Para contribuir a la recuperación, el gobierno tomó diversas medidas, desde apoyar a entidades financieras u otras empresas en dificultades, a otras más generales, como un aumento del gasto público y la inversión.
También buscó apuntalar la economía mediante una política monetaria expansiva. En ese marco, aplica un paquete de estímulo denominado QE3 (por su sigla en inglés quantitative easing program 3), que consiste en la compra de bonos por U$S 85.000 millones mensuales. Ambas medidas se mantendrán hasta que el desempleo baje a 6,5% y la inflación se mantenga en torno a 2%, anunciaron las autoridades de la Reserva Federal estadounidense (Fed, por su sigla en inglés), que conforma un sistema que nuclea a la Reserva de Atlanta y las de otros 11 distritos.
Ese paquete se instaló en noviembre de 2008 y desde entonces se amplió tres veces, subiendo el tamaño de la compra de activos.
Pero el impacto del QE3, admite Mandelman, es cuestionado. “Solamente diría que no hay una idea clara de que esto tenga un efecto real sobre la economía. Al margen de todo el ruido que pueda generarse en los mercados financieros, que suben y bajan, y más allá de que acapare títulos de diarios y revistas. Las compras de bonos son relativamente pequeñas comparadas con el tamaño de la economía estadounidense. No queda claro que haya un efecto significativo sobre la dinámica de la economía”, dijo.
“Obviamente la perspectiva no es que este paquete se implemente hasta la eternidad. Cuando los números sean más fuertes y el Comité Federal de Mercado Abierto (de la Fed) esté más conforme con las cifras que recibe, ahí sí se levantará”, estimó el economista.
Las medidas de estímulo fiscal aplicadas en los últimos años por el gobierno estadounidense deterioraron las finanzas públicas y la deuda se elevó notoriamente. Estos días el asunto volvió al tapete generando inquietud a los inversores internacionales.
Una disputa política en torno al presupuesto para 2014 obligó a una paralización de la administración pública estadoundiense desde el lunes 30, al expirar el plazo para la aprobación. Unos 800.000 empleados púbicos debieron tomar vacaciones forzosas, y sólo quedaron en actividad quienes prestan servicios de emergencia o seguridad, por ejemplo. La última vez que se paralizó la administración fue en 1996.
Los republicanos pretenden bloquear la reforma del sistema de salud impulsada por el gobierno del presidente Barack Obama.
Otra situación compleja para las finanzas del país se presentará el próximo jueves 17, cuando venza el plazo para acordar un nuevo aumento del límite máximo de endeudamiento (de U$S 16.700 millones).
“Todo esto genera mucho ruido e incertidumbre. (…) A modo personal no creo que sea tan importante”, opinó Mandelman. “Lo que sí hay que preguntarse es cuál es la perspectiva fiscal de EEUU a largo plazo. Todo esto del seguro médico posiblemente genere un déficit que no sea sostenible en el largo plazo, en 10 o 15 años. Entonces seguramente va a haber que tomar una decisión para que el sendero de la recaudación pública y el gasto sean más sostenibles”, añadió.
Números detrás
de la recuperación
El momento en que la política monetaria en EEUU cambie de signo dependerá, entre otras cosas, de que se consolide el repunte de la actividad económica. Mandelman opinó que hay señales que indican que “lentamente está ganando fuerza”.
Las ventas minoristas subieron 0,2% en agosto impulsadas por las compras de vehículos, muebles y aparatos electrónicos. Se trató del quinto mes seguido de alza.
En ese mismo mes la venta de casas creció 1,2%, la mayor suba en seis años.
La actividad industrial venía en alza hasta agosto, pero en setiembre tuvo una desaceleración y las empresas redujeron la contratación de trabajadores.
“Los números de empleo industrial son bastante buenos, ya que partíamos de una base relativamente baja. (…) Es uno de los sectores con mejores perspectivas. El tema es que la economía en países desarrollados está muy sesgada hacia los servicios. Sí ayuda mucho que la construcción se esté recuperando lentamente, porque esto tiene aspectos muy dinámicos sobre la industria”, comentó el analista de la Reserva de Atlanta.
“La recesión en EEUU destruyó muchos puestos de trabajo pero la gran cantidad eran de relativamente baja calificación. Muchos están volviendo. Pero los de alta calificación están bastante retraídos. Los números de productividad son bastante bajos. Y estos son los puestos relativamente productivos y que pueden hacer realmente mejorar la trayectoria de la economía”, agregó.
Este año la Fed espera un crecimiento del Producto Bruto Interno (PBI) de EEUU de entre 2% y 3%.
Así algunos inversores vaticinan que el programa de expansión monetaria comenzará a enlentecerse en el corto plazo, primero recortando la compra de bonos y luego subiendo paulatinamente las tasas de interés.
Algo de esto adelantó en junio el presidente de la Fed, Ben Bernanke, quien auguró que si los datos acompañaban las metas de desempleo e inflación que tiene el organismo, “sería apropiado moderar el ritmo mensual de compras más tarde este año”. Esas palabras desataron una salida de inversores extranjeros de los mercados emergentes, una revalorización del dólar y un aumento en las acciones de empresas estadounidenses que impactó en las bolsas bursátiles del mundo.
“En los agentes de los mercados (de valores) esto ya está digerido. Si la recuperación en EEUU sigue, va a haber un incremento en las tasas de interés y los precios de los activos ya reflejan eso. Si uno ve qué paso con los precios de las acciones de los mercados emergentes se ve que este cambio a futuro en política monetaria ya lo digirió el mercado, así como con el tipo de cambio. Sí puede haber mucho ruido cuando de hecho se produzcan las políticas pero no creo que haya un efecto brusco”, afirmó Mandelman.
El impacto para
Latinoamérica
En los recientes meses el dólar se ha valorizado en los países de América Latina, que también se preparan para un giro en la política monetaria de EEUU y la eventual suba de las tasas de interés. Aunque, según el analista de la Reserva de Atlanta, no habrá un “efecto muy fuerte” en estas economías.
“En la década de 1980 y 1990 tuvimos malas experiencias”, dijo el argentino. “Con economías con tipo de cambio fijo, venían capitales y una vez que se iban, la moneda no se podía depreciar, lo que generaba problemas. Ahora las condiciones son mucho mejores. Tenemos una gran parte de los países de Latinoamérica con tipos de cambio flexibles donde muchas de las deudas se contraen en monedas nacionales o las compañías están cubiertas. No creo que la suerte de América Latina esté tan atada a la política monetaria de EEUU”, comentó.
A su juicio, lo que más afectará a Brasil, Argentina e incluso a Uruguay será lo que ocurra en China, un destino comercial cada vez más relevante para la región por su alta demanda de commodities, especialmente de alimentos.
“En el mediano plazo la retracción en el crecimiento de China puede ser un factor más importante. Y luego hay temas propios de cada economía. Brasil y Argentina enfrentan muchos problemas. Muchos factores dinamizadores de los últimos 10 años ya no van a estar. No necesariamente vamos a ver los números de crecimiento de los commodities que vimos en los últimos años”, opinó.
Uruguay, dijo, tendrá que mirar de cerca lo que ocurra en sus vecinos. “Al ser una economía tan abierta y relativamente pequeña va a depender de cómo evolucionen Brasil y Argentina. Y eso es una pregunta abierta. En Argentina es difícil predecir el gobierno”, estimó.
“En Brasil con las políticas sociales de (el ex presidente de Brasil) Lula (Da Silva) mucha gente se volcó al mercado de consumo y eso llevó a dinamizar la economía. La gente empezó a tomar deuda, a comprar electrodomésticos, autos. Todos esos factores que fueron muy dinamizadores para el país posiblemente hoy no estén. Las familias que están endeudadas posiblemente tengan que retraer el consumo para pagar las deudas”, agregó Mandelman.
Estimó que, de existir una depreciación de las monedas emergentes más pronunciada a la que se evidenció en los últimos meses, esto “no será” producto de los cambios en la política monetaria del gobierno de Obama.
“Puede haber ruido en el día a día pero si uno toma el horizonte más largo, lo que pase con el tipo de cambio de Uruguay, Argentina o Brasil va a depender de factores que tengan que ver con la política de estos países en sí”, señaló.