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    A los tiros

    N° 1978 - 19 al 25 de Julio de 2018

    Dos episodios ocurridos durante el último fin de semana son el mejor reflejo de uno de los principales problemas por los que atraviesa la sociedad uruguaya. Los dos fueron en ciudades del interior del país, que antes se caracterizaban por su seguridad y la sana convivencia entre sus vecinos.

    Vayamos a los hechos. En la tarde del sábado 14 un partido de fútbol juvenil, entre menores de 15 años, debió ser suspendido en la ciudad de Durazno porque se registraron al menos tres disparos de arma en las inmediaciones del lugar en el que se disputaba. Había cerca de un centenar de espectadores más los jugadores, los suplentes, el cuerpo técnico y los árbitros. Todos terminaron en el piso para protegerse de las balas.

    Unas pocas horas más tarde, una pelea callejera nocturna entre jóvenes en la ciudad de San José también terminó a los balazos. Empezaron, como siempre, a los empujones en una de las calles céntricas de esa ciudad hasta que dos de los involucrados intentaron escaparse en una moto y uno de los que participaba de la trifulca sacó un revólver y les disparó varias veces.

    No se registraron muertos o heridos graves en estos dos casos, pero sí en otros ese mismo fin de semana, tanto en Montevideo como en distintas ciudades del interior. Y también el lunes y el martes y probablemente así sea en la mayoría de los días venideros. Y todos tienen un factor en común: el uso de armas de fuego.

    Basta leer todas las mañanas la prensa o escuchar algún programa periodístico radial o mirar los informativos televisivos para darse cuenta de que Uruguay tiene un gigantesco problema con respecto a la tenencia de las armas. Ahora todo se resuelve a los tiros y todos están armados. En un partido de fútbol, en un incidente callejero, en un ajuste de cuentas, en un robo a un almacén o a un cajero automático, en todos lados sobran las armas y se usan como si fueran una extensión de la mano.

    Vivimos rodeados de armas metálicas. De las más avanzadas y de las más antiguas. De las que usa el Ejército de Estados Unidos y de las que usaban los militares locales en la década del sesenta. Las hay para todos los gustos y parece que son más accesibles que nunca.

    ¿Cómo es posible que hayamos llegado a esa situación? ¿Cómo se entiende que adolescentes que recién terminaron la escuela, o que ni siquiera, ya puedan acceder a un revólver como si fuera un paquete de galletitas? ¿Cuánta es la cantidad de armas que verdaderamente hay en Uruguay? ¿De dónde vienen?

    No hay respuestas. Tampoco las hay para mejorar la seguridad pública ni la educación, pero el problema de las armas es que matan. Y lo están haciendo todos los días, como si estuviéramos en una vieja película del Lejano Oeste. Y da la sensación de que cada vez hay más y también más municiones y más personas dispuestas a utilizarlas.

    Desde el año 2013 que el Poder Ejecutivo está realizando anuncios sobre una mayor regulación en la tenencia y el uso de las armas de fuego y un fuerte combate a las que son ilegales. Al año siguiente fue aprobada una ley al respecto y luego un decreto que la reglamenta. También quien ya era ministro del Interior, Eduardo Bonomi, anunció en aquella época que el Estado iba a instrumentar un plan para cambiar armas por ceibalitas y bicicletas.

    Ya pasaron cinco años y cada vez son más los muertos por heridas de bala. Los delincuentes ahora ostentan su arsenal por las redes sociales o lo sacan a relucir cuando van a realizar un atraco, como forma de mostrar su poderío. Todos quieren acceder a su “fierro” a como dé lugar, porque ahora la pelea es a balazo limpio. Y en el medio estamos todos los ciudadanos que nada queremos saber de vivir en el campo de batalla en el que se ha transformado la calle.

    Hoy Uruguay es el cuarto país en el mundo con mayor número de armas per cápita, según un estudio realizado por Small Arms Survey, una organización con sede en Suiza. En el país hay actualmente 34,7 armas por cada 100 habitantes, una cifra que crece año a año. Ocupa el peor lugar al respecto de toda América Latina. En eso sí que ya estamos peor que Guatemala y Nicaragua.

    Parece bastante obvio que es momento de hacer algo radical al respecto. Es tiempo de poner un freno contundente a la carrera armamentista interna antes de llegar a masacres masivas, como ya están ocurriendo en países que restaron importancia a ese problema, como Estados Unidos.

    El camino para procurar revertir esta terrible situación no puede ser tan complicado. Capaz que en lugar de discutir por detalles de competencia entre el Ministerio del Interior y el Ministerio de Defensa habría que investigar un poco más cómo es posible que en Uruguay sea tan fácil estar armado. Capaz que hay que reparar un poco más en lo que muestran las estadísticas y lo que dicen los expertos y olvidar, aunque sea por un rato, las excusas. Es la vida de todos la que está en juego y no hay nada más importante que eso.

    ?? Cambio de bando