N° 1952 - 11 al 17 de Enero de 2018
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáCon el telón de fondo de ver cómo puede eventualmente posicionar su eventual candidatura para ser quien pugne por conducir un potencial cuarto gobierno “progresista”, el ministro de Economía, Danilo Astori, señaló la semana pasada en Búsqueda que “tiene que haber una renovación ideológica y política en el Frente Amplio; no se puede seguir haciendo política con conceptos muy ancianos a esta altura”.
Más allá de lo “interesado” de su planteo, y aunque el mismo es totalmente compartible, más que una “renovación” se necesita un cambio total, porque las señales de agotamiento del modelo “progresista” que iba a generar la felicidad colectiva y la prosperidad permanente son evidentes. Es que como señaló hace varias décadas Margaret Thatcher: “El socialismo fracasa cuando se les acaba el dinero… de los demás”.
El fin del boom de los precios de las materias primas entre los años 2013 y 2014 llevó a que dejara de llover “maná del cielo” y por lo tanto fuera crecientemente difícil financiar las políticas populistas llevadas a cabo no solo en Uruguay sino también en el resto de la región por gobiernos del mismo signo ideológico. A partir de ahí hubo que comenzar a pagar con esfuerzo doméstico el imparable crecimiento del gasto público, y se terminó la “magia” y la “ilusión” que se trató de vender respecto a la “genialidad” de la conducción económica de los gobiernos del Frente Amplio. Tuvo que aparecer Mauricio Macri en Argentina para que el barco de la economía uruguaya, que había estado parado desde comienzos de 2015 y hasta mediados de 2016, comenzara cansinamente a moverse nuevamente, aunque esta vez sin mejorar sustancialmente el nivel de empleo ni la situación fiscal. Y todo el mundo sabe que Argentina también está viviendo una “ilusión” que no será sostenible, por lo que la alegría actual va a tener que ser pagada más temprano que tarde. ¿Será en este año, o le complicará el año electoral al gobierno del Frente Amplio?
Trece años consecutivos de una compulsiva adicción a gastar llevaron a que en la actualidad el sector público absorba aproximadamente un tercio de lo que el país produce, aun con la inversión pública pulverizada, y ahora ese gasto hay que pagarlo con esfuerzo propio, porque los precios de lo que producimos y vendemos han caído (con la excepción del coyuntural repunte que se ha dado de los servicios que vendemos a Argentina y en menor medida a Brasil). Más impuestos y tarifas públicas más costosas son la consecuencia inevitable de este jolgorio de gasto público, donde además el Estado está en una falta grave en cuanto a lo que le devuelve a la sociedad en términos de educación de calidad; infraestructura; seguridad y salud pública. El problema no es solo que se gasta mucho, sino sobre todo que se gasta muy mal, y difícilmente esto se arregle con una “actualización ideológica” de quienes han manejado el aparato estatal en la época de mayor bonanza externa desde la década de los años 50.
Los enormes desafíos que los cambios tecnológicos y las nuevas formas de organización del trabajo plantean en la actualidad tampoco parecen ser candidatos a ser arreglados por una actualización ideológica de la “lucha de clases”, que parece ser la base de las relaciones laborales en el país desde 2005 a la fecha. No en vano Uruguay rankea como lo hace en todos las encuestas internacionales que se hacen sobre clima de negocios y competitividad cuando se analiza la situación del mercado laboral.
La política de inserción internacional del país es otro caso en el que se requiere un viraje radical, enterrando definitivamente la a todas luces equivocada política de sustitución de importaciones e integración regional, y sustituyéndola por un esquema de apertura total al mundo al estilo de lo que hizo Chile. Que dicho proceso deba ser llevado a cabo en un contexto en que en el mundo las presiones proteccionistas posiblemente sean mayores, llevará a que el camino sea más difícil, y resaltará todavía más la pérdida de tiempo y los “trenes perdidos” desde 2005.
El sistema de seguridad social, el marco normativo y de gestión para las empresas estatales, el futuro de la educación pública, y los esquemas de incentivos —o, más bien, desincentivos— que se han tratado de instalar en estos años de gobiernos del Frente Amplio, también son temas que difícilmente puedan solucionarse con “ajustes” o “actualizaciones” de lo que ha estado haciendo hasta ahora.
Habrá que ver hasta dónde prospera la intención “renovadora” que plantea el ministro Astori dentro del partido de gobierno y, sobre todo, qué tiene para decir la oposición sobre temas tan cruciales para el futuro del país. En cualquier caso, la profundidad de los problemas es tal que los mismos no se arreglarán con propuestas “cosméticas”.