Hectáreas bajo agua, praderas, montes nativos, todo quedó sumergido. Las “megaobras” de las represas de Salto Grande (en el río Uruguay) e Itaipú y Yacyretá (en el río Paraná) alteraron el ambiente en grandes proporciones en la década de 1970.
Hectáreas bajo agua, praderas, montes nativos, todo quedó sumergido. Las “megaobras” de las represas de Salto Grande (en el río Uruguay) e Itaipú y Yacyretá (en el río Paraná) alteraron el ambiente en grandes proporciones en la década de 1970.
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEste paradigma cambió, quedó obsoleto en el campo de la ingeniería, en el que el cuidado ambiental es ahora una tendencia creciente. Estas grandes represas con enormes impactos ambientales hoy son impensadas desde una concepción moderna y “sostenible” de la ingeniería que vela por el cuidado de los recursos naturales a largo plazo, explicó la ingeniera Viviana Zucarelli, profesora titular de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas en la Universidad Nacional del Litoral de Argentina.
El agua de calidad y potable en el mundo escasea. Las asimetrías en el mundo denotan grandes contrastes de acceso al agua y existe “disparidad en el uso”. Zucarelli, de Santa Fe (Argentina), recuerda lo “común” que solía ser hace algunos años ver a las dueñas de casa con la manguera encendida limpiando la vereda sin prisa con agua potable y reclama “conciencia”.
“Usamos la misma calidad de agua que tanto nos costó poner en condiciones para consumo humano y también la utilizamos para lavar el auto y para las veredas. Es algo que parecería contradictorio en un planeta en el que falta agua”, indicó.
“Hay que considerar la disparidad que existe en el mundo. En la región de la que vengo, donde el agua no escasea, una persona consume unos 400 litros de agua por día, pero otros en otras zonas tienen que vivir con 20 litros” e incluso caminar kilómetros para obtenerla, destacó la ingeniera, que fue una de las disertantes en el curso sobre Economía del Agua organizado por la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid) y el programa de formación de la Conferencia de Directores Iberoamericanos del Agua (Codia).
—¿Nota una tendencia creciente en la preocupación por el cuidado del agua?
—Sí, estamos en una situación de crisis respecto al agua. Es un recurso finito, vulnerable, que no siempre está a disposición cuando uno quiere y cuando uno lo necesita. El agua no solamente es esencial para la vida y un derecho humano básico al que todos deberíamos acceder, sino también es fuente de conflictos.
Es un momento especial, se definieron los Objetivos del Milenio en el año 2000 que tienen como meta el 2015 y estamos llegando al plazo. El objetivo básico es erradicar la pobreza y que los humanos tengan acceso al agua como bien fundamental.
Hay muchos gobiernos que no saben que con medidas relativamente económicas se podría disminuir la pobreza, brindar acceso a la población a agua potable y atención de saneamiento básico. Se disminuirían las enfermedades relacionadas con el agua, la mortalidad infantil.
Los objetivos de desarrollo del milenio han cumplido mínimamente con algunas cosas que se requerían, pero falta mucho todavía. Se calcula que para 2050 va a haber 9.000 millones de personas en el planeta. Crece en zonas urbanas muy vulnerables en donde hay falta de gobernabilidad, y la Tierra se ve sobrecargada.
—Cuando la población hace uso del agua sin cuidarla se generan problemas en la calidad. La gestión integrada apunta a que productores, industria, gobierno y comunidad trabajen juntos para preservar el recurso. El gobierno uruguayo ha comenzado a transitar este camino. ¿Cuáles son las dificultades de este planteo en la región?
—Cuando hablamos de gestionar los recursos hídricos de manera eficiente y sostenida en el tiempo lo que queremos es mejorar la calidad de vida de los individuos. Fallan a veces los gobiernos en que no es integrada esa gestión. ¿Qué quiere decir eso? Que la gestión es sectorial, que cada sector que utiliza el agua trata de sacar su propio beneficio: el sector del agua potable, de la energía hidroeléctrica, del turismo, la recreación, la industria, la minería. El enfoque hasta ahora ha sido sectorial, cada sector hace uso del recurso que es único pero apuntando a obtener su propio beneficio. Ese es el paradigma que se quiere cambiar. El recurso es uno solo y lo que apuntamos es a que la gestión sea integrada y que todos los sectores participen de las decisiones con los gobiernos municipales, comunales, la universidad, la comunidad entera, deberíamos participar de las decisiones. Se habla de gestión integrada y es muy complejo, porque involucra un esfuerzo muy grande de todos.
—¿Esta propuesta de trabajo conjunto surge tras años de que cada sector trate de usar el agua para su beneficio sin pensar en los demás?
—Sí, creo que hemos aprendido de nuestros errores. En toda América Latina somos como los bomberos, vamos a apagar el incendio y después vemos cómo se procede.
—Usted trabaja desde la academia en el manejo de los recursos hídricos. ¿Cómo puede la ingeniería ayudar en una gestión sostenible del agua?
—Las obras a veces son necesarias e importantes, pero por sí solas no solucionan el problema central de base. Tenemos que tomar además medidas no estructurales como normativas, leyes, concientización, todo un paquete que hace a la gestión integrada de los recursos hídricos. Uno, como viene del lado de la ingeniería, cree que todo se resuelve con obras y no es así.
En la época de 1970 se crearon las grandes centrales hidroeléctricas como Salto Grande e Itaipú. Se hacían obras monstruosas con grandes impactos ambientales. Ahora ya eso se debe estudiar con mayor detalle. No tenemos que decirle “no” a las presas, pero hay todo un avance que permite aprovechar y generar energía hidroeléctrica con un bajo impacto ambiental con microturbinas. Ya no implica una megaconstrucción como se hacía antes. Se aprovechan pequeños saltos que nos da el río, se hacen pequeños embalses para abastecer de energía a poblaciones pequeñas.
La gestión integrada de desarrollo sostenible trata de minimizar el impacto al medio ambiente. De a poco se va tomando conciencia y tratando de tomar medidas para gestionar adecuadamente los recursos hídricos.
—¿Estamos en una etapa de transición de los dos modelos?
—Creo que sí. Que estamos mejor que antes pero tenemos que ayudar a que estas cosas se vayan dando para el futuro. La población va a aumentar y va a requerir mayor cantidad de alimentos; para que se generen habrá que aumentar la producción agrícola y esto va a significar un deterioro y mayor consumo de agua. El futuro está cerca y tenemos que estar preparados.
—¿Qué propuestas desde la ingeniería revelan el cambio?
—Cuando uno piensa en realizar una obra para proteger una ciudad de las inundaciones también aprovecha esa obra, por ejemplo, para abastecer a una población de agua potable si es posible.
Además se está cambiando en arquitectura sustentable, tratar de reusar el agua, tratar de lograr la factibilidad hídrica o lo que nosotros llamamos impacto hidrológico cero. Esto es, por ejemplo, que las construcciones no afecten las condiciones de escurrimiento que tenía el sistema antes. En Santa Fe hay un boom inmobiliario y el desarrollo de grandes edificios que de alguna manera pueden alterar las crecidas que se dan en las ciudades (en sus cursos de agua). Ahora se trata de que ese boom no altere las condiciones de escurrimiento que tenia el sistema antes y para ello se piensa en techos verdes, en los reservorios para captar el agua que viene de la tormenta y en retrasar su salida al sistema de drenaje. Son medidas que tratan de mejorar las condiciones de uso de los recursos. Son consideraciones nuevas, nuevos paradigmas.
Desde la universidad formamos, realizamos proyectos de investigación en donde se abordan temas de aguas superficiales, subterráneas, ríos y grandes obras hidráulicas. Con una cabeza de minimizar el impacto, se trata siempre de optimizar el uso del recurso. Lo primero que hay que hacer es saber cuánta agua tengo disponible, su calidad, la oferta y la demanda, y compatibilizarla de la manera óptima. El acceso al agua potable sería la primera prioridad. Después hay que llevar adelante las obras, controlar que las leyes se cumplan y las obras se concreten.