“¿Por qué Uruguay?” se llama un programa que emite canal 5, un periodístico que ganó un llamado a concurso. Su título alude a entrevistas que se realizan a inmigrantes que han llegado a Uruguay en estos últimos años.
, regenerado3“¿Por qué Uruguay?” se llama un programa que emite canal 5, un periodístico que ganó un llamado a concurso. Su título alude a entrevistas que se realizan a inmigrantes que han llegado a Uruguay en estos últimos años.
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáAsí que, oficialmente, de algún modo, el país reconoce que ha vuelto a ser un país de acogida y trabajo. (Crecí en mi infancia escuchando en mi cuadra todo tipo de acentos. Pero eso se detuvo: llegó la crisis).
Sin embargo, ahora en la feria, los que venden hablan “uruguashhho” y los que compran hablan caribeño. El sábado, en la de Salto y Maldonado, me asombraron los acentos diversos. Intento distinguirlos, pero aún no he aprendido: ¿quién es venezolano? ¿Quién cubano? ¿Quién nicaragüense? ¿Quién colombiano? Escucho a un vendedor de quesos contarle a una clienta: “¡Hay de todos lados! ¡Ya ni sabés de dónde son!”
Ayer, en la plaza Matriz vi de lejos, en la noche iluminada por los redondos faroles ancestrales, una escena idílica. Una pareja se abrazaba, de pie, con amor extremo. Al pasar junto a ellos los atisbé con el rabillo del ojo: era el instante exacto en el cual unían sus labios mientras se miraban con dulzura. Ella daba la impresión de ser peruana, él daba la impresión de ser dominicano. Me imaginé el pasado de ambos.
Tal vez ninguno de los dos supusiera jamás que en la plaza Matriz de Montevideo, junto a la fuente y sus angelitos, encontrarían al amor de su vida. Ella, llegada de un pueblo en los Andes, él, venido de un pueblo con el mar turquesa de fondo. Ahora, el frío de Uruguay se conjura en un abrazo sostenido que les ha deparado el destino insospechado.
Me emocionan profundamente. Y como si fuera poco, al volver del almacén, veo una chica con acento cubano que le dice a un muchacho, quizás recién llegado: “sigamos para allá, es que esto es muy grande”.
Se refería a mi calle, mi curvita Bartolomé Mitre. Se iban a pasear, a conocer. Hoy, alelada, miré en YouTube una animación que cuenta la historia de Jihad, el hombre que vino de Guantánamo. (Ya sabemos que las redes sociales han sido una bendición para quienes combaten el imperialismo yankie y sus secuaces, entre los que ahora está Uruguay)
El dibujo animado muestra imágenes escalofriantes del héroe y se lee: “12 años de torturas y aislamiento”. Usa de fondo una música árabe tristísima, mientras aparecen frases del tipo “pero su libertad se parecía demasiado a su prisión”. Y luego, se lee que Jihad reclama reunirse con su familia en “un país donde las condiciones sean sustentables”. La homologación Guantánamo-Uruguay queda clara cuando se lo ve en una cama de solitario hospital haciendo huelga de hambre. ¿Dónde está? ¡Imposible que con el Fonasa haya tantas camas libres!
Comparo el anónimo beso que vi en la plaza Matriz con el montaje mediático de Jihad.
Y me digo ¿por qué a Uruguay? ¿Por qué vino? ¿Por qué tantas caras del sufriente que se niega a comer?
¿Cuántos laboriosos dominicanos, peruanos, venezolanos, cabrían en el apartamento que el Estado le brinda?