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Al responder las encuestas de expectativas de inflación algunos empresarios dan cifras llamativas: proyectan tasas para este año por debajo de 5%, mientras que otros se van hacia el otro extremo, ubicando el alza esperada de los precios minoristas por sobre el 10%. Refiriéndose a ese tipo de pronósticos, a priori improbables, el presidente del Banco Central (BCU), Diego Labat, ha dicho, con desazón, que “se contesta por inercia”.
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La mayoría de los ejecutivos sondeados por el Instituto Nacional de Estadística (INE) proyectan niveles de inflación que están en lo que algunos economistas identifican como la “zona de confort” para Uruguay, desde hace muchos años: en torno al 8% anual. Esa mediana tanto para este año, como los dos siguientes, supone que, en general, los empresarios esperan más inflación de la que las autoridades económicas dicen que habría en 2023 (6,7%); también descreen que se ubique dentro del rango de 3%-6% establecido por ellas como objetivo para dentro de 24 meses.
Ya en enero de 2022 Labat hablaba de las expectativas empresariales como un “núcleo duro” que intentaban desmantelar básicamente entregando información y elementos de análisis más comprensibles, por ejemplo, a través de una newsletter. Lo cierto es que hay una “heterogeneidad significativa” en las expectativas que se forman los empresarios uruguayos, constató un documento de trabajo publicado recientemente por el BCU.
Las autoridades y los técnicos de ese organismo consideran que, al día de hoy, persiste una fuerte “inercia inflacionaria” asociada a que los ejecutivos, en general, fijan sus precios en función de lo que prevén que ocurra con sus costos, en particular los salariales. La Encuesta de Expectativas Empresariales (EEE) que le contestan mensualmente al INE unas 250 firmas de al menos 100 empleados, mostró que en abril proyectaban una suba de costos de 9,0%, tanto para este 2023 como para los dos años siguientes.
En el BCU piensan que las herramientas de análisis con las que se manejan algunas empresas son rudimentarias. Las empresas “gestionan con mucho foco en el margen bruto —a veces con un seguimiento riguroso de datos y otras veces con menos—, pero en general intentan traspasar variaciones de sus costos de producción a los precios”, según dijo la economista Florencia Carriquiry, socia de la consultora Exante.
El documento titulado Análisis descriptivo de la Encuesta de Expectativa de Inflación de las firmas diseccionó la EEE: qué fuentes de información se utilizan; qué utilidad tiene para las empresas la información que se desprende de estos sondeos mensuales; y a qué atribuyen las empresas el hecho de que las proyecciones sean mayores al objetivo definido para la política monetaria.
El estudio se basó en un set de preguntas realizadas junto con la encuesta mensual de junio de 2022. El 47% de las empresas informó que sus empleados eran los encargados de contestar habitualmente la EEE, mientras que en el resto lo hacía el “tomador de decisiones” (22%) o lo delegaba en un “asesor externo (31%).
¿Qué tipo de información utiliza habitualmente para formar sus expectativas económicas?, les preguntó el INE como una interrogante especial a pedido del BCU en junio de 2022. La principal fuente de datos es el propio instituto estadístico y, presumiblemente, su publicación mensual del Índice de Precios al Consumo (IPC). Luego, siguieron en orden de importancia las “comunicaciones de política monetaria” del Central y, casi con igual relevancia, la “prensa especializada”.
En el estudio los economistas Rodrigo Marrero y Miguel Mello señalan que casi una cuarta parte de las firmas no utiliza los datos que derivan de la propia EEE por desconocer que están disponibles. Otras sí lo hacen, ya sea para su planificación presupuestal, para la fijación de precios o en la negociación de salarios.
En cuanto a la precisión de las proyecciones, las empresas que no usan la información de la encuesta incurren en un mayor error de predicción, al igual que aquellas que emplean la EEE al momento de negociar salarios. Por otro lado, las compañías que no utilizan la información de este sondeo declaran “sistemáticamente una mayor variación esperada de sus costos”.
Según el estudio de los economistas del BCU, la industria registró menores expectativas de inflación pero mayores variaciones esperadas en sus costos en el promedio del período octubre 2020-junio 2022. Por el contrario, las empresas de servicios tiene n expectativas inflacionarias mayores al resto y expectativas de costos menores a los demás.
El sector de la comunicación registró un menor error predictivo que los demás.
¿Por qué el desvío?
Otra pregunta especial apuntó a la credibilidad del BCU y a la justificación de la previsión de inflación hecha por la empresa por encima del rango. Entre un conjunto de opciones, cerca de un tercio atribuyó a la evolución de los precios internacionales como la principal causa de las expectativas por encima de los niveles de inflación esperados por el gobierno, a la vez que cerca del 20% se refirió al aumento previsto de los costos en general y similar porcentaje lo asoció con el incremento de los costos salariales y energéticos. “Esto es consistente con la alta indexación que presentan las tarifas y los salarios públicos en Uruguay, como una forma de protegerse de una larga historia de inflación crónica”, afirman los autores.
Hicieron notar, además, el “bajo porcentaje de respuestas que mencionan las razones relacionadas con el BCU como las más importantes. El foco está más en la coyuntura económica: precios internacionales e indexación de salarios, pero no en los aspectos que hacen a la política monetaria”. Al analizar por tipo de agente que responde a la EEE, los responsables de la toma de decisiones están más influidos por el corto plazo (precios internacionales).
El estudio no encontró diferencias relevantes en la precisión de las proyecciones entre quienes responden a la encuesta en períodos de 12 meses. De todos modos, halló que los empleados subestiman la inflación, mientras que los asesores externos tienden a sobrestimarla en sus proyecciones; en consonancia con eso, los primeros son propensos a declarar menores variaciones esperadas en los costos, y los segundos, a esperar alzas significativamente superiores, en media.
Los resultados hallado muestran una “heterogeneidad significativa” en las expectativas que se forman las empresas, un aspecto que se precisa “comprender mejor” para lograr los objetivos de inflación del BCU, sostienen los autores de la investigación.