Mucho más que un libro de recetas. Además de brindar cerca de 50 recetas nutritivas, divertidas y coloridas, cada página se identifica con un color y ese color representa una serie de emociones. Bajo la dirección de la psicopedagoga Velazco, que se basó en estudios de psicología del color como el de Eva Heller, se asoció emociones a colores y recetas. El resultado es una publicación que más que un recetario es una herramienta didáctica que permite que los niños aprendan a reconocer y comprender sus estados de ánimo, los invita a vivenciar plenamente sus sentimientos y a disfrutar de la aventura de cocinar.
El color rojo se asocia a emociones fuertes: amor, enojo, valor, dulzura, pasión y fortaleza. En la sección de este color encontramos las recetas de frutillas con chocolate, palitos de sandía, tomates rellenos de atún, bruschettas de pícnic, galletones red velvet y bastón caprese de Navidad. El juego que plantea el libro es el siguiente: dialogar con el niño sobre cómo se siente ese día, ayudarlo a que identifique sus sentimientos en la planilla de emociones —asociadas a emojis— en el inicio del libro y, una vez hecho el ejercicio, que elija una receta del color de la emoción que está sintiendo. Si se siente feliz, puede elegir una receta del color amarillo, como los pancakes de banana; en cambio, si está triste, una receta del capítulo azul, como la de cookies del fondo del mar, puede ayudar.
“No debemos ver al niño solo desde el desarrollo de la inteligencia racional sino también desde su mundo emocional, que es parte del aprendizaje, que es parte del contexto en el que se encuentra el niño. Las personas no son solo mente sino mente conectada al corazón. Me pareció muy importante como aporte para la educación crear una herramienta que permita al niño conectar con su emoción y conocer qué tipo de emociones existen”, explica la psicopedagoga, que no dejó ninguna emoción fuera e incluyó una, con connotación negativa, de la que se está hablando mucho actualmente: la ansiedad.
Tanto Torres como Velazco realizaron una búsqueda de cuáles son las emociones principales, a qué colores se asocian y cómo traducir toda esta información al lenguaje de un niño. “Son tan visuales que el color me pareció que era un medio superaccesible para ellos”, cuenta Velazco. Además del color, se incluyó el lenguaje de los emojis para ayudarlos a identificar las emociones fácilmente. “Los niños se coparon con los emojis, es un lenguaje supermoderno. Es muy universal, no está sesgado al público uruguayo. A cualquier niño del mundo que le des el libro le va a divertir porque las fotos son muy globales, los juguetes que elegimos para el arte también”, explica la chef, cuya casa fue la locación de las fotos y sus hijos los protagonistas. Aunque en la mayoría de las fotos solo se ve alguna manito, en otros casos se los retrata enteros disfrutando de la comida y del momento compartido. “Teníamos una rutina con Cande y los niños y era que el día que hacíamos cada capítulo nos vestíamos de ese color. Entonces nos dimos cuenta de que de ciertos colores teníamos ropa y de otros no”, recuerda Torres sobre el proyecto que ocupó gran parte de su 2023, ya que comenzaron a producirlo en enero y estuvo pronto como regalo de Navidad, el 20 de diciembre.
“Yo descubrí el naranja, un color muy poderoso del que no tenía muchas cosas. Ahora empecé a comprar más porque tiene un temperamento muy interesante. A veces te ponés un color que no te comprarías pero te sentís bien, y eso significa que el color te está transmitiendo algo”, dice. “La visual del plato finalizado para los niños es superimportante, es el primer enganche y en eso tiene mucho que ver el color. Te ayuda a que los chicos coman”, asegura.
Del libro Emoción en la cocina Divertirse y pensar. En algunas recetas aparecen notas que potencian el trabajo emocional para que no quede solo en la planilla inicial de sentimientos. “En cada capítulo hay algo conectado a los sentimientos de ese color, al principio hay una lista de las cosas que despierta y a lo largo del capítulo se van descubriendo textos que a veces son preguntas, a veces afirmaciones o propuestas conectadas a esas emociones”, explica Velazco. “Por ejemplo, en la página de las barritas de cereales que forman parte del capítulo violeta, un color que despierta la curiosidad y la sorpresa, hay una nota que dice: ‘¿Y esas chancletas quién las habrá dejado ahí?’, haciendo referencia a unas pequeñas ojotas que aparecen en la foto”, explica.
El libro también invita a escribir y colorear. La idea es que el niño se apropie del objeto. “¡Pintá con tus propios colores lo que más te guste!”, dice en la primera página.
“Yo empecé a aplicar el libro en mis prácticas psicopedagógicas con pacientes, llevo el libro y vemos cómo se siente el paciente, les pregunto si ha hecho alguna receta, practicamos lectura con las recetas o matemática sumando las cantidades, hay muchas formas de utilizarlo”, explica orgullosa del producto final.
“Nos basamos en la teoría y algunas veces hay cosas que se contradicen, que dependen mucho del momento, no hay nada definitivo. Un día podés sentirte triste y elegir el azul y a la semana sentirte amistoso y también elegir el azul, hay que tener adaptabilidad para permitirte estar en los dos estados. El tema es trabajar las emociones y compartir un momento en familia; no es tan importante que haya cosas ambiguas, como en la vida. Es todo parte de un juego”, explica.
Cocina en familia. Torres recuerda una encuesta realizada durante la pandemia que mostró como resultado que entre las cosas que más disfrutaron los niños durante ese tiempo estaba hacer pan con sus padres en casa. “Algo tan sencillo y tan básico. La pandemia nos volvió a meter en la cocina y a veces hacer pan con los padres o con la abuela es todo lo que necesitan los niños para un desarrollo natural, porque en la cocina suceden un montón de cosas. Hay disciplina a la hora de limpiar, orden al seguir una receta, creatividad al poner las manos y trabajar una masa”, explica.
“Creo que el libro es reflejo del momento en el que estoy con mis hijos, se recopan, es una edad divina para cocinar con ellos. Tenía muy pendiente hacer un libro de cocina para niños”, asegura la cocinera, que además estudió Licenciatura en Comunicación.
“Mis hijos estuvieron presentes en todo el proceso. Se criaron con una mamá siempre en actividad, por lo que tienen supernaturalizado estar en un libro. No me costó nada incluirlos y a ellos tampoco, creo que más adelante cuando lo vean en perspectiva van a decir: ‘¡Wow! Estoy en un libro’”, reflexiona. “Todo lo que sea escribir y editar siempre está presente en mi vida. De hecho, creo que no es casual que me dedique a comunicar mi pasión, que es la cocina. Me divierte mucho”, agrega.
Muchas de las recetas ya estaban en su vida, recolectadas en un cuaderno que la acompaña desde niña y que asegura nunca se le pierde en las mudanzas, como sí le sucede con muchas otras cosas. “Otras recetas estaban en mi mente, las hacía siempre en casa. Desarrollar recetas me fascina, creo que es la parte que más me gusta de mi trabajo. De todas formas fue un desafío, porque esto de que los capítulos estuvieran divididos por colores es divino, pero al mismo tiempo implica un mayor grado de dificultad a la hora de definir qué recetas van en cada capítulo porque, por ejemplo, comida azul no hay”, se ríe.
Casero y variado. “La única filosofía a la que me ato es la casera: casero es mejor”, asegura Torres. Fuera de eso, le gusta comer de todo un poco, algo “pocho”, algo sano; muy variado. “Los chicos gastan energía y deben alimentarse. No querés una infancia que carezca de ciertos nutrientes, pero tampoco que carezca de las memorias.Todos tuvimos la felicidad de llegar a casa y oler una torta marmolada”, añade. Torres explica que por su lugar mediático y su forma de ser nunca adoptaría una filosofía muy específica. “Hay que resistir el archivo. ¿Cuánta gente existe que dice ‘soy vegana’ y al año la ves comiendo un chorizo?”, señala. “Lo que no como son ultraprocesados, porque no como cosas que en la etiquetas tienen 20 ingredientes que no sé qué son; después, de todo un poco”, explica.
“En el libro hay alguna cosa frita. Si tomás precauciones, como usar el aceite una vez, no pasarlo de temperatura, tener una buena cantidad de aceite, está bien. Por ejemplo, yo hago una mezcla de aceite para cocinar en casa. No se compara la milanesa frita con la horneada”, asegura Torres, que a fin de mes comienza a grabar la nueva temporada de MasterChef —amateur— y que también prepara una sorpresa televisiva para mitad de año. “Es un proyecto audiovisual en la cocina de mi casa, algo bien diferente a lo que hay hoy en día en la tele, que seguramente vaya por la rama de lo familiar”, cuenta la emprendedora, que además lidera cuatro locales de La Dulcería —en Carrasco, Punta Carretas, Pocitos y Manantiales— y piensa sumar franquicias o internacionalizar la marca. Por otro lado, con Aguaclara ya está proyectando un nuevo libro sobre un tipo de comida que está “abandonado” y que asegura será “muy divertido”.
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Galletitas con hummus morado
Sin gluten, vegano, 60 minutos
Foto: Cande Velazco, Emoción en la cocina Ingredientes
Para las galletitas:
½ taza de semillas de lino
3 cdas. de harina de lino molido
¼ taza de chía
½ taza de semillas de girasol
½ taza de semillas de calabaza
½ cdta. de cúrcuma
1 cdta. de sal
1 taza de agua fría
2 cdas. de aceite de oliva
Para el hummus:
2 remolachas medianas
2 cdas. de aceite de girasol
1 pizca de sal
1 pizca de pimienta
2 tazas de garbanzos cocidos
2 dientes de ajo
¼ cdta. de comino (opcional)
2 cdas. de aceite de oliva
Jugo de ½ limón
Otros (opcionales):
Aceite de oliva como topping
Semillas de sésamo
Hojitas de cilantro o perejil
Preparación
Combinar todos los ingredientes secos y mezclarlos bien. Agregar el agua fría y las 2 cucharadas de aceite de oliva. Combinar y dejar reposar la mezcla por 30 minutos.
Precalentar el horno a 190 ºC. Mientras tanto, para preparar el hummus pelar y cortar en cuatro trozos las remolachas. Colocarlas en una asadera, rociarlas con aceite de girasol, sal y pimienta. Llevarlas al horno y cocinarlas hasta que estén tiernas (10 minutos aproximadamente). Para ver si están listas, pincharlas con un tenedor (tienen que estar tiernas por dentro). Retirar y dejar que se enfríen.
En el vaso de la licuadora o mixer combinar las remolachas con los garbanzos, el ajo, el comino, el aceite de oliva y el jugo de limón. Procesar a máxima potencia para obtener una pasta cremosa.
Cubrir una asadera con papel manteca o silpat. Procesar la mezcla de semillas por 5 segundos en el mixer o licuadora. No tiene que quedar una pasta, sino una mezcla de semillas apenas pastosa con trozos y semillas enteras. Esparcirla en la asadera. Cubrir con otra hoja de papel manteca y presionar con palote para que quede una capa finita y compacta, de unos 3 milímetros.
Cocinar la plancha de galletitas por 10 minutos. Retirar, cortar las galletitas. Llevarlas de nuevo al horno por unos 10 minutos más o hasta que se doren.
Presentar el hummus en un plato hondo con un toque de aceite de oliva, semillas de sésamo y cilantro o perejil y servirlo acompañando las galletitas o crackers.
Trufas energéticas de zanahoria
20 minutos, sin gluten, sin lácteos
Foto: Cande Velazco Ingredientes
1 taza de zanahoria rallada
1 taza de avena arrollada
½ taza de coco rallado
½ taza de dátiles sin carozo
2 cdas. de miel
½ taza de nueces
½ cdta. de jengibre en polvo
1 cdta. de canela en polvo
1 taza de coco rallado extra para rebozar
Preparación
En el vaso de la procesadora o mixer colocar todos los ingredientes menos el último coco.
Procesar a potencia media por pocos segundos hasta lograr una masa con apenas algún trocito (no tiene que quedar como un paté).
Colocar el coco rallado extra en un plato hondo. Mojar las manos y tomar trozos de masa del tamaño de una nuez. Formar trufas bien redondas, rebozarlas en coco rallado y colocarlas en un plato. Enfriar las trufas por 10 minutos antes de servirlas.
Nota de Xime: “Yo preparo una buena cantidad de trufas y las llevo al freezer en bolsitas, para tenerlas siempre a mano. Para descongelar las trufas, colocalas en un plato a temperatura ambiente y esperá 15 minutos”.
Emoción en la cocina, de Xime Torres. Editorial Aguaclara, 115 páginas, 1290 pesos.