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    Afganistán

    Sr. Director:

    Afganistán y el vacío de poder en Asia Central. Viví en Afganistán desde marzo de 2005 a marzo de 2006. Fui observador militar de Naciones Unidas. Desde entonces sigo con interés los acontecimientos en esa región de destino incierto a partir de 2014, cuando la coalición internacional retire sus fuerzas.

    Afganistán es una mezcla de etnias, tribus, montañas, regiones geográficas, “núcleos geopolíticos clave”, creencias religiosas, “ulemas” (expertos religiosos), grupos de presión, zonas urbanas, zonas rurales, disputas tribales por tierras, cultivo de amapola, mujeres vestidas con “burkha” y “señores de la guerra”.

    Durante el siglo XIX fue parte del escenario del “Gran Juego” entre el Imperio Británico y la Rusia zarista. En 1893, Henry Mortimer Durand, funcionario colonial británico, trazó una línea de dos mil quinientos quilómetros para delimitar el extremo occidental de la India. La “Línea Durand” atravesaba áreas tribales pashtun (la etnia que ha dominado Afganistán en los últimos trescientos años), consideradas por los afganos como tierras propias. (En 1947, la parte noroccidental de ese territorio se convirtió en Paquistán).

    Permanecí un tiempo en la ciudad de Ghost, en la frontera afgano-paquistaní, región del “santuario taliban”. Esa línea, una frontera artificial, es señalada como algo que está “por allá” y carece de sentido para los pobladores de uno y otro país. Los pashtun viven en Afganistán y Paquistán, sin considerarse miembros de un país o el otro, sino simplemente pashtun.

    Afganistán es un lugar geoestratégico de gran importancia y muchos países luchan por mantener allí su presencia. En la contraparte, los afganos rechazan todo lo extranjero y todos los invasores fueron expulsados. En una frase por demás significativa, el general Dawood Sha Wadafare, comandante del Ejército Nacional Afgano, dijo: “Nadie ha podido con nosotros en cinco mil años de historia”.

    Como narcoestado, Afganistán es el principal proveedor de droga del mundo. Consulté a un “señor de la guerra” acerca del método para controlar su comercialización. Señaló su fusil AK -47 y contestó: “A tiros”.

    La asistencia social internacional ha volcado cuantiosos torrentes de dólares en los últimos diez años, pero los afganos no siempre dan muestras de agradecer lo recibido. Al contrario, están deseosos de recibir ayuda en forma permanente. “Naciones Unidas provee”, decían muchos ciudadanos. “¿Para qué preocuparse?”.

    La “solución militar” no posibilitó la proyectada reorganización de un estado según el modelo occidental. Al revés, mantuvo el estado de insurgencia en la mente de los afganos. La democracia es incompatible con la situación del país, de tipo feudal propio del medievo europeo. No puede imponerse por decreto, ni con millones de dólares ni con una fuerza militar de considerable tamaño.

    Al respecto, Noam Chomsky, experto en asuntos del Medio Oriente, atribuyó a la OTAN, más que una misión de paz, la tarea de brindar seguridad para la construcción del oleoducto TAPI (a un costo de siete mil millones de dólares) para transportar recursos energéticos desde Turkmenistán a Paquistán e India.

    Por otra parte, lejos de ser eliminado, el movimiento Taliban está ahora más fuerte que nunca. Entonces, guste o no guste, ya reclama un lugar en las negociaciones para organizar el nuevo país. A esta altura, no reconocer sus reclamos sería un error, porque a pesar de la desconfianza y disgusto occidental, los Taliban llegaron para quedarse, no solo en Afganistán sino en toda la región circundante. Se ha producido un renacer del Islam en toda Asia Central, un Islam que fue siempre de tendencia moderada. Es la oportunidad de desarrollar un proyecto no siempre declarado por los Taliban (en realidad, nunca declararon acabadamente sus intenciones): tomando el control político y militar de Afganistán, desarrollar en el centro de Asia (futuro “corazón del mundo”) la doctrina “wahabbi”, la más radical del Islam.

    ¿Es Afganistán un “estado fallido”? ¿Es un estado de “insurgencia permanente”? ¿Se producirá un “vacío de poder en 2014? Los analistas responden afirmativamente. ¿Afganistán terminará desmembrado? ¿La Alianza del Norte surgirá como un nuevo país, aglutinando la minoría uzbeca? ¿Los pashtun fundarán “Pashtunistán”, su país proyectado desde siempre? Los analistas consideran posible el cumplimiento de estas presunciones.

    ¿Cuál fue el resultado del trabajo de la coalición? Un fracaso. ¿Cuáles fueron los gastos? No se sabe con certeza. Estados Unidos no ha sido proclive a analizar los gastos civiles y militares en forma conjunta. Unama (United Nations Assistance Mission in Afghanistan), la organización de Naciones Unidas en apoyo, coordinadora de los esfuerzos de la ayuda internacional, no siempre logró producir un informe completo de los logros en proporción a lo inverido.

    La OTAN, Unama y Estados Unidos ni siquiera fueron claros en sus mensajes a la población. Imagine el lector un auditorio donde disertan al mismo tiempo tres conferencistas, hablando cada uno un tema diferente y proyectando además diferentes láminas en Power Point. Además, los afganos no siempre fueron consultados respecto a sus aspiraciones. Al contrario, les eran impuestas necesidades no sentidas por ellos.

    El “Gran Juego” continuará con renovados bríos. Las potencias internacionales y regionales ya mueven sus piezas en esta complicada partida que dio comienzo cuando Barack Obama, a mediados de su mandato, declaró que Afganistán dejaría de ser una de sus prioridades políticas, pero no dejaría el país abandonado a su suerte. El recorte masivo de ayuda militar y civil comenzó entonces y se marcó el año 2014 como fecha de retirada del país.

    No obstante, Estados Unidos continúa en la disputa, con distinto enfoque, y ya hizo su primer movimiento. Días pasados, su secretario de Defensa, Chuck Hagel, visitó Afganistán para obligar al presidente afgano, Hamid Karzai, a firmar el “Tratado Bilateral de Seguridad”. Este tratado permitiría a Estados Unidos mantener parte de sus tropas para respaldar a Kabul en su lucha contra el movimiento Taliban. Karzai se negó a firmar. Dijo: “el convenio puede firmarse recién después de las elecciones del próximo año”.

    Irán, potencia regional cuidadosa de sus “patios traseros”, reaccionó y pidió a Karzai negarse a firmar el tratado, alegando que no sirve a los intereses de Afganistán ni tampoco a los de la región.

    China y Paquistán no se quedaron atrás. Días pasados, se inició en Kabul la tercera ronda de diálogo tripartita entre China-Afganistan-Paquistán, para promover aún más la cooperación entre los tres países. Los tres gobiernos destacaron “la gran importancia de la situación actual”, merecedora del intercambio de ideas y proyectos para “mantener la paz y la seguridad en la región”.

    Rusia hizo su jugada apelando a su conocimiento de Afganistán y la triste experiencia recogida por la URSS, potencia que se retiró en desbandada luego de diez años de infructuosa lucha, con humillante derrota militar y con un saldo al presente de seis millones de drogadictos, consumidores de las sustancias tóxicas probadas en primera instancia por soldados soviéticos, abriendo el torrente de sustancias tóxicas que llegan a Rusia saliendo por el norte de Afganistán.

    Rusia se declara escéptica en cuanto a la retirada de las fuerzas de la coalición en un futuro próximo, pero considera necesaria la reconstrucción pacífica de Afganistán. Se formó el “Cuarteto Antidroga de Asia Central”, integrado por Afganistán, Paquistán, Rusia y Tadyikistán. Dicha organización propondrá programas para el desarrollo económico de Afganistán.

    ¿Quién ganará la partida? Opino que ganarán todos y el único perdedor será Afganistán, pero el “caso afgano” tiene su encanto: muestra cómo conducirse en estrategia y geopolítica, donde los contrincantes, para ocultar sus intenciones, brindan la respuesta correcta a la pregunta equivocada.

    Coronel (r) Tilio Coronel

    CI 2.802.628-6