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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEn la última edición de Búsqueda, tres connotados ciudadanos escribieron otras tantas cartas para referirse a un segmento del libro de Bernardo Wolloch, Jorge Batlle, el profeta liberal, en que se les atribuye el haber promovido la renuncia del entonces presidente y el ascenso del vicepresidente, Luis Hierro López, a la presidencia durante la crisis de 2002. Dos de ellos, el Dr. Jorge Caumont y el Dr. Álvaro Diez de Medina, niegan con diferentes énfasis su participación en los hechos que el libro les adjudica. El Dr. Juan Carlos Protasi lo admite con atenuantes.
El Dr. Caumont informa que llamó “al escritor del libro” para preguntar “quién o quiénes le habían informado y afirmado lo que escribiera en su publicación. Grande fue mi sorpresa, no porque no supiera que el secreto periodístico es al menos como el secreto profesional que tantas veces he defendido, sino porque en este caso concreto lo menos que se imponía antes de publicar mi nombre era verificar la veracidad de lo recabado de la fuente”.
Me pregunto qué quiere decir el Dr. Caumont con la expresión “en este caso”. Por qué no en todos los casos. En qué casos no se impondría. En definitiva, llamarlo o no es una prerrogativa del periodista. También, de no hacerlo, es un riesgo que asume, ya que una vez que la especie está en circulación, operan los marcos intelectuales y legales para que quien se sienta ofendido actúe respecto de quien presuntamente lo ofendió.
El Dr. Protasi, en cambio, reconoce que habló en su momento con el ex presidente Julio Sanguinetti, si bien sobre el final de su carta expresa que “es absurdo pensar que, ante mi sugerencia, el ex presidente pidiera la renuncia del presidente Batlle. ¿En calidad de qué podría yo, como simple ciudadano, solicitar semejante decisión?”.
Bien sabe el Dr. Protasi que no era ni es un “simple ciudadano” sino un notorio economista que presidió durante dos años el Banco Central del Uruguay. Claro que podía pretender incidir. Si lo hizo o no y en qué dirección, lo dirán las pruebas y/o testimonios disponibles.
El Dr. Diez de Medina, por su parte, no logra impedir que la indignación desborde su habitual tono mesurado. Connotado estudioso del Derecho, calificado observador y analista político, Diez de Medina es columnista regular de un diario montevideano, donde publica finos análisis con prosa cuidada y elegante. No creo que lo enaltezca referirse al Lic. Wolloch como “un muchacho sin experiencia o antecedente alguno en la materia”, para terminar con “Y eso, creo, explica todo lo que el lector precisa a fin de conocer el mandado y al mandadero”. Si el asunto fuera tan menor, ni siquiera valdría la pena referirse a él.
De toda esta situación me interesan particularmente dos aspectos.
En primer lugar, quiero subrayar el gran respeto que me merecen los jóvenes, sobre todo aquellos que toman riesgos en su vida laboral. Me sorprendió gratamente que una editorial de primer plano le encargara un libro tan importante a un joven de 26 años. Es obvio, lo hizo precisamente por ser joven y me parece un gesto auspicioso, en un país que acostumbra subrayar lo contrario, que carecen de experiencia, como coartada para negarles o dificultarles el acceso a espacios y niveles de responsabilidad. Me entusiasma cuando se les abre la cancha. Me disgusta cuando se los posterga o ningunea. Los jóvenes constituyen nuestra fuerza transformadora y no dejaré de aspirar a ese nuevo país en el cual se los discuta con argumentos y no con “botijeos”.
El segundo aspecto al que me interesa referirme, consiste en recordar que el periodismo suele ser molesto, siempre. En la medida en que busca construir una verdad que por ser social no se establecerá hasta tanto el tiempo, los debates, los intercambios y aun las confrontaciones permitan establecer una síntesis plausible.
Esta es la forma en que acostumbramos elaborar en las sociedades abiertas. Periodistas, protagonistas y audiencias. La democracia, tal como la concebimos en Occidente, requiere seres libres, pensantes, que acepten o no alguna o ninguna de las diferentes versiones disponibles. Para eso existe la pluralidad de medios, para que todas las subjetividades puedan presentarse al juicio de la ciudadanía.
Seguí la carrera del Lic. Wolloch de principio a fin. Presidí el tribunal que evaluó su tesis de grado el año pasado, y tuve oportunidad de evaluarlo en varios de mis cursos. En la escuela de Comunicación de Universidad ORT estamos orgullosos de nuestros egresados y sabemos de su rigurosa preparación para afrontar desafíos.
No me cabe duda de que Wolloch tiene en su poder fuentes suficientemente fidedignas para respaldar sus afirmaciones. La forma de negar lo que un periodista sostiene es presentar evidencias en contrario. La necesaria construcción de la verdad social suele ser tensionada, a menudo conflictiva y, casi siempre, controversial. Pero nunca más imprescindible que su búsqueda en coyunturas complejas como la de 2002.
Es entendible la actitud de los tres ciudadanos a los que el texto involucra. También la del periodista, que al asumir la responsabilidad de sus afirmaciones juega su prestigio profesional. Lo sabe perfectamente el Lic. Wolloch. Y confío en que defenderá sus dichos con buenos argumentos. Del mismo modo, las normas democráticas presuponen la presentación de argumentos y elementos convincentes que controviertan las afirmaciones periodísticas. De eso se trata, ni más ni menos, la construcción de la verdad y la convivencia en las sociedades abiertas.
Daniel Mazzone