• Cotizaciones
    sábado 12 de octubre de 2024

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
    $ Al año*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
    $ por 3 meses*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * A partir del cuarto mes por al mes. Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
    stopper description + stopper description

    Tu aporte contribuye a la Búsqueda de la verdad

    Suscribite ahora y obtené acceso ilimitado a los contenidos de Búsqueda y Galería.

    Suscribite a Búsqueda
    DESDE

    UYU

    299

    /mes*

    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá

    Abrir la cancha y la cabeza

    Pablo Turcatti: la animación artesanal y con talento

    Este es el hombre que hizo que un dinosaurio aterrorice gente en el Parque de Salus, que hizo bailar a las galletitas Pepitos en un pogo y que mostró cómo se esconde el peligro en el hogar en la campaña del Suat. Desde hace más de 20 años, Pablo Turcatti trabaja en animación, con una formación totalmente autodidacta. Pinta, dibuja, hace escultura y filma muñecos y objetos de stop motion. Su arte y oficio lo llevaron a trabajar en el primer largometraje animado uruguayo, la historia de piratas “Selkirk”, dirigida por Walter Tournier, y afirma que en Uruguay debería hacerse más animación exportable para niños.

    En su taller céntrico y subterráneo cada cosa parece estar en su lugar: varias pinzas y otras herramientas cuelgan de la pared, hay muñecos en los estantes, dibujos de bocetos y un cangrejo articulado que cualquiera juraría que es real. En una repisa descansa una galleta con ojos simpáticos; por otro lado se ve la pequeña cabeza con antifaz del niño que juega a volar como un superhéroe en la campaña contra accidentes en el hogar. Domina la escena una figura humana futurista, extraña: un tipo muy flaco con antifaz de aviador y enormes alas, contra un fondo de nubes azules, pintado por Turcatti. Es el Alado, protagonista de una fantasía surreal relacionada con la superación y el no rendirse, un cortometraje para el que el artista busca financiamiento.

    En la Escuela de Artes Visuales A+ Turcatti da clases de Creatividad e ilustración y próximamente iniciará un nuevo curso de anatomía realista, porque ve que los alumnos adolecen de una base artística más formal de escultura y pintura. “La gente sale muy técnica: todos saben manejar un software. Pero en la carrera de animación tenés una combinación del elemento técnico y del artístico. Por lo general se enseña a usar un software, nada más, entonces están saliendo generaciones de gente sin un conocimiento formal en arte”. Para animar un personaje hay que conocer el cuerpo humano, para moverlo y lograr poses dinámicas. En segunda instancia, el curso apuntará a crear criaturas fantásticas.

    A sus alumnos quiere mostrarles cómo vender un proyecto animado, generando conceptos que enganchen al cliente. Ese proyecto se plantea luego con el pincel. “Está bárbaro porque empiezan a trabajar otra parte de la cabeza. Están acostumbrados a trabajar con un mouse, y cuando se ensucian con pintura, ven que fallan y no tienen el Ctrl Z, sino que tienen que tener la suficiente creatividad como para salir airosos y seguir adelante”. Algunos trabajos de Turcatti se encuentran en la página bombayfilms.com.uy/Bombay/Pablo_Turcatti.html.

    ¿Cómo ve el mercado de la animación en el país?

    —Al ser pequeño funciona muy bien la educación, pero luego no hay mercado para trabajar. Me parece que mueren en la corta: no están generando la posibilidad de exportar el trabajo. Creo que es más la cabeza del uruguayo que no lo permite. Habría que buscar abrir las puertas, porque como es un mercado chico se satura enseguida. Yo quiero empezar a presentar los trabajos de los alumnos en festivales, para mostrar lo que se hace acá. Uruguay es una fábrica de gente talentosa: uno no sabe cómo, pero siempre surgen autodidactas de abajo de las piedras. Pero también de alguna manera el medio los destruye y el problema es que no juegan afuera.

    ¿En el exterior hay mayor desarrollo de posibilidades laborales?

    —Afuera hay una necesidad enorme. Podemos cobrar mucho más baratos los trabajos porque los precios en Estados Unidos, por ejemplo, están mucho más arriba que los nuestros. Lo que pasa es que no nos conoce nadie y nos encargamos de que sea así, porque no mostramos nuestros trabajos, los encapsulamos y tratamos de tener el control de la gente que hay acá. No abrimos la cancha y nos beneficiamos todos con eso.

    ¿A qué se refiere con que se “controla” a la gente?

    —Si no dejo que crezca una persona, la controlo. Es una cabeza muy mediocre. Creo que es al contrario: si uno deja crecer a los otros se puede beneficiar de eso. Hay que ayudar a que crezca la industria. Somos un país chico y eso no se puede cambiar, entonces tenemos que aprender a salir vencedores en esa situación, y la única forma es vendiéndonos afuera: no hay otra.

    ¿Qué proporción de su trabajo dedica a la publicidad y cuánto a los proyectos personales?

    —La entrada de trabajo por publicidad es muy irregular, lo que genera que uno no pueda organizarse, porque nunca sabe cuándo viene trabajo. Las clases generan un piso de estabilidad, además de la posibilidad de formar gente para trabajos de publicidad o contenido. He trabajado con Walter Tournier un buen tiempo, hicimos unos cuantos cortos y el largometraje “Selkirk”, que fue un trabajo bárbaro. En cuanto a cortos personales, me cuesta muchísimo lograrlos. El corto de terror “Dulces sueños” lo hice a pulmón puro, solo con la gente que me ayudó de onda, y después me generó un gran problema económico. Tampoco tuve mucho dinero para moverlo. Luego de 10 años quiero hacer otro, y me encuentro otra vez con poco apoyo, y no quiero hacerlo de la misma forma. Para la animación necesito estar muy concentrado y dinero para poder animarlo, porque lleva alrededor de un mes y medio.

    En “Selkirk” participó en la animación. ¿Cuáles son las etapas de este proceso?

    —Yo hago stop motion. Animás muñecos que tienen una articulación interna para posicionarlos cuadro a cuadro, lo que requiere paciencia. Trabajamos con 25 fotos para lograr un segundo, en posiciones milimétricas. Este tipo de animación tiene algo especial que la distingue del resto. Primero porque es muy artística y después porque tenés contacto directo con el personaje. No hay mucha gente involucrada a la hora de filmar, como pasa en la animación 2D y 3D. Tiene la contra de que si te equivocás lo tenés que hacer de vuelta y por otro lado crea una animación muy intuitiva en la que se ve mucho la mano de la persona. No hay un filtro industrial bajo el proceso. Cuando ves una película de animación en 3D son miles de personas que intervienen en el proceso. En stop motion tenés mucha gente trabajando, sobre todo en la construcción de las cosas. Pero a la hora de animar está solamente el animador con el personaje. Eso le da algo mágico, porque estás animando algo real y no una simulación. Hoy en día hay una saturación del 3D y la gente tiene ganas de ver cosas más humanas, en las que se sienta al hombre. Uruguay, como en otros aspectos, tiene una escuela o gente que lo hace, que en el mundo entero no se encuentra demasiado. El Festival Internacional de Animación de Annecy, en Francia, este año puso el foco en el stop motion. Uruguay hizo “Selkirk”, el primer largo de animación, en stop motion. Se tendría que apoyar más ese tipo de empresa, que es muy artesanal: acá hay gente muy fina y habría que darle para adelante.

    En sus inicios, ¿cómo llegó a la pintura y a la escultura?

    —Lo primero que hice en mi vida fue escultura, a los seis años, porque me tiraba mucho y mi madre me llevó a un taller de expresión libre en Malvín. Lo recuerdo con mucho cariño: iba los sábados toda la mañana y era muy lindo porque te dejaban chivear y experimentar. Empecé a pintar a los 12, cuando vi unos libros de Frank Frazetta. Y terminé pintando un montón: cuadros y murales. El tema de la animación me empezó a interesar a esa edad también, porque fui a ver una película de Simbad y había unos monstruos que veías que no eran reales, pero a la vez estaban tan vivos que me prendió mucho la curiosidad y quise saber cómo estaba hecho eso. Compraba una revista que se llamaba “Famous Monsters of Filmland”, que a veces traía fotos detrás de cámaras donde podías ver los detalles. El problema era que tenías que tener una cámara de cine cuadro a cuadro, animarlo, mandarlo a Buenos Aires a revelar, luego a transferir y recién ahí ver si te había quedado bien lo que habías hecho. Era muy caro: tenías que ser medio millonario para hacerlo. Demoré mucho en animar. Me conformaba con construir los muñecos. Hasta que conocí a Tournier, que tenía un estudio y me dio la oportunidad de probar. Y me di cuenta de que era lo mío.

    Animar requiere concentración y paciencia. ¿Qué “accidentes” ha tenido en esta fase del trabajo?

    —Me han pasado un millón de cosas medio horribles, y quedás tocado. Entonces, al final preferís que te consideren un energúmeno total antes que tener que hacer el trabajo de nuevo. Es común que pasen y te golpeen la cámara o una lámpara. Me pasó una vez que vino una persona por fuera de la producción y agarró el trípode de la cámara para sacar fotos de locación y yo estaba haciendo una animación desde hacía dos días (risas). Era un trabajo para Sony, con una toma secuencia de corrido. Me fui a comer y cuando estaba comiendo, uno de los muchachos me dijo: “¿Vos estabas trabajando abajo? Porque te agarraron la cámara”. Yo no le creía, le dije que me dejara comer tranquilo. Y apareció una piba con los ojos redondos. Bajé enseguida. Nunca entendí por qué la agarró: era un set con cintas de pare y todo y el trípode estaba apretado con bolsas pesadas. Traté de posicionar de nuevo la cámara, y al final salvé la toma.

    ¿Cuánto tiempo le llevó hacer la galletita de Pepitos?

    —Aproximadamente 10 días. Tiene una estructura interna de metal que te permite moverla y está hecha de espuma de látex.

    ¿Qué tipo de materiales emplea y cómo los consigue?

    —En nuestro mercado no tenés muchos materiales. A pesar de eso desarrollé determinadas técnicas, que son muy laboriosas, para poder hacer el trabajo igual. La espuma de látex acá se consigue en planchas como para colchones y yo la voy cortando con tijera para formar el músculo. En otro país te venden la mezcla y lo laburás en un molde. Hoy en día hay siliconas que son perfectas, pero no las encontrás acá ni en Argentina, sino en San Pablo y Estados Unidos. Uruguay es un país que complica las cosas, porque te paran en la Aduana y te cobran de todo. No apoyan el desarrollo: están todo el tiempo frenándolo, en lugar de ser un poco más inteligentes, porque si ayudás a una industria local, todo el mundo sale beneficiado. Pero acá están cortando la cabecita siempre antes de que salga, esa es la actitud. Inclusive podrían pensar en hacer contenidos para los canales digitales, donde van a precisar contenido para niños y lo van a tener que hacer. Lamento que no tengan la inteligencia de ver esto antes.