N° 1881 - 24 al 30 de Agosto de 2016
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLa contribución de los uruguayos al financiamiento del presupuesto educativo más que se triplicó entre 2006 y 2014. Sin embargo esa mayor dotación—pasó de U$S 440 millones (2006) a U$S 1.446 millones (2013) y U$S 1.300 millones (2014)— no se tradujo en mejores resultados. Por el contrario, basándose en un estudio de la ANEP, el doctor en Educación Alberto Nagle Cajes destaca que los resultados han empeorado.
El estudio refiere a una década dorada en la cual la economía uruguaya registró los más altos índices de crecimiento en más de medio siglo. Durante la cual el gobierno decidió atender prioritariamente la emergencia social originada por la crisis del 2002 y fortalecer las actividades del Estado realizando inversiones de dudosa eficiencia y rentabilidad. Proceso caracterizado por un discurso políticamente correcto sustentado con un enorme esfuerzo promocional financiado con recursos públicos.
Hubo también un aumento apreciable de la burocracia y del gasto público, auge del corporativismo sindical, escasos avances de modernización en la administración estatal (“la madre de todas las reformas”, Vázquez dixit), desinversión en infraestructura física, aumento de la inseguridad pública producto de una visión “ingenua” (según reconociera Bonomi) e ideológica sobre las causas de la delincuencia.
Ahora que cambió la intensidad y la dirección del viento favorable, se aprecia que la opción tomada fue vivir el presente y postergar la cimentación del futuro para su proyección futura en términos de desarrollo y de equidad.
El análisis de Nagle, publicado la semana pasada en la sección “Cartas al Director” de Búsqueda, relaciona los recursos asignados en el período con la evolución de una serie de variables: cantidad de establecimientos educativos, matrícula, repetición, asistencia, rendimiento académico y formación docente. Tras lo cual concluye que “este no es un tema de dinero, es un asunto de ideas, de contar con los recursos humanos capaces, y de coraje político para tomar las decisiones que hay que tomar”. Un diagnóstico compartido por expertos de diversas orientaciones.
Se necesitan más recursos, sí, pero no para seguir haciendo lo mismo que hasta ahora.
Se requiere, como sostuvo la semana pasada a “Crónicas” Fernando Filgueira, el renunciante ex subsecretario de Educación y Cultura, un cambio de sistema que debe comenzar por “distribuir las responsabilidades políticas, institucionales y técnicas de los diferentes actores”.
La reflexión de Nagle resulta oportuna en momentos en que la bancada legislativa del Frente Amplio está embarcada en un tira y afloje con el Poder Ejecutivo, e incluso entre sus mismos integrantes, por más recursos para la educación y la eliminación de la exoneración fiscal a las donaciones a universidades privadas.
Más dinero para que, en el mejor de los casos, se hagan algunos ajustes a un sistema educativo que no funciona y que no será reformado por un gobierno cuya principal preocupación política es preservar la unidad de la coalición y conservar las alianzas con las organizaciones sociales afines.
Nagle abunda en cifras, que resultan más significativas cuando se llevan a porcentajes. Veamos.
Entre 2006 y 2014 se pasó de 2.781 establecimientos públicos a 2.800, lo que demuestra que “en construcción (…) no se invirtieron” los mayores recursos en la educación pública.
Contrasta que en ese mismo período en el sector privado los centros docentes aumentaron 13,6%.
Al comparar la matrícula total cubierta por la ANEP (Primaria, Secundaria, educación técnica y formación docente) se aprecia una disminución de 4,4%, en tanto la de escuelas y liceos privados aumentó 16,5%.
En las escuelas públicas la matrícula cae 16,4% y en los liceos 1,7%. En las escuelas privadas aumenta 13,6% y en los liceos 20,3%.
En el Ciclo Básico la matrícula del sector público aumenta 1,3% y la de los institutos privados 26,3%. En el Bachillerato en el sector público cayó 5,48%, mientras en los institutos privados aumentó 12,2%.
Estos datos de la realidad llevan a Nagle a preguntarse si, contra todo el discurso público de las autoridades, no “hubo en el período un disfrazado proceso de privatización de la educación pública”.
La “única buena noticia” en la evolución de la matrícula del sector público, destaca, proviene de la educación técnica, en la que se registró un aumento de casi 30%.
“Hay menos estudiantes en las aulas de los establecimientos públicos” pese a la mayor inversión, lo que debería llevarnos a pensar que si no aumentó la cobertura, más bien disminuyó, “deberíamos tener una educación de mejor calidad”, afirma el corresponsal.
Al apreciar las cifras de repetición en los primeros años de Primaria y Secundaria concluye que en Primaria se reduce de 16,5% a 13,4%, pero en el Ciclo Básico de Secundaria en Montevideo, aunque tuvo picos al alza, recuperó cifras similares a las del 2005 (38,5%). Pero en el interior saltó del 17,8% a 23,4% en 2014.
En materia de “asistencia” el estudio de la ANEP revela que 10,8% de los matriculados faltaron a 40 días de clase (dos meses) de los 180 del año lectivo. Primaria registra una repetición de 13,4% de su matrícula.
Respecto del rendimiento académico, Nagle alude a los resultados de las pruebas del Programa PISA en el que alumnos uruguayos de 15 años han empeorado sus desempeños entre 2003 y 20012. Hubo una caída en el ranking en todas las pruebas. Más grave aún es que entre 2006 y 2012 en las pruebas de ciencias, lectura y matemáticas aumenta el número de quienes tienen conocimientos insatisfactorios: en ciencias de 41,3% a 46,9%, en lectura de 46,1% a 47%, en matemáticas de 45,2% a 55,7%. Pero además disminuyen quienes obtienen resultados altos: en ciencias de 8,7% a 6,7%, en lectura de 12,1% a 6,6%, en matemáticas de 10,8% a 6,8%.
La formación docente, agrega, “está en un gran debe con las necesidades del país” y a su juicio es el “verdadero y escondido agujero negro de la ineficiencia de la educación pública del país” que “hipoteca el futuro nacional”
La matrícula en formación docente aumentó en el período 16,7%, pero disminuyó el número de egresos de profesores (25,5%) y maestros (46,2%).
“¿Es muy difícil darse cuenta de que esto afecta la salud estratégica de un sistema educativo?, se pregunta Nagle. “La política del área ha estado impregnada de ideologías curriculares enciclopedistas, disociación con la realidad de los centros educativos, chacras y amiguismos”, señala.
Desde el restablecimiento democrático solo ha habido dos intentos de impulsar cambios profundos en la educación pública, los que con todo el respaldo de Sanguinetti intentó Germán Rama en 1995, y el que esbozaron durante la última campaña electoral Vázquez y Filgueira.
Ambos enfrentaron resistencias de la izquierda más ortodoxa y del corporativismo sindical. Aunque resistidos, algunos de los cambios implementados por Rama (educación inicial, escuelas de tiempo compartido, bachilleratos tecnológicos) han sobrevivido.
Filgueira reconoce que no están dadas hoy las condiciones para transformar el sistema educativo porque “parte del MPP y el PCU” creen que el cambio deben determinarlo los actores de la educación y no los representantes de la sociedad.
Por ello, el país seguirá penando por falta de un liderazgo político que asuma sus responsabilidades.
Mientras el discurso político se inflama hablando de equidad, año tras año rifamos el futuro de generaciones de estudiantes, la mayoría de ellos de hogares de clase media o baja.