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    Alcanzan a unas 300.000 las empresas inscriptas ante el BPS, mientras crece el número de unipersonales y monotributistas

    Piense en cinco o 10 empresarios uruguayos. Varios, seguramente, son de los que suelen aparecer en revistas o suplementos de negocios, figuran en el ranking de los más reputados —de sectores como la construcción, el software o vinculados al comercio retail— o tienen alta exposición pública como directivos de cámaras. Si esa es su lista, está lejos de ser representativa del promedio, que es más bien el dueño de un pequeño establecimiento comercial —un quiosco, una peluquería, un puesto de frutas— o un proveedor de servicios diversos, desde profesionales a reparaciones o repartos. De hecho, en los registros del Banco de Previsión Social (BPS) las tres cuartas partes de las empresas inscriptas son unipersonales con relativamente baja facturación que en general las lleva adelante una única persona o tienen poco empleados y que, a veces, aportan bajo esa figura, aunque su relación laboral con quien los contrata es permanente.

    Según las estadísticas del BPS, a junio había registradas casi 300.000 empresas de todas las naturalezas jurídicas y sectores de actividad (ver gráficos). Dentro de ese total (299.853), 226.632 eran unipersonales, es decir, cerca del 76%; esa cantidad fue creciendo desde 114.711 en 2009 (cuando eran 65% del total) a algo más de 200.000 a mediados de la década pasada.

    “Esta forma de constituir un emprendimiento empresarial es muy ajustada y adecuada para emprendimientos de menor envergadura donde no es necesaria la constitución de una persona jurídica, otorgando ventajas en la rapidez (…), bajo costo para su inscripción en organismos públicos, no tiene vencimientos que delimiten su actividad, no existe obligación de constituir un capital mínimo en su inicio, es posible acceder a una carga tributaria menor cumpliendo determinadas reglamentaciones”, explica el Ministerio de Economía y Finanzas en su sitio web. Las unipersonales pueden tener la cantidad de empleados que deseen si no optan por tributar como monotributo (una modalidad de pago unificado al BPS y a la Dirección General Impositiva).

    Conforme con los datos del BPS, en junio eran 50.850 los monotributistas, cuando a comienzos de 2010 apenas superaban los 13.000. Este régimen fue creado con la reforma tributaria que entró en vigor en 2007 (Ley 18.083) para empresas con hasta un empleado, ingresos anuales por ventas a consumidores finales que no excedan los $ 1.025.129 y, en caso de tener un local, que este no supere los 15 metros cuadrados de superficie. Puede abarcar a giros variados, como talleres de producción de artesanías, cuidado de vehículos, clases particulares, feriantes, elaboración de comidas y venta en carros de chorizos o hamburguesas, tareas de reparación de artefactos eléctricos, entre otros.

    Otra modalidad, no incluida en esas cifras del BPS, es el monotributo social Mides, un régimen especial para emprendimientos personales o asociativos —de hasta cinco integrantes— al que pueden acceder las personas de hogares por debajo de la línea de pobreza o en situación de vulnerabilidad socioeconómica. Solo abonan un aporte reducido al organismo previsional, que llega a $ 2.150 mensuales (si no hace la opción de Fonasa) después de los 36 meses de iniciada la actividad. El trámite de constitución se inicia en el Ministerio de Desarrollo Social (Mides).

    Flexibilidad y “ojo”

    Según Marcos Soto, socio de Cibils Soto Consultores, la aceleración del incremento en el número de unipersonales es una tendencia que ya lleva algunos años. Consultado por Búsqueda, analizó que ese fenómeno podría estar explicado por el hecho de que a algunos sectores —como la industria del software y otras de las tecnologías de la información (TIC)— les favorece utilizar este tipo de figuras, ya que tienen una “exoneración tributaria importante” y “les sirve a las dos partes” al pagar por un ficto.

    Señaló que el crecimiento de las unipersonales podría ser también un “remanente de la pandemia, de sectores que estaban informales que pasan a la formalidad”. Eso —argumentó— es consistente con el aumento de los niveles de registro ante el BPS del empleo dependiente de las empresas en general tras la crisis por el Covid: “Hoy se valora bastante más tener la contención de la seguridad social, y la unipersonal también la asegura”. Asimismo, señaló que hay en general una mayor formalización de la economía ante la penetración de los medios electrónicos de pago, por ejemplo.

    Otro factor es que, a partir de un decreto de 2020, las empresas pueden deducir como gasto la totalidad de una factura emitida por una unipersonal pequeña empresa (siempre que éste se encuentre documentado mediante factura electrónica y el pago se haga por transferencia bancaria). Para Soto, esta modificación a la llamada “regla candado” resulta “importante porque ahora a las empresas sí les interesa que sus proveedores chicos estén formalizados, porque con esa factura pueden deducir gastos”.

    El consultor —quien es, además, decano de UCU Business School, Escuela de Negocios de la Universidad Católica del Uruguay— descarta la hipótesis de que la mayor apertura de unipersonales responda, de modo sustancial, al surgimiento de emprendimientos nuevos. Aseguró que esa figura “casi no se usa” para emprender un negocio y, hoy, las sociedades anónimas simplificadas “son la forma jurídica más utilizadas y que más se genera en el año”, superando en número la creación de sociedades anónimas tradicionales y las sociedades de responsabilidad limitada.

    Soto entiende que el mayor uso de las unipersonales es saludable desde el punto de vista de que generan “flexibilidad y mayor formalización”. Sin embargo, acotó: “Ojo, porque en algún punto valida o convalida vínculos que pueden no tener todas las garantías para la parte trabajadora y ser desiguales”. De todos modos, indicó que este es un aspecto comprendido en general por las empresas formalmente constituidas y más grandes y que su consultora lo “pone sobre la mesa” para que, si “hay vínculos de contratación que puedan ser una relación de dependencia encubierta, les hagan cumplir un horario”, por ejemplo.

    En el caso del sector TIC, que “compite con todo el mundo, si no busca de algún modo flexibilizarse y no se adecúa, hay un riesgo de que los trabajadores cumplan sus tareas online a cualquier parte del mundo y por fuera de todos los sistemas. Es un sector muy abierto y transable, y controlarlo es muy complejo. Si hay un desarrollador de software que trabaja en Uruguay y se hace pagar en una cuenta de Estados Unidos es muy difícil de controlar e imposible de gravar, más allá de que las rentas hayan sido generadas en Uruguay. Ahí hay un problema, y la forma es buscar estas alternativas”, señaló.