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Rio de Janeiro (Gerardo Lissardy, corresponsal para América Latina). Cuando Uruguay organizó el primer Mundial de fútbol de la historia en 1930, ofreció pagar los gastos de las selecciones participantes, construyó el Estadio Centenario en apenas nueve meses con mano de obra inmigrante y… salió campeón. La experiencia quedó como algo tan positivo en el recuerdo popular que las autoridades del país quieren repetirla un siglo después, pugnando para ser sede del Mundial de 2030 junto con Argentina. Sin embargo, la ola de problemas que atraviesa en estos días Brasil para recibir el año que viene la mayor fiesta del balompié, con un amplio malestar popular por los altos costos que le ocasionó a la sexta economía del planeta, levanta una pregunta básica: ¿vale la pena?
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Por cierto, las cosas han cambiado bastante desde 1930, tanto dentro como fuera del campo de juego. Organizar una Copa del Mundo en este siglo implica, además de construir o acondicionar los estadios de acuerdo a las exigencias modernas, preparar la infraestructura del país para permitir un buen acceso desde el exterior por aeropuertos, puertos, carreteras y eventualmente vías férreas que conecten con naciones vecinas, contar con sistemas de movilidad urbana eficientes, ofrecer garantías en materia de salud y seguridad, y tener una buena capacidad hotelera, además de saber lidiar con los reclamos y presiones de la FIFA.
Especialistas que han seguido paso a paso la preparación de Brasil para el Mundial 2014 sostienen que Uruguay podría sacar lecciones importantes de lo que hizo su vecino, sobre todo para evitar errores y advertir que la planificación y osadía son claves para que la aventura resulte exitosa dentro de 17 años.
“Vale la pena si la oportunidad es bien aprovechada. Los costos son altos, pero una parte es una anticipación de inversiones: todo aquello que se invierta en infraestructura será beneficioso para quien vive en el país (y) si en nombre de la Copa esa inversión se hace, mejor”, explica José Roberto Bernasconi, coordinador de asuntos del Mundial 2014 en el sindicato brasileño de arquitectos e ingenieros, Sinaenco. “Si no fuera bien planificado, pierdes la oportunidad y puede costarte más caro de lo necesario. Y si demoras en comenzar, tendrás que hacer las cosas corriendo y eso también encarece el proceso”, agrega en diálogo con Búsqueda.
“La causa”
La candidatura de Uruguay como sede del Mundial 2030 junto con Argentina ha sido impulsada por la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF) en ámbitos de la FIFA y respaldada por el gobierno nacional. “Que Uruguay tenga la posibilidad de organizar el Mundial de 2030 es el mejor honor que podemos brindarle a nuestros antepasados y es una siembra hacia el futuro, porque todos los uruguayos tenemos que estar comprometidos en la causa de la organización del Mundial”, dijo el presidente José Mujica en junio de 2012, al recibir en el país a Joseph Blatter, titular del órgano rector del fútbol global.
El plan pareció consolidarse en julio de este año, cuando el presidente de la Asociación de Fútbol Argentino (AFA), Julio Grondona, declaró: “La FIFA desea festejar los 100 años de la Copa del Mundo en Argentina y Uruguay. Eso lo confirmo, está firmado”. Debido a los buenos contactos e influencia que Grondona tiene en el mundo del balompié, muchos interpretaron sus palabras como un anticipo de una decisión formal, aunque la FIFA aún no se ha pronunciado al respecto.
El anuncio de Grondona ocurrió al mismo tiempo que Brasil se veía sacudido por una sorpresiva ola de manifestaciones callejeras que cobró fuerza durante la Copa de las Confederaciones de junio, la cual tuvo como una de sus banderas principales el rechazo a los gastos gigantescos para los estadios del Mundial 2014 en un país que tiene serios problemas en salud o educación. En las protestas espontáneas que movilizaron a cientos de miles de personas en las principales ciudades del país era común ver carteles reclamando hospitales o escuelas “estándar FIFA”.
En Brasil se han previsto hasta ahora obras vinculadas con el Mundial del año que viene por un total equivalente a unos U$S 11.000 millones, según cifras oficiales, de los cuales más de un cuarto corresponde a la construcción o remodelación de los 12 estadios en las ciudades sede. El resto fueron inversiones en proyectos de movilidad urbana (35% del total), aeropuertos (26%), seguridad, puertos, desarrollo turístico y telecomunicaciones. La gran mayoría de ese dinero provendrá de las arcas del gobierno federal, estados y municipios, mientras entre 10% y 20% serán recursos privados.
Brasil fue elegido en 2007 como sede del Mundial 2014, pero el país se demoró en ponerse a trabajar y ahora corre contrarreloj para terminar varios proyectos a tiempo, con seis de los doce estadios aún en obras y en regímenes laborales de 24 horas al día. “Esa es una lección”, comenta Bernasconi. A su juicio, la realización de proyectos de arquitectura e ingeniería completos antes de contratar a las empresas constructoras es esencial para saber de antemano los plazos de entrega y costos asociados a cada obra, que en Brasil muchas veces han sobrepasado las previsiones iniciales.
“Brasil quería hacer todo para la Copa sin planeamiento, entonces todas las matrices de responsabilidad (las áreas prioritarias de infraestructura y quién está a cargo de ellas) de las ciudades sede fueron exageradas”, señala Christopher Gaffney, profesor de la escuela de arquitectura y urbanismo en la Universidad Federal Fluminense. “Es preciso tener una planificación y 2030 es un plazo óptimo para que Uruguay y Argentina puedan hacerla para recibir la Copa”.
El Centenario
Gaffney advierte que las ciudades sede del Mundial no precisan reformarse completamente sino elegir bien lo que deben construir, modificar o dejar como está. “Hay que hacer la Copa a la manera de uno, que no es necesariamente la manera de la FIFA: una copa en Uruguay tendría que tener muchas utilidades para los uruguayos”, advierte. Como ejemplo comenta que cuatro años antes del torneo el país podría definir sus prioridades en comunicaciones y comenzar a invertir en mejorar la red de fibra óptica e instalar la tecnología celular más nueva, para que la población aproveche ese beneficio antes, durante y después del Mundial y no solo como consecuencia del mismo.
Un capítulo aparte son los estadios. La FIFA tiene diversos requisitos para las arenas de un Mundial, que van desde la tecnología implantada en su interior hasta accesos que permitan evitar aglomeraciones de público, así como por techos que cubran parte de las tribunas. El Centenario actualmente está lejos de reunir esas condiciones y ya se habla de una remodelación que quizás interese a inversores privados.
Lo que ocurrió con el Maracaná también es un antecedente a tener en cuenta para el Centenario. El legendario estadio de Rio de Janeiro ha sido remodelado a un costo superior a U$S 500 millones, más del doble de lo proyectado inicialmente. Al concluirse las obras, el gobierno estatal de Rio licitó y concedió la administración del Maracaná por los próximos 35 años a un consorcio privado, en medio de una fuerte polémica sobre la transparencia, legalidad y conveniencia del proceso.
“Tal vez sería mucho más barato construir un estadio nuevo. Si Montevideo no recibiera el partido de apertura ni la final (para los que FIFA exige una capacidad para al menos 70.000 espectadores) solo precisaría un estadio nuevo de 40.000 lugares, que puede hacerse por unos 200 millones de dólares”, señala Gaffney y sugiere que Uruguay también podría negociar excepciones de la FIFA, por ejemplo respecto al techado del Centenario.
Pedro Trengrouse, experto en gestión, marketing y derecho en el deporte para la Fundación Getúlio Vargas (FGV) sostiene que “la Copa del Mundo puede ser un catalizador de iniciativas de interés del país siempre que el país tenga inteligencia, osadía y creatividad para construir su propia agenda y no simplemente restringirse a la agenda de la FIFA”.
Como ejemplo señaló a Alemania, que en paralelo al Mundial 2006 llevó a cabo una serie de eventos artísticos y culturales de gran nivel en las 12 ciudades sede, financiado por el gobierno. Ese programa inédito hasta entonces fue un éxito rotundo, con cerca de tres millones y medio de visitantes. La Agencia federal de empleo alemana calculó que el Mundial permitió generar 50.000 empleos en el país, 20.000 de ellos a largo plazo.
“La primera lección que Uruguay puede sacar es que la Copa del Mundo no es un remedio para problemas crónicos del país, que fue la impresión que tuvo la población de Brasil”, advierte Trengrouse a Búsqueda. “Vale la pena cuando el país se organiza de acuerdo a sus intereses. Cada uno tiene que buscar construir su agenda en una Copa: Brasil dejó que desear en eso en comparación con Alemania, por ejemplo, y esa es una lección para Uruguay”.