“Campito con agua” fueron las palabras que Constanza tecleó en el buscador de su computadora hace ocho años, y uno de los resultados llevaron a la familia a la zona de Sierras del Edén. “Apareció una foto de la cascadita y el número de una inmobiliaria. Llamé y me dijeron que lo fuéramos a ver. Cuando bajamos y pudimos descubrir una partecita del arroyo, nos encantó. Fuimos a la inmobiliaria, le pasamos una oferta y la rechazaron. Pasaron seis meses y volvimos a visitar el lugar y nos convencimos aún más de que esto era lo que deseábamos. Volvimos a la inmobiliaria y aceptaron nuestra oferta”, recuerda. La búsqueda había comenzado en Argentina, principalmente en la zona de Córdoba, y siguió por distintas zonas de Uruguay, incluido Pueblo Garzón, donde pensaron que quizá el turismo sería más fuerte.
Lo que terminó convenciéndolos fue el agua. “El agua es vida, para todo es primordial. Buscábamos agua, agua que fuera potable. Aquí es impresionante, hay cinco vertientes, manantiales, el arroyo y, además, hicimos un pozo”, cuenta ella.
En el predio, ubicado a 50 minutos de Punta del Este, no había ninguna infraestructura, sí estaba la ruta asfaltada y el tendido eléctrico, que había sido traído por el proyecto vecino de olivares Lote 8, fundado por Alejandro Bengolea, nieto fallecido de la empresaria argentina Amalia Fortabat.
Un proyecto que crece. En plena pandemia en 2021, en una primera etapa de construcción, montaron el restaurante. “Hice el plan de construcción y Connie dio el visto bueno. Funcionamos así porque yo voy a la practicidad y eficiencia y ella a la parte estética, hay un tire y afloje en el cual encontramos un punto medio”.
Finalmente tenían un lugar que les permitía responder la pregunta que les hacían constantemente sus amigos y familiares: “¿Cuándo ponés un restaurante, Dieguito?”. Se materializó en un espacio tranquilo, pequeño, con trato muy cercano, en el que los dueños reciben a los comensales y la cocina está 100% en manos de Diego. “Si no estamos, María Justa no abre”, explican estos anfitriones y guías de la selecta experiencia.
En la ecogalería Constanza expone sus obras, que vende a turistas y coleccionistas que visitan el lugar.
La segunda etapa del proyecto fue la construcción de la ecogalería de arte y el taller de Constanza, donde crea piezas diversas, utilizando variedad de técnicas (pintura, dibujo, escultura) y materiales como mármol, hierro, cobre y muchos otros recogidos del predio, como tierra, arcilla y pigmentos de hierbas, especias o rocas molidas. Este espacio de exposición y venta de arte se puede recorrer de mano de la artista y también se abre para talleres puntuales y seminarios que ella organiza y lidera.
La siguiente fase del proyecto es la instalación de cabañas y una suite para alquilar, que proyectan estén prontas para noviembre de este año. Estarán equipadas con kitchenette y heladera para dar independencia a los visitantes. “Nuestra idea es que aunque nosotros no estemos que las cabañas se puedan alquilar”, explica Diego, que nuevamente estará a cargo del diseño del proyecto bajo la atenta y perceptiva mirada de su compañera.
Cocina de mar y de sierra. “No es una propuesta masiva y no nos interesa que lo sea”, explica el cocinero. Su público objetivo son uruguayos y argentinos residentes en Punta del Este, y en una segunda instancia, turistas de Brasil y otras partes del mundo, aunque los propietarios aseguran que también los visitan vecinos de la zona, que el rango etario es muy variado y que su mejor herramienta de marketing es la recomendación boca a boca.
Lo que no aceptan es a menores de 12 años. “Apuntamos a un público adulto, porque el que viene hasta acá busca tranquilidad y porque en el predio hay rocas, un deck elevado y mucha agua, es una responsabilidad enorme”, confiesa ella. Aunque pueda parecer antipática para algunos, la restricción es una forma más de cuidar un ambiente de relajación y contemplación de la naturaleza, que se aprecia en cada detalle apenas se ingresa al predio y que es parte fundamental de la experiencia.
Diego de Risi Camardón es arquitecto, pero su pasión siempre fue la cocina.
El menú de pasos del salón es propuesto por el chef, por lo que el comensal debe acercarse dispuesto a dejarse sorprender. Tienen huerta y gallinero que proveen a la cocina de parte de los ingredientes. Un poco más abajo del restaurante, al lado del arroyo y a la sombra de los árboles, se ubican dos grandes mesas de madera. Allí se reciben a grupos de entre ocho y 25 personas en eventos cerrados y habitualmente se sirve cordero o asado.
El menú varía de acuerdo a la estación, puede ser comida de invierno o de verano, pero siempre teniendo como inspiración la proximidad del mar y la sierra. También hay días de pizzas, de empanadas, de comidas del mundo.
Aunque siempre con alguna novedad o variación, por estos días la experiencia culinaria de los comensales empieza con un trago fresco de la casa llamado Elixir, hecho a partir de almíbar de naranja y vino blanco. En invierno quizá la opción sea un vino especiado tibio.
Focaccia con humus y chorizos ahumados
“Después sacamos la focaccia con humus, alguna salsita y chorizos ahumados”, asegura el chef. Le siguen unas empanadas porteñas fritas en grasa, gazpacho y un plato de queso camembert madurado y apanado con reducción de frutos rojos y fruta de estación. Luego un gravlaks de salmón curado con eneldo, salsa de crema agria, langostinos salteados con ajillo, mousse de palta con cebolla morada, melón sésamo y alcaparras. También se sirven mejillones a la provenzal hechos con manteca y vino blanco.
queso camembert madurado y apanado con reducción de frutos rojos y fruta de estación
Los platos principales son cordero al curry con puré especiado o risotto con azafrán y setas shiitake. Los dulces varían entre mousse de chocolate, peras al borgoña o panqueques de dulce de leche flambeado.
Gravlaks de salmón curado con eneldo, salsa de crema agria, langostinos al ajillo, mousse de palta con cebolla colorada, melón, sésamo y alcaparras
Pasarla bien y comer rico. La visión del chef es clara, se guía por el paladar, propone menús basados en los sabores y el disfrute y “comidas opíparas”. “La materia prima es de primerísima calidad, no escatimamos en nada, con lo cual se hace y se consume de lo mejor”, asegura.
En María Justa se ofrece una experiencia gastronómica multiétnica, fruto de sus viajes laborales alrededor del mundo que le han permitido realizar cursos, probar distintos platos e ingredientes y sobre todo conocer culturas y cocinas diversas, desde las de los restaurantes más gourmet hasta las de comida callejera. “Me divierte hacer eso, me gusta que mi comida se sienta como un paseo por el mundo”. Es importante saber que trabajan con reserva previa de al menos 24 horas.
Laberinto cretense hecho de cuarzos
Un laberinto cretense. Un día la palabra laberinto vino a la mente de Constanza al admirar el paisaje de sierras de María Justa. Rápidamente se puso a investigar la temática y decidió montar un laberinto cretense hecho a partir de cuarzos en la ladera que baja desde el restaurante hacia el arroyo. “Se llama de los siete senderos. No es que te perdés por un camino, el camino te lleva a un centro y después de ese centro volvés a salir. Hay distintas maneras de caminarlo. En cada piedra que marca un sendero escribí uno de los siete chakras”, explica sobre esta herramienta ancestral que invita a ingresar meditando y salir positivizando y sanando.
“Cuando vi el paisaje me hizo pensar en la cultura celta, quizá por las grandes rocas o porque no sabés en qué lugar del mundo estás, podría ser cualquiera”, explica sobre la zona a la que llaman la Toscana uruguaya. “Siempre me atrajo mucho todo lo celta, aparte nuestros antepasados, tanto de Diego como míos, venían de ahí. Me gusta mucho su filosofía, que amaban la naturaleza, que su templo era el bosque y la mujer muy respetada. Era la que les enseñaba a los hijos a ser guerreros, la que sanaba con hierbas medicinales”. La artista incluyó muchas referencias a esta cultura en el proyecto, se siente muy identificada con esa mujer y la esculpe, la pinta y la dibuja con frecuencia.
En su taller, la artista trabaja con materiales tradicionales y otros que recolecta del entorno.
“El lugar lo siento muy mágico, con sus aguas subterráneas, sus piedras de cuarzo”, admite y cuenta que la primera noche que durmió allí vio un meteorito estallar en verde esmeralda y pensó que sería un fenómeno que se repetiría. Sin embargo, nunca más lo volvió a ver.
Turismo para eclécticos. María Justa se prepara para recibir extranjeros en una propuesta completa que combina gastronomía, arte, naturaleza, espiritualidad y distintas experiencias. La idea es recibir grupos de entre 20 y 30 personas y ofrecerles catas, enseñarles las reglas básicas de un asado, dar clases en las que puedan preparar algún plato, hacer recorridos de recolección de hierbas medicinales y frutos nativos, meditaciones guiadas, seminarios o clases de arte y creatividad, visitas al laberinto. Una propuesta completa que no solo implica un recorrido por las instalaciones, un almuerzo o una cena.
Auténtica y muy personal, Diego y Constanza crearon un espacio donde los sentidos y la espiritualidad se encuentran con el placer de la buena mesa, que invita a distenderse y perderse en la magia de la naturaleza durante un rato.
Sierras de Pueblo Edén. Reserva previa mediodía y noche al +54911 5467 9754. Más información al instagram @mariajustaeden. Precio del ticket, que incluye menú con bebidas a la carta, recorrido por el predio, visita a ecogalería de arte, laberinto e instalaciones: 2.400 pesos por persona.