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¿De quién es el odio? El Dr. Julio María Sanguinetti acusa a un grupo de dirigentes y periodistas blancos de exhibir odio en los justos festejos del centenario de la constituyente de 1916. Y confunde odio con verdades, lo que en una persona de su inteligencia y florida verba, es una falacia adrede para transformar victimarios en víctimas y hacernos corresponsables. Un paso más en su tarea de escribir libros y libros, para justificar ofensas propias y de su partido, en 160 años de poder hegemónico. Imitando a Mitre en el siglo XIX, con la diferencia de que en estos tiempos es difícil manipular la información, y aparecen cataratas de novedades que desnudan la farsa histórica. Que es tanta, que acercar verdades también es agobiador trabajo de libros y libros.
Solo a brocha gorda, conviene recordar que los males comienzan usurpando a las grandes mayorías federales, legadas por Artigas en el Río de la Plata. Siguen al violentar la Ley de 1830 imponiendo minorías a como dé lugar. De no ser así para qué fraudes, asonadas, secretas intrigas, traiciones, intervención extranjera, etc. Con su máxima expresión en la proclama de César Díaz de 1857 y los genocidios de la Triple Alianza en Paysandú y Paraguay. En ese siglo XIX, cada vez que hubo elecciones limpias ganaron los blancos, pero el poder hegemónico los derribó. A tal punto llegó el odio persecutorio que los Aparicio tuvieron que hacer heroicas patriadas, para recuperar lares donde poder vivir en paz. Ya en el siglo XX el exclusivismo obsesivo revive con don Pepe, quien se arma hasta los dientes hasta llegar a la casual bala perdida. Siendo insostenible el fraude sistemático, tanto aquí como en Argentina, se ven obligados a democratizar con las primeras elecciones de voto secreto. Y pese a las maquinarias electorales creadas con empleos y negocios estatales, en ambos países se imponen los viejos federales artiguistas, en no casual similar trayectoria.
Y así el año 1916 se transforma en un hito de la democracia, pues fue derrotada la idea batllista de eternizar al Partido Colorado en el poder con un sistema colegiado, solo accesible ganando varias elecciones consecutivas. ¡Linda República de partido único! Hasta 11 senadores colorados no la aceptaron y el anticolegialismo se convirtió en un pacto para la constituyente del 30.7.1916. Otro pacto de blancos y batllistas transa democracia por circunstancial continuidad colorada. El gran tribuno de esa magna asamblea, y ya líder político, también muere en desigual duelo. José Batlle y Ordóñez comienza, y termina, con muertos ilustres que perduran gozando de buena salud. Queda claro quiénes ejercieron el odio. Basta leer “El Día” de aquellos tiempos.
En cuanto a los 55 batllistas que firmaron contra el voto secreto; a la sublevación del gobierno que provoca la guerra de 1904; a que la constituyente 1916 se gesta en la patriada y paz de 1904; a la representación proporcional propuesta blanca anterior a 1910; al colegiado batllista exclusivista contrario al suizo coparticipativo y unas cuantas verdades más, constan detalladamente en el tomo VII de la Colección Los Blancos “Constituyente de 1916 – Fundación de la Democracia” de Ediciones de la Plaza.
Pero como buenos blancos, pa’ delante están las casas y en eso nos va el destino de todos. Con la inaudita trapisonda del pacto del Club Naval, mucha gente se radicalizó. Unos buscando nuevo calor oficial y otros encandilados con la propuesta populista. Pero no se la debe condenar al barrer, porque la hay de valer y bien intencionada en todos lados. Como la hubo con don Pepe. Y sin desmerecer lo bueno de cada gestión, los hechos demuestran que ambas fracasaron, generando gastos gigantes sin beneficio real para la población. Pese a la enorme riqueza creada a pulmón por las fuerzas vivas, no salimos del tercer mundo. Esto está a la vista y ya es hora de que la gente con libre albedrío, de todo pelo, confíe en el Partido Nacional. Y le dé poder por tiempo suficiente para reconstruir el país con el sudor de la frente. Receta cierta del progreso sustentable rumbo al primer mundo.
