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    “Las empresas del exterior ven a Uruguay como un país serio y creíble y debemos trabajar para mantenerlo”

    Uruguay está muy bien posicionado en el control de semillas, donde por ejemplo en soja, el 97 % de la semilla es legal, pero se mantiene un 3%, equivalentes a unas 45.000 hectáreas, como “bolsa blanca”. Para las autoridades de Urupov, es necesario seguir profundizando en la regularización del comercio ilegal para dar garantías y protección a todos los actores.

    Diego Risso, director ejecutivo de Urupov, en diálogo con Campo, explicó algunos de los aspectos básicos de la legislación y su importancia para el sector agrícola.

    —¿Qué es la Propiedad Intelectual?

    La Propiedad Intelectual se enmarca en el área de las creaciones e invenciones.

    Cuando hablamos de propiedad intelectual, estamos hablando de la protección de las creaciones que son fruto del esfuerzo, trabajo e inversiones que hacen las empresas, instituciones y también las personas aisladas —comúnmente conocidos como “inventores”.

    Por lo tanto, cada país ha legislado en esta materia y de ahí que surgen los derechos de autor, marcas, patentes y Derechos de Obtentores Vegetales, que es en particular lo que nos involucra a nosotros pues las variedades vegetales al igual que otras creaciones se protegen. Simplemente a modo informativo, este trámite se realiza en el Inase.

    Este marco legal al que me refería, le permite al creador o inventor hacer un uso exclusivo de su creación ya sea comercializándola directamente o a través de quienes él designe. En el caso de las variedades vegetales es la propia empresa o aquellos que estén autorizados a multiplicar y vender esas variedades protegidas mediante acuerdos de licencias.

    De esta manera podrá recuperar la inversión que se realizó para obtener esa nueva creación e innovación y así seguir creando e inventando en beneficio de la sociedad.

    —¿Por qué el pago de las regalías y cómo lo considera el productor uruguayo?

    —Aquí hay que manejar el concepto del “valor genético”, que es un activo intangible.

    La semilla como un vehículo de tecnología. Esa tecnología es desarrollada por alguien que ha invertido mucho tiempo y dinero para obtenerla. Hoy los productores uruguayos tienen claro qué hay detrás de una simple semilla. Pues la producción se ha tecnificado tanto que la elección de una variedad o un híbrido es esencial para el éxito de un cultivo.

    El eslogan de “la semilla es lo primero” que muchos usan, es una gran verdad, pues por más tecnología que se le aplique a un cultivo en insumos o manejo agronómico, si no se parte de un buen cultivar ya tendremos la cosecha comprometida. Y si hacemos un análisis de los cultivares que los productores utilizan año a año, vemos que el recambio varietal es muy grande comparado con años atrás. Es decir, antes se manejaban menos variedades durante más tiempo. En definitiva, el pago de las regalías es el reconocimiento al creador de esa variedad, pero sobre todo un estímulo para que siga desarrollando nuevas variedades que en definitiva redundan en beneficio de los productores.

    —¿Cómo está posicionado Uruguay con respecto a la región y el mundo?

    —Aquí debemos hacer una separación de acuerdo con la especie o grupo de especies a las que nos referimos, ya que en dos grandes cultivos como son la soja y el trigo estamos muy bien, donde los niveles de reconocimiento a la propiedad intelectual (conocido como los Derechos de los Obtentores Vegetales) son muy altos, llegando al 97% en soja y en trigo.

    En cultivos como la cebada y el arroz, donde la industria tiene una participación importante en la decisión del origen de la semilla que el productor siembra, se constatan altos niveles de legalidad.

    La preocupación viene en las especies forrajeras y en algunas más que en otras. La avena es claramente el cultivo con mayores niveles de “piratería”. En las forrajeras es donde el país está más en falta en cuanto al respeto a los derechos.

    En definitiva, Uruguay está muy bien respecto a la región, y con el mundo estamos a los niveles de los países desarrollados e incluso “más arriba”. Y el mercado internacional lo sabe; por ello las empresas confían en Uruguay para el envío de su genética y a la vez buscan nuevos negocios y oportunidades, como la de producción de semilla a contraestación de que tanto se está hablando en este último tiempo.

    Esto es mérito de todos los actores del sector semillas: productores usuarios de la tecnología, empresas proveedoras, multiplicadores y distribuidores y el Inase, coadyuvando a que el mercado de semillas opere bajo normas claras y justas para todos. Pues el control es para las empresas como para los productores.

    —¿Uruguay tiene alguna particularidad respecto a otros países?

    —El tema del “Beneficio tributario”, algo que muy pocos países aplican y que Uruguay, por decisión del Poder Ejecutivo, a propuesta del Inase, resolvió instrumentar. Es el de poder descontar una vez y media el valor de compra de la semilla en la declaración del impuesto a la renta. Hoy no tenemos cuantificado cuál fue el impacto real, pero sí tenemos la convicción de que ha colaborado en aumentar los niveles de legalidad.

    El otro tema de destaque es la actividad de control que día a día lleva el Inase, detectando infracciones y aplicando las sanciones correspondientes que sin duda apuntan a hacer justicia con aquellos que no reconocen los derechos que la Ley de Semillas establece versus los que sí lo hacen.

    —¿Cómo entra la biotecnología en estos temas?

    —Al igual que en la genética o germoplasma, los eventos biotecnológicos son inventos que insumen una gran inversión en tiempo y dinero, que pueden ser protegidos por otros derechos, los de patente, y que sin duda les permiten a sus creadores diseñar sistemas de captura de valor para recuperar su inversión. En este sentido, debemos tener claro que todos los eventos que hay “en puerta” muy cercanos a nosotros, solo llegarán a Uruguay si estos derechos son respetados. Vamos por buen camino, pero sin duda hablamos de niveles del 97% aproximadamente de legalidad, lo que implica que debemos seguir trabajando para mantenerlos e incluso aumentarlos. Esto representa un esfuerzo de todos. Hoy un 3% de bolsa blanca en soja son unas 45.000 hectáreas, número nada menor y que debe ser controlado.

    Debemos trabajar para dar garantías a los proveedores de germoplasma y biotecnología para que las sigan introduciendo a nuestro país. No nos olvidemos que somos muy dependientes de ello. El principal cultivo nacional, hoy depende de la genética y biotecnología que viene del exterior. Imagínense si nos sucede lo que a Uruguay con el trigo en los años ‘90 y principios de 2000, o actualmente con la avena. ¿Seremos capaces de competir con pocas variedades y que algún día se tornen viejas?

    El mensaje es alentador y el futuro mejor. Hoy las empresas del exterior ven a Uruguay como un país serio y creíble, y debemos trabajar para mantenerlo.