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La noticia difundida pocos días antes del debut del Ensemble Latinoamericano bajo la dirección del joven músico compatriota Diego Naser hizo sospechar algo diferente en el panorama de la música clásica montevideana. Y no solo por la propia noticia sino por la información que la rodeaba. Sería un conjunto de 33 músicos, la mayoría uruguayos pero también varios extranjeros. Habría solo tres plazas para estudiantes avanzados; el resto serían músicos jóvenes pero profesionales. Se tomarían riesgos en la programación buscando la convivencia de obras clásicas del repertorio con otras menos transitadas. También se asumirían riesgos en las interpretaciones pero siempre dentro de estándares internacionales de excelencia. Se contaba con la asesoría artística de músicos de primera línea, como el pianista Homero Francesch y la flautista Silvia Navarro.
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Cuando el martes 29 se develó el misterio en la Sala Nelly Goitiño, el resultado al principio asombró a muchos y al final entusiasmó a todos. Esa línea ascendente en la conmoción del público arrancó con la inmaculada afinación, la sincronización de los sectores, la prolijidad y concentración generales. Estábamos escuchando la Serenata para cuerdas op. 48 de Tchaikovsky (1840-1893) y allí disfrutamos del bien logrado empaste de las cuerdas en los acordes del comienzo, el fraseo elegante del vals con un estupendo ataque en pianísimo sobre su final, y una notable vitalidad en el allegro con spirito.
En el intervalo varios comentaban sorprendidos el nivel del conjunto y se preguntaban qué ocurriría en la segunda parte con una obra de mayor compromiso como la Séptima sinfonía de Beethoven. Y de nuevo el asombro, pero ahora junto al entusiasmo general, porque si hay una obra que bien interpretada hace levitar a los oyentes, es esta sinfonía. Y el teatro levitó por unanimidad. Sí, es cierto que debió lograrse un empaste más homogéneo entre bronces y cuerdas y controlar en los fortísimos los decibeles de alguna trompeta. Pero estos detalles a corregir son mínimos frente a todo lo positivo que nos deja este conjunto, entre lo que cabe destacar el notable pianísimo logrado al exponer el tema del segundo movimiento, la precisión de todos en los pasajes de gran velocidad y en suma la exposición avasallante, sin miedo y plena de vitalidad que hicieron de este maravilloso Beethoven. Hay además un detalle extramusical a subrayar; algo inusual y ostensible en los dos últimos movimientos: las sonrisas cómplices de los músicos entre sí y con el director; la inocultable alegría del disfrute del buen transcurrir de ese trabajo de equipo. No es común semejante actitud de concentración y placer en los músicos de una orquesta; es un detalle extramusical que hace a la bondad de la interpretación. El público aplaudió con tal insistencia que luego de varias salidas a saludar, Naser y el Ensemble ofrecieron como bis la repetición del segundo movimiento allegretto de la sinfonía.
También hay otras cuestiones importantes a destacar. El conjunto tiene 25 músicos uruguayos, en su enorme mayoría jóvenes, más ocho extranjeros: dos argentinos, dos españoles, tres venezolanos y un mexicano. Diego Naser tiene una creciente reputación fuera de fronteras y ha conseguido seleccionar y nuclear a estos músicos no en función de un caché tentador (los músicos cobran según lo recaudado) sino porque tienen interés en tocar con él —que también oficia de concertino— y ser dirigidos por él.
La iniciativa es entonces audaz, arriesgada y privada. En este país conservador y estatista, aparece una orquesta donde el incentivo es la música por la música misma y la búsqueda de calidad creciente de los resultados. Y todo esto hecho fuera del paraguas protector del Estado. No hay sueldos ni licencias ni salario vacacional. Tampoco hay paros que posterguen o hagan perder ensayos o conciertos. Lo que hay es un grupo de voluntades y una conducción unívocos en una apuesta fervorosa por un nivel de excelencia en la ejecución musical. Esa intemperie en el Uruguay de hoy es un acto de enorme audacia y un desafío mayúsculo. Solo cabe desearles todo lo mejor.
Aviso a los navegantes: el 27 de noviembre el Ensemble Latinoamericano se presentará en el Teatro Solís con la obertura Las Hébridas, de Mendelssohn, la Noche transfigurada, de Schönberg y la Quinta sinfonía, de Beethoven.