y sensores, unos 12 millones de “clones” crecen controladamente para, a partir de la primavera, ser llevados al campo y formar nuevos bosques.